sábado, 19 de febrero de 2011

VIENTOS DE CAMBIO: Mensajes de la Santisima Virgen en Akita; Japón

VIENTOS DE CAMBIO: Mensajes de la Santisima Virgen en Akita; Japón: "( Reconocidos y aprobados por la Iglesia.) La Stma. Virgen dió en 1973 TRES MENSAJES para la humanidad a Sor Agnes Katsuko Sasa-gawa, relig..."

Mensajes de la Santisima Virgen en Akita; Japón

( Reconocidos y aprobados por la Iglesia.)

La Stma. Virgen dió en 1973 TRES MENSAJES para la humanidad a Sor Agnes Katsuko Sasa-gawa, religiosa de las "Siervas de la Eucaristía" en Akita, Japón, por medio de una imagen de "Nuestra Señora de Todos los Pueblos".

Envuelta en una luz brillante, la imagen se volvió viva y le habló con una voz de una belleza indescriptible. La Hermana Agnes nació en 1931, había estado paralítica desde los 19 años y se curó con el agua de Lourdes.

Los hechos extraordinarios de Akita comen-zaron en 1969. Mientras rezaba el Rosario, un ángel apareció ante la hermana Inés Sasagawa y le dijo que al final de cada misterio rezara:

 «Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados; líbranos del fuego del infierno; lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más nece-sitadas de tu Misericordia.»

Ella desconocía esta oración que la Santísima Virgen enseñó a los pastorcitos de Fátima en 1917. Los mensajes de Akita tienen relación con lo profetizado en Fátima.

Apariciones aprobadas por la Iglesia

El 22 de Abril de 1984, Monseñor John Shojiro Ito, Obispo de Niigata, declaró que, las apari-ciones de Akita son de origen sobrenatural, y autorizó en toda la Diócesis la veneración. En Junio de 1988, el Cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dió un juicio definitivo en favor de las apariciones de Akita, considerando auténticos y dignos de crédito los mensajes. También dijo: "El mensaje de Akita es el mensaje de Fátima".

Los días 12, 13 y 14 de Junio de 1973, sor Agnes vió unos rayos luminosos que salían del sagrario de la capilla. El 24 de Junio, domingo, la luminosidad era aún más brillante. El 28 de junio, una herida en forma de Cruz se formó en la palma de la mano izquierda de sor Agnes. Sasagawa. Le causaba un dolor muy fuerte.

PRIMER MENSAJE

6 de Julio de 1973, primer viernes de mes.

A las tres de la mañana su ángel de la guarda se le aparece y le dice:

«No temas. Soy el que está a tu lado y te guarda. Ven y sígueme. No reces únicamente por tus pecados, sino en reparación por los pecados de la humanidad.
El mundo actual hiere al Sacratísimo Corazón de Jesús con sus ingratitudes y sus ultrajes. La herida de la mano de la Santísima virgen María es mucho más profunda que la tuya. Ahora vamos hacia la capilla.»

Al llegar a la capilla el ángel desaparece. Sor Inés se arrodilla delante del altar, frente al sagrario, en adoración profunda. Luego se acerca a la estatua de la Virgen María para mirar la herida que la imagen presenta en la mano. Apenas lo hace, escucha una voz dulce proveniente de la estatua. Sor Inés era sorda, pero de una manera milagrosa recibe un primer mensaje de la Virgen:

«Hija mía, mi novicia, tú me has obedecido bien abandonándolo todo para seguirme. ¿Es penosa la enfermedad de tus oídos? Puedes estar segura que curarán. Ten paciencia. Es la última prueba. ¿Te duele la herida de la mano? Reza en reparación de los pecados de la humanidad. Cada persona en esta comunidad es mi hija. ¿Rezas bien la oración de las siervas de la Eucaristía? Entonces recémosla juntas:

"Sacratísimo Corazón de Jesús, verdaderamen-te presente en la Sagrada Eucaristía, Yo consa-gro mi cuerpo y mi alma para que sea entera-mente uno con tu corazón que esta siendo sacrificado en todos los altares del mundo y dando alabanza al Padre, rogando por la venida de su Reino. Recibe este humilde ofrecimiento de mi ser. Haz de mi como Tú quieras para la Gloria del Padre y la salvación de las almas. Santísima Madre de Dios, nunca dejes que me separe de tu Divino Hijo. Defiéndeme y proté-geme como hija tuya. Amen". Reza mucho por el Papa, por los Obispos y los Sacerdotes.»

Ese día, 6 de Julio, la herida en forma de cruz, en la mano derecha de la estatua de la Virgen, comenzó a sangrar. El 25 de Julio, Monseñor Ito vino al convento para verificar el fenómeno. Al día siguiente, la mano de la imagen sangra de nuevo. Esta vez la sangre es más abun-dante y oscura. Ese día sor Inés sintió un dolor violento en la herida de la palma de su mano;  el viernes 27 de Julio, el ángel le dijo:

«Tus dolores terminarán hoy. Guarda con mucho celo el recuerdo de la sangre de María y grábalo en tu corazón. La herida de María tiene un significado muy importante:  Ha sido hecha para obtener vuestra conversión, para implorar la paz, para reparar las ingratitudes, ofensas, ultrajes e injurias que Dios recibe Tengan en gran estima la devoción a la precio-sísima sangre de Cristo.»
La Santísima Virgen nos advierte en Akita

SEGUNDO MENSAJE

3 de Agosto de 1973; primer viernes de mes.

«Hija mía, mi novicia, ¿amas al Señor? Si amas al Señor escucha lo que voy a decirte. Es muy importante. Lo comunicarás a tu Superior:

"Muchos hombres en el mundo afligen al Señor. Deseo almas para consolarle, para sua-vizar la colera del Padre Celestial. Deseo, con mi Hijo, almas que reparen, con sus sufri-mientos y su pobreza,  por los pecadores y los ingratos. Para que el mundo se de cuenta de su ira, el Padre Celestial se dispone a mandar un gran Castigo a toda la humanidad."

"Muchas veces he intervenido con mi Hijo para apaciguar la Ira del Padre. He impedido que vinieran calamidades, ofreciéndole los sufri-mientos del Hijo en la Cruz, su preciosa Sangre, las almas predilectas que le consuelan y constituyen la cohorte de las almas víctimas.
Oración, Penitencia y Sacrificios animosos pue-den suavizar la Ira del Padre."

"Lo deseo también de tu comunidad, que amen la pobreza, que se santifiquen, y recen en reparación de la ingratitud y los ultrajes de tantos hombres. Rezad la oración de las Sier-vas de la Eucaristía meditando su significado, ponedla en practica. Ofrecedla en reparación de los pecados. Que cada una se esfuerce según su capacidad y oficio, ofreciéndose enteramente al Señor.»

Después de un silencio le dijo:

«¿Es verdad lo que piensas en tu corazón? ¿Estás verdaderamente decidida a convertirte en piedra rechazada? Mi novicia, ¿deseas pertenecer sin reservas al Señor, ser la Esposa digna del Esposo, hacer tus votos sabiendo que debes ser adherida a la Cruz con tres clavos? Estos son: pobreza, castidad y obediencia. De los tres, la obediencia es el fundamento. En total abandono, déjate guiar por tu superior. El sabrá como entenderte y dirigirte.»

Hubo muchos milagros

El 29 de Septiembre de 1973, sábado, fiesta de san Miguel Arcángel, Patrón del Japón, los milagros se multiplicaron. Mientras sor Inés rezaba el rosario con otra hermana, la estatua resplandecía con rayos luminosos, envuelta en una luz toda blanca. Al terminar notó que la herida de la mano de la estatua había desa-parecido completamente. Y un líquido espeso, como sudor, salía de la estatua. Lo secaron con gasas y algodones.
Secada la estatua, los algodones exhalaron un perfume inefable que olía a rosas, a lirios, o violetas. Toda la capilla se llenó de este suave olor, que duró hasta el 16 de octubre, fecha en que el ángel había anunciado que cesaría.

Anuncia un Castigo de Dios a la humanidad

TERCER MENSAJE

13 de Octubre de 1973.

«Mi querida hija, escucha bien lo que voy a decirte; informarás de ello a tu superior:  

"Si los hombres no se arrepienten y no se mejoran, el Padre mandará un terrible castigo a toda la humanidad. Será un castigo más grave que el diluvio, como jamás ha habido otro; caerá fuego del cielo y aniquilará una gran parte de la humanidad, tanto malos como buenos; no perdonando a fieles ni a sacerdo-tes. Los sobrevivientes se encontrarán tan de-solados que envidiarán a los muertos."

"Las únicas armas que nos quedarán entonces serán el Rosario y el Signo dejado por mi hijo. ... Con el rosario rogad por el Papa, los Obispos y los sacerdotes. La acción del diablo se infiltrará hasta la Iglesia, de tal forma que se verán cardenales oponiéndose a otros cardena-les, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneren serán despreciados y comba-tidos por otros sacerdotes.  Las iglesias y los altares serán saqueados."

"La Iglesia se llenará de quienes aceptan com-ponendas, y el demonio empujará a muchos sacerdotes y almas consagradas a abandonar el servicio del Señor. El demonio atacará encarnizadamente sobre todo a las almas con-sagradas a Dios. El pensamiento de la perdida de tantas almas es la causa de mi tristeza. Si los pecados aumentan en número y en grave-dad, ya no habrá perdón para ellos. Recen mucho las oraciones del Rosario. ... Aquéllos que ponen su confianza en mí serán salvos".»

