martes, 4 de diciembre de 2012

LA EUCARISTIA ES EL CORAZÓN DE DIOS.


Cuaderno del año 1943 de María Valtorta dictado por nuestro Señor Jesucristo


Ahora te pido una cosa. Tú sabes, y con dolor lo tienes presente, que muchas
partículas se desparraman entre suciedades y ruinas en la devastación de las iglesias.
Es como si me atropellaran, porque Yo estoy en el sacramento. Pues bien, coloca
imaginariamente tu amor como una alfombra preciosa, como un mantel de lino purísimo
para recogerme a Mí-Eucaristía, golpeado, herido, profanado, expulsado de mis
tabernáculos, no por los hombres pequeños que destruyen mis iglesias -ellos no son
más que instrumentos- sino por Satanás que les mueve. Por Satanás que sabe que los
tiempos aprietan y que ésta es una de las luchas decisivas que anticipan mi venida.
Sí. Detrás del disfraz de las razas, de las hegemonías, de los derechos, detrás del
móvil de las necesidades políticas, se ocultan, en realidad, Cielo e Infierno que
combaten entre ellos. Y bastaría que la mitad de los creyentes en el verdadero Dios -
pero ¿qué digo? menos de esto, menos de un cuarto de los creyentes- fuera realmente
creyente en mi Nombre para que las armas de Satanás fueran domadas. Pero ¿dónde
está la Fe?
Ámame en la Eucaristía. La Eucaristía es el Corazón de Dios, es mi Corazón. Os he
dado mi Corazón en la última Cena; os lo doy, con tal de que lo queráis, siempre. Y no
concebiréis en vosotros a Cristo y no lo daréis a la luz si no sabéis hacer vivir en
vosotros su Corazón. Cuando en el seno de una mujer se forma una criatura, ¿qué es
lo primero que se forma? El corazón. Así es para la vida del espíritu. No daréis a Cristo
si no formáis en vosotros su Corazón amando la Eucaristía que es Vida y Vida
verdadera. Amando como mi Madre me amó apenas concebido.
¡Oh! ¡qué caricias, a través de su carne virgen, a Mí, informe y minúsculo, que latía
en Ella con mi corazoncito embrional! ¡Oh! ¡qué latidos a través de las oscuras latebras
del organismo, comunicaba Yo a su corazón, desde el profundo de aquel Sagrario vivo
donde me formaba para nacer y morir por vosotros, crucificando el corazón de mi Madre
a mi misma Cruz, por vosotros!
Pero Yo os comunico los mismos latidos al corazón cuando me recibís. Vuestra
pesantez carnal y espiritual no os permite percibirlos, pero Yo os los doy. Tú ábrete
completamente para recibirme.
Tú, muchas veces al día -no puedo decir: en cada momento, pero si fueras un
querubín y no una criatura que tiene los cansancios de la materia te diría: cada
momento- repite esta oración: “Jesús, que eres azotado en nuestras iglesias por manos
de Satanás, te adoro en todas las partículas esparcidas y destrozadas entre las ruinas.
Tómame como tu sagrario, tu trono, tu altar. Sé que no soy digna, pero Tú quieres estar
entre los que te aman, y yo te amo por mí y por quien no te ama. Que el dolor me
vuelva escarlata como la sangre, y me haga digno ornamento para recibirte, a Ti, que
quieres ser semejante a nosotros en esta hora de guerra. Que mi amor sea lámpara
que arde ante Ti, Santísimo, y mi holocausto incienso. Así sea"» .

¿Y PEDÍS SIGNOS?


Cuaderno del año 1943 de María Valtorta transmitidos por nuestro Señor Jesucristo.


