lunes, 11 de agosto de 2014

VOCES ACTUALES DE CARDENALES, OBISPOS Y SACERDOTES QUE ACLARAN Y ADVIERTEN

Tuesday, July 29, 2014

Cardenal Müller:

Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

“Estas teorías son radicalmente erróneas”

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Card. Gerhard Müller, ha concedido una entrevista a Carlos Granados, director de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), la cual ha publicado dicha entrevista con el título “La esperanza de la familia”. En la entrevista el Card. Müller refuta la propuesta del Card. Kasper en su ponencia del consistorio de Febrero de 2014, según la cual sería posible que los divorciados vueltos a casar civilmente reciban la Sagrada Comunión eucarística cumpliendo ciertas condiciones.

Esta es la refutación del Card. Müller tal como la publica Sandro Magister en Chiesa On Line, Jul-29-2014.
LA VERDADERA DIMENSIÓN DE LA MISERICORDIA DE DIOS
Entrevista con el cardenal Gerhard Ludwig Müller
P. – Últimamente, el problema de los divorciados vueltos a casar vuelve a ser centro de la opinión pública. Partiendo de una cierta interpretación de la Escritura, de la tradición patrística y de los textos del magisterio, se han sugerido soluciones que proponen innovaciones. ¿Podemos esperar un cambio doctrinal?

R. – Ni siquiera un concilio ecuménico puede cambiar la doctrina de la Iglesia porque su fundador, Jesucristo, ha confiado la custodia fiel de sus enseñanzas y de su doctrina a los apóstoles y a sus sucesores. En lo que concierne al matrimonio tenemos una doctrina elaborada y estructurada, basada en la palabra de Jesús, que hay que ofrecer en su integridad. La absoluta indisolubilidad de un matrimonio válido no es una mera doctrina, sino un dogma divino y definido por la Iglesia. Frente a la ruptura de hecho de un matrimonio válido, no es admisible otro "matrimonio" civil. De lo contrario, estaríamos frente a una contradicción porque si la precedente unión, el "primer" matrimonio o, mejor aún, el matrimonio, es realmente un matrimonio, otra unión sucesiva no es "matrimonio". Es sólo un juego de palabras hablar de primer y de segundo "matrimonio". El segundo matrimonio sólo es posible cuando el cónyuge legítimo ha muerto, o cuando el matrimonio ha sido declarado inválido, porque en estos casos el vínculo precedente se ha disuelto. En caso contrario, nos encontramos ante lo que se llama "impedimento de vínculo".

A este propósito, deseo resaltar que el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la congregación que ahora presido, con la aprobación del entonces Papa San Juan Pablo II, tuvo que intervenir expresamente para rechazar un hipótesis similar a la de su pregunta.

Esto no impide hablar del problema de la validez de muchos matrimonios en el actual contexto de secularización. Todos hemos participado en bodas en las que no se sabía bien si los contrayentes del matrimonio estaban realmente dispuestos a "hacer lo que hace la Iglesia" en el rito del matrimonio. Benedicto XVI ha pedido reiteradamente que se reflexione sobre el gran desafío representado por los bautizados no creyentes. En consecuencia, la congregación para la doctrina de la fe ha acogido la preocupación del Papa y un gran número de teólogos y otros colaboradores están trabajando para resolver el problema de la relación entre fe explícita y fe implícita.

¿Qué sucede cuando un matrimonio carece incluso de la fe implícita? Ciertamente, cuando ésta falta, aunque haya sido celebrado "libere et recte", el matrimonio podría resultar inválido. Ello induce a considerar que además de los criterios clásicos para declarar la invalidez del matrimonio, habría que reflexionar más sobre el caso en el que los cónyuges excluyen la sacramentalidad del matrimonio. Actualmente estamos aún en una fase de estudio, de reflexión serena pero tenaz sobre este punto. No considero oportuno anticipar conclusiones precipitadas, visto que todavía no hemos encontrado la solución, pero ello no es óbice para que señale que en nuestra congregación estamos dedicando muchas energías para dar una respuesta correcta al problema planteado por la fe implícita de los contrayentes.

P. – Por consiguiente, si el sujeto excluyese la sacramentalidad del matrimonio, como hacen quienes excluyen a los hijos en el momento de casarse, este hecho, ¿podría hacer hacer nulo el matrimonio contraído?

R. – La fe pertenece a la esencia del sacramento. Ciertamente, es necesario aclarar la cuestión jurídica planteada por la invalidez del sacramento a causa de una evidente falta de fe. Un célebre canonista, Eugenio Corecco, decía que el problema surge cuando es necesario concretar el grado de fe necesario para que pueda realizarse la sacramentalidad. La doctrina clásica había admitido una posición minimalista, exigiendo una simple intención implícita: "Hacer lo que hace la Iglesia". Corecco añadió que en el actual mundo globalizado, multicultural y secularizado, en el que la fe no es un dato que se pueda simplemente presuponer, es necesario exigir por parte de los contrayentes una fe más explícita si realmente queremos salvar el matrimonio cristiano.

Quiero repetir de nuevo que dicha cuestión está todavía en fase de estudio. Establecer un criterio válido y universal al respecto no es ciertamente una cuestión fútil. En primer lugar, porque las personas están en constante evolución, tanto por los conocimientos que poco a poco adquieren con el paso de los años, como por su vida de fe. ¡El aprendizaje y la fe no son datos estadísticos! A veces, en el momento de contraer matrimonio, una determinada persona no era creyente; pero es también posible que en su vida se haya dado un proceso de conversión, experimentando así una "sanatio ex posteriori" de lo que en aquel momento era un grave defecto de consentimiento.

En todo caso, deseo repetir que cuando nos encontramos en presencia de un matrimonio válido, de ningún modo es posible disolver ese vínculo: ni el Papa ni ningún otro obispo tienen autoridad para hacerlo, porque se trata de una realidad que pertenece a Dios, no a ellos.

P. – Se habla de la posibilidad de permitir a los cónyuges "rehacer su vida». Se ha dicho también que el amor entre cónyuges cristianos puede "morir". ¿Puede verdaderamente un cristiano emplear esta fórmula? ¿Es posible que muera el amor entre dos personas unidas por el sacramento del matrimonio?

R. – Estas teorías son radicalmente erróneas. No se puede declarar acabado un matrimonio con el pretexto de que el amor entre los cónyuges está "muerto". La indisolubilidad del matrimonio no depende de los sentimientos humanos, permanentes o transitorios. Esta propiedad del matrimonio ha sido querida por Dios mismo. El Señor se ha implicado en el matrimonio entre el hombre y la mujer, por lo que el vínculo existe y tiene su origen en Dios. Esta es la diferencia.