A partir del 4 de enero de 1975 comienza la lacrimación de la estatua; hasta el 15 de septiembre de 1981. (101 veces.) Mnsr. Ito fué testigo ocular de las lágrimas derramadas. El día que comenzó la lacrimación, el ángel se apareció a sor Agnes Sasagawa y le dijo:

«No te sorprendas de ver a la Santísima Virgen María llorar. Una sola alma que se convierta es preciosa a su Corazón. Ella manifiesta su dolor para avivar vuestra fe, siempre tan inclinada a debilitarse. Ahora que habéis visto sus precio-sas lágrimas, y para consolarla, habla (de esto) con valor, extiende esta devoción, para su gloria y la de su Hijo.»

La Stma. Virgen pide almas reparadoras, almas orantes. Lágrimas y sangre derrama su ima-gen; Ella reveló a Ida Peerdeman, en la apari-ción "Nuestra Señora de Todos los Pueblos", en Amsterdam, que un 31 de Mayo la Iglesia proclamaría el último dogma mariano:

Declaraciones de Sor Lucia de Fátima
Por el Padre JOAQUIN MARIA ALONSO


El Padre Augustín Fuentes, sacerdote mejicano nombrado vicepostulador de las causas de beatificación de Francisco y Jacinta, tuvo una conversación con Sor Lucía el día 26 de diciembre de 1957. Vuelto a Méjico, el 22 de mayo de 1958, dió una conferencia en la Casa Madre de las "Misioneras del Sagrado Corazón" y habló de esta entrevista. Poseemos dos tex-tos auténticos de esa conferencia del Padre Fuentes, uno en español y otro en inglés, una traducción abreviada del texto español, pero esencialmente idéntico al primero.

Aquí les presentamos el texto original español, de las «Declaraciones de Sor Lucía al Padre Agustín Fuentes». Imprimatur a este texto, de S. E. R. Mons. Sánchez, Arzobispo de Santa Cruz, Méjico.  Estas declaraciones de Sor Lucia al Padre Fuentes, investigador oficial del Vaticano, están reconocidas por S. S. Pio XII, y fueron publicadas en con licencia eclesiástica, en la revista "Fátima Findlings", Junio 1959; en el "Messaggero del Cuore di Maria", Sept. de 1961; y después en muchas publicaciones.

El Padre Fuentes habla de un mensaje "recibido de los labios mismos" de Sor Lucía: "Quiero contaros la última conversación que tuve con ella, fué el 26 de diciembre del año pasado (1957). La encontré en su convento muy triste, pálida y demacrada; y me dijo:

«Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este mensaje. Los malos, porque no viendo el castigo de Dios, actualmente sobre ellos a causa de sus pecados, prosiguen su camino de maldad, sin hacer caso a este Mensaje. Pero, créame Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda: El castigo del Cielo es inmi-nente. ¿Qué falta, Padre, para 1960; y qué sucederá entonces? Será una cosa muy triste para todos; y no una una algo alegre, si antes el mundo no hace oración y penitencia.»




«No puedo detallar más, ya que es aún secreto que, por voluntad de la Santísima Virgen, solamente pudieran saberlo tanto el Santo Padre como el señor Obispo de Fátima. Ambos no han querido saberlo para no influenciarse. Es la tercera parte del Mensaje de Nuestra Señora, (Tercer Secreto), que aún permanece secreto hasta 1960.»

«Dígales, Padre, que la Santísima Virgen, repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo, que muchas na-ciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de esa pobre-cita Nación.» Sor Lucía me decía también:

«Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios, y lo que en menos tiempo le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagra-das a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y se apodera más fácilmente de ellas.»

«Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste, en todas sus apariciones.  Nunca se sonrió con nosotros,  y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios para hacer oración y sacrificio.» ...

«Lo segundo que santificó a los niños fué la visión del infierno. ... Por esto Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos mate-riales (catástrofes), que ciertamente vendrán sobre la tierra, si el mundo antes no hace oración y penitencia, no. Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en que estamos, de perder para siempre nuestra alma, si seguimos aferrados al pecado.»



«Padre —me decía Sor Lucía—, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos, en sus diócesis; ni siquiera de parte de las Congregaciones Religiosas. No. Ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha hecho caso. Por eso ahora, que cada uno comience por sí mismo su reforma espiritual; que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino.»

«Padre, la Santísima Virgen no me dijo (textualmente), que nos encontramos en los ULTIMOS TIEMPOS del mundo, pero me lo dió a demostrar por tres motivos:

Primero:  porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen, y una batalla decisiva, es una batalla final; donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. O somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.

Segundo:  porque me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.

Y  tercero: porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierta angustia el último medio de salvación, Su Santísima Madre.»

«Si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo; porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo; que consiste en rechazar abierta-mente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos.»

«Y también porque Nuestro Señor es muy buen hijo. ... Y no permite que ofendamos ni despre-ciemos a su Santísima Madre; teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que, con ejemplos terribles, nos indica
cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre.»

«Dos son los medios para salvar al mundo, -me decía Sor Lucía-, la oración y el sacrificio. ... Y luego, el Santo Rosario. Mire Padre, la Santísima Virgen, en estos ULTIMOS TIEMPOS en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, temporal o sobre todo espiritual, ... personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones. No hay problema, repi-to, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario.»

«Con el santo rosario nos salvaremos, nos san-tificaremos, consolaremos a nuestro Señor, y obtendremos la salvación de muchas almas; y luego, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el per-dón; y como puerta segura para entrar al cielo. Esta es la primera parte del Mensaje referente a Nuestra Señora de Fátima; y la segunda parte, que, aunque más breve, no es menos importante, se refiere al Santo Padre.»
____________

De "La verdad sobre el Secreto de Fátima; Fátima sin mitos", del P. Joaquín Alonso, sacerdote muy erudito, archivero oficial de Fátima e investigador de los hechos. Monseñor João Venancio, obispo de Fátima, le encargó en 1966 relatar una historia crítica y completa de las revelaciones, para defenderlas de los ataques y escepticismos modernistas.

El Padre Alonso, estudió los archivos, habló con Sor Lucia, y testificó públicamente que las "Declaraciones de Sor Lucia al P. Fuentes" en 1957, son auténticas y verídicas. En 1975, terminado su estudio sobre las apariciones, "Textos y estudios críticos de Fátima", con 5.396 documentos, y listo ya para la impresión, el nuevo obispo de Fátima, Monseñor do Amaral, lo archivó.   Antes de su fallecimiento, el día 12.12.1981, el Padre Joaquín Alonso publicó algunos libros y folletos sobre el mensaje de Fátima.

- Si desea leer otros mensajes marianos muy intere-santes, algunos ya aprobados definitivamente por la Iglesia Católica: Fátima, Lourdes, La Salette, Kibeho, Akita, Amsterdam, etc. etc, visite la página:

www.materdolorosa.ch.vu


«Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y con mentira digan
contra vosotros todo género de mal, por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque grande será vuestra recompensa en los Cielos; pues así persiguieron
a los profetas que hubo antes de vosotros.» San Mateo 5,11-12.

VIENTOS DE CAMBIO: OBRE LA SANTA MISA , TESTIMONIO DE LA ESTIGMATIZAD...

VIENTOS DE CAMBIO: OBRE LA SANTA MISA , TESTIMONIO DE LA ESTIGMATIZAD...: "LA SANTA MISA TESTIMONIO DE CATALINA RIVAS Era la vigilia del día de la Anunciación y los componentes del grupo nuestro habíamos ido ..."

VIENTOS DE CAMBIO: OBRE LA SANTA MISA , TESTIMONIO DE LA ESTIGMATIZAD...

VIENTOS DE CAMBIO: OBRE LA SANTA MISA , TESTIMONIO DE LA ESTIGMATIZAD...: "LA SANTA MISA TESTIMONIO DE CATALINA RIVAS Era la vigilia del día de la Anunciación y los componentes del grupo nuestro habíamos ido ..."

OBRE LA SANTA MISA , TESTIMONIO DE LA ESTIGMATIZADA CATALINA RIVAS Y EL ESTIGMATIZADO PADRE PIO

LA SANTA MISA

TESTIMONIO DE
CATALINA RIVAS



Era la vigilia del día de la Anunciación y los componentes del grupo nuestro habíamos ido a confesarnos. Algunas de las señoras del grupo de oración no alcanzaron a hacerlo y dejaron su confesión para el día siguiente antes de la Santa Misa. Cuando llegué al día siguiente a la Iglesia un poco atrasada, el señor Arzobispo y los sacerdotes ya estaban saliendo al presbiterio.
Dijo la Virgen con aquella voz tan suave y femenina que a una le endulza el alma: “Hoy es un día de aprendizaje para ti y quiero que prestes mucha atención, porque de lo que seas testigo hoy, todo lo que vivas en este día, tendrás que participarlo a la humanidad”. Me quedé sobrecogida sin entender pero procurando estar muy atenta.
Lo primero que percibí es que había un coro de voces muy hermosas que cantaban como si estuviesen lejos, a momentos se acercaba y luego se alejaba la música como con el sonido del viento.
El señor Arzobispo empezó la Santa Misa, y al llegar a la Oración Penitencial, dijo la Santísima Virgen:
“Desde el fondo de tu corazón, pide perdón al Señor por todas tus culpas, por haberlo ofendido, así podrás participar dignamente de este privilegio que es asistir a la Santa Misa.”
Seguramente que por una fracción de segundo pensé: “Pero si estoy en Gracia de Dios, me acabo de confesar anoche”.

