martes, 7 de febrero de 2017

OJOS PARA VER El Rinoceronte, de E. Ionesco: El pensamiento único y el relativismo, contra la belleza del orden natural. 7 febrero 2017.

OJOS PARA VER El Rinoceronte, de E. Ionesco: El pensamiento único y el relativismo, contra la belleza del orden natural. 7 febrero 2017.

 1.- EDITORIAL Ha sido una constante en la Historia Contemporánea presentar modelos de pensamiento y, en consecuencia de civilización, contrarios a la mirada cristiana sobre el ser humano y su configuración social y política, acorde con el Evangelio y con el orden natural presente en la Creación. Hoy, con carácter general, lo denominamos pensamiento único como si de un embudo se tratase por el que pretendemos introducir la rica y plural realidad social, para reducirla a uniformidad; aunque mejor comparación sería la de una trituradora de carne que introduce la diversidad y la convierte en la única realidad del picadillo. Las culturas, las naciones, las familias, los pueblos, las personas con su innumerable diversidad, etc. hay que reducirlo todo a lo mismo. Pero no crean que se pretende mezclar las carnes con las carnes, los pescados con los pescados. No, no. Porque ya no existen diferencias. Todo es lo mismo y además da igual, ya se sabe, lo que no mata engorda. Se mezclan los cereales, las legumbres, las verduras, los pescados, las carnes y la inmensa variedad de frutas. Como podéis imaginar, a lo más que pueden aspirar es a conseguir una variedad de harina de pescado-carne, con todo tipo de energías nutritivas y ensalmos curativos y saludables -dicen ellos-, y un segundo producto complementario, una especie de aceite de ricino, con tan elevadas propiedades curativas que, como el bálsamo de Fierabrás, su primer efecto es el vómito. Quien lo probó, lo sabe. La contrapartida de todo esto es que la diversidad de sabores, la rica variedad que nos ofrece la naturaleza, la espléndida diversidad ofrecida por el Creador para sustento de la humanidad y para estimular el ingenio y creatividad de los humanos -es asombrosa la historia de la cocina- desaparecería. Como dice nuestro refrán, nos darían gato 2 por liebre, o, si prefieren, harina en lugar de un bacalao al pilpil, pero eso ya sí es harina de otro costal. Esto es; exactamente esto es lo que está aconteciendo en el mundo de las ideas. Lo primero que se nos ofrece para confundir no solo a los ingenuos, sino incluso a los más preparados, es la indiferencia o, si prefieren con más precisión, el relativismo: Oiga, que todo es uno y lo mismo, qué más da, las ideas al fin y al cabo todas son opiniones. La verdad, ¿qué es la verdad? ¿Y Dios y la Revelación y la Encarnación y la Redención y la vida eterna y la Resurrección? Pamplinas, vaya usted a saber, de eso no se come y hay que vivir, ¿no? La consecuencia del relativismo no es la pluralidad, sino la imposición de una visión monista de la realidad y de la Historia. Para todos, aceite de ricino y harina de pescado. Miren la historia del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI y verán que no es hipótesis, sino la constatación de un hecho histórico. El relativismo es el avance propagandístico que deja inermes a los pueblos contra las tiranías de todo tipo y condición. Se llamen marxismos, fascismos, nazismos o, en nuestros días, las concepciones del ser humano que atentan contra el matrimonio y la propia configuración de nuestra especie y al final, como todo lo que va contra la naturaleza y el designio de su Creador, trae para la humanidad sangre, dolor y lágrimas. Este programa de OJOS PARA VER, lo vamos a dedicar a presentaros una obra de teatro que se dio a conocer en París en 1959: El rinoceronte, del dramaturgo rumano Eugenio Ionesco (1909- 1994). Una obra de denuncia contra todo tipo de totalitarismos. Pero el tiempo nos ha permitido descubrir que su verdadera denuncia va contra el proceso que lleva a gentes muy seguras de sí mismas, confortablemente instaladas en un cómodo vivir, a aceptar como lo más natural todo tipo de planteamientos y modos de vida por aberrantes que resulten para una persona de sentido común, cuanto más para un cristiano firme en su fe. Imagínense ustedes: ¿Verdad que nos parecería increíble que, en una población en la que apareciese de pronto recorriendo las calles un rinoceronte, no sólo nos acostumbrásemos a vivir con él, sino 3 que, al observar que, uno a uno, los vecinos se van transformando en rinocerontes, llegáramos a defender que, en el proceso de la evolución del ser humano, la plenitud se alcanza cuando éste se transforma en rinoceronte, como la cosa más natural y evidente? Este es el pensamiento único que atenta contra el designio de Dios sobre el matrimonio y el mismo ser humano. Y el que no lo acepte, y el que se resista, será un loco, un marginado, un excluido tras el juicio sumario de las nuevas Inquisiciones. Esta es la cuestión. Ser rinocerontes o ser hombres y mujeres según el designio de Dios, plasmado en la naturaleza de las cosas.