En su íntima realidad sobrenatural el matrimonio incluye tres bienes: el bien de la recíproca fidelidad personal y exclusiva (el "bonum fidei"); el bien de la acogida de los hijos y de su educación en el conocimiento de Dios (el "bonum prolis") y el bien de la indisolubilidad o indestructibilidad del vínculo, que tiene por fundamento permanente la unión indisoluble entre Cristo y la Iglesia, sacramentalmente representada por la pareja (el "bonum sacramenti"). Por lo tanto, si bien es posible para el cristiano suspender la comunión física de vida y de amor, la denominada "separación de mesa y lecho", no es lícito contraer un nuevo matrimonio mientras viva el primer cónyuge, porque el vínculo legítimamente contraído es perpetuo. El vínculo matrimonial indisoluble corresponde de algún modo al carácter ("res et sacramentum") impreso por el bautismo, por la confirmación, por el sacramento del orden.

P. – A este propósito se habla también mucho de la importancia de la "misericordia". ¿Se puede interpretar la misericordia como un "hacer excepciones" a la ley moral?

R. – Si abrimos el Evangelio, vemos que también Jesús, dialogando con los fariseos a propósito del divorcio, alude al binomio "divorcio" y "misericordia" (cfr. Mt 19, 3-12). Acusa a los fariseos de no ser misericordiosos, porque según su engañosa interpretación de la Ley habían concluido que Moisés habría concedido un supuesto permiso de repudiar a sus mujeres. Jesús les recuerda que la misericordia de Dios existe como remedio de nuestra debilidad humana. Dios nos da su gracia para que podamos serle fieles.

Esta es la verdadera dimensión de la misericordia de Dios. Dios perdona también un pecado tan grave como el adulterio; sin embargo, no permite otro matrimonio que pondría en duda un matrimonio sacramental ya existente, matrimonio que expresa la fidelidad de Dios. Hacer tal llamamiento a una presunta misericordia absoluta de Dios equivale a un juego de palabras que no ayuda a aclarar los términos del problema. En realidad, me parece que es un modo de no percibir la profundidad de la auténtica misericordia divina.

Asisto con un cierto asombro al empleo, por parte de algunos teólogos, del mismo razonamiento sobre la misericordia como pretexto para favorecer la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar civilmente. La premisa de partida es que, desde el momento en que es Jesús mismo quien ha tomado partido por los que sufren, ofreciéndoles su amor misericordioso, la misericordia es la señal especial que caracteriza todo seguimiento auténtico. Esto es verdad en parte. Sin embargo, una referencia equivocada a la misericordia comporta el grave riesgo de banalizar la imagen de Dios, según la cual Dios no sería libre, sino que estaría obligado a perdonar. Dios no se cansa nunca de ofrecernos su misericordia: el problema es que somos nosotros quienes nos cansamos de pedirla, reconociendo con humildad nuestro pecado, como ha recordado con insistencia el Papa Francisco en el primer año y medio de su pontificado.

Los datos de la Escritura revelan que, junto a la misericordia, también la santidad y la justicia pertenecen al misterio de Dios. Si ocultásemos estos atributos divinos y se banalizara la realidad del pecado, no tendría ningún sentido implorar la misericordia de Dios para las personas. Por eso se entiende que Jesús, después de haber tratado a la mujer adúltera con gran misericordia, haya añadido como expresión de su amor: "Vete y no peques más" (Jn 8, 11). La misericordia de Dios no es una dispensa de los mandamientos de Dios y de las enseñanzas de la Iglesia. Es todo lo contrario: Dios, por infinita misericordia, nos concede la fuerza de la gracia para un cumplimiento pleno de sus mandamientos y de este modo restablecer en nosotros, tras la caída, su imagen perfecta de Padre del Cielo.

P. – Evidentemente aquí se plantea la relación entre el sacramento de la eucaristía y el sacramento del matrimonio. ¿Cómo se puede entender la relación entre ambos sacramentos?

R. – La comunión eucarística es expresión de una relación personal y comunitaria con Jesucristo. A diferencia de nuestros hermanos protestantes y en línea con la tradición de la Iglesia, para los católicos ésta expresa la unión perfecta entre la cristología y la eclesiología. Por consiguiente, no puedo tener una relación personal con Cristo y con su verdadero Cuerpo presente en el sacramento del altar y, al mismo tiempo, contradecir al mismo Cristo en su Cuerpo místico, presente en la Iglesia y en la comunión eclesial. Por lo tanto, podemos afirmar sin error que si alguien se encuentra en situación de pecado mortal no puede y no debe acercarse a la comunión.

Esto sucede siempre, no sólo en el caso de los divorciados vueltos a casar, sino en todos los casos en los que haya una ruptura objetiva con lo que Dios quiere para nosotros. Éste es por definición el vínculo que se establece entre los diversos sacramentos. Por ello, es necesario estar muy atentos frente a una concepción inmanentista del sacramento de la eucaristía, es decir, a una comprensión fundada sobre un individualismo extremo, que subordine a las propias necesidades o a los propios gustos la recepción de los sacramentos o la participación en la comunión eclesial.

Para algunos la clave del problema es el deseo de comulgar sacramentalmente, como si el simple deseo fuera un derecho. Para otros muchos, la comunión es sólo una manera de expresar la pertenencia a una comunidad. Ciertamente, el sacramento de la eucaristía no puede ser concebido de modo reductivo como expresión de un derecho o de una identidad comunitaria: ¡la eucaristía no puede ser un "social feeling"!

A menudo se sugiere dejar la decisión de acercarse a la comunión eucarística a la conciencia personal de los divorciados vueltos a casar. También este argumento expresa un dudoso concepto de "conciencia", que fue rechazado por la congregación para la fe en 1994. Antes de acercarse a recibir la comunión, los fieles saben que tienen que examinar su conciencia, lo que les obliga a formarla continuamente y, por lo tanto, a ser apasionados buscadores de la verdad.

En esta dinámica tan peculiar, la obediencia al magisterio de la Iglesia no es una carga, sino una ayuda para descubrir la tan anhelada verdad sobre el propio bien y el de los otros.

P. – Aquí surge el gran desafío de la relación entre doctrina y vida. Se ha dicho que, sin tocar la doctrina, ahora es necesario adaptarla a la "realidad pastoral". Esta adaptación supondría que la doctrina y la praxis pastoral podrían seguir, de hecho, caminos distintos.

R. – La separación entre vida y doctrina es propia del dualismo gnóstico. Como lo es separar justicia y misericordia, Dios y Cristo, Cristo Maestro y Cristo Pastor o separar a Cristo de la Iglesia. Hay un solo Cristo. Cristo es el garante de la unidad entre la Palabra de Dios, la doctrina y el testimonio con la propia vida. Todo cristiano sabe que sólo a través de la sana doctrina podemos conseguir la vida eterna.