Ella contestó: “¿Y tú crees que desde anoche no has ofendido al Señor? Déjame que Yo te recuerde algunas cosas. Cuando salías para venir aquí, la muchacha que te ayuda se acercó para pedirte algo y como estabas con retraso, a la apurada, le contestaste no de muy buena forma. Eso ha sido una falta de caridad de tu parte y dices no haber ofendido a Dios…?”
“De camino hacia acá un autobús se atravesó en tu camino, casi te choca y te expresaste en forma poco conveniente contra ese pobre hombre, en lugar de venir haciendo tus oraciones, preparándote para la Santa Misa. Has faltado a la caridad y has perdido la paz, la paciencia. ¿Y dices no haber lastimado al Señor...?”
“En el último momento llegas, cuando ya la procesión de los celebrantes está saliendo para celebrar la Misa...y vas a participar de ella sin una previa preparación....”
-Ya, Madre Mía, ya no me digas más, no me recuerdes más cosas porque me voy a morir de pesar y vergüenza- contesté.
“¿Por qué tienen que llegar en el último momento? Ustedes deberían estar antes para poder hacer una oración y pedir al Señor que envíe Su Santo Espíritu, que les otorgue un espíritu de paz que eche fuera el espíritu del mundo, las preocupaciones, los problemas y las distracciones para ser capaces de vivir este momento tan sagrado. Pero llegan casi al comenzar la celebración, y participan como si participaran de un evento cualquiera, sin ninguna preparación espiritual. ¿Por qué? Es el Milagro más grande, van a vivir el momento de regalo más grande de parte del Altísimo y no lo saben apreciar.”
Era bastante. Me sentía tan mal que tuve más que suficiente para pedir perdón a Dios, no solamente por las faltas de ese día, sino por todas las veces que, como muchísimas otras personas, esperé a que termine la homilía del sacerdote para entrar en la Iglesia. Por las veces que no supe o me negué a comprender lo que significaba estar allí, por las veces que tal vez habiendo estado mi alma llena de pecados más graves, me había atrevido a participar de la Santa Misa.
Era día de Fiesta y debía recitarse el Gloria. Dijo nuestra Señora: “Glorifica y bendice con todo tu amor a la Santísima Trinidad en tu reconocimiento como criatura Suya”.
Qué distinto fue aquel Gloria. De pronto me veía en un lugar lejano, lleno de luz ante la Presencia Majestuosa del Trono de Dios, y con cuánto amor fui agradeciendo al repetir: “...Por tu inmensa Gloria Te alabamos, Te bendecimos, Te adoramos, Te glorificamos, Te damos gracias, Señor, Dios Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso y evoqué el rostro paternal del Padre lleno de bondad... Señor, Hijo único Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, Tú que quitas el pecado del mundo...” Y Jesús estaba delante de mí, con ese rostro lleno de ternura y Misericordia: “...porque sólo Tú eres Dios, sólo Tú, Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo...” el Dios del Amor hermoso, Aquel que en ese momento estremecía todo mi ser...
Y pedí: “Señor, libérame de todo espíritu malo, mi corazón te pertenece, Señor mío envíame tu paz para conseguir el mejor provecho de esta Eucaristía y que mi vida dé sus mejores frutos. Espíritu Santo de Dios, transfórmame, actúa en mí, guíame ¡Oh Dios, dame los dones que necesito para servirte mejor...!”
Llegó el momento de la Liturgia de la Palabra y la Virgen me hizo repetir: “Señor, hoy quiero escuchar Tu Palabra y producir fruto abundante, que Tu Santo Espíritu limpie el terreno de mi corazón, para que Tu Palabra crezca y se desarrolle, purifica mi corazón para que esté bien dispuesto.”
“Quiero que estés atenta a las lecturas y a toda la homilía del sacerdote. Recuerda que la Biblia dice que la Palabra de Dios no vuelve sin haber dado fruto. Si tú estás atenta, va a quedar algo en ti de todo lo que escuches. Debes tratar de recordar todo el día esas Palabras que dejaron huella en ti. Serán dos frases unas veces, luego será la lectura del Evangelio entera, tal vez solo una palabra, paladear el resto del día y eso hará carne en ti porque esa es la forma de transformar la vida, haciendo que la Palabra de Dios lo transforme a uno”.
“Y ahora, dile al Señor que estás aquí para escuchar lo que quieres que El diga hoy a tu corazón”.
Nuevamente agradecí a Dios por darme la oportunidad de escuchar Su Palabra y le pedí perdón por haber tenido el corazón tan duro por tantos años y haber enseñado a mis hijos que debían ir a Misa los domingos, porque así lo mandaba la Iglesia, no por amor, por necesidad de llenarse de Dios...
Yo que había asistido a tantas Eucaristías, más por compromiso; y con ello creía estar salvada. De vivirla, ni soñar, de poner atención en las lecturas y la homilía del sacerdote, menos.
¡Cuánto dolor sentí por tantos años de pérdida inútil, por mi ignorancia!... ¡Cuánta superficialidad en las Misas a las que asistimos porque es una boda, una Misa de difunto o porque tenemos que hacernos ver con la sociedad! ¡Cuánta ignorancia sobre nuestra Iglesia y sobre los Sacramentos! ¡Cuánto desperdicio en querer instruirnos y culturizarnos en las cosas del mundo, que en un momento pueden desaparecer sin quedarnos nada, y que al final de la vida no nos sirven ni para alargar un minuto a nuestra existencia! Y sin embargo, de aquello que va a ganarnos un poco del cielo en la tierra y luego la vida eterna, no sabemos nada, ¡Y nos llamamos hombres y mujeres cultos…!
Un momento después llegó el Ofertorio y la Santísima Virgen dijo “Reza así: (y yo La seguía) Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en Tus manos. Edifica Tú, Señor con lo poco que soy. Por los méritos de Tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Te pido por mi familia, por mis bienhechores, por cada miembro de nuestro Apostolado, por todas las personas que nos combaten, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones... Enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro. Así oraban los santos, así quiero que lo hagan”. Y es que así lo pide Jesús, que pongamos el corazón en el suelo para que ellos no sientan la dureza, sino que los aliviemos con el dolor de aquel pisotón.
De pronto empezaron a ponerse de pie unas figuras que no había visto antes. Era como si del lado de cada persona que estaba en la Catedral, saliera otra persona y aquello se llenó de unos personajes jóvenes, hermosos. Iban vestidos con túnicas muy blancas y fueron saliendo hasta el pasillo central dirigiéndose hacia el Altar.
Dijo nuestra Madre: “Observa, son los Ángeles de la Guarda de cada una de las personas que está aquí. Es el momento en que su Ángel de la Guarda lleva sus ofrendas y peticiones ante el Altar del Señor.”
En aquel momento, estaba completamente asombrada, porque esos seres tenían rostros tan hermosos, tan radiantes como no puede uno imaginarse. Lucían unos rostros muy bellos, casi femeninos, sin embargo la complexión de su cuerpo, sus manos, su estatura era de hombre. Los pies desnudos no pisaban el suelo, sino que iban como deslizándose, como resbalando. Aquella procesión era muy hermosa.
Algunos de ellos tenían como una fuente de oro con algo que brillaba mucho con una luz blanca-dorada, dijo la Virgen: “Son los Ángeles de la Guarda de las personas que están ofreciendo esta Santa Misa por muchas intenciones, aquellas personas que están conscientes de lo que significa esta celebración, aquellas que tienen algo que ofrecer al Señor...”
“OFREZCAN EN ESTE MOMENTO, OFREZCAN SUS PENAS, SUS DOLORES, SUS ILUSIONES, SUS TRISTEZAS, SUS ALEGRÍAS, SUS PETICIONES. RECUERDEN QUE LA MISA TIENE UN VALOR INFINITO POR LO TANTO, SEAN GENEROSOS EN OFRECER Y EN PEDIR.”
Detrás de los primeros Ángeles venían otros que no tenían nada en las manos, las llevaban vacías. Dijo la Virgen: “Son los Ángeles de las personas que estando aquí, no ofrecen nunca nada, que no tienen interés en vivir cada momento litúrgico de la Misa y no tienen ofrecimientos que llevar ante el Altar del Señor.”
En último lugar iban otros Ángeles que estaban medio tristones, con las manos juntas en oración pero con la mirada baja. “Son los Ángeles de la Guarda de las personas que estando aquí, no están, es decir de las personas que han venido forzadas, que han venido por compromiso, pero sin ningún deseo de participar de la Santa Misa y los Ángeles van tristes porque no tienen qué llevar ante el Altar, salvo sus propias oraciones.”
“No entristezcan a su Ángel de la Guarda... Pidan mucho, pidan por la CONVERSIÓN DE LOS PECADORES, POR LA PAZ DEL MUNDO, POR SUS FAMILIARES, SUS VECINOS, POR QUIENES SE ENCOMIENDAN A SUS ORACIONES. Pidan, pidan mucho, pero no sólo por ustedes, SINO POR LOS DEMÁS.”
“Recuerden que el ofrecimiento que más agrada al Señor es cuando se ofrecen ustedes mismos como holocausto, para que Jesús, al bajar, los transforme por Sus propios méritos. ¿Qué tienen que ofrecer al Padre por sí mismos? La nada y el pecado, pero al ofrecerse unidos a los méritos de Jesús, aquel ofrecimiento es grato al Padre.”
Aquel espectáculo, aquella procesión era tan hermosa que difícilmente podría compararse a otra. Todas aquellas criaturas celestiales haciendo una reverencia ante el Altar, unas dejando su ofrenda en el suelo, otras postrándose de rodillas con la frente casi en el suelo y luego que llegaban allá desaparecían a mi vista.
Llegó el momento final del Prefacio y cuando la asamblea decía: “Santo, Santo, Santo” de pronto, todo lo que estaba detrás de los celebrantes desapareció. Del lado izquierdo del señor Arzobispo hacia atrás en forma diagonal aparecieron miles de Ángeles, pequeños, Ángeles grandes, Ángeles con alas inmensas, Ángeles con alas pequeñas, Ángeles sin alas, como los anteriores; todos vestidos con unas túnicas como las albas blancas de los sacerdotes o los monaguillos.
Todos se arrodillaban con las manos unidas en oración y en reverencia inclinaban la cabeza. Se escuchaba una música preciosa, como si fueran muchísimos coros con distintas voces y todos decían al unísono junto con el pueblo: Santo, Santo, Santo…