2.- EL DON DE LA BELLEZA Iniciamos esta sección -El don de la belleza- con una cita de Cervantes puesta en boca de nuestro sabio Don Quijote. Estamos en la segunda parte, en el capítulo 52. Se encuentra nuestro héroe en Barcelona y ha decidido darse un paseo por la ciudad. Le llama la atención una imprenta. Entra en ella y en una de las cajas de impresión ve con dolor que se está editando la segunda parte de Don Quijote, la falsa del autor de Tordesillas, la de Fernández de Avellaneda. Tras manifestar su enojo nos dice una de las sentencias que más luz nos dan para discernir cuándo una obra de ficción, por lo tanto no histórica, posee el atributo de la belleza. Dice Don Quijote: “-Ya yo tengo noticia deste libro y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos, por impertinente; pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco,” Pero añade luminosamente: “que las historias fingidas tanto 4 tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza de ella, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.” Esta es la clave: fingidas o verdaderas, tanto tienen de buenas o deleitables cuanto se llegan a la verdad. Porque es la verdad el sustento o fundamento que luego el arte sabrá darle esplendor. Eugenio Ionesco ha sido testigo de su tiempo. Ha visto cómo las gentes terminan por admitir como buenas las aberraciones más grandes por crueles que sean. ¿Puede uno convertirse en rinoceronte? Se pregunta como si fuera un cuento. En 1959 Eugenio Ionesco publica en París su más universal obra teatral, El rinoceronte. La crueldad que como jinete del Apocalipsis se había enseñoreado por todo el escenario de la Segunda Guerra Mundial seguía derrochando su barbarie en mil rincones del mundo. Se oía el grito de la Humanidad ante el horror de los campos de exterminio nazis pero se silenciaban los gritos que nos llegaban de los archipiélagos GULAG del mundo comunista. ¿Puede el ser humano llegar a acostumbrarse a las realidades más atroces, a los crímenes más abyectos, a los desórdenes morales más inconfesables? ¿Puede uno llegar a ser cómplice, peor aún, a sentirse solidario con el mal? Ionesco no lo duda. Sabe que es heroico ir contracorriente y no dejarse arrastrar por la fuerza de las modas y de las opiniones de ocasión. Los acontecimientos por escabrosos que sean, detienen por un momento la atención pero luego cada cual reanuda su paseo, va a sus negocios como si no sucediese nada. 5 Ahí estaban las locuras nazis o los archipiélagos gulag o, casi como en profecía, lo que diez años más tarde sucedería en 1968 en Checoslovaquia con el sarcástico nombre de Primavera de Praga. Ahí están el aborto, la eutanasia, o la degradación del matrimonio. Y ante nosotros la puesta en duda de la naturaleza del matrimonio y del mismo ser humano, creados hombre y mujer, y que ya no leemos, ni oímos solo, sino que estamos viendo en nuestra vecindad. Si no estamos ojo avizor hasta nosotros presentaremos a nuestro cónyuge como mi pareja y no como esposa o esposo, marido o mujer. Con la mayor naturalidad me lo contaba una abuela, una abuela, de su nieto, convertida en “nieta” a la friolera edad de cinco años. Ionesco no denuncia en directo; nos sube al escenario una fábula, que nos advierte de la fragilidad de la condición humana para venir a asumir, defender y acomodarse a cualquier estilo de vida o a cualquier concepción de la sociedad por contraria que sea a la experiencia, a la cultura y a la misma razón, porque es lo que se lleva y porque resulta muy peligroso y hasta locura ir contracorriente.