Las teorías que usted ha planteado intentan describir la doctrina católica como una especie de museo de las teorías cristianas: una especie de reserva que interesaría sólo a ciertos especialistas. La vida, por su parte, no tendría nada que ver con Jesucristo tal como Él es y como nos lo muestra la Iglesia. El cristianismo que todos juzgan tan severo se estaría convirtiendo en una nueva religión civil, políticamente correcta, reducida a algunos valores tolerados por el resto de la sociedad. De este modo se alcanzaría el objetivo inconfesable de algunos: arrinconar la Palabra de Dios para poder dirigir ideológicamente a toda la sociedad.

Jesús no se encarnó para exponer algunas simples teorías que tranquilizaran la conciencia y dejaran, en el fondo, las cosas como están. El mensaje de Jesús es una vida nueva. Si alguien razonara y viviera separando la vida de la doctrina, no sólo deformaría la doctrina de la Iglesia transformándola en una especie de pseudofilosofía idealista, sino que se engañaría a sí mismo. Vivir como cristiano comporta vivir a partir de la fe en Dios. Adulterar este esquema significa realizar el temido compromiso entre Dios y el demonio.

P. – Para defender la posibilidad de que un cónyuge pueda "rehacer su vida" con un segundo matrimonio estando en vida aún el primer cónyuge, se ha recurrido a algunos testimonios de los Padres de la Iglesia que parecerían tender a una cierta condescendencia hacia estas nuevas uniones.

R. – Es cierto que en el conjunto de la patrística se pueden encontrar distintas interpretaciones o adaptaciones a la vida concreta; no obstante, no hay ningún testimonio de los Padres orientado a una aceptación pacífica de un segundo matrimonio cuando el primer cónyuge está aún en vida.

Ciertamente, en el Oriente cristiano ha tenido lugar una cierta confusión entre la legislación civil del emperador y las leyes de la Iglesia, lo que ha producido una práctica distinta que en determinados casos ha llegado a admitir el divorcio. Pero bajo la guía del Papa, la Iglesia católica ha desarrollado en el curso de los siglos otra tradición, recogida en el código de derecho canónico actual y en el resto de la normativa eclesiástica, claramente contraria a cualquier intento de secularizar el matrimonio. Lo mismo ha sucedido en varios ambientes cristianos de Oriente.

A veces he descubierto cómo se aíslan y descontextualizan algunas citas puntuales de los Padres para sostener así la posibilidad de un divorcio y de un segundo matrimonio. No creo que sea correcto, desde el punto de vista metodológico, aislar un texto, quitarlo del contexto, transformarlo en una cita aislada, desvincularlo del marco global de la tradición. Toda la tradición teológica y magisterial debe ser interpretada a la luz del Evangelio y en lo que atañe al matrimonio encontramos algunas palabras del propio Jesús absolutamente claras. No creo que sea posible una interpretación distinta de lo que ya ha sido señalada hasta ahora por la tradición y el magisterio de la Iglesia sin ser infieles a la Palabra revelada.

A.M.G.D   y la   B.V.M

EL PRAGMATISMO Y LA FALSA TEOLOGÍA




Reciente escrito de un Sacerdote misionero

Se nota en algunos miembros de la jerarquía de la Iglesia una corriente pragmatista, entendiendo por pragmatismo aquello que pone como criterio de verdad la eficacia y el valor que se estima traer de algo. El pragmatismo como tal fue un movimiento filosófico iniciado en los Estados Unidos hacia fines de 1800. Lo que se está viendo es justamente eso: no son los principios los que cuentan sino la eficacia en los resultados inmediatos y estos resultados, a su vez, están subordinados al sentir de la mayoría sobre cuestiones, en este caso, de moral e implícitamente de fe. Uno de los criterios que sostienen el pragmatismo es que no conviene ir contra la opinión de la mayor parte de la gente porque es una batalla inútil, sobre todo porque esa opinión es la mayor de las veces originada y siempre alentada por los grandes medios de comunicación. En lugar de ello, para llegar y conquistar la adhesión de los alejados de la Iglesia hay que dejar de lado los principios, no hablar –por ejemplo- de principios no negociables, y sí adaptar el lenguaje a lo que la gente quiere escuchar. Para lograrlo hay que valerse no de definiciones inequívocas e inapelables sino de expresiones ambiguas, de modo que la interpretación la dé el consumidor. De ese modo, siempre según esta corriente pragmatista, se evita el rechazo inicial de la mayoría que bloquea luego toda posibilidad de evangelización. Lo importante es que de alguna manera las personas se acerquen a la Iglesia y luego ya el Señor obrará en ellas. Esta, en líneas generales, sería una de las posturas de corte ingenuamente pragmatista. Ya de entrada saltan a la evidencia los puntos débiles como la desorientación que se provoca a los creyentes, la confusión que genera en fieles y sacerdotes, la ruptura de diques de contención moral, el daño a la ortodoxia de la fe, la desautorización de aquellos pastores que se mantengan en la sana doctrina.

Por otra parte, en este desolador panorama se unen pseudo criterios teológicos y así a la ortodoxia (que es la recta doctrina de la fe) se le suele acoplar, cuando no directamente oponer la llamada ortopraxis (o sea la práctica correcta de la fe). En todos los casos se esgrimen razones pastorales para justificar la oposición, que con apariencia teológica encierra una verdadera ideología. Ya no es la gracia la que convierte al hombre sino el hombre que transforma la realidad para su propio bien. Esa oposición es extraña a la verdad porque la recta doctrina y la correcta práctica deben estar mutuamente asociadas en tanto la fe se refleja en las obras y las obras que hacen a la salvación, las obras de amor, tienen como sustento la fe y como norma la Ley. En cambio, cuando se las opone, enfatizando, por ejemplo, en la ortopraxis imperativos sociales y políticos y despreciando por ello a la teología trascendental se desemboca en el ámbito de la ideología con una visión puesta sólo sobre el horizonte inmanente, de esta vida, en la que importan dar satisfacción a necesidades materiales, sociales y políticas excluyendo la dimensión trascendente que es la salvación de las almas y para la que el Hijo de Dios se hizo hombre y padeció y murió en la cruz.
Los que sostienen el primado de la acción es la acción correcta (en todo caso habría que evaluar su corrección en relación a los valores evangélicos) la que da lugar a nuevas reflexiones doctrinarias y de ese modo la doctrina no quedaría fija, inmutable, sino que estaría sujeta a adaptaciones de acuerdo al momento histórico que se vive. Queda claro que detrás de estos planteamientos se asoma la dialéctica materialista marxista. Claro está, toman algunos pasajes evangélicos como justificación teológica, entre ellos y en primer lugar el juicio escatológico que aparece en el Evangelio de san Mateo (“…tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; era forastero y me acogisteis…” (Cf Mt 25:31-46), pero se cuidan de mencionar otros pasajes como el tan exigente de la Ley del cap. 5 de san Mateo, donde el Señor no hace concesiones sea por “conveniencias pastorales” como por “nuevas realidades que llaman a la misericordia”.

