martes, 22 de mayo de 2012

Jesús sana las heridas de nuestra sexualidad. Impresionante testimonio de una lesbiana [2012-05-16]


Una lesbiana, casta pero no célibe, con marido, cinco hijos y feliz católica, manteniendo su anonimato, explicó cómo se mantuvo fiel a su esposo, al que ama, pese a sentirse sexualmente atraída por mujeres, y también contó cómo había vivido una relación sexual de varios años con una mujer antes de conocer a su esposo.
Posteriormente a su testimonio inicial en CatholicSistas.com, respondió en otro post las críticas que recibió. Acá publicamos los dos posts. El primero se llama “Confesiones de una lesbiana recuperándose” y el segundo “La vida después del lesbianismo”.

CONFESIONES DE UNA LESBIANA RECUPERÁNDOSE

“No soy distinta a un heterosexual que se esfuerza por no usar a la mujer como objeto, o a una heterosexual tentada a fornicar”.
Se trata de una mujer de 37 años, felizmente casada, con cinco hijos, católica convencida, enamorada de su marido, con una dificultad: es lesbiana, le atraen sexualmente las mujeres.
“Permanezco fiel a Dios y a mi marido porque trabajo duro para evitar las ocasiones de pecado. Por ejemplo, evito amistades profundamente emocionales con mujeres que eclipsen mi amistad con mi marido. No veo películas de temática gay o lesbiana. He entrenado mi imaginación para evitar fantasías impuras. Puede ser tentador caer en los viejos patrones de pensamiento, sobre todo cuando estoy cansada. Pero si es necesario, me cerraré física y emocionalmente para no ofender a Dios”, explica con claridad un testimonio publicado en Catholicsistas.com, una comunidad de mujeres blogueras católicas estadounidenses.
“Me ayuda también saber que lo que tengo con mi marido supera todo lo que podría darme una relación homosexual. La cualidad más asombrosa de nuestra unión es el don que Dios nos ha dado para cooperar con él creando una persona única que posee un alma inmortal. Es un privilegio trascendente, espiritual, que fascina, y que me habría perdido como lesbiana”, añade.
“Siento, claro, una gran compasión por la gente que forcejea con situaciones como la mía. Pero no creo que debamos ser blandos con la atracción por el mismo sexo, si la experimentamos. Mi situación no es distinta a la de un hombre heterosexual que se esfuerza por no tratar a la mujer como un objeto, o la de una mujer hetero tentada a fornicar. Todos somos personas heridas, que es la razón por la que necesitamos a Cristo. No soy capaz de re-ordenar mi sexualidad quebrada, pero puedo dar testimonio de que con la Gracia y confianza en Cristo se reordena. Sólo requiere tiempo y deseo de ser sanada. La santificación es un proceso que dura una vida“, expone.
Al ofrecer su testimonio en un blog abierto, una comentarista le planteó que a lo mejor “no era realmente lesbiana”. La protagonista le respondió también en los comentarios del blog: “Me siento atraída de forma primaria por mujeres; sin la Gracia de Dios no dudaría en interesarme exclusivamente por mujeres. Es una tentación constante para mí. No me atrae en absoluto ni me tienta engañar a mi marido con otros hombres. Si a usted le hace más feliz, podría considerarme una ´bisexual en recuperación´, pero dada mi atracción abrumadora por las mujeres no sería exacto. Esta es mi experiencia y no aprecio que alguien que no soy yo me diga qué es lo que soy”.
DESCUBRIENDO SU TENDENCIA
Nuestra protagonista supo que era lesbiana en la universidad. Por entonces no tenía intereses religiosos, tenía un novio y una compañera de piso y de clase, Nora. Al cabo de unos meses de pasar tiempo con Nora, “un asombroso pensamiento cruzó mi mente: estaba enamorada de ella. Me asustó terriblemente tener ese pensamiento, lloré durante horas. Pero era el mismo sentimiento que había experimentado respecto a hombres antes, la atracción emocional y física”.