Había llegado el momento de la Consagración, el momento del más maravilloso de los Milagros... Del lado derecho del Arzobispo hacia atrás en forma también diagonal, una multitud de personas, iban vestidas con la misma túnica pero en colores pastel: rosa, verde, celeste, lila, amarillo; en fin, de distintos colores muy suaves. Sus rostros también eran brillantes, llenos de gozo, parecían que todos tenían la misma edad. Se podía apreciar (y no puedo decirlo por qué) que había gente de distintas edades, pero todos parecían igual en las caras, sin arrugas, felices. Todos se arrodillaban también ante el canto de “Santo, Santo, Santo, es el Señor.”
Dijo nuestra Señora: “Son todos los Santos y Bienaventurados del cielo y entre ellos, también están las almas de los FAMILIARES de ustedes que gozan ya de la Presencia de Dios.”
Entonces La vi. Allá justamente a la derecha del señor Arzobispo... un paso detrás del celebrante, estaba un poco suspendida del suelo, arrodillada sobre unas telas muy finas, transparentes pero a la vez luminosas, como agua cristalina, La Santísima Virgen, con las manos unidas, mirando atenta y respetuosamente al celebrante. Me hablaba desde allá, pero silenciosamente, directamente al corazón, sin mirarme.
“¿Te llama la atención verme un poco más atrás de Monseñor, verdad? Así debe ser... Con todo lo que Me ama Mi Hijo, no Me Ha dado la dignidad que DA A UN SACERDOTE DE PODER TRAERLO ENTRE MIS MANOS DIARIAMENTE, COMO LO HACEN LAS MANOS SACERDOTALES. Por ello siento tan profundo respeto por un sacerdote y por todo el milagro que Dios realiza a través suyo, que me obliga a arrodillarme aquí.”
¡Dios mío, cuánta dignidad, cuánta gracia derrama el Señor sobre las almas sacerdotales y ni nosotros, ni tal vez muchos de ellos estamos concientes!
Delante del altar, empezaron a salir unas sombras de personas en color gris que levantaban las manos hacia arriba. Dijo la Virgen Santísima: “Son las almas benditas del Purgatorio que están a la espera de las oraciones de ustedes para refrescarse. No dejen de rezar por ellas. Piden por ustedes, pero no pueden pedir por ellas mismas, son ustedes quienes tienen que pedir por ellas para ayudarlas a salir para encontrarse con Dios y gozar de Él eternamente.”
“Ya lo ves, aquí Estoy todo el tiempo... La gente hace peregrinaciones y busca los lugares de Mis apariciones, y está bien por todas las gracias que allá se reciben, pero en ninguna aparición, en ninguna parte Estoy más tiempo presente que en la Santa Misa. Al pie del Altar donde se celebra la Eucaristía, siempre Me van a encontrar; al pie del Sagrario permanezco Yo con los Ángeles, porque Estoy siempre con Él.”
Ver ese rostro hermoso de la Madre en aquel momento del “Santo”, al igual que todos ellos, con el rostro resplandeciente, con las manos juntas en espera de aquel milagro que se repite continuamente, era estar en el mismo cielo. Y pensar que hay gente, habemos personas que podemos estar en ese momento distraídas, hablando... Con dolor lo digo, muchos varones más que mujeres, que de pie cruzan los brazos, como rindiéndole un homenaje de pie al Señor, de igual a igual.
Dijo la Virgen: “Dile al ser humano, que nunca un hombre es más hombre que cuando dobla las rodillas ante Dios.”
El celebrante dijo las palabras de la “Consagración”. Era una persona de estatura normal, pero de pronto empezó a crecer, a volverse lleno de luz, una luz sobrenatural entre blanca y dorada lo envolvía y se hacía muy fuerte en la parte del rostro, de modo que no podía ver sus rasgos. Cuando levantaba la forma vi sus manos y tenían unas marcas en el dorso de las cuales salía mucha luz.
¡Era Jesús!... Era Él que con Su Cuerpo envolvía el del celebrante como si rodeara amorosamente las manos del señor Arzobispo. En ese momento la Hostia comenzó a crecer y crecer enorme y en ella, EL ROSTRO MARAVILLOSO DE JESÚS MIRANDO HACIA SU PUEBLO.
Por instinto quise bajar la cabeza y dijo nuestra Señora:
“No agaches la mirada, levanta la vista, contémplalo, cruza tu mirada con la Suya y repite la oración de Fátima: Señor, yo creo, adoro, espero y Te amo, Te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman. Perdón y Misericordia... Ahora dile cuánto lo amas, rinde tu homenaje al Rey de Reyes.”
Se lo dije, parecía que sólo a mí me miraba desde la enorme Hostia, pero supe que así contemplaba a cada persona, lleno de amor... Luego bajé la cabeza hasta tener la frente en el suelo, como hacían todos los Ángeles y bienaventurados del Cielo. Por fracción de un segundo tal vez, pensé qué era aquello que Jesús tomaba el cuerpo del celebrante y al mismo tiempo estaba en la Hostia que al bajarla el celebrante se volvía nuevamente pequeña. Tenía yo las mejillas llenas de lágrimas, no podía salir de mi asombro.
Inmediatamente Monseñor dijo las palabras consagratorias del vino y junto a sus palabras, empezaron unos relámpagos en el cielo y en el fondo. No había techo de la Iglesia ni paredes, estaba todo oscuro solamente aquella luz brillante en el Altar.
De pronto suspendido en el aire, vi a Jesús, crucificado, de la cabeza a la parte baja del pecho. El tronco transversal de la cruz estaba sostenido por unas manos grandes, fuertes. De en medio de aquel resplandor se desprendió una lucecita como de una paloma muy pequeña muy brillante, dio una vuelta velozmente toda la Iglesia y se fue a posar en el hombro izquierdo del señor Arzobispo que seguía siendo Jesús, porque podía distinguir Su melena y Sus llagas luminosas, Su cuerpo grande, pero no veía Su Rostro.
Arriba, Jesús crucificado, estaba con el rostro caído sobre el lado derecho del hombro Podía contemplar el rostro y los brazos golpeados y descarnados. En el costado derecho tenía una herida en el pecho y salía a borbotones, hacia la izquierda sangre y hacia la derecha, pienso que agua pero muy brillante; más bien eran chorros de luz que iban dirigiéndose hacia los fieles moviéndose a derecha e izquierda. ¡Me asombraba la cantidad de sangre que fluía hacia del Cáliz. Pensé que iba a rebalsar y manchar todo el Altar, pero no cayó una sola gota!

Dijo la Virgen en ese momento: “Este es el MILAGRO DE LOS MILAGROS, te lo He repetido, para el Señor no existe ni tiempo ni distancia y en el momento de la Consagración, toda la asamblea es trasladada al pie del Calvario en el instante de la crucifixión de Jesús.”
¿Puede alguien imaginarse eso? Nuestros ojos no lo pueden ver, pero todos estamos allá, en el momento en que a Él lo están crucificando y Está pidiendo perdón al Padre, no solamente por quienes lo matan, sino por cada uno de nuestros pecados: ¡PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!
A partir de aquel día, no me importa si me toman como a loca, pero pido a todos que se arrodillen, que traten de vivir con el corazón y toda la sensibilidad de que son capaces aquel privilegio que el Señor nos concede.

