sábado, 15 de agosto de 2020

MI Pueblo perece por su ignorancia

 
Dice Jesús:
«Temen la muerte quienes no conocen el amor y no tienen la conciencia tranquila. ¡Y son
la mayoría! Éstos, cuando por enfermedad o por edad o por cualquier otro hecho, se sienten
amenazados  por  la  muerte,  temen,  se  afligen,  se  rebelan.  Intentan  también,  con  todas  las  
fuerzas  y  medios,  huir  de  ella Inútilmente,  porque  cuando  la  hora  está  señalada  ninguna  
precaución sirve para hacer retroceder a la muerte.
La hora de la muerte siempre es justa porque es dada por Dios. Sólo Yo soy el Dueño de
la vida y de la muerte y si bien no son míos ciertos medios de muerte, usados por el hombre
por incitación demoníaca, siempre son mías las sentencias de muerte, dadas para quitar a un
alma de demasiado tormento terreno o para impedir mayores culpas de aquella alma.
Ahora observa: el don de la vida, de una larga vida, ¿por qué puede ser dado por Mí? Por
dos motivos.
El primero: porque la criaturaque goza de él es un espíritu iluminado que tiene misión de
faro  para  otros  espíritus  aún  envueltos  en  las  nieblas  de  la  materialidad.  Muchos  de  mis  
santos han llegado a la ancianidad precisamente por esto. Y sólo Yo sé cómo anhelaban en
cambio venir a Mí. Segundo: doy larga vida para proveer el medio,
 todos los medios, a una criatura informe para  formarse.  Estudios,  amistades,  encuentros  s
antos,  dolores,  alegrías,  lecturas,  castigos  de guerras o de enfermedades, todo viene dado por Mí

para tratar de que un alma crezca en mi  Edad  que  no  es  como  la  vuestra.  Porque  Yo  quiero  decir  

que  crecer  en  mi  Edad  quiere  decir crecer en mi Sabiduría, y se puede ser adultos en mi Edad

teniendo la edad de niños en la vuestra, o viceversa ser niños en mi Edad teniendo cien años en la

vuestra. Yo no miro la  edad  de  vuestra  carne  que  muere:  miro  vuestro  
espíritu,  ¡y  quisiera  que  fuerais  espíritus  que saben caminar, hablar, actuar seguros, y no

balbucientes, tambaleantes e incapaces de hacer como niños!
Esto explica el por qué Yo diga mi "Basta" muy rápidamente para criaturas que encuentro
adultas en la Fe, en la Caridad, en la Vida. Un padre desea siempre reunirse con sus hijos y
¡con  cuánta  alegría,  terminada  la  educación  o  el  servicio  militar,  les  estrecha  contra  su  
corazón!  ¿Hará  de  otro  modo  el  buen  Padre  que  tenéis  en  los  cielos?  No.  Cuando  ve  que  
una criatura es adulta en el espíritu, arde por el deseo de tomarla consigo y si, por piedad del
pueblo, deja algunas veces a sus siervos sobre la tierra a fin de que sean imán y brújula para
los demás, otras no resiste y se da la alegría de poner una nueva estrella en el Cielo con el
alma de un santo. Son dos atracciones y dos aspiraciones que vienen de un agente único:
el Amor. El alma, aquí  donde  tú  estás,  atrae  a  sí  a  Dios,  y  Dios  desciende  a  encont
rar  sus  delicias  junto  a  la  criatura amante que vive de Él. El alma aspira a subir para estar

eternamente y sin velos con su Dios. Dios, desde el centro de su ardor, atrae a Sí al alma así como el sol

atrae la gota de rocío,  y  aspira  a  tenerla  junto  a  Sí,  gema  encerrada  en  su  tr
iple  fuego  que  da  la  Bienaventuranza.
Los brazos levantados del alma encuentran los brazos tendidos de Dios, María. Y cuando
se   tocan,   se   rozan   velozmente,   es   el   éxtasis   sobre   la   tierra;   cuando   se   aprietan   
duraderamente es la Bienaventuranza sin fin del Cielo, de mi Cielo que he creado para voso-
tros,  amados  míos,  y  que  me  dará  un  sobeabundar  de  alegría  cuando  esté  colmado  de  
todos mis dilectos.