Es curioso que el autor no centra su crítica en el hecho de que pueda convertirse un hombre o una mujer en un rinoceronte, sino en el proceso mental que lleva a las personas a aplaudir tan peligrosas ideologías o incluso a experimentar en sus propias carnes las ideologías más disparatadas. Es propio de sociedades que han perdido el norte, que ya nadie sabe en qué consiste ser humano, y mucho menos persona. No 6 saber ni de dónde venimos ni a dónde vamos. Son obras que se convierten en clásicas en tiempos de incertidumbre y desconcierto. Cuando estas sociedades se hayan superado, parecerán relatos imposibles, literatura de absoluta ficción. Hoy por desgracia llaman a nuestra conciencia, con la fuerza de la catarsis purificativa. Ojala la leyésemos desde estas claves. Nos haría su lectura un bien inmenso.

3.- APRENDER A MIRAR La literatura es un mirador privilegiado que nos puede ayudar a comprendernos y a entender las claves de nuestro tiempo. Repetimos como leitmotiv de nuestro programa “Aprender a mirar para aprender a vivir”. Esta es la finalidad del arte. En una pequeña comunidad donde vive Berenguer, un joven sin más bagaje cultural que el sentido común y sin otro apoyo que su independencia personal, están apareciendo, como la cosa más natural del mundo, rinocerontes, porque sus ciudadanos han comenzado a transformarse en ellos. ¿No es evidente que lo humano es superior al mundo animal? Así nos lo parecería en un principio. Pues bien, la obra nos va a desvelar cómo uno tras otro, compañeros, amigos, y hasta la mujer que ama se van pasando no sólo a la opinión contraria, sino a la transformación en animales por monstruosa y absurda que parezca. Cada cual encontrará sus motivos: “Hay que ir con el tiempo” alegarán unos. Daisy, su amada, acusará a Berenguer de pretencioso por creerse en posesión de la razón y le rebatirá describiéndole la 7 impresión que le causan los hombres-rinocerontes: “Esas son las gentes. Parece que están alegres. Se sienten a gusto dentro de su piel. No tienen aspecto de locos. Son muy naturales. Han tenido sus razones”. Por más promesas que Daisy pronuncie de permanecer a su lado, el proceso de sus convicciones le va alejando de Berenguer. Lo que para una es cantar o danzar, para el otro será barritar y movimiento innoble. La palabra no será vínculo de comunicación ni el sentimiento del amor se percibirá del mismo modo. El colmo llegará cuando Daisy le confiese que los nuevos hombres se han convertido en dioses. Berenguer reconocerá que está completamente solo pero proclamará como victoria moral: “Sigo siendo lo que soy. Soy un ser humano”. El argumento da pie para aplicarlo alegóricamente a todo tipo de situaciones políticas o históricas. Sin embargo no hace falta acudir a lo lejano. El rinoceronte goza por desgracia de una actualidad sobrecogedora entre nosotros. Es cuestión de aprender a mirar.

4.- RINCÓN PARA LA PINTURA La sección que nos toca presentar ahora es “Rincón para la pintura”… Pero esta vez los pigmentos, el lienzo y los pinceles van a ceder el paso a otra forma de pintura. Si es verdad que una imagen puede representar mil palabras, también lo es que las palabra pueden dibujarnos imágenes de la más pasmosa plasticidad. 