Cuando íbamos a rezar el Padrenuestro, habló el Señor por primera vez durante la celebración y dijo: “Espera, Quiero que ores con la mayor profundidad que seas capaz y que en este momento, traigas a tu memoria a la persona o a las personas que más daño te hayan ocasionado durante tu vida, para que las abraces junto a tu pecho y les digas de todo corazón: ‘EN EL NOMBRE DE JESÚS YO TE PERDONO Y TE DESEO LA PAZ. EN EL NOMBRE DE JESÚS TE PIDO PERDÓN Y DESEO MI PAZ’. Si esa persona merece la paz, la va a recibir y le hará mucho bien; si esa persona no es capaz de abrirse a la paz, esa paz volverá a tu corazón. Pero no Quiero que recibas y des la paz a otras personas cuando no eres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tu corazón.”
“Cuidado con lo que hacen” –continuó el Señor- “Ustedes repiten en el Padrenuestro: perdónanos así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si ustedes son capaces de perdonar y no olvidar, como dicen algunos, están condicionando el perdón de Dios. Están diciendo perdóname únicamente como yo soy capaz de perdonar, no más allá.”
No sé cómo explicar mi dolor, al comprender cuánto podemos herir al Señor y cuánto podemos lastimarnos nosotros mismos con tantos rencores, sentimientos malos y cosas feas que nacen de los complejos y de las susceptibilidades. Perdoné, perdoné de corazón y pedí perdón a todos los que me habían lastimado alguna vez, para sentir la paz del Señor.
El celebrante decía: “....concédenos la paz y la unidad... y luego: “la paz del Señor esté con todos ustedes...”
De pronto vi que en medio de algunas personas que se abrazaban (no todos), se colocaba en medio una luz muy intensa, supe que era Jesús y me abalancé prácticamente a abrazar a la persona que estaba a mi lado. Pude sentir verdaderamente el abrazo del Señor en esa luz, era Él que me abrazaba para darme Su paz, porque en ese momento había sido yo capaz de perdonar y de sacar de mi corazón todo dolor contra otras personas. Eso es lo que Jesús quiere, compartir ese momento de alegría abrazándonos para desearnos Su Paz.
Llegó el momento de la comunión de los celebrantes, ahí volví a notar la presencia de todos los sacerdotes junto a Monseñor. Cuando él comulgaba, dijo la Virgen:
“Este es el momento de pedir por el celebrante y los sacerdotes que lo acompañan, repite junto a Mí: Señor, bendícelos, santifícalos, ayúdalos, purifícalos, ámalos, cuídalos, sostenlos con Tu Amor... Recuerden a todos los sacerdotes del mundo, oren por todas las almas consagradas...”
Hermanos queridos, ese es el momento en que debemos pedir porque ellos son Iglesia, como también lo somos nosotros los laicos. Muchas veces los laicos exigimos mucho de los sacerdotes, pero somos incapaces de rezar por ellos, de entender que son personas humanas, de comprender y valorar la soledad que muchas veces puede rodear a un sacerdote. Debemos comprender que los sacerdotes son personas como nosotros y que necesitan comprensión, cuidado, que necesitan afecto, atención de parte de nosotros, porque están dando su vida por cada uno de nosotros, como Jesús, consagrándose a él.
El Señor quiere que la gente del rebaño que le ha encomendado Dios ore y ayude en la santificación de su Pastor. Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemos la maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes que nos ayuden a salvar nuestra alma.
Empezó la gente a salir de sus bancas para ir a comulgar. Había llegado el gran momento del encuentro, de la “Comunión”, el Señor me dijo: “Espera un momento, quiero que observes algo...” por un impulso interior levanté la vista hacia la persona que iba a recibir la comunión en la lengua de manos del sacerdote.
Debo aclarar que esta persona era una de las señoras de nuestro grupo que la noche anterior no había alcanzado a confesarse, y lo hizo recién esa mañana, antes de la Santa Misa. Cuando el sacerdote colocaba la Sagrada Forma sobre su lengua, como un flash de luz, aquella luz muy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espalda primero y luego fue bordeándola en la espalda, los hombros y la cabeza. Dijo el Señor:
“¡Así es como Yo Me complazco en abrazar a un alma que viene con el corazón limpio a recibirme!”
El matiz de la voz de Jesús era de una persona contenta. Yo estaba atónita mirando a esa amiga volver hacia su asiento rodeada de luz, abrazada por el Señor, y pensé en la maravilla que nos perdemos tantas veces por ir con nuestras pequeñas o grandes faltas a recibir a Jesús, cuando tiene que ser una fiesta.
Muchas veces decimos que no hay sacerdotes para confesarse a cada momento y el problema no está en confesarse a cada momento, el problema radica en nuestra facilidad para volver a caer en el mal. Por otro lado, así como nos esforzamos por ir a buscar un salón de belleza o los señores un peluquero cuando tenemos una fiesta, tenemos que esforzarnos también en ir a buscar un sacerdote cuando necesitamos que saque todas esas cosas sucias de nosotros, pero no tener la desfachatez de recibir a Jesús en cualquier momento con el corazón lleno de cosas feas.
Cuando me dirigía a recibir la comunión Jesús repetía:
“La última cena fue el momento de mayor intimidad con los Míos. En esa hora del amor, instauré lo que ante los ojos de los hombres podría ser la mayor locura, HACERME PRISIONERO DEL AMOR. INSTAURÉ LA EUCARISTÍA. Quise permanecer con ustedes hasta la consumación de los siglos, porque Mi Amor no podía soportar que quedaran huérfanos aquellos a quienes amaba más que a Mi vida...”
Recibí aquella Hostia, que tenía un sabor distinto, era una mezcla de sangre e incienso que me inundó entera. Sentía tanto amor que las lágrimas me corrían sin poder detenerlas... Cuando llegué a mi asiento, al arrodillarme dijo el Señor: “Escucha...” Y en un momento comencé a escuchar dentro de mí las oraciones de una señora que estaba sentada delante de mí y que acababa de comulgar.
Lo que ella decía sin abrir la boca era más o menos así: “Señor, acuérdate que estamos a fin de mes y que no tengo el dinero para pagar la renta, la cuota del auto, los colegios de los chicos, tienes que hacer algo para ayudarme... Por favor, haz que mi marido deje de beber tanto, no puedo soportar más sus borracheras y mi hijo menor, va a perder el año otra vez si no lo ayudas, tiene exámenes esta semana... Y no te olvides de la vecina que debe mudarse de casa, que lo haga de una vez porque ya no la puedo aguantar... etc., etc.
De pronto el señor Arzobispo dijo: “Oremos” y obviamente toda la asamblea se puso de pie para la oración final. Jesús dijo con un tono triste:
“¿Te has dado cuenta? Ni una sola vez Me ha dicho que Me ama, ni una sola vez ha agradecido el don que Yo le He hecho de bajar Mi Divinidad hasta su pobre humanidad, para elevarla hacia Mí. Ni una sola vez ha dicho: gracias, Señor. Ha sido una letanía de pedidos... y así son casi todos los que vienen a recibirme.”
“Yo He muerto por amor y Estoy resucitado. Por amor espero a cada uno de ustedes y por amor permanezco con ustedes..., pero ustedes no se dan cuenta que necesito de su amor. Recuerda que SOY EL MENDIGO DEL AMOR en esta hora sublime para el alma.”
¿Se dan cuenta ustedes de que Él, el Amor, está pidiendo nuestro amor y no se lo damos? Es más, evitamos ir a ese encuentro con el Amor de los Amores, con el único amor que se da en oblación permanente.
Cuando el celebrante iba a impartir la bendición, la Santísima Virgen dijo: “Atenta, cuidado... Ustedes hacen un garabato en lugar de la señal de la Cruz. Recuerda que esta bendición puede ser la última que recibas en tu vida, de manos de un sacerdote. Tú no sabes si saliendo de aquí vas a morir o no y no sabes si vas a tener la oportunidad de que otro sacerdote te de una bendición. Esas manos consagradas te están dando la bendición en el Nombre de la Santísima Trinidad, por lo tanto, HAZ LA SEÑAL DE LA CRUZ CON RESPETO Y COMO SI FUERA LA ÚLTIMA DE TU VIDA.”
¡Cuántas cosas nos perdemos al no entender y al no participar todos los días de la Santa Misa! ¿Por qué no hacer un esfuerzo de empezar el día media hora antes para correr a la Santa Misa y recibir todas las bendiciones que el Señor quiere derramar sobre nosotros?
Estoy consciente de que no todos, por sus obligaciones pueden hacerlo diariamente, pero al menos dos o tres veces por semana, sí y sin embargo tantos esquivan la Misa del domingo con el pequeño pretexto de que tienen un niño chico o dos o diez y por lo tanto no pueden asistir a Misa... ¿Cómo hacen cuando tienen otro tipo de compromisos importantes? Cargan con todos los niños o se turnan y el esposo va a una hora y la esposa a otra hora, pero cumplen con Dios.
Tenemos tiempo para estudiar, para trabajar, para divertirnos, para descansar, pero NO TENEMOS TIEMPO PARA IR AL MENOS EL DOMINGO A LA SANTA MISA.
Jesús me pidió que me quedara con Él unos minutos más luego de terminada la Misa. Dijo:
“No salgan a la carrera terminada la Misa, quédense un momento en Mi Compañía, disfruten de ella y déjenme disfrutar de la de ustedes...”
Había oído a alguien de niña decir que el Señor permanecía en nosotros como 5 o 10 minutos luego de la comunión. Se lo pregunté en ese momento:
Señor, verdaderamente, ¿cuánto tiempo te quedas luego de la comunión con nosotros?
Supongo que el Señor se debió reír de mi tontera porque contestó:
Nuestro Señor:
“Todo el tiempo que tú quieras tenerme contigo. Si me hablas todo el día, dedicándome unas palabras durante tus quehaceres, te escucharé. Yo estoy siempre con ustedes, son ustedes los que Me dejan a Mí. Salen de la Misa y se acabó el día de guardar, cumplieron con el día del Señor y se acabó, no piensan que Me gustaría compartir su vida familiar con ustedes, al menos ese día.”
“Ustedes en sus casas tienen un lugar para todo y una habitación para cada actividad: un cuarto para dormir, otro para cocinar, otro para comer, etc. etc. ¿Cuál es el lugar que han hecho para Mí? Debe ser un lugar no solamente donde tengan una imagen que está empolvada todo el tiempo, sino un lugar donde al menos 5 minutos al día la familia se reúna para agradecer por el día, por el don de la vida, para pedir por sus necesidades del día, pedir bendiciones, protección, salud... Todo tiene un lugar en sus casas, menos Yo”.
“Los hombres programan su día, su semana, su semestre, sus vacaciones, etc. Saben qué día van a descansar, qué día ir al cine o a una fiesta, a visitar a la abuela o los nietos, los hijos, a los amigos, a sus diversiones. ¿Cuántas familias dicen una vez al mes al menos: “Este es el día en que nos toca ir a visitar a Jesús en el Sagrario” y viene toda la familia a conversar Conmigo, a sentarse frente a Mí y conversarme, contarme cómo les fue durante el último tiempo, contarme los problemas, las dificultades que tienen, pedirme lo que necesitan... ¡Hacerme partícipe de sus cosas!? ¿Cuántas veces?”
“Yo lo sé todo, leo hasta en lo más profundo de sus corazones y sus mentes, pero me gusta que me cuenten ustedes sus cosas, que Me hagan partícipe como a un familiar, como al más íntimo amigo” ¡Cuántas gracias se pierde el hombre por no darme un lugar en su vida!”