Sugestivamente, sea en el aspecto ideológico como en el pragmatista desde esas corrientes nunca se oirán prédicas acerca de la necesidad de la salvación de las almas, de la obra redentora de nuestro Señor ni de su juicio al final de la vida terrena y de la historia.
Al quedar la verdad ofuscada y negada, las razones pastorales que se aducen carecen de fundamento y caen en el error. Entre tales razones pastorales la que ahora sobresale es el acceso a la comunión sacramental de los divorciados y vueltos a casar civilmente apelando a la misericordia.
En estos días está apareciendo un libro-entrevista[1] al Prefecto para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Müller, en la que, entre otras cosas, dice al respecto:
“Una simple ‘adaptación’ de la realidad del matrimonio a lo que espera el mundo no da ningún fruto, más bien resulta contraproducente; la Iglesia no puede responder a los desafíos del mundo actual con una adaptación pragmática. Oponiéndose a una fácil adaptación pragmática, estamos llamados a elegir la audacia profética del martirio. Con ella podremos dar testimonio del Evangelio de la santidad del matrimonio. Un profeta tibio, mediante una adecuación al espíritu de la época, buscaría la propia salvación no la salvación que sólo Dios puede dar”.

En la misma entrevista, a propósito de la alegada misericordia, dice el Cardenal:
“Si abrimos el Evangelio encontramos que también Jesús, en diálogo con los fariseos a propósito del divorcio, alude al binomio `divorcio` y `misericordia`(Cfr. Mt 19:3-12). Acusa a los fariseos de no ser misericordiosos, dado que según su engañosa interpretación de la Ley habían concluido que Moisés habría concedido un supuesto permiso de repudiar a sus mujeres. Jesús les recuerda que la misericordia de Dios existe como remedio a nuestra debilidad humana. Dios nos da su gracia para que podamos serle fieles.
Esta es la verdadera dimensión de la misericordia de Dios. Dios perdona también un pecado tan grave como el adulterio; sin embargo, no permite otro matrimonio que pondría en duda un matrimonio sacramentalmente ya existente, matrimonio que expresa la fidelidad de Dios. Apelar a una presunta misericordia absoluta de Dios equivale a un juego de palabras que no ayuda a aclarar los términos del problema. En realidad, me parece que sea ése un modo para no percibir la profundidad de la auténtica misericordia divina.
Asisto con un cierto asombro al empleo, de parte de algunos teólogos, del mismo razonamiento sobre la misericordia como pretexto para favorecer la admisión de los sacramentos a los divorciados vueltos a casar civilmente. La premisa de partida es que, siendo que Jesús mismo ha tomado partido por los que sufren, ofreciéndoles su amor misericordioso, la misericordia es la señal que caracteriza todo seguimiento auténtico. Esto es verdad en parte. Sin embargo, una referencia equivocada a la misericordia comporta el grave riesgo de banalizar la imagen de Dios, según la cual Dios no sería libre, sino que estaría obligado a perdonar. Dios no se cansa nunca de ofrecernos su misericordia, el problema es que nosotros nos cansamos de pedirla, reconociendo con humildad nuestro pecado, como ha recordado con insistencia el papa Francisco en el primer año y medio de su pontificado.
Los datos de la Escritura revelan que, además de la misericordia, también la santidad y la justicia pertenecen al misterio de Dios. Si ocultásemos estos atributos divinos y si banalizáramos la realidad del pecado, no tendría ningún sentido implorar la misericordia de Dios sobre las personas. Por ello, se comprende que Jesús, después de haber tratado a la mujer adúltera con gran misericordia, haya agregado como expresión de su amor: “Vete y desde ahora no peques más” (Jn 8:11). La misericordia de Dios no es una dispensa de las mandamientos de Dios y de las enseñanzas de la Iglesia. Es todo lo contrario: Dios, por infinita misericordia, nos concede la fuerza de la gracia para un cumplimiento pleno de sus mandamientos y así restablecer en nosotros, tras la caída, su imagen perfecta de Padre del Cielo”.

Como dice el Cardenal Müller, no se puede desvincular la misericordia de los otros atributos divinos sin que ésta pierda el verdadero significado. No se puede separarla de la verdad y de la justicia, ni postergar la verdad por una pretendida misericordia, que no lo es. El Señor ejerce misericordia pero exige también el arrepentimiento y el abandono del pecado. Al Evangelio hay que tomarlo íntegramente y no de acuerdo a conveniencias. El Señor perdona a la adúltera pero le dice “no peques más”. El Señor premia las obras de misericordia con la justificación (Cf Mt 25:31-46 arriba citado) pero se muestra exigente en el cumplimiento de la Ley (“Habéis oído que se dijo…pero yo os digo” (Cf Mt 5:17ss)). Cuando la verdad es oscurecida –aún por las mejores razones pastorales que se quieran esgrimir- no es que por eso brille la misericordia, la consecuencia es que todo será tiniebla.
Tanto el pragmatismo como las llamadas teologías de la ortopraxis y entre ellas la de la liberación, niegan el Magisterio milenario de la Iglesia que tiene como base las enseñanzas del Señor y la doctrina firme de los Apóstoles. Según esas corrientes no es el Magisterio quien enseña la verdad sino que es el mundo o la ideología quienes determinan qué está bien y qué está mal según sus propios y cambiantes criterios.