8 En efecto, hoy la pintura se nos va a reducir a palabra. Podríamos recordar cuadros magistrales en los que el ser humano se nos convierte en un cuerpo sin alma, en un ser vacío, sin interioridad o transformado en su obsesión dominante. Por ejemplo, René Magritte nos ofrece una variedad muy representativa, como la dama tan preocupada por su atuendo y hermosura, tan exquisita, que al fin su rostro, -la cara es el espejo del alma, el signo de su identidad- se ha transformado en una hortensia. O el caballero impoluto al que su rostro se le ha convertido en una manzana, supongo que por sus obsesiones. La pintura la vamos a contemplar esta vez en un diálogo entre el protagonista el joven Berenguer y su amigo Juan, muy racional, muy culto y hasta en apariencia buen amigo, que desde sus altos estudios universitarios no sabe encontrar razones o, peor aún, nos dará las claves para comprender lo que en raíz nos está ocurriendo: Hemos perdido la noción de conciencia, hemos pervertido el orden moral. En consecuencia todo es posible. Quizás hasta no sabemos explicar nuestro rechazo, como dice el protagonista Berenguer: Es difícil decir por qué. Se comprende. Escuchemos el debate entre los dos jóvenes: Berenguer, el bohemio con sentido común; y Juan, su amigo, el formal, cumplidor y al loro de los tiempos “Berenguer: ¿Qué dices, querido amigo? Cómo puedes pensar... 9 Juan: Todo te parece mal. ¡Porque les da placer coinvertirse en rinoceronte, porque les da placer! No hay nada extraordinario en eso. Berenguer: Evidentemente no hay nada extraordinario en eso. Sin embargo, dudo de que les dé tanto placer. Juan: ¿Y por qué? Berenguer: Es difícil decir por qué. Se comprende. Juan: ¡Te digo que no es tan malo! Después de todo, los rinocerontes son criaturas igual que nosotros, que tienen tanto derecho a la vida como nosotros. Berenguer: A condición de que no destruyan la nuestra. ¿Te das cuenta de la diferencia de mentalidad? Juan (yendo y viniendo por la pieza, entrando y saliendo del baño): ¿Piensas que la nuestra es preferible? Berenguer: De todos modos, nosotros tenemos nuestra propia moral que juzgo incompatible con la de los animales. Juan: ¡La moral! Hablemos de la moral. ¡Estoy harto de la moral! Qué linda es la moral. Hay que ir más allá de la moral. Berenguer: ¿Qué pondrías en su lugar? Juan (siempre yendo y viniendo): ¡La naturaleza! Berenguer: ¿La naturaleza? Juan (siempre yendo y viniendo): La naturaleza tiene sus leyes. La moral es antinatural. Berenguer: ¡Si te comprendo bien, quieres reemplazar la ley moral por la ley de la selva! Juan: En ella viviré, en ella viviré. Berenguer: Eso se dice. Pero en el fondo, nadie... Juan (interrumpiéndolo y yendo y viniendo): Hay que reconstruir los fundamentos de nuestra vida. Hay que volver a la integridad primordial. Berenguer: No estoy para nada de acuerdo contigo. Juan (resoplando ruidosamente): Quiero respirar. Berenguer: Reflexiona, veamos, tú te das perfecta cuenta de que tenemos una filosofía que esos animales no tienen, un sistema de valores irreemplazable. ¡Siglos de civilización humana lo construyeron!... 10 Juan (siempre en el cuarto de baño): Derribemos todo eso, nos irá mucho mejor. ………… Berenguer: Te conozco demasiado bien como para creer que ése es tu pensamiento profundo. Porque, lo sabes tan bien como yo, el hombre... Juan (interrumpiéndolo): El hombre... ¡No pronuncies más esa palabra! Berenguer: Quiero decir el ser humano, el humanismo... Juan: ¡El humanismo está perdido! Eres un viejo sentimental ridículo. (Entra en el baño). Berenguer: En fin, de todos modos, el espíritu... Juan (en el baño): ¡Clisés! Me dices puras tonterías. Berenguer: ¡Tonterías! Moral, conciencia, valores, espíritu, el ser del hombre, humanidad, humanismo, todo hay que cambiarlo por el motivo alegado por Juan: “¿Por qué no ser un rinoceronte? Me encantan los cambios.”