¡Qué  eterno  día  de  inmensurable  alegría,  de  nosotros  que  nos  amamos:  Nosotros,  Dios  
Uno y Trino; y vosotros, los hijos de Dios! Pero los que para su desgracia no han entendido mi Amor,
no me han dado su amor, no han  entendido  que  sólo  una  ciencia  es  útil:  la  
del  Amor,  para  aquellos  la  muerte  es  temor.  Tienen miedo. Más miedo tienen aún si sienten que
han actuado poco bien o mal del todo. La  boca  mentirosa  del  hombre  -porque  raramente  la  boca  

del  hombre  dice  la  verdad  tan  bella y bendita, la verdad que Yo, Hijo de Dios y Palabra del Padre,
os he enseñado a decirsiempre- la boca mentirosa del hombre dice, para engañar y consolar a sí mismo

y engañar a los  demás:  "Yo  he  actuado  y  actúo  bien".  Pero  la  conciencia,  que  está  como  un  

espejo  de  dos caras bajo vuestro yo y bajo el ojo de Dios, acusa al hombre de no haber actuado y de
no actuar para nada bien, como proclama.
.
Por  lo  tanto  un  gran  miedo  les  oprime:  el  miedo  del  juicio  de  Aquél  a  quien  los  
pensamientos, los actos, los afectos del hombre, no le están ocultos. Pero si me teméis tanto
como Juez, oh desgraciados, ¿por qué no evitáis tenerme como Juez? ¿Por qué no me ha-
céis  vuestro  Padre?  Pero  si  me  teméis,  ¿por  qué  no  actuáis  según  mis  órdenes?  ¿No  me  
sabéis escuchar cuando os hablo con voz de Padre que os guía, hora tras hora, con mano de
amor? Pero al menos obedecedme cuando os hablo con voz de Rey. Será obediencia menos
premiada,   porque   es   menos   espontánea   y   dulce   a   mi   Corazón.   Pero   será   siempre   
obediencia. Y ¿por qué entonces no la hacéis? La  muerte  no  se  evita.  Bienaventurados  los  
que  vendrán  en  aquella  hora  con  vestiduras  de  amor  al  encuentro  de  Aquel  que  lle
ga.  Plácida  como  el  tránsito  de  mi  padre  de  la  tierra,  
que no conoció sobresaltos porque fue un justo que no tenía en su vida ningún reproche, así
será la muerte de éstos. Gozosa como el sueño de mi Madre que cerró los ojos en la tierra
sobre  una  visión  de  amor,  ya  que  de  amor  fue  toda  su  vida  que  no  conoció  pecado,  y  los  
abrió en el Cielo despertándose sobre el Corazón de Dios, así será el fin de los amantes.
¿Sabes, alegría mía, que bonito será también para ti? Esta mañana, cuando Yo Eucaristía
venía,  tu  has  tenido  un  sobresalto  de  éxtasis  porque  me  has  visto  darte  a  Mí  mismo.  Pero  
esto  no  es  nada.  Un  granito  de  éxtasis  puesto  en  tu  corazón.  Uno  sólo,  para  no  destruirte,  
porque lo has notado... has creído morir en la emoción. Pero cuando sea el momento verteré
un río de alegría, porque no será ya necesario mantener tu vida humana y nos iremos juntos.
Ánimo,  aún  un  poco  de  dolor  por  amor  de  tu  Jesús  y  después  tu  Jesús  abolirá  para  ti  el  
dolor para darte a Sí mismo,completamente, a Sí mismo, alegría sin medida».
En efecto esta mañana he tenido una impresión tan viva que he estado a punto de gritar.
Porque  se  grita  no.  sólo  por  miedo  o  por  dolor,  sino  también  por  demasiada  alegría.  He  
creído  que  el  corazón  cediera  en  a  alegría  y  yo  muriera  así,  con  la  hostia  aún  sobre  la  lengua.