El pragmatismo es una actitud humana, natural y totalmente ajena a las enseñanzas del Señor. “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35). ¿En qué lugar de los Evangelios encontramos el pragmatismo, el acomodarse a una situación por alguna pretendida conveniencia? Alguien podría decir que fue la estrategia que Pablo utilizó en Atenas. Pero eso no es así porque si bien aprovechó una situación, la de la figura del dios ignoto del panteón, inmediatamente centró su discurso en el anuncio: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso vengo yo a anunciar” (Hch 17:23) y les habló de la necesidad de conversión y del juicio al mundo y de la resurrección. Sabemos cómo todo terminó. ¡Qué lejos entonces del pragmatismo! Cuando encontramos algo parecido es para ser reprochado. Tal el caso de Pedro, severamente regañado por Pablo cuando, por debilidad y temor a los judaizantes, finge hipócritamente no juntarse con los cristianos incircuncisos para no contaminarse (Cf Gal 2:11-14). Es de recordar que esto ocurre cuando Pedro ya había dejado de ser Simón y era la piedra fundamental puesta por Cristo para edificar su Iglesia. Ocurre también después que el Señor resucitado le había confirmado para pacer sus ovejas (Cf. Jn 1:42; Jn 21: 15-17), es decir cuando era ya el primer Papa de la historia de la Iglesia. Cuando Pablo ve que no “caminaban rectamente (se refiere a Pedro y a otros, entre ellos Bernabé que simulaban por temor a aquellos cristianos judaizantes) según la verdad del Evangelio” reprochó a Pedro su conducta (Cf. Gal 2:14).  Y ni qué hablar de los ejemplos que los evangelios nos ofrecen del Señor. Baste pensar al capítulo 6 del evangelio de san Juan, el discurso eucarístico, donde casi todos lo abandonan y las disputas con fariseos y saduceos.
No son las estrategias ni las conveniencias tácticas las que hacen eficaz el anuncio sino el Espíritu Santo como lo demuestra en forma inequívoca la vida de los santos de la Iglesia.

¿Dónde vemos razones de tipo ideológico? En los zelotas que buscan la liberación de Israel por las armas, sin duda alguna, pero también en ese pasaje del capítulo 12 del evangelio joánico donde Judas reprocha el gesto de María de ungir con el precioso perfume de nardos los pies de Jesús diciendo que bien se habría podido vender el valioso perfume para dar lo obtenido a los pobres (Cf Jn 12:3-8).
La ideología es el falseamiento de la teología, la retorsión de la verdad para fines y medios que no son salvíficos. Jesucristo vino a enseñar y obró algo totalmente distinto.

El pragmatismo es tortuoso, no es recto. Se adapta a las circunstancias no se rige por la verdad. Jesús no buscó la complacencia ni la utilizó como instrumento para conseguir adeptos sino que vino a proclamar la verdad, vino –como le dijo a Pilato- a dar testimonio de la verdad, un testimonio que lo llevó a la muerte de cruz.  A partir de entonces el mayor testimonio es el del mártir, el que muere, como su Señor, por la verdad. Y no en vano la palabra martyr, que significa testigo, se convierte en quien da testimonio con su sangre de Cristo, que es la Verdad. Pero, eso no lo entiende Pilato. Pilato es un pragmatista, un político. ¡Cuán actual se nos hace aquel diálogo! Dice el Señor: “Nací y vine al mundo para dar testimonio de la verdad. Quien sea de la verdad escucha mi voz”. Pilato responde con el desdén propio de quien no le interesa la verdad sino el éxito, el poder de este mundo, “¿Qué es la verdad?” (Jn 18:37).
El pragmatismo es el antitestimonio. Con tal de adaptarse porque conviene, porque no se está dispuesto a ir contracorriente defendiendo la verdad, a ésta la hace a un lado. El pragmatismo va de la mano con el relativismo de este tiempo en el que no hay ninguna verdad absoluta, son todas verdades subjetivas y por tanto no hay verdad ni importa ella. Uno y otro destruyen a la verdad. ¡Y pensar que el Señor en la Última Cena rogó al Padre por sus discípulos y por los que vendrían detrás de ellos, sobre todo por los obispos, pastores de su Iglesia, para que ellos fueran santificados en la verdad! (Cf Jn 17:19).
Es la verdad la que nos hace verdaderamente libres, es en la verdad que nos santificamos. Fuera de ella no hay posibilidad ni de liberación ni de santificación sino de condena, aquí y en la otra vida.

En la adaptación al momento histórico, lo que equivale a negar implícitamente la objetividad de la verdad de la fe y su valor absoluto, se termina relativizando e incluso provocando la inversión moral de mal por bien. “Ay de aquellos que llamen bien al mal y mal al bien, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas” (Is 5:20).
P. J.A.L.

sábado, 2 de agosto de 2014

Entrevista a Mons. Schneider: LA VERDADERA CRISIS DE LA IGLESIA ES EL ANTROPOCENTRISMO


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El Catholich Herald publicó  en su edición del pasado 30 de mayo de 2014 una entrevista con el Obispo Athanasius Schneider realizada por la periodista Sarah Atkinson. La entrevista publicada por el Catholic Herald no fue publicada en su integridad por problemas de espacio, pero reproducimos aquí el texto completo de la misma aprobado por el propio obispo y traducido por Adelante la Fe.

Entrevista con el  Obispo Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Astana, Kazajistán.

Mons Schneider: Por mi conocimiento y experiencia, la herida más profunda de la crisis actual de la Iglesia es la herida eucarística; los abusos del Santísimo Sacramento. Muchas personas están recibiendo la Sagrada Comunión en un estado objetivo de pecado mortal … Esto se está extendiendo en la Iglesia, especialmente en el mundo occidental. Hay gente que muy rara vez van a la Santa Comunión con una preparación suficiente. Algunas personas que acuden a la Santa Comunión viven en situaciones morales irregulares, que no se corresponden con el Evangelio. Parejas amancebadas, divorciados vueltos a casar, casados por lo civil, los cuales sin embargo van a recibir la Santa Comunión. Creo que esta es una situación muy, muy grave.
También está la cuestión de la recepción objetivamente irreverente de la Sagrada Comunión. La denominada nueva manera moderna de recibir la Sagrada Comunión directamente en la mano es muy grave, ya que expone a Cristo a una enorme banalidad, por no hablar del hecho grave de la pérdida de fragmentos eucarísticos. Nadie puede negar esto. Y los fragmentos de la hostia consagrada son aplastados por los pies. ¡Esto es horrible! ¡Nuestro Dios, pisoteado en nuestras iglesias! Nadie puede negarlo.
Y esto está sucediendo a gran escala. Para una persona con fe y amor a Dios es un fenómeno muy grave. No podemos seguir como si Jesús como Dios no existiera, como si sólo existiera el pan. Esta práctica moderna de la Comunión en la mano no tiene nada que ver con la práctica de la Iglesia antigua. La práctica moderna de la recepción de la Comunión en la mano contribuye gradualmente a la pérdida de la fe católica en la presencia real y de la transubstanciación. Un sacerdote y un obispo no pueden decir que esta práctica no está mal. Aquí está en juego lo más santo, lo más divino y concreto que hay en la tierra.

Pregunta: ¿No considera que usted está sólo defendiendo esto?
Mons Schneider: Estoy realmente triste sintiéndome como alguien gritando en el desierto. La crisis eucarística por el uso moderno de la Comunión en la mano es tan evidente. No es una exageración. Es hora de que los obispos eleven sus voces por Jesús Eucarístico, quien no tiene voz para defenderse. Esto es un ataque contra el Santo de los santos, un ataque a la fe eucarística.
Por supuesto que hay personas que reciben la Santa Comunión en la mano con mucha devoción y fe, pero son una minoría. La gran masa, sin embargo, están perdiendo la fe a través de esta forma tan banal de tomar la Santa Comunión como si fuera un alimento común, como una patata o un pastel. Tal manera de recibir la sagrada comunión aquí en la tierra no es sagrada, y destruye con el tiempo la profunda toma de conciencia y la fe católica en la presencia real y  la transubstanciación.