Dice Jesús:
«Muchos me piden un signo. ¿Qué signo? ¿Signo de la hora o signo de mi poder?
El signo de la hora ya lo tenéis. Repito 20: "Yo no he venido a cambiar la Ley". Sois
vosotros quienes la habéis cambiado. Y Yo no cambio mi Palabra. Aquello que he
dicho, dicho está. Todo cuanto debía suceder, desde el momento en que Yo hablaba,
Hombre entre los hombres, hasta el momento en que Yo venga, Dios hijo de Dios, a
juzgar a los hombres, está contenido en mi Evangelio.
Sois vosotros, necios que tenéis la cabeza llena de mil ruidos inútiles y de
pensamientos perversos, quienes ya no entendéis todo lo que he dicho. ¿No estáis
acaso salados con el fuego, con aquel fuego que salará eternamente a mis enemigos?
Éste que os arde ahora y que baja sobre vosotros para destruiros y conduciros cada
vez más a la blasfemia y a la herejía no es más que un anticipo de lo que será el fuego
del que Yo hablo, destinado a los escandalosos que no se convierten. Y vosotros sois
de éstos. Sólo os preocupáis del cuerpo y de las riquezas inicuas, y pisoteáis
conciencias y altares, y profanáis todo cuanto tocáis, y me matáis en vosotros a Mí
mismo una segunda vez.
He aquí los dones que os sabe dar Lucifer bajo cuyo signo os habéis puesto. La
Bestia sopla por su boca el fuego después de haberos sumergido en el mal de la
corrupción. Son sus dones. No puede daros otra cosa. Mientras que Yo os había dado,
junto a Mí mismo, todos los tesoros de la gracia.
¿ Queréis un signo de mi poder? ¡Pero si hace veinte siglos que os estoy dando este
signo! ¿Para qué ha servido? He abierto sobre vosotros los torrentes de mis gracias y
los he hecho descender desde el Cielo sobre la tierra en mil y diez mil milagros. He
curado a vuestros enfermos, he calmado vuestras guerras, he hecho prosperar vuestros
negocios, he respondido a vuestras dudas, incluso sobre cosas de fe, porque conozco
vuestra debilidad que no cree si no ve, he venido a repetir mi doctrina, he mandado a mi
Madre para que con su dulzura os inclinara a la penitencia y al amor. ¿A qué ha ser-
vido?
Me habéis tratado como a un tonto, aprovechando mi potencia y mi paciencia,
convencidos de que Yo, después de haber hecho el milagro, no volviera a acordarme
de ello. No, hijos de mi dolor. Todo está señalado en el gran libro de mi Inteligencia y no
he usado tinta para escribir en ella, sino el carbón encendido del Amor. Y todo es
recordado.
Os habéis aprovechado de la venida de mi Madre para fines humanos, la habéis
hecho objeto de risa y de comercio. ¿No sabéis que María es mi Templo y mi Templo
es casa de oración y no cueva de ladrones? Sus palabras, tan afectuosas, tan
suplicantes, tan llenas de llanto, por vosotros que le habéis matado al Hijo - y ni siquiera
sabéis dar fruto de tanto sacrificio- os han sonado como canción inútil. Habéis seguido
vuestro camino de perdición.


Sobre una copia escrita a máquina, la escritora anota a lápiz: En respuesta a una pregunta de Marta.
Ya en el dictado del 2 de junio
Mis mensajeros, las almas que, viviendo como deberíais vivir todos, han llegado a
ser mis pregoneras para repetir una vez más la palabra de mi Corazón, los habéis
tratado como "locos" y "poseídos" y alguna vez los habéis matado, siempre
atormentado. También Yo, por la generación adúltera y homicida de mi tiempo mortal,
fui llamado "loco y poseído".
¡El signo! El signo lo tenéis y no sirve para devolveros mi Paternidad. No os será
dado más signo que éste. Buscadlo en mi palabra y en vuestra conciencia, si es que
todavía lográis encontrarlo vivo bajo el montón de libídine, adulterios, fornicaciones,
robos, homicidios, envidias, blasfemias y soberbias bajo las cuales lo habéis lapidado.
Es la Ascensión. Antes de ascender Yo bendije a mi Madre y a mis discípulos. No
podía bendecir a otros porque los demás me habían rechazado y maldecido. También
ahora bendigo a mis discípulos porque los demás no me quieren y blasfeman sobre mi
bendición».