Cuando me quedé aquel día con Él y en muchos otros días, fue dándonos enseñanzas y hoy quiero compartir con ustedes en esta misión que me han encomendado. Dice Jesús:
“Quise salvar a mi criatura, porque el momento de abrirles la puerta del Cielo ha sido preñado con demasiado dolor...” “Recuerda que ninguna madre ha alimentado a su hijo con su carne, Yo He llegado a ese extremo de Amor para comunicarles mis méritos.”
“La Santa Misa Soy Yo mismo prolongando Mi vida y Mi sacrificio en la Cruz entre ustedes. Sin los méritos de Mi vida y de Mi Sangre, ¿qué tienen para presentarse ante el Padre? La nada, la miseria y el pecado...”
“Ustedes deberían exceder en virtud a los Ángeles y Arcángeles, porque ellos no tienen la dicha de recibirme como alimento, ustedes sí. Ellos beben una gota del manantial, pero ustedes que tienen la gracia de recibirme, tienen todo el océano para beberlo.”
La otra cosa de la que habló con dolor el Señor fue de las personas que hacen un hábito de su encuentro con Él. De aquellas que han perdido el asombro de cada encuentro con Él. Que la rutina vuelve a ciertas personas tan tibias que no tienen nada nuevo que decirle a Jesús al recibirlo. De no pocas almas consagradas que pierden el entusiasmo de enamorarse del Señor y hacen de su vocación un oficio, una profesión a la que no se le entrega más que lo que exige de uno, pero sin sentimiento...
Luego el Señor me habló de los frutos que debe dar cada comunión en nosotros. Es que sucede que hay gente que recibe al Señor a diario y que no cambia su vida. Que tienen muchas horas de oración y que hace muchas obras, etc. etc. Pero su vida no se va transformando y una vida que no se va transformando, no puede dar frutos verdaderos para el Señor. Los méritos que recibimos en la Eucaristía deben dar frutos de conversión en nosotros y frutos de caridad para con nuestros hermanos.
Los laicos tenemos un papel muy importante dentro de nuestra Iglesia, no tenemos ningún derecho a callarnos ante el envío que nos hace el Señor como a todo bautizado, de ir a anunciar la Buena Nueva. No tenemos ningún derecho de absorber todos estos conocimientos y no darlos a los demás y permitir que nuestros hermanos se mueran de hambre teniendo nosotros tanto pan en nuestras manos.
No podemos mirar que se esté desmoronando nuestra Iglesia, porque estamos cómodos en nuestras Parroquias, en nuestras casas, recibiendo y recibiendo tanto del Señor: Su Palabra, las homilías del sacerdote, las peregrinaciones, la Misericordia de Dios en el Sacramento de la confesión, la unión maravillosa con el alimento de la comunión, las charlas de tales o cuales predicadores.
En otras palabras, estamos recibiendo tanto y no tenemos el valor de salir de nuestras comodidad, de ir a una cárcel, a un instituto correccional, hablarle al más necesitado, decirle que no se entregue, que ha nacido católico y que su Iglesia lo necesita, ahí, sufriente, porque ese su dolor va a servir para redimir a otros, porque ese sacrificio le va a ganar la vida eterna.
No somos capaces de ir donde los enfermos terminales en los hospitales y rezando la coronilla a la Divina Misericordia, ayudarlos con nuestra oración en ese momento de lucha entre el bien y el mal, para librarlos de las trampas y tentaciones del demonio. Todo moribundo tiene temor y el solo tomar la mano de uno de ellos y hablarle del amor de Dios y de la maravilla que lo espera en el Cielo junto a Jesús y María, junto a sus seres que partieron, los reconforta.
La hora que estamos viviendo, no admite filiaciones con la indiferencia. Tenemos que ser la mano larga de nuestros sacerdotes para ir donde ellos no pueden llegar. Pero para ello, para tener el valor, debemos recibir a Jesús, vivir con Jesús, alimentarnos de Jesús.
Tenemos miedo a comprometernos un poco más y cuando el Señor dice: “Busca primero el Reino de Dios y lo demás se te dará por añadidura”, es el todo hermanos. Es el buscar el Reino de Dios por todos los medios y con todos los medios y... ¡abrir las manos para recibir TODO por añadidura; porque es el Patrón que mejor paga, el único que está atento a tus menores necesidades!


El Padre Pío y la Misa

San Pío de Pietrelcina.
 

Algunos pasajes en los que el Padre Pío habla de la Santa Misa:
 
Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio?
Sí, porque con él regenera el mundo.

¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?
Una gloria infinita.

¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa?
Compadecernos y amar.

Padre, ¿cómo debemos asistir a la Santa Misa?
Como asistieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió San Juan al Sacrificio Eucarístico y al Sacrificio cruento de la Cruz.

Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?
No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso. Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación. La Virgen Dolorosa te acompañará y será tu dulce inspiración.

Padre, ¿qué es su Misa?
Una unión sagrada con la Pasión de Jesús. Mi responsabilidad es única en el mundo, decía llorando.

¿Qué tengo que descubrir en su Santa Misa?
Todo el Calvario.

Padre, dígame todo lo que sufre Vd. durante la Santa Misa.
Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una criatura humana. Y esto, a pesar de cada una de mis faltas y por su sola bondad.

Padre, durante el Sacrificio Divino, ¿carga Vd. nuestros pecados?
No puedo dejar de hacerlo, puesto que es una parte del Santo Sacrificio.

¿El Señor le considera a Vd. como un pecador?
No lo sé, pero me temo que así es.

Yo lo he visto temblar a Vd. cuando sube las gradas del Altar. ¿Por qué? ¿Por lo que tiene que sufrir?
No por lo que tengo que sufrir, sino por lo que tengo que ofrecer.

¿En qué momento de la Misa sufre Vd. más?
En la Consagración y en la Comunión.

Padre, esta mañana en la Misa, al leer la historia de Esaú, que vendió su primogenitura, sus ojos se llenaron de lágrimas.
¡Te parece poco, despreciar los dones de Dios!

¿Por qué, al leer el Evangelio, lloró cuando leyó esas palabras: «Quien come mi carne y bebe mi sangre»...?
Llora conmigo de ternura.

Padre, ¿por qué llora Vd. casi siempre cuando lee el Evangelio en la Misa?
Nos parece que no tiene importancia el que un Dios le hable a sus criaturas y que ellas lo contradigan y que continuamente lo ofendan con su ingratitud e incredulidad.

Su Misa, Padre, ¿es un sacrificio cruento?
¡Hereje!

Perdón, Padre, quise decir que en la Misa el Sacrificio de Jesús no es cruento, pero que la participación de Vd. a toda la Pasión si lo es. ¿Me equivoco?
Pues no, en eso no te equivocas. Creo que seguramente tienes razón.

¿Quien le limpia la sangre durante la Santa Misa?
Nadie.

Padre, ¿por qué llora en el Ofertorio?
¿Quieres saber el secreto? Pues bien: porque es el momento en que el alma se separa de las cosas profanas.

Durante su Misa, Padre, la gente hace un poco de ruido.
Si estuvieses en el Calvario, ¿no escucharías gritos, blasfemias, ruidos y amenazas? Había un alboroto enorme.

¿No le distraen los ruidos?
Para nada.

Padre, ¿por qué sufre tanto en la Consagración?
No seas malo... (no quiero que me preguntes eso...).

Padre, ¡dígamelo! ¿Por qué sufre tanto en la Consagración?
Porque en ese momento se produce realmente una nueva y admirable destrucción y creación.

Padre, ¿por qué llora en el Altar y qué significan las palabras que dice Vd. en la Elevación? Se lo pregunto por curiosidad, pero también porque quiero repetirlas con Vd.
Los secretos de Rey supremo no pueden revelarse sin profanarlos. Me preguntas por qué lloro, pero yo no quisiera derramar esas pobres lagrimitas sino torrentes de ellas. ¿No meditas en este grandioso misterio?

Padre, ¿sufre Vd. durante la Misa la amargura de la hiel?
Sí, muy a menudo...

Padre, ¿cómo puede estarse de pie en el Altar?
Como estaba Jesús en la Cruz.

En el Altar, ¿está Vd. clavado en la Cruz como Jesús en el Calvario?
¿Y aún me lo preguntas?

¿Como se halla Vd.?
Como Jesús en el Calvario.

Padre, los verdugos acostaron la Cruz de Jesús para hundirle los clavos?
Evidentemente.

¿A Vd. también se los clavan?
¡Y de qué manera!

¿También acuestan la Cruz para Vd.?
Sí, pero no hay que tener miedo.

Padre, durante la Misa, ¿dice Vd. las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?
Sí, indignamente, pero también yo las digo.

Y ¿a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?
Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de Tu Hijo.

¿Sufre Vd. la sed y el abandono de Jesús?
Sí.

¿En qué momento?
Después de la Consagración.

¿Hasta qué momento?
Suele ser hasta la Comunión.

Vd. ha dicho que le avergüenza decir: «Busqué quien me consolase y no lo hallé». ¿Por qué?
Porque nuestro sufrimiento, de verdaderos culpables, no es nada en comparación del de Jesús.

¿Ante quién siente vergüenza?
Ante Dios y mi conciencia.

Los Angeles del Señor ¿lo reconfortan en el Altar en el que se inmola Vd.?
Pues... no lo siento.

Si el consuelo no llega hasta su alma durante el Santo Sacrificio y Vd. sufre, como Jesús, el abandono total, nuestra presencia no sirve de nada.
La utilidad es para vosotros. ¿Acaso fue inútil la presencia de la Virgen Dolorosa, de San Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante?

¿Qué es la sagrada Comunión?
Es toda una misericordia interior y exterior, todo un abrazo. Pídele a Jesús que se deje sentir sensiblemente.

Cuando viene Jesús, ¿visita solamente el alma?
El ser entero.

¿Qué hace Jesús en la Comunión?
Se deleita en su criatura.

Cuando se une a Jesús en la Santa Comunión, ¿qué quiere que le pidamos al Señor por Vd.?
Que sea otro Jesús, todo Jesús y siempre Jesús.

¿Sufre Vd. también en la Comunión?
Es el punto culminante.

Después de la Comunión, ¿continúan sus sufrimientos?
Sí, pero son sufrimientos de amor.

¿A quién se dirigió la última mirada de Jesús agonizante?
A su Madre.