Pregunta: ¿está yendo la Iglesia en la dirección opuesta hacia la que usted va?
Mons Schneider: Parece que la mayor parte del clero y los obispos están contentos con este uso moderno de la Comunión en la mano y no se dan cuenta de los peligros reales relacionados con esta práctica. Para mí esto es increíble. ¿Cómo es posible esto, cuando Jesús está presente en cada partícula de la Hostia? Un sacerdote y un obispo deben decir: “Tengo que hacer algo, por lo menos para reducir gradualmente esto. Haré todo lo que pueda hacer”. Lamentablemente, sin embargo, son miembros del clero los que están haciendo propaganda del uso moderno de la Comunión en la mano y, a veces, prohíben recibir la Comunión en la boca y de rodillas. Incluso hay sacerdotes que discriminan a los que se arrodillan para recibir la Santa Comunión. Esto es muy, muy triste.
También hay un robo cada vez mayor de Hostias a causa de la distribución de la Comunión directamente en la mano. Hay una red, un negocio, del robo de Sagradas Hostias y esto se ve grandemente muy facilitado por la Comunión en la mano.
¿Por qué yo, como sacerdote y obispo, expongo a Nuestro Señor a tal peligro, a tal riesgo? Cuando estos obispos o sacerdotes [que aprueban de la Comunión en la mano] tienen algún objeto de valor nunca lo exponen a un gran peligro de que se pierde o sea robado. Protegen su casa, pero que no protegen a Jesús y permiten que sea robado fácilmente.

Pregunta: Respecto al cuestionario previo al sínodo de la familia, la gente está esperando grandes cambios.
Mons. Schneider: Hay en este asunto mucha propaganda de los medios de comunicación de masas. Tenemos que ser muy cuidadosos. Existen medios de comunicación  oficialmente anti-cristianos en todo el mundo. En casi todos los países las noticias tienen el mismo contenido, con la excepción quizás de los países africanos y asiáticos o en el Este de Europa. Sólo a través de Internet pueden expresarse tus propias ideas. Demos gracias a Dios que existe internet.
La idea de los cambios en el matrimonio y las leyes morales que se harían en el próximo sínodo de obispos en Roma, en su mayoría provienen de los medios de comunicación anti-cristianos. Y algunos del clero y  católicos están colaborando con ellos en la difusión de las expectativas del mundo anticristiano de cambiar la ley de Dios sobre el matrimonio y la sexualidad. Es un ataque por el mundo anti-cristiano y es muy trágico y triste que algunos clérigos estén colaborando con ellos. Para argumentar a favor de un cambio de la ley de Dios utilizan en una especie de sofisma con el concepto de misericordia. Pero en realidad esto no es misericordia, es crueldad.
No es misericordia, por ejemplo, si alguien tiene una enfermedad que lo dejemos en un estado miserable. Esto es crueldad. Yo no le daría, por ejemplo, azúcar a un diabético, sería cruel de mi parte. Me gustaría tratar de sacar a alguien de esta situación y darle otras comida. Tal vez a ellos no les guste, para empezar, pero será mejor para ellos. Aquellos clérigos que quieren admitir a los divorciados casados ​​de nuevo a la Santa Comunión operan con un falso concepto de la misericordia. Es comparable con un médico que da azúcar al paciente, aunque sabe que lo matará. El alma es más importante que el cuerpo.
Si los obispos admiten a los divorciados vueltos a casar a la Santa Comunión, estarían confirmándolos en sus errores a los ojos de Dios.  Los obispos cerrarán así la voz de sus conciencias, empujándolos aún más en la situación irregular en que viven sólo por el bien de esta vida temporal, olvidando que después de esta vida, sin embargo, vendrá el juicio de Dios.
Este tema será discutido en el sínodo. Esto está en la agenda. Pero espero que la mayoría de los obispos que todavía tienen mucho espíritu católico y fe rechacen la propuesta de referencia y no acepten esto.

Pregunta: ¿Cuál es la crisis que menciona?
Mons. Schneider:  Es una crisis más amplia que la recepción del Santísimo Sacramento. Creo que esta cuestión de la recepción de la Sagrada Comunión por los divorciados vueltos a casar va a explotar y mostrar la verdadera crisis en la Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia es el antropocentrismo, olvidando el cristocentrismo. De hecho, este es el mal más profundo, cuando el hombre o el clero están poniéndose a sí mismos en el centro cuando están celebrando la liturgia y cuando están cambiando la verdad revelada de Dios, por ejemplo, relativa al Sexto Mandamiento y la sexualidad humana.
La crisis se manifiesta también en la manera en que el Señor eucarístico es tratado. La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. Cuando el corazón está débil, todo el cuerpo es débil. Así que cuando la práctica en torno a la Eucaristía es débil, entonces el corazón y la vida de la Iglesia es débil. Y cuando las personas no tienen una visión más sobrenatural de Dios en la Eucaristía y  empieza la adoración del hombre, y luego también la doctrina cambiará según el deseo del hombre.
Esta crisis es cuando nos ponemos, incluidos los sacerdotes, en el centro y cuando Dios se pone en una esquina y esto está sucediendo también materialmente. El Santísimo Sacramento esta a veces en un sagrario lejos del centro, mientras que la silla del sacerdote está en el centro. Ya hemos estado en esta situación durante 40 o 50 años y existe el peligro real de que Dios y sus mandamientos y leyes se pongan en en el lado y el hombre por deseo natural en el centro. Hay conexión causal entre la Eucaristía y la crisis doctrinal.
Nuestro primer deber como seres humanos es adorar a Dios, no a nosotros, sino a Él. Por desgracia, la práctica litúrgica de los últimos 40 años ha sido muy antropocéntrica. La participación en la liturgia, en primer lugar, no se trata de hacer cosas, sino orar y adorar, amar a Dios con toda nuestra alma. Esta es la verdadera participación, estar unidos con Dios en tu alma. La participación exterior no es esencial.
La crisis es realmente esto: no hemos puesto a Cristo o Dios en el centro. Y Cristo es Dios encarnado. Nuestro problema hoy es que guardamos la encarnación. La hemos eclipsado. Si Dios permanece en mi mente sólo como una idea, esto es gnóstico. En otras religiones, por ejemplo, Judíos, musulmanes, Dios no se encarna. Para ellos, Dios está en el libro, pero Él no es concreto. Sólo en el cristianismo, y realmente en la Iglesia Católica, la encarnación es plenamente efectiva y tenemos que hacer hincapié de esto, por tanto, también en cada punto de la liturgia. Dios está aquí y realmente presente. Así que cada detalle tiene un significado.
Estamos viviendo en una sociedad no cristiana, en un nuevo paganismo. La tentación de hoy para el clero es adaptarse al nuevo mundo para el nuevo paganismo, ser colaboracionistas. Nos encontramos en una situación similar a la de los primeros siglos, cuando la mayoría de la sociedad era pagana y el cristianismo fue objeto de discriminación.