 5.- MOMENTO PARA LA POESÍA 11 A modo de contrapunto vamos a escuchar un romance de la poetisa cubana Dulce Mª Loynaz, poeta católica donde las haya, reconocida y admirada como una de las cumbres del siglo XX. Se titula Tierra cansada y expresa ese sentimiento, tan de nuestros tiempos de que las cosas se van alejando de lo que debían ser, como si la tierra se fuera cansando y se hubiera alejado de su alegría juvenil. Dulce Mª tiene la impresión de que ya nada es como antes: ni las cañas dan tan dulce el azúcar, ni las frutas alcanzan su sazón, ni las rosas el aroma que tuvieron. Y hasta las mariposas tienen que volar todo el día para sacar un poquito de miel. Su sentimiento de melancolía le lleva a exclamar:” ¡Me duele el alma de sola!... Y en el último verso nos dice, más que por ella, por lo que percibe en su entorno: El corazón quiere sombra... Pero Dulce Mª sabe que su consuelo y esperanza lo encuentra en La Virgen que se quedó arriba toda cubierta de rosas...Rosa más linda que todas!... Sabe que esa es su esperanza, que nuestro destino es el cielo, estar junto a la Virgen, aunque, como sentir universal, tan humano, le manifieste a la Señora nuestra que sí, pero que tan pronto no: “¡No me esperes si me esperas, / Rosa más linda que todas!...” TIERRA CANSADA (Romance pequeño) La tierra se va cansando, la rosa no huele a rosa. La tierra se va cansando de entibiar semillas rotas, 12 y el cansancio de la tierra sube en la flor que deshoja el viento... Y allí, en el viento se queda... La mariposa volará toda una tarde para reunir una gota de miel... Ya no son las frutas tan dulces como eran otras... Las cañas enjutas hacen azúcar flojo... Y la poca uva, vino que no alegra... La rosa no huele a rosa. La tierra se va cansando de la raíz a las hojas, la tierra se va cansando. (Rosa, rosita de aromas..., la de la Virgen de Mayo, la de mi blanca corona... ¿Que viento la deshojo?) ¡Me duele el alma de sola!... (La Virgen se quedó arriba toda cubierta de rosas...) ¡No me esperes si me esperas, Rosa más linda que todas!... La tierra se va cansando... El corazón quiere sombra...

 6.- LOS CAMINOS DEL ARTE: EL ARTE TEATRAL 13 Si solo se tratase de un juego de palabras podríamos exclamar: “¡hay que ver qué imaginación le echan algunos a la vida!”, pero sobre las tablas de este escenario ficticio, entre decorados y tramoyas o enredos ingeniosos para dar verosimilitud a la ficción, se alza el ser humano desconcertado, en soledad, dubitativo, perplejo, al borde de la desesperación. Es muy duro ir contracorriente, es realmente heroico permanecer fiel a la verdad que ha configurado tu vida y ha dado sentido a tu vivir, cuando el ambiente en el que vives te descalifica con cualquier exabrupto y ni los tuyos te comprenden. ¿Qué has de hacer, irte al hilo de la gente pues que por ser leal te tratan mal? O nos encontramos en una encrucijada en que tu obstinada fidelidad, contra viento y marea, salva al ser humano, sirves en verdad al ser humano, y conservas a flote una tabla de salvación en la que podrá agarrarse la Humanidad entera. De entre todos los habitantes de esa pequeña ciudad sin nombre, porque puede ser cualquiera, solo queda Berenguer, el menos modélico de todos sus habitantes, sin grandes estudios, sin costumbres mesuradas, sin darse al trabajo de administrativo con ejemplaridad, en nada prototipo de ciudadano, sin embargo es el único que conserva con total lucidez el sentido común que los demás han perdido; tiene la certeza de que en la cumbre de los tres reinos de la Creación el hombre está por encima del reino animal, vegetal y mineral. Sabe que ser hombre es más que ser rinoceronte. 14 Os ofrecemos la última escena. Berenguer se ha quedado solo. Acaba de abandonarle Daisy, su prometida. El momento es de una enorme tensión dramática. Para entender su lección universal es necesario que nos identifiquemos con el personaje. También cada uno de nosotros nos encontramos en el dilema de permanecer fieles a lo que hemos recibido como don de lo alto, o dejarnos llevar por la corriente que arrastra a los demás. Berenguer creía que si su novia permanecía a su lado, podrían afrontar cualquier adversidad, incluso la de regenerar la humanidad con sus futuros hijos. Pero Daisy lo ha abandonado. No coinciden ya en el criterio sobre los rinocerontes y mientras abandona la habitación y baja por la escaleras Daisy le dice: Ya no es posible la vida en común. "No es amable, verdaderamente, no es amable" Y sin dar más explicaciones se marcha para ser un rinoceronte más. Berenguer en un monólogo dramático nos presenta su vacilación interior y al final su decisión heroica: (Intervienen Berenguer y un narrador) Berenguer.