Y Vd., ¿a quién mira?
A mis hermanos de exilio.

¿Muere Vd. en la Santa Misa?
Místicamente, en la Sagrada Comunión.

¿Es por exceso de amor o de dolor?
Por ambas cosas, pero más por amor.

Si Vd. muere en la Comunión ¿ya no está en el Altar? ¿Por qué?
Jesús muerto, seguía estando en el Calvario.

Padre, Vd. a dicho que la víctima muere en la Comunión. ¿Lo ponen a Vd. en los brazos de Nuestra Señora?
En los de San Francisco.

Padre, ¿Jesús desclava los brazos de la Cruz para descansar en Vd.?
¡Soy yo quien descansa en El!

¿Cuánto ama a Jesús?
Mi deseo es infinito, pero la verdad es que, por desgracia, tengo que decir que nada, y me da mucha pena.

Padre, ¿por qué llora Vd. al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan: «Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad»?
¿Te parece poco? Si los Apóstoles, con sus ojos de carne, han visto esa gloria, ¿cómo será la que veremos en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se manifieste en el Cielo?

¿Qué unión tendremos entonces con Jesús?
La Eucaristía nos da una idea.

¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?
¿Crees que la Mamá no se interesa por su hijo?

¿Y los ángeles?
En multitudes.

¿Qué hacen?
Adoran y aman.

Padre, ¿quién está más cerca de su Altar?
Todo el Paraíso.

¿Le gustaría decir más de una Misa cada día?
Si yo pudiese, no querría bajar nunca del Altar.

Me ha dicho que Vd. trae consigo su propio Altar...
Sí, porque se realizan estas palabras del Apóstol: «Llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús» (Gal. 6, 17), «estoy crucificado con Cristo» (Gal. 2, 19) y «castigo mi cuerpo y lo esclavizo» (I Cor. 9, 27).

¡En ese caso, no me equivoco cuando digo que estoy viendo a Jesús Crucificado!
(No contesta).

Padre, ¿se acuerda Vd. de mí durante la Santa Misa?
Durante toda la Misa, desde el principio al fin, me acuerdo de tí.

La Misa del Padre Pío en sus primeros años duraba más de dos horas. Siempre fue un éxtasis de amor y de dolor. Su rostro se veía enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un día, al confesarme, le pregunté sobre este gran misterio:

Padre, quiero hacerle una pregunta.
Dime, hijo.

Padre, quisiera preguntarle qué es la Misa.
¿Por qué me preguntas eso?

Para oírla mejor, Padre.
Hijo, te puedo decir lo que es mi Misa.

Pues eso es lo que quiero saber, Padre.
Hijo mío, estamos siempre en la cruz y la Misa es una continua agonía.

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

Un deber suyo

El divino Maestro, Fundador y Cabeza de la Iglesia, curaba a los enfermos, arrojaba los demonios.
¿Qué es lo que hace ignorar a los Obispos este deber suyo?
¿Qué les induce a ignorar las palabras divinas en esta delicada materia?
¿Qué oscurece hasta tal punto su mente y sus ojos que no ven el número grandísimo no sólo de almas sino también de cuerpos invadidos, subyugados por Satanás? ¡Cuántas personas de cualquier sexo, edad y condición social están influenciadas por él y atormentadas en el alma y en su cuerpo!
¿Quién autoriza a los Obispos, no sólo a no ejercer este Ministerio fundamental, sino hasta llegar a prohibirlo a los sacerdotes, a los que han conferido Orden de Exorcista?
¡Respondan los Obispos a estas preguntas!
¿No ven los Obispos las llagas de las que sufre el Cuerpo Místico del Señor?
¿Por qué su inmovilismo sobre tantos problemas que reclaman soluciones enérgicas, urgentes, improrrogables?
No advierten los presagios de la tremenda hora que se avecina, ignoran las llamadas angustiadas de la Madre...
Don O., ¡ánimo! Ya sabes el camino.
No te dé miedo el sufrimiento, no te espanten los demonios.
Te bendigo.
Padre A

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

¿Responden con fe?

Don O.: ¿cuántos son los sacerdotes que, animados de santo ardor y coherentes con la vocación recibida, responden con fe a las fuertes llamadas del divino Maestro y de la Madre común, de la Madre de la Iglesia?
Don O., ¿qué visión tienen la mayoría de los sacerdotes, de Cristo Hijo de Dios, presente en el Misterio del Amor y de la fe en un prodigio infinito de humildad?
Don O.: ¿no caen en la cuenta de que caminan por el borde de un pavoroso precipicio, con el Maligno al lado que, astuto e insidioso, los sigue para perderlos eternamente?
Don O.: ¿cómo es posible tanta oscuridad en los mismos Pastores de la Iglesia, muchos de los cuales tienen como problema de su pastoral la salvaguarda de su prestigio personal?
¿Y cómo es posible que no adviertan la esterilidad de su actuación, terrible confirmación de un fracaso cuya evidencia no puede escapar a nadie?
¿Cómo es posible persistir en una postura presuntuosa que ofende a Dios, ofusca a la Iglesia y desfigura en ella la fisonomía impresa por su divino Fun­dador? ¿Puede todavía el Señor Dios permitir tanta abo­minación que envilece y desfigura a la Iglesia, salida de su Corazón misericordioso?
Don O., La Iglesia no tiene necesidad de diplomáticos astutos, la Iglesia no tiene necesidad de gober­nadores orgullosos, la Iglesia tiene necesidad de Pastores santos que sepan unir a la paternidad una sabia firmeza, para poner fin al estado de anarquía que todavía envilece a la Iglesia.
No deben ignorar que Satanás, el Príncipe de las tinieblas, el promotor de escándalos, de herejías y de cismas no se detiene jamás. Satanás tiene fuertes y podero­sos aliados en las logias masónicas, en los partidos políti­cos, ateos y hasta no ateos.
Sepan los Pastores de almas que, mientras pierden el tiempo en ribetes, celosos de su prestigio, Satanás descepa, devasta y destruye la viña del Señor, precipita almas al Infierno, y se ríe de la necedad de sus adver­sarios porque nada hacen de eficaz para contrarrestarlo

VIENTOS DE CAMBIO: MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

VIENTOS DE CAMBIO: MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI: "NO ESTOY PASIVO Escribe, hijo mío: La Fe se debe traducir en la vida dia­ria. Hay muchos que creen en abstracto, pero no obran en conformid..."

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

NO ESTOY PASIVO

Escribe, hijo mío:
La Fe se debe traducir en la vida dia­ria.
Hay muchos que creen en abstracto, pero no obran en conformidad de su vida cotidiana.
La Fe debe empapar vuestra acción, todas vuestras acciones: entonces llega a ser práctica.
La Fe sin las obras es vana y las obras sin la Fe sirven.
Sin la Fe no valen no sólo las obras, sino tampoco las palabras que continuamente pronunciáis.
Hijo, ¿quieres ser un instrumento válido en mis manos?
Yo quiero que tú seas un instrumento en mis manos, por esto así te debes sentir y como tal debes obrar y ha­blar.
Debes creer que estoy en ti; estoy en ti no pasivo, sino muy activo.
La Fe llega a hacerse límpida y cristalina, si eres coherente siempre.
- Jesús, pero ¿no hay peligro que me equivoque?
- No, si tú firmemente crees que Yo estoy en ti en el vivir y pensar, en el hablar y obrar, en el amar y esperar...
Te bendigo, hijo mío.

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

Apostolado fecundo

Don O., estoy convencido de que el propagar la necesidad de conocer y vivir más profundamente el Dogma de la Comunión de los Santos equivale a un óptimo y fecundo apostolado. Sólo si los hijos de Dios, de las tres Iglesias triunfante, militante y purgante viven en una común voluntad de conocerse, amarse y ayudarse, pueden hacer más fuerte el conjunto del Cuerpo Místico, en particular contra las fuerzas del mal.
Don O., el mal se propaga, la anemia espiri­tual se agudiza.
Satanás ha encontrado amigos y colaboradores en el ur­dir conjuras, en el preparar su desesperado asalto contra la Iglesia. Ahora está minando con la dinamita del odio Italia y Europa.
Rezar, reparar, hacer penitencia, son las únicas cosas que verdaderamente sirven para desalentar al Enemigo.
Si las invitaciones de la Virgen Santísima, hechas repetidas veces para informaros del grave peligro que amenaza la humanidad y a la Iglesia, hubieran sido fiel­mente acogidas, todo habría sido evitado.
No temas y no te preocupes de los juicios de los de­más: habla claramente, vuelve a llamar a las almas a la realidad que han perdido de vista.
Los hombres han perdido la sensatez. Si no te escu­chan será peor para ellos.
Es verdadero lo que Jesús dice, que vendrá un día en que los habitantes de Nínive se alzarán en juicio para acusar a esta generación, incrédula, pagana y por desgracia, impía".
Te bendigo, Don O.
Padre R.

VIENTOS DE CAMBIO: MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

VIENTOS DE CAMBIO: MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI: "Lucha contra el pecado Redimir quiere decir rescatar de la esclavitud, es decir, liberar a las almas de esta odiosa y perver..."