Pregunta: ¿Piensa usted que puede ver esto por su experiencia en la Unión Soviética?
Mons. Schneider: Sí, sé lo que es ser perseguido por dar testimonio de que eres cristiano. Somos una minoría. Estamos rodeados de un mundo pagano muy cruel. La tentación y el reto de hoy en día se pueden comparar con los primeros siglos. Se pidió a los cristianos aceptar el mundo pagano y mostrar esto quemando un grano de incienso frente a la estatua del emperador o de un ídolo pagano. Pero esto era idolatría y ningún buen cristiano ponía ningún grano de incienso allí. Preferían dar la vida, incluso niños y laicos fueron perseguidos y dieron sus vidas. Lamentablemente hubo en el primer siglo miembros del clero y hasta obispos que ponían granos de incienso en la estatua del emperador o de un ídolo pagano, e incluso que entregaron los libros de la Sagrada Escritura para ser quemados. Tales cristianos y clérigos colaboracionistas fueron llamados en aquellos tiempos “thurificati” o “traditores”.
Ahora, en nuestros días la persecución es más sofisticada. Católicos o miembros del clero no están pidiendo que pongamos un poco de incienso delante de un ídolo. Sería sólo material. Ahora, el mundo neo-pagano quiere que tomemos sus ideas, como la disolución del sexto mandamiento de Dios, con el pretexto de la misericordia. Si algunos clérigos y obispos comienzan a colaborar con el mundo pagano hoy en esta disolución del sexto mandamiento y en la revisión de la forma en que Dios creó al hombre y la mujer, entonces son traidores a la fe, que están participando en última instancia, en el sacrificio pagano.

Pregunta: ¿Se puede ver venir una división en la Iglesia?
Mons. Schneider: Desgraciadamente, desde hace algunas décadas algunos clérigos han aceptado estas ideas del mundo. Ahora, sin embargo ellos están siguiéndolas públicamente. Si esto continúa, creo, habrá una división interior de la Iglesia de los que son fieles a la fe de su bautismo y de la integridad de la fe católica. Habrá una división con los que están asumiendo el espíritu de este mundo y será una clara división, creo. ¿Puede uno imaginarse que los católicos que permanecen fieles a la verdad católica inmutable puedan, por un tiempo, ser perseguidos o discriminados, incluso en nombre de los que tiene el poder en las estructuras exteriores de la Iglesia? Pero las puertas del infierno, es decir, de la herejía, no prevalecerán contra la Iglesia y el Magisterio Supremo seguramente emitirá una declaración doctrinal inequívoca, rechazando cualquier tipo de colaboración con las ideas neo-paganas de cambiar, por ejemplo, el sexto mandamiento de Dios, el significado de la sexualidad y de la familia. Entonces algunos “liberales”, y muchos colaboradores con el espíritu de este mundo, muchos modernos “thurificati et traditores” saldrán de la Iglesia. Porque la verdad Divina sin resistencia trae la aclaración, nos hará libres, y se separará en medio de la Iglesia a los hijos de la luz divina y los hijos de la de la pseudo-luz de este mundo pagano y anticristiano. Puedo presumir que tal separación afectará a cada nivel de los católicos: laicos e incluso sin excluir el alto clero. Esos clérigos que aceptan hoy el espíritu del mundo pagano en la moral y la familia se declaran católicos e incluso fieles al Papa. Incluso declaran  extremistas los que son fieles a la fe católica o aquellos que promueven la gloria de Cristo en la liturgia.

Pregunta. ¿Que siente cuando declaran que usted es un extremista?
Mons. Schneider: No he sido declarado oficialmente como tal. Yo diría que estos clérigos no se encuentran en la mayoría, sino que han adquirido una gran influencia en la Iglesia. Se las arreglaron para ocupar algunos puestos clave en algunas oficinas de la Iglesia. Sin embargo, este no es el poder a los ojos de Dios. Verdaderamente poderosos son los más pequeños en la Iglesia, los que conservan la fe.
Estos pequeños de la Iglesia han sido abandonados y descuidados. Han mantenido la pureza de su fe y representan el verdadero poder de la iglesia a los ojos de Dios, y no los que están en la administración. Gracias a Dios, el número de estos pequeños está creciendo.
Hablé por ejemplo, con los jóvenes estudiantes en Oxford y estaba impresionado por estos estudiantes, estaba muy contento de ver la pureza de la fe y sus convicciones, y la mente católica clara. Estos ejemplos y grupos están creciendo en la Iglesia y esta es la obra del Espíritu Santo que renovará la Iglesia. Así que me siento confiado y esperanzado también respecto de esta crisis en la Iglesia. El Espíritu Santo va a ganar esta crisis con este pequeño ejército.
No estoy preocupado por el futuro. La Iglesia es la Iglesia de Cristo y Él es la cabeza real de la Iglesia, el Papa sólo es el Vicario de Cristo. El alma de la Iglesia es el Espíritu Santo y Él es poderoso. Sin embargo ahora estamos experimentando una profunda crisis en la Iglesia como ocurrió varias veces en dos mil años.
Mons. Schneider con los estudiantes de Oxford
Mons. Schneider con los estudiantes de Oxford
Pregunta. ¿Va a empeorar antes de mejorar?
Mons. Schneider: Tengo la impresión de que va a ser peor. En algún momento las cosas tienen que ir a las profundidades y luego se verá el colapso de este sistema antropocéntrico, de oficina, que está abusando del poder la administración eclesiástica, abusando de la liturgia, abusando de los conceptos de Dios, abusando de la fe y la piedad de los más pequeños en la Iglesia.
Entonces veremos el resurgir de una Iglesia renovada. Esto ya se está preparando. Entonces este edificio clerical liberal se colgará hacia abajo porque no tienen raíces ni frutos.