Cuando se lo confesó a Nora, ella le respondió que sentía lo mismo. “Y no, ninguna de nosotras antes se había sentido atraída por mujeres“. ¿Significa eso que es arbitrario, que cualquier mujer puede de repente enamorarse de otra? Ella no lo cree, piensa que hay una serie de factores, sobre todo en la infancia, que suscitan esos sentimientos.
“Un primo acosó sexualmente a Nora de forma repetitiva cuando ella era niña. A mí me abandonó mi madre biológica y crecí con una madre adoptiva mentalmente desequilibrada que me pegaba. Para Nora, yo era ´segura´. Para mí, Nora ofrecía una feminidad nutricia que nunca tuve de niña. Nadie nos había dado ninguna educación sobre la sexualidad que no fuese un ´no te quedes embarazada´. Ni teníamos fe en Dios”.
Su relación duró tres años aunque “de forma extraña, también quedábamos cada una con hombres”. Se deseaban, pero también soñaban con “una familia real”. “Cuidábamos profundamente una de otra, pero aún deseábamos la boda de cuento de hadas, el matrimonio, los hijos, la valla blanca del jardín… y en nuestra mente nada de eso era posible como pareja lesbiana”.
“Quizá por eso nos esforzamos en ocultar nuestra relación de amigos y parientes. Aunque no podíamos imaginar una vida sin la otra, tampoco podíamos imaginarla juntas. Ambas sentíamos una gran vergüenza por nuestro comportamiento, pese a que la mayoría de nuestros amigos eran liberales y no nos habrían juzgado. La mitad de ellos eran gays o lesbianas, de hecho. Pero instintivamente protegíamos nuestra imagen de heterosexuales”.
LA RUPTURA Y EL FIN DEL SECRETO
Entonces ella se enamoró de un hombre (no quien llegaría a ser su marido), o más en concreto, de su “mente brillante y sentido del humor”. Cortó con Nora y se embarcó en una relación con él. “Me ofrecía la sensación de normalidad que me faltaba desde que me involucré con una mujer”, explica. Pero Nora no se lo tomó bien y decidió declararse lesbiana ante su familia, y acabar con el secreto de las dos. La familia de Nora, que durante tres años había acogido a nuestra protagonista como una amiga, ahora la veía como una “desviada sexual” que había corrompido a su hija.
“Nunca salí con otra mujer después de Nora porque nunca he encontrado otra que me atrajese con tanta emoción, pero la atracción sexual hacia las mujeres nunca se me fue. Descubrí que mientras me podía interesar algún hombre individual, lo que me atraía primariamente eran las mujeres, tanto sexual como emocionalmente”.
EL MARIDO Y LA IGLESIA
Dos años después encontró a su marido: un hombre que le hizo sentir todo eso, y mucho más. Fue al matrimonio contenta de alcanzar una vida “normal”, escribe. Cuando viajaba por motivos de trabajo se sentía tentada a ir a bares de lesbianas, pero no lo hacía porque había prometido fidelidad a su marido “y tenía que honrar eso. Sabía de alguna manera que si engañaba a mi marido me perdería como persona”.
DESPUES SE HICIERON CATÓLICOS
Si nuestros votos antes eran sagrados, ahora eran sacramentales“. Aprendió la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, la sacralidad del matrimonio, la necesidad de una pureza de corazón. Por ejemplo, fantasear con relaciones lésbicas, y más en el lecho con su esposo, algo que antes se permitía, no era respetuoso para con la entrega completa que el cónyuge merece. “La castidad va más allá de cumplir la letra de la ley: pide una conversión del corazón“.
Leyendo libros como “Beyond gay” o aprendiendo del movimiento católico de homosexuales castos Courage (http://couragerc.org ) descubrió que “la llamada de Dios va más allá del celibato o seguir las reglas sexuales: habla de cambiar tu corazón y tu alma y reordenar los deseos que se han distorsionado tanto. Subestimamos a Dios si imaginamos que lo mejor que podemos hacer con Su Gracia es el celibato”, afirma esta mujer, madre de 5 hijos, esposa feliz, pese a las dificultades.