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI


Lucha contra el pecado

Redimir quiere decir rescatar de la esclavitud, es decir, liberar a las almas de esta odiosa y perversa tiranía.
Yo, Jesús, me he hecho Carne para esto, para esto renuevo el Misterio de la Cruz en el Misterio de la santa Misa; perpetúo mi presencia en el mundo en los Santos Sagrarios, misterio de infinita humildad.
Satanás es soberbia ilimitada.
Yo, Jesús, soy humildad Infinita.
Ahora bien, que Obispos, sacerdotes y fieles no comprendan que la finalidad fundamental de su vocación es liberar a las almas de los asaltos de las potencias del Infierno, o sea de los demonios, es verdaderamente paradójico.
Que hayan camuflado su pastoral con mi­les de actividades e iniciativas pero que no sirven para esta finalidad, es tan evidente que el no admitirlo es ceguera completa.
Pero Obispos y sacerdotes, ¿ven o no ven su fracaso? ¿No sienten la necesidad de buscar las causas de su fallida pas­toral?
¿No emerge clarísimo en la Revelación la finalidad de la Redención, que es la lucha contra Sa­tanás y el pecado?
¿Pero no ven Obispos y sacerdotes que toda cualquier actividad, si no está injertada en esta lucha, es estéril como se vuelven las ramas que no están injertadas en el tronco?

Mirar a Jesús


He dicho ya claramente la suerte de un ejército cuyos líderes, oficiales y soldados no creen en el enemigo, en su potencia, en su astucia.
Esta es la situación de la Iglesia hoy.
No se llegará nunca a ver, a admitir la trágica situa­ción de la Iglesia si no se me mira a Mí, Hijo de Dios y a mi Madre santísima.
Con la humildad, con la pobreza y con la oración nosotros hemos hecho frente al Enemigo.
Ahora es el momento de Mi Cuerpo Místico: o se toma el único camino justo - ¡y Yo Soy el Camino! - o ¡la ava­lancha os dispersará!
Te bendigo, hijo, y no temas. La verdad no debe temer a nada.



MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

CONFIDENCIAS DE JESÚS A UN SACERDOTE (Algunas de los tantos escritos, las editaré en series)

INTRODUCCIÓN


¿Por qué me ha escogido Dios?
¿Quién soy yo? Soy menos que un granito de polvo frente al universo, soy menos que una gotita invisible frente al océano, soy menos que un repugnante gusanillo que se arrastra en el fango de la tierra.
Soy un pobre sacerdote, entre tantos, el menos culto, el menos docto, el más desprovisto, un pobre sacerdote rico sólo en innumerables miserias de toda naturaleza.
¿Por qué me ha escogido Dios? Para que se entienda que yo no soy más que un pobre instrumento en Sus Manos, para que se entienda por todos que no soy más que una miserable pluma despuntada, mi misma caligrafía es símbolo de mi inconmensurable pobreza y nulidad.
¿Por qué me ha escogido Dios? Para confundir a los soberbios, hinchados de orgullo por su saber, que han llenado la Iglesia de errores y de herejías, envenenando a las almas. Sí, necedades, errores, herejías, sobre Dios, sobre la Iglesia, sobre la Santísima Virgen, sobre la Revelación. Dios es infinitamente sencillo y nos quiere sencillos y humildes.
En verdad, en verdad os digo que si no os volvéis sencillos como estos pequeños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Basta transformar las cosas simples en las cosas más complicadas, basta acuñar nuevos vocablos, nuevas palabras, para ostentar su saber y atraer sobre sí, de este modo, la atención de los otros. Estimo útil esta breve introducción, si no necesaria, para que se establezca, entre mí, instrumento, y los lectores a los que está dirigido este libro, ambos envueltos en un designio de amor de la Providencia Divina, un contacto espiritual que facilite la acción de la divina voluntad.

d. O. M.
Incoherencia

Hoy el Infierno no teme ni a Obispos ni a Sacerdotes, hechas las debidas excepciones, porque no tienen en lo más mínimo la visión, y por tanto, la convicción, de que el problema fundamental de la Iglesia es la salvación de vuestras almas en la lucha que se lleva contra aquellos que quieren su perdición. Es más, reaccionan negativamente ante estas realidades espirituales, ante estas llamadas mías.
Esto significa que no son las almas lo que ellos buscan, sino a sí mismos en su sutil y aterciopelada presunción.
Reaccionan negativamente ante estas llamadas mías, y confirman de este modo su incurable ceguera, la incoherencia en una misión que fue deseada, no para el bien de las almas, sino por intereses propios, lo que quiere decir, de la propia soberbia.
Dado que os habéis arraigado en un comportamiento antipastoral, ahora se necesita una actitud de gran humildad para salirse fuera. Un acto de buena voluntad os volverá a traer al plano justo.
Vosotros decís: ¡A grandes males, grandes remedios! Pues bien, Yo os digo: es ciertamente un remedio extremo, es realmente una cosa difícil para un Obispo tomar la decisión de convocar a todos sus sacerdotes a su alrededor para decirles:
"Hijos míos, todos hemos sido un poco engañados, nos hemos dejado desviar por las artes de nuestros irreductibles enemigos espirituales. Ellos han logrado distraer nuestros cuidados y nuestras atenciones de un problema vital de la pastoral, como es plantear toda nuestra acción en una visión más justa, más realista y que más responde a las necesidades y a los intereses de las almas.
Yo, pastor de almas, estaré más cercano a los que sufren por culpa de las fuerzas oscuras del infierno, y seré más vigilante en proteger a mi grey contra sus jugadas, usando los medios que Él, el Maestro divino, me ha indicado con su ejemplo y sus palabras."

YO SOY FELIZ

Don O., soy la hermana de M.
Poco nos hemos conocido en la tierra, apenas nos hemos visto de lejos. Pero esto no tiene importancia, ya que somos hijos del mismo Padre, pertenecemos a la misma familia de los hijos de Dios, estén ellos en la Gloria, como yo estoy, o estén todavía en la tierra, como ahora estáis vosotros.
La realidad divina de la Comunión de los Santos, nos une en el amor de Cristo.
Don O., mi vida en la tierra fue humilde y escondida. Nunca soñé lo que tantas almas deslumbradas desean: placeres, honores y riquezas, salud y cosas por el estilo. ¡Pobres almas ilusas! Si no va a haber quien, con la oración y con el sufrimiento, les abra los ojos, irán perdidas para toda la eternidad.

Se necesita meditar

Yo soy feliz, nado en el júbilo, en la luz, en el amor de Dios. Jamas lamentaré mi vida terrena, fuente de mi felicidad eterna.
Don O., haz llegar este mensaje a mis queridos en la tierra; que también ellos sepan que la muerte no interrumpe la vida.
La vida, purificada del polvo de la tierra, se perfecciona e integra a la Bienaventuranza divina, porque en el Paraíso se vive en Dios y de Dios, pero de modo diferente de las almas en Gracia, que aún están en camino hacia el Cielo.
Don O., no puedo menos de deplorar la necedad de todos aquellos que, sin reflexionar, se dejan engañar con tanta facilidad por el Maligno.
Él es un lobo disfrazado de cordero.
Él odia sin tregua a todos los hombres que, en su loca desesperación, quiere arrastrar al mal y luego llevar al Infierno.
Si los hombres cesaran por un poquito de tiempo, sus actividades, sólo para meditar en estas dos palabras: "Infierno y Eternidad" el mundo rápidamente cambiaría. Pero Él, el Maligno hace de todo para que esto no suceda.
Te bendigo.
Soy la hermana de M.


MENOS DE UN INSTANTE

Hijo mío, escribe, soy tu mamá.
Tú comprendes cómo es de sensible el corazón de una madre para todo lo que se relaciona con la vida de sus hijos.
Ahora bien, se te ha dicho muchas veces, y con razón, que la vida no se interrumpe por la muerte. Estoy ha­blado del alma, razón y causa de la vida del cuerpo.
El alma de una madre se purifica y perfecciona, en su existencia ultraterrena, también en su sen­sibilidad hacia aquellos que ella engendró en vida.
Hijo mío, tú puedes comprender que, viviendo nosotros de Dios, en su luz infinita os vemos a vosotros y vuestras experiencias cotidianas, sufrimientos y dificultades, pero no podemos sufrir por nada de esto.
Nuestra confianza sin limites en Él y el Amor que Dios tiene por vosotros nos hace felices.
¡Ánimo, hijo! Tú crees en la Comunión de los Santos y sabes que ésta no es una verdad abstracta: es una subli­me realidad por la que Dios nos une. Ya que vivimos en Su amor, necesariamente estamos también unidos en el amor con vosotros.
Te repito: ¡Ánimo!
La vida en el tiempo es menos que un instante, y la pobre tierra es menos que un invisible punto en el espacio.
Tu mamá

Escribe, hijo mío:
Te he hablado de ello repetidamente, ahora deseo reca­pitular las varias alusiones hechas, como conclusión del tercer libro destinado a volver a llevar a escena el único problema verdaderamente importante de la Pastoral en mi Iglesia.
Todos los demás problemas se deben introducir en este objeto fundamental de toda actividad pastoral.
Muchos en mi Iglesia, hijo mío, no tienen las ideas claras sobre la razón primaria de su vocación. Esto es ver­daderamente paradójico.
Yo, Jesús, quiero que Obispos, sacerdotes y fieles sean mis corredentores. En medida diferente, pero los quiero a todos corredentores, esto es, deben continuar Con­migo el Misterio de la Redención. Pero ¿qué quiere decir re­dimir si no liberar a las almas de la vejación de Sata­nás, la más horrible y la más nociva?
¿Quién es Satanás? ¿Quiénes son las legiones a Él sometidas?
Satanás es criatura de Dios, que se rebeló contra Dios.
Satanás, después de Dios, en el Mundo invisible y visible era la criatura más poderosa, más grande, maravillosa en su bondad y santidad.
Fue ésta su ilimitada potencia y belleza lo que le perdió, porque fue tan tremendamente orgulloso de ellas como para considerarse igual a Dios.
De aquí su rechazo a someterse a Dios, de aquí su perdición eterna, de aquí su implacable odio hacia Dios, hacia la Virgen que de hecho lo ha sustituido a él, en el primer puesto de la creación. La Virgen no sólo es la razón de su derrota, haciendo Ella posible la Redención por su humildad, sino que ahora es Ella la prim