9-1-48
A los Romanos, Cap II,
V.1.
Dice el Autor
Santísimo:
“Dice el apóstol:
“Tú… te haces inexcusable ya que, al condenar a los demás, te
condenas a ti mismo haciendo aquello que tú condenas”.
¿A quién hablo yo? ¿a
los fieles corrientes o a la parte escogida de la grey? Hablo a la
parte escogida. Porque mi palabra es levadura que debe hacer
fermentar la harina pura, la harina de hostias para que esa harina
venga a ser con su perfección levadura dentro de la gran masa,1
dentro de la harina cernida con cedazo más o menos tupido.
Cuando el ama de casa
quiere hacer el pan, no toma, para tomar la bola de levadura la
harina impura, llena de salvado, sino que coge la flor de la harina,
la mezcla con agua pura y la pone a fermentar a fin de que forme la
levadura que ha de hacer levantar a la harina, por más que sea
impura, convirtiéndola en pan comestible. Los ácimos2
eran sin levadura; pero entonces la harina que se tomaba era pura, de
obleas, y así resultaran comestibles en pequeñas hogazas planas
cocidas a fuego vivo.
La parte escogida de la
grey del Cordero que es Pastor,3
que es Pan de Vida,4
que es el Señor, es la harina de hostias, de aquellas hostias que en
un espiritual sacrificio, cual es el de la Nueva Ley, vienen e,
incluso, se ponen a sí mismas como un memorial sobre el altar, como
oblación de suavísimo olor ardiente sobre el altar del sacrificio.
(Levítico cap. II)
El antiguo rito,
ofrecido y consumado con harinas o carnes, se ha cambiado al nuevo,
pero con formas nuevas y más escogidas, no depositándose sobre el
altar de los Cielos sino los sacrificios de los hombres santos, como
asimismo sobre los altares de la tierra y no llegan a consumarse sino
la Carne y la Sangre de Dios Hombre. Y esto con el fin de que el Dios
Hombre sea modelo para los hombres que, por obediencia al Evangelio,
llegan a ser hombres-dios y para que, constituidos por su caridad en
sacerdotes y víctimas, puedan ofrecer y consumar el sacrificio sobre
el universal altar de los Cielos a la gloria de Dios y por la
redención del mundo.
Estos sacrificios
individuales y escogidos de la parte selecta de la grey son la
levadura que levanta la masa impura de la clase ínfima de la mayoría
de la grey y, sin saberlo, le confieren ese mínimo de fermento que
la hace ser parte aceptable de la grey.
Y por esto hablo a la
parte escogida, a la que actúa por más que se encuentre escondida
y, en apariencia, ausente. Y vale más su secreta acción que todas
las acciones manifiestas, unas veces ruidosas, otras intransigentes
y, otras más, marcadas son la soberbia –con aquella misma
soberbias que corrompió al Sacerdocio, a los Escribas y Rabinos de
Israel– de los que creen hacerlo todo y muchas veces son
merecedores de que se les diga: “Te haces inexcusable ya que, al
condenar a los demás, te condenas a ti mismo haciendo aquello que tú
condenas”
Le hablo pidiéndole
explicaciones, reparaciones, obras perfectas de caridad para que, al
menos, la parte decente de la grey de Cristo, los pastores de más o
menos categoría de dicha grey, cuando ellos no son “parte escogida
y hostia de sacrificio”, se encuentren cuando menos entre la parte
impura –con la inmensa mayoría inconvenientemente informe de los
cristianos de hoy– y la parte escogida: la de las víctimas que son
las columnas que sostienen el templo, de escala áurea5
por la que los débiles de la grey puedan subir a Dios, puesto que no
saben volar hasta Él, las luminarias que señalan el camino y, más
aún, as estrellas qie indican la ruta que lleva hasta el Corazón de
Cristo.
Hablo a las
almas-hostias. La Divinidad tiene necesidad de hostias puras, santas
y hechas inmaculadas por su caridad que las purifica de las
debilidades humanas. Tiene necesidad de hostias. Hostias de amor que
reparen todas las ofensas inferidas al Amor. Hostias de expiación
que reparen los pecados del mundo. Hostias de purificación. El hedor
de los pecados que apesta al mundo sube hacia el Cielo en fuerza de
su magnitud e intensidad. Purificad la inmensa catedral de la
Creación para que Dios pueda mirarla con esa su piedad que salva.
Y mostraos contentos de
ser llamados y deseados por Dios para esta función de
hostias. Mucho más necesarios que los elementos
indispensables para el sostenimiento de la vida humana son los
sacrificios de las almas víctimas. Ya os lo dice el Amor: “Los que
son víctimas de holocausto constituyen las legiones de arcángeles
que desbaratan a las legiones de demonios y sostienen el mundo
haciendo que Dios se muestre propicio con él. Los que son hostias
son los más auténticos imitadores de Cristo. Los que se sacrifican
engendran hijos para el Señor su Dios”.
1
1 Corintios 5, 6
2
Éxodo 12, 15-20
3
Juan 10, 1-21
4
Juan 6, 30-40
5
Probable alusión a: Génesis 28, 10-22