- Ahora estoy totalmente solo. Narrador.- (Va a cerrar la puerta con llave, cuidadosamente, pero con rabia. También cierra cuidadosamente las ventanas). B.-No podrán contra mí. N.-(Se dirige a todas las cabezas de rinoceronte). B.-No los seguiré, no los comprendo. Sigo siendo lo que soy. Soy un ser humano. Un ser humano. La situación es absolutamente insostenible. Es culpa mía que ella se haya ido. Yo era todo para ella. ¿Qué va a ser de ella? Otra persona más sobre mi conciencia. Imagino lo peor, lo peor es posible. ¡Pobre niña abandonada en este universo de monstruos! Nadie puede ayudarme a encontrarla, nadie, porque no hay nadie más. N.-(Nuevos berridos, corridas locas, nubes de polvo). B.-No quiero oírlos. Voy a ponerme algodón en los oídos. N.-(Se pone algodón en los oídos y se habla a sí mismo en el espejo). B.-No hay otra solución que convencerlos, ¿convencerlos de qué? ¿Y son reversibles las mutaciones? Eh, ¿son reversibles? Sería un trabajo de Hércules, por encima de mis fuerzas. Primero, para convencerlos hay que hablarles. Para hablarles hay que aprender su lengua. ¿O que ellos aprendan la mía? ¿Pero qué lengua hablo? 15 ¿Cuál es mi lengua? ¿Es castellano esto? Tiene que ser castellano. ¿Pero qué es el castellano? Se le puede llamar castellano, si se quiere, nadie puede oponerse, soy el único que lo habla. ¿Qué digo? ¿Acaso me comprendo, acaso me comprendo? ¿Y si, como dijo Daisy, fueran ellos los que tienen razón? N.-(Vuelve hacia el espejo). B.-¡El hombre no es feo, el hombre no es feo! ¡Qué cosa más rara! ¿A qué me parezco ahora? ¿A qué? N.-(Se precipita hacia un armario del que saca fotos; las mira). B.-¡Fotos! ¿Quiénes son esas personas? ¿El señor Papillon, o más bien Daisy? Y ése, ¿es Botard o Dudard, o Juan?, ¿o tal vez yo? N.-(Se precipita de nuevo hacia el armario de dónde saca dos o tres cuadros). B.-Sí, me reconozco, ¡soy yo, soy yo! N.-(Va a colgar los cuadros sobre la pared del fondo, al lado de las cabezas de rinocerontes). B.-Soy yo, soy yo. N.-(Cuando cuelga los cuadros, se ve que representan a un viejo, una mujer gorda, otro hombre. La fealdad de estos retratos contrasta con las cabezas de rinocerontes que se han vuelto muy hermosas. Berenguer se aparta para contemplar los cuadros). B.-No soy hermoso, no soy hermoso. N.-(Descuelga los cuadros, los tira al suelo con furia, va hacia el espejo). B.- Ellos son los hermosos. ¡Me equivoqué! ¡Oh! Cuánto quisiera ser como ellos. No tengo cuerno, ¡ay! Qué fea es una frente lisa. Me harían falta uno o dos para destacar mis rasgos hundidos. Tal vez me salga uno y no sentiré más vergüenza, podré ir a reunirme con todos ellos. ¡Pero no me sale! N.-(Se mira las palmas de las manos). B.- Tengo las manos húmedas. ¿Se volverán rugosas? N.-(Se suelta la chaqueta, se abre la camisa, contempla su pecho en el espejo). B.-Tengo la piel fofa. ¡Ah, este cuerpo demasiado blanco y peludo! ¡Cuánto quisiera tener una piel dura y ese magnífico color verde oscuro, una desnudez decente, sin pelos, como la de ellos! N.-(Escucha los berridos). 16 B.-Sus cantos tienen atractivo, un poco áspero, pero un atractivo indudable. Si pudiera hacer como ellos… N.-(Intenta imitarlos). B.- ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Brrr! ¡No, no es así! ¡Intentemos de nuevo... más fuerte! ¡Ahh, ahh, brrr! No, no, no es así, ¡qué débil es, cuánto vigor le falta! No consigo barritar. Solamente aúllo. ¡Ahh, ahh, brrr! Los aullidos no son berridos. Cuántos remordimientos tengo, debería haberlos seguido a tiempo. ¡Ahora es demasiado tarde! ¡Ay, soy un monstruo, soy un monstruo! ¡Ay, jamás me convertiré en rinoceronte, jamás, jamás! Ya no puedo cambiar. Quisiera, lo quisiera tanto, pero no puedo. Ya no me puedo ver. ¡Me da demasiada vergüenza! ¡Qué feo que soy! ¡Pobre del que quiere conservar su originalidad! ¡Y bueno, tanto peor! ¡Me defenderé contra todo el mundo! ¡Mi carabina, mi carabina! N.-(Se pone frente a la pared del fondo donde están fijadas las cabezas de rinoceronte mientras grita). B.-¡Me defenderé contra todo el mundo! ¡Soy el último hombre, seguiré siéndolo hasta el fin! ¡No capitulo! TELÓN