LA VIDA DESPUÉS DE LESBIANISMO

Escribí el artículo bajo anonimato y me alegro de haberlo hecho así, dado el vitriolo de los comentarios que siguieron”, explica.
Esta madre de familia resume las críticas que le hacen en tres puntos:
“1. Que no soy una verdadera lesbiana y no debería denominarme como tal.”
“2. Que vivo una vida falsa, injusta con mi esposo e hijos, condenada a la autodestrucción”
“3. Que daño a la gente que se esfuerza con su Atracción por el Mismo Sexo (AMS) al sugerir que pueden superar su orientación sexual”
“Algunos decían que yo nunca fui lesbiana o no lo fui suficiente tiempo: parece que tres años de relación lésbica no es suficiente para ellos. Pero cuanto más lo pienso, más veo que en realidad ninguna etiqueta es adecuada para alguien como yo. No me atraen los hombres, así que no soy heterosexual ni bisexual. No ejerzo mi atracción por las mujeres, así que no soy lesbiana. Lo más exacto es decir que las mujeres me atraen, pero mi esposo me atrae más. Y el lazo espiritual, emocional y físico con él eclipsa totalmente la atracción por otras personas de cualquier sexo. ¿Hay una etiqueta que define esto? Creo que sí: ¡casada!”

[La autora no lo dice, pero su situación no es tan insólita. Un caso famoso es el de Mary Garman, la esposa del poeta Roy Campbell, como se cuenta en "España salvó mi alma". Ella había tenido experiencias lésbicas antes de casarse; es indudable que amaba apasionadamente a Roy, escandalizaban a los campesinos de la costa de Gales con su actividad sexual en playas y campos, pero después de casados ella tuvo una intensa relación lésbica con la escritora Vita Sackville-West. Un par de años después, viviendo en Provenza con Roy y sus hijas, ella se acostó con su cuñada mientras él lo hacía con otra mujer. No hay duda de que a ella le gustaban las mujeres... pero le gustaba más Roy. Cuando se bautizaron como católicos dos años después en Altea, Alicante, en 1935, y se re-casaron por la Iglesia, aceptaron la exclusividad de su lazo y ya siempre se mantuvieron fieles a la relación matrimonial y enamorados. Este caso ilustra el fenómeno: una atracción general hacia las mujeres, superada por un amor profundo a un hombre que cristaliza en un verdadero matrimonio. Mary Garman, como nuestra protagonista, tendría quizá sus luchas internas, pero como ella, tras su conversión fue también una persona de oración constante (misa y rosario diarios en el caso de Mary) lo que al parecer cimentó el éxito de su matrimonio].
¿POBRE MARIDO?
Nuestra protagonista trata ahora la segunda objeción: ¿es injusta con su marido? “Aunque vivimos en una cultura que se regodea en la pornografía chica-con-chica y en los tríos, ahora resulta que mi pobre esposo es objeto de compasión porque me atraen las mujeres. Nadie se para a considerar qué tipo de hombre tan maravilloso es para inspirar tanta lealtad en una mujer“.
“TENGO CINCO NIÑOS”
“Quizá mi mayor error fue decir que lucho contra mi AMS diariamente. En realidad, tengo cinco niños, y como sabrá la mayoría de las mujeres en esa situación, la mayor parte de mi vida se gasta en atender las necesidades de mi familia, no en ver cómo sacio mis deseos sexuales. La mayor parte del tiempo mi AMS no es relevante, porque me siento espiritualmente llena por Dios, y física, intelectual y mentalmente llena por mi esposo. Pero hay ocasiones, como expliqué, que me cuesta ponerme ´a tono´ -¡mostradme una mujer, lesbiana o no, que no le pase!- y en esos momentos soy más vulnerable a imágenes y pensamientos que sé que ´harían el trabajo´. Igual que un heterosexual es vulnerable a la infidelidad cuando su matrimonio flaquea, yo soy vulnerable a pensar en camaraderías fáciles con una mujer cuando me siento distanciada de mi marido por alguna pelea o por el mero cansancio de la vida”.