Pregunta. Algunas personas dicen que está preocupado por cosas sin importancia, ¿qué pasa con los pobres?
Mons. Schneider: Esto es erróneo. El primer mandamiento que Cristo nos dio fue a adorar sólo a Dios. La liturgia no es una reunión de amigos. Es nuestra primera tarea adorar y glorificar a Dios en la liturgia y también en nuestra manera de vivir. A partir de una verdadera adoración y el amor de Dios crece el amor por los pobres y al prójimo. Es una consecuencia. Los santos en dos mil años de la Iglesia, eran todos muy devotos y piadosos, y a la vez muy misericordiosos con los pobres y su cuidado.
En estos dos mandamientos están todos los demás. Pero el primer mandamiento es amar y adorar a Dios, y que se realiza de una manera suprema en la sagrada liturgia. Cuando usted está descuidando el primer mandamiento, entonces usted no está haciendo la voluntad de Dios, estás agradando a ti mismo. La felicidad es para cumplir la voluntad de Dios, no para cumplir con nuestra voluntad.

Pregunta. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se renueve a la Iglesia?
Mons. Schneider: Yo no soy un profeta. Sólo podemos suponer. Pero, si nos fijamos en la historia de la Iglesia, la crisis más profunda fue en el siglo IV, que era el arrianismo. Esta fue una tremenda crisis, todo el episcopado, casi todos, colaboraron ​​con la herejía. Sólo algunos obispos se mantuvieron fieles, se podían contar con los dedos de una mano. Esta crisis duró más o menos 60 años.
Veamos también la terrible crisis del llamado siglo oscuro, el siglo 10, cuando el papado fue ocupado por algunas familias romanas muy malas e inmorales. Ellos ocuparon la silla papal con sus hijos corruptos, y fue una crisis terrible.
El próximo período de daño ha sido el llamado exilio de Aviñón y fue muy perjudicial para la Iglesia, provocando el gran cisma occidental. Todas estas crisis duraron de 70 a 80 años y fueron muy dañinas para la Iglesia.
Ahora estamos, diría yo, en la cuarta gran crisis, en una tremenda confusión en la doctrina y la liturgia. Ya llevamos así 50 años. Tal vez Dios tenga misericordia de nosotros dentro de 20 o 30 años. Sin embargo, tenemos toda la belleza de las verdades divinas, del amor divino y la gracia en la Iglesia. Nadie puede quitarme esto, ningún sínodo, ningún obispo, ni siquiera un Papa puede quitar el tesoro y la belleza de la fe católica, de Jesús Eucaristía, de los sacramentos. La doctrina inmutable, los principios litúrgicos inmutables, la santidad de la vida constituye el verdadero poder de la Iglesia.

Pregunta. Nuestro tiempo es visto como una era mucho más liberal en la Iglesia.
Mons. Schneider: Tenemos que orar para que Dios guíe a su Iglesia en esta crisis y nos de apóstoles de la Iglesia valientes y santos. Necesitamos defensores de la verdad y defensores de Jesús Eucaristía. Cuando un obispo está defendiendo a las ovejas y defendiendo a Jesús en la Eucaristía,  este obispo está defendiendo a los más pequeños en la Iglesia, no a los poderosos.

Pregunta. Entonces, ¿no le importa ser impopular?
Mons. Schneider: Es muy insignificante ser popular o impopular. Para cada clérigo el primer interés es ser popular a los ojos de Dios y no a los ojos de hoy o de los poderosos. Jesús dijo una advertencia: ¡Ay de ustedes cuando la gente habla bien de usted!.
La popularidad es falsa. Jesús y los apóstoles rechazaron la popularidad. Los grandes santos de la Iglesia, por ejemplo, Santo Tomás Moro y John Fisher, rechazaron la popularidad y son grandes héroes. Y los que hoy están preocupados con la popularidad de los medios de comunicación y la opinión pública, no serán recordados en la historia. Ellos serán recordados como cobardes y no como héroes de la fe.

Pregunta. ¿Los medios tienen grandes expectativas de Papa Francisco.
Mons. Schneider: Gracias a Dios, el Papa Francisco no se ha expresado de esta manera que los medios de comunicación esperan de él. Él ha hablado hasta ahora, en sus homilías oficiales, muy hermosa doctrina católica. Espero que continuará enseñando de manera muy clara la doctrina católica.

Pregunta. ¿Que opina de compartir la Santa Comunión con los anglicanos y los demás?
Mons. Schneider: Esto no es posible. Hay diferentes religiones. La Sagrada Comunión no es un medio para lograr la unidad. Es el último paso, no el primer paso. Sería una profanación del Santísimo. Por supuesto, tenemos que ser uno. Sin embargo, tenemos diferencias en las creencias, algunas diferencias sustanciales. La Eucaristía es un signo de la unidad más profunda. Sería una mentira, sería contradictorio con la lógica compartir la Santa Comunión con los no católicos.
El ecumenismo es necesario para estar en contacto con nuestros hermanos separados, para amarlos. En medio del desafío del nuevo paganismo, podemos y tenemos que colaborar con no católicos serios defendiendo la verdad divina revelada y la ley natural creada por Dios.
Sería mejor no tener una estructura de este tipo cuando el Estado rige la vida de la Iglesia, tales como el nombramiento de los clérigos u obisposEsta práctica de una iglesia estatalsería perjudicial para la propia IglesiaEn Inglaterra, por ejemplo. el estado gobierna la Iglesiade Inglaterra. Tal influencia estatal puede corromper la iglesia espiritual y teológicamente, entonces es mejor no ser una Iglesia de Estado.

Pregunta. Y las mujeres en la Iglesia.
Mons. Schneider: Las mujeres son llamadas el sexo débil, dado que son físicamente más débiles, sin embargo, son espiritualmente fuertes y más valientes que los hombres. Es valiente para dar a luz. Por lo cual Dios le dio a la mujer un coraje que un hombre no tiene.
Por supuesto, ha habido muchos hombres valientes en las persecuciones. Sin embargo, Dios ama a elegir los más débiles para confundir a los poderosos. Por ejemplo, las mujeres Eucarística, del que ya os hablé en mi libro Dominus est, trabajaron en sus familias y ayudando a los sacerdotes perseguidos de una manera muy excepcional. Ellas nunca se hubieran atrevido a tocar a la sagrada Hostia con sus dedos. Ellas se niegan a leer incluso una lectura durante la misa Mi madre, por ejemplo, que todavía vive en Alemania, 82 años de edad, cuando fue por primera vez a Occidente, ella se sorprendió, escandalizado, ver a las mujeres en el presbiterio durante la Santa Misa El verdadero poder de la mujer cristiana y católica es el poder de ser el corazón de la familia, Iglesia doméstica, tener el privilegio de ser la primera que da el alimento para el cuerpo de su hijo y también para ser lal primera que da el alimento a las almas de los niños, la enseñanza de la primera oración y las primeras verdades de la fe católica. La profesión más prestigiosa y hermosa de una mujer es ser madre, y sobre todo ser una madre católica.

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