sábado, 20 de noviembre de 2010

DIVERSIDAD EN LA GLORIA RECIBIDA

¿Hay muchos cielos? Sí, hay diferen-
tes cielos o estados beatíficos. ¿Y moradas? Hay muchas moradas,
tantas y tan distintas entre sí como lo son las almas

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “En
la casa de mi Padre hay muchas moradas,
si no, os lo habría dicho; porque voy a
preparaos un lugar, volveré y os tomaré
conmigo para que donde Yo esté, estéis
también vosotros” (Jn 14, 2-3).
El cielo , la gloria, la casa del Padre, la Nueva Jeru-
salén, el Paraíso, ¡Cuántos nombres para definir la
eterna dicha, la plenitud de Dios! Jesús fue llevado al cielo y
Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo (2 Cor 12,
2). ¿Hay muchos cielos? Sí, hay diferentes cielos o
estados beatíficos. ¿Y moradas? Hay muchas mora-
das, tantas y tan distintas entre sí como lo son las almas.
Todo esto es muy difícil de explicar.
Por tanto, os advierto que sería bueno no
olvidar cuanto he ido enseñando referente
a ahondar en el espíritu y dejar en segundo
plano la letra, no fijando demasiado la
atención en números concretos ni en fechas
determinadas, que muchas veces son más
simbólicas que representativas de una
auténtica realidad.
Mis palabras son como leves pinceladas
que sólo pueden servir para esbozar un
cuadro del cielo y para acercarnos un po-
quito a él; pero este magnífico lienzo sólo
quedará al descubierto y mostrará toda su
perfección y belleza cuando el alma esté en
presencia de Dios.
El cielo es indescriptible y, aunque me
afanara para hacer llegar a ti tanta belleza
y hermosura, mi intento sería inútil, pues
“ni ojo vio ni oído oyó” (1 Cor 2, 9), por-
que es inmensa la dicha que espera a los
bienaventurados.

ATAQUE A LA SANTA MISA Y A LA EUCARISTÍA

La Santa Misa y la Eucaristía, tenían que
ser objeto del Masterplan. Para conseguir
esto tan esencial, el Masterplan propone
muchas ideas.
La Eucaristía es lo central en el catolicismo,
dice el Masterplan, porque es, ¡nada menos!
que el mismo Cristo Dios hecho Pan, para
hacer a los hombres amor. La Misa es ¡nada
menos! que la exacta renovación incruenta
del Sacrificio de la Cruz.
No se pueden quitar de una vez, porque
ningún católico lo aceptaría. Pero propone
un plan de ataque que es sutilmente diabóli-
co.