¿Son esas tentaciones evidencia de que se autoengaña o reprime su lesbianismo de forma dañina? No, dice ella.
TENTACIONES Y AMOR MATRIMONIAL
“Quien interprete estas tentaciones como una prueba de que suprimo mi yo-verdadero tiene un entendimiento inmaduro de lo que es el amor, ¡especialmente el amor matrimonial! Es verdad que el amor empieza con la chispa de la atracción sexual, y nuestro caso no es una excepción. Pero el amor al final se expresa con actos, no sentimientos. Amor es hacer la comida, y la colada después de un día en el trabajo, porque tu esposa está mareada y vomitando por sus náuseas matutinas. Amor es sacrificar tu tiempo para que tu esposo pueda ir a un retiro espiritual, para acercarse al Señor. Amor es limpiar el vómito de la cara envejecida de tu esposa, enferma terminal, cambiar los pañales de adulto de tu esposo en coma, cuidarle aunque él no recuerde ya ni quién eres. El amor es la Cruz“.
“Soy humana y lucho con la tentación a veces, ¿quién no? Pero también acepto que la Iglesia habla con la voz de Cristo, así que acepto que mis deseos homosexuales son desordenados y no hay que ser indulgente con ellos. No soy especialmente disciplinada ni fiel, pero tengo la confianza inquebrantable de que Dios me dará todas las gracias que necesite para resistir mi AMS y para construir un matrimonio feliz y pleno. El matrimonio y la vida familiar son los medios que Dios ha escogido para santificarme, con la AMS como simplemente una aflicción entre otras que Él intenta desarraigar de mi alma. Ni siquiera es la peor, ya que estamos”.
ALGUNOS SE CURAN, OTROS NO
“Lo que me lleva a la tercera crítica que hacían los lectores de mi testimonio: que al compartir en mi testimonio que estoy felizmente casada, propongo el matrimonio como una cura eficaz para la AMS. No es cierto, no lo hago. El matrimonio es una llamada a una unión de por vida, no es un tratamiento, ni la respuesta para todas las personas con AMS. Una de las cosas que amo del catolicismo es que admite muchos caminos hacia la santidad, muchas vocaciones. Para la gente que siente repulsión profunda por las relaciones íntimas con alguien del sexo opuesto, el matrimonio ciertamente no es su vocación. Pero todos tenemos una vocación: al matrimonio, la vida religiosa, o soltera… sólo la persona puede discernirlo con oración.”
“¿Puede alguien curarse de la AMS? Sí, a veces“, explica con claridad esta madre de familia. “Y a veces, no“, añade. “La homosexualidad es una patología compleja que tiene causas biológicas, psicológicas y espirituales y solo Dios sabe cuánto, por qué y cómo una persona experimenta AMS.
JESÚS ENTRE GENTE HERIDA
Esta mujer añade que “es difícil encontrar una persona hoy que no esté herida en un aspecto u otro de su sexualidad. Pero para curarnos, primero hemos de admitir que estamos enfermos. La mayoría, incluso entre católicos, no quieren admitir que la AMS es un desorden. En el pasado, lo que sufrían esta aflicción eran víctimas de prejuicios y violencia. Ahora nuestros pecados se aplauden como si fuesen una expresión de nuestro yo más auténtico. Pocos saben ofrecer la verdad con amor, como Jesús hacía. Si Nuestro Señor estuviera con nosotros hoy, casi seguro le encontraríamos en los bares gay, curando a los que quisieran admitir que le necesitan, con un llamado final, suave: “vete y no peques más”