7.- EL PRINCIPITO En los programas de este año 2017 dedicaremos la última sección de nuestro programa a leer y comentar El principito, de Antoine de Saint Exupèry. Se trata de un auténtico clásico del siglo XX que encierra lecciones de gran valor acerca de la vida y su sentido, y páginas de una belleza singular. En la dedicatoria y en el primer capítulo, que ya hemos tenido ocasión de comentar, hemos hablado del valor simbólico que se da en este libro a los niños y a las personas mayores, que representan sendos modos de mirar y de entender la vida. El narrador confiesa que las personas mayores –esas que dan tanta importancia a las apariencias- le instaron a que fuera como todo el mundo y que se dedicara a estudiar y a realizar actividades útiles y prácticas, nada de cosas raras como el dibujo. 17 Por eso se dedicó a la profesión de aviador, y aceptó vivir entre tanta gente hablando de lo habla todo el mundo, y diciendo lo que todo el mundo dice, y pensando como todo el mundo piensa. Pero el resultado no fue, por desgracia, una vida feliz, de convivencia social grata y de rica comunicación con quienes ha vivido durante años. He aquí su confesión, terrible: “Viví así, solo, nadie con quien poder hablar verdaderamente”. Soledad, incomunicación, una vida intrascendente y superficial. Y no sólo eso, el aviador vivía entregado a su trabajo, su trabajo se había convertido en al fin y el fundamento de su vida…, hasta que, de pronto… …“hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días. La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano.” No nos engañemos. No se habla aquí de un aviador caído en medio del Sáhara. Estamos ante un hombre –tal vez tú yo, amigo o amiga oyente- al que su trabajo, su único asidero, ha terminado también por fallarle. Un despido, un fracaso, una operación ruinosa, una deslealtad… “Algo se había roto en mi motor”. Nuestro hombre se encuentra vacío, tirado, solo, desorientado y en plena frustración, “a mil millas de todo lugar habitado”. En pleno desierto y verdaderamente solo aunque pueda estar físicamente rodeado de gente. Y de súbito… Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía: — ¡Por favor... píntame un cordero! —¿Eh? —¡Píntame un cordero! Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía 18 la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas. Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Una de las cosas curiosas del libro es que a los encuentros humanos que en él se producen les acompaña la salida del sol, como iremos viendo. Y del mismo modo, en los momentos de agonía, desencuentro o desesperación, se lee siempre: “cayó la noche”. En este caso, la narración nos dice que el principito apareció ante el aviador justamente “al amanecer”. Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar. —¡No importa —me respondió—, píntame un cordero! Como nunca había dibujado un cordero, rehíce para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito: — ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La 19 serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero. Abrumado por la perplejidad y deseoso de comenzar a arreglar el motor, nuestro piloto dibuja una y otra vez corderos que por su aspecto exterior no complacen a su pequeño interlocutor. Harto, así pues, dibuja una caja con tres agujeros y exclama: —Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó: —¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba para este cordero? —¿Por qué? —Porque en mi tierra es todo tan pequeño Se inclinó hacia el dibujo y exclamó: —¡Bueno, no tan pequeño ! Está dormido Y así fue como conocí al principito. Es curioso pero, en medio de la soledad y desesperación de piloto, el principito ha roto su ensimismamiento y le ha sacado del sentimiento de desesperación, obligándole -convertido en pintor improvisado- a salir de sí mismo, de su problema y de su angustia, y a preocuparse por complacer la necesidad de otra persona, de modo exigente incluso, aportando no lo que uno quiere sino lo que el otro necesita; sin dar importancia a la apariencia, para centrarse en algo más profundo e íntimo, invisible tal vez a los ojos.