lunes, 3 de diciembre de 2012

LAS OBRAS DEL GENIO Y DEL INGENIO HUMANOS, DONES MÍOS






19 de mayo Noche  de 1943 - María Valtorta-
Dice Jesús:
«Éste es el castigo de vuestra soberbia humana. Demasiado habéis querido y así
perdéis incluso aquello que os había concedido tener. Las obras del genio y del ingenio
humanos, dones míos, de los cuales estáis tan orgullosos, se hacen polvo para
recordaros que sólo Yo soy Eterno, que sólo Yo soy el Dios, que sólo Yo soy Yo.
Pero lo que es mío permanece. Ni el hombre ni el demonio lo pueden destruir.
Ningún atentado, ninguna astucia sirve para destruir aquello que Yo hice y que será
siempre igual, hasta que Yo quiera. El mar, el cielo, las estrellas, los montes, las flores
de las colinas y los verdes bosques. Intocables los primeros como Yo mismo, rena-
cientes los segundos de cada frágil muerte a la que les lleva el hombre, como Yo
resucité de la breve muerte que el hombre me dio. Y las plantas troncadas, las hierbas
pisoteadas por la guerra volverán a vivir como Yo las hice el primer día.
Vuestras obras no. No las obras de arte. No volverán nunca más a existir las iglesias
y las cúpulas, los palacios y los monumentos de los cuales os gloriasteis, hechos en los
siglos y sucumbidos en un instante por vuestro castigo. Y también las obras del
progreso caen lo mismo en fragmentos junto a vuestro necio orgullo que se cree un
dios, sólo porque las inventó, y se os vuelven en contra aumentando la destrucción y el
dolor.
Pero mi creación permanece, y permanece más hermosa porque en sus
Las alarmas, de las cuales se habla en el curso del volumen, son los señales que preanunciaban las incursiones aéreas de la
segunda guerra mundial
inmutabilidad, que ningún instrumento rasguña, habla todavía más fuerte de Mí.
Todo lo que es vuestro se destruye. Pero recordaos, pobres hombres, que es mejor
para vosotros quedaros sin nada teniéndome a Mí, que vivir entre los lujos del arte y del
progreso habiéndome perdido a Mí. Una sola cosa es necesaria para el hombre: el
reino del espíritu donde Yo estoy, el Reino de Dios».

POESÍA A JESÚS Y MARÍA -MARIA VALTORTA.


Redemisti nos Deo in sanguine tuo.

Siniestro es el monte de la escabrosa roca.
El cielo se enfosca sobre tu dolor
mientras que te desangras, gota a gota,
sobre la alta cima, por nosotros, Señor.
Estás con los brazos abiertos en cruz
la cabeza inclinada bajo la corona,
la mirada velada, apagada la voz,
vivo tan sólo el corazón que amor provoca.
Miras, de los hombres, el odio y la guerra,
que hambre y estragos, en su andar fatal,
como fieras siembran por toda la tierra.
y el hombre siempre prefiere el Mal
al Bien que es tu hijo, a la Paz
que es santa flor de celestial vergel,
al Amor, en que todo egoísmo enmudece,
a la única vida de los pueblos, la Fe.
y Tú, a pesar de todo, de nuevo por nosotros te ofreces
y a tu Calvario, por nosotros, subes,
hostia que nos rescatas de nuestros males,
y sobre el leño, erguido hacia el cielo, sufres.
¿Por qué? ¿por qué nuevamente has ascendido
a la cruz dolorosa? El hombre
de loca codicia y de ira encendido
contra sí mismo enfurecido y rendido
no está hasta que, vencido, en el fango triste,
de donde lo sacaste a mayor fortuna,
de nuevo no esté. Y contra Ti, Cristo,
arremete con furor ciego de muerte.
Y a pesar, Tú vuelves, por el hombre que te ofende,
a expiar, que te has hecho escudo
por nosotros contra los tremendos fulgores
de tu Padre y solo, lívido, desnudo,
en el último espasmo alzando el rostro
gritas: "¡Todo está cumplido! ¡Por esta hora,
Padre, perdona! ¡Para ellos el Paraíso!
¡Yo les he redimido, de nuevo, ahora!".


A la Virgen.

¡Dios te salve María! Tú que eres la santa
protege a esta juventud pía,
tú que estás colmada, dulce María,
de tanta gracia.
Por el Señor que está contigo y tú con Él,
tú, bendita entre las criaturas,
defiéndelas de las sombrías insidias
y de las tristes jornadas oscuras.
Por aquel Hijo que en el vientre tuviste
permaneciendo virgen, y que es Jesús piadoso,
vuelve, ¡oh! vuelve tu mirar amoroso.
Eres la Reina de los afligidos.
¡Santa María! Ruega por nosotros mortales.
Nuestra vida sin ti, ¡oh Madre nuestra!,
es como golondrina desfallecida
con alas cansadas por tanto vuelo,
o navecilla sacudida por la furia de las olas sobrepujadas.
¡Ay! aplaca el nimbo sobre las aguas airadas
tú que eres del mar la estrella.
En la vida y aún más en la hora en que las luces
se nos apagan en la oscuridad de la muerte
tú, Virgen y Madre, las eternas puertas
ábrenos y a Dios condúcenos.

LOS RECIÉN NACIDOS POR LA VIDA






MARÍA VALTORTA   CUADERNOS DEL 1943

1 de mayo
Sábado 11 horas
Dice Jesús:
«¿Te entristeces? Yo también. ¡Pobres niños! ¡Los pequeñuelos que Yo amaba tanto y
que deben morir así! ¡Y Yo que les acariciaba con una ternura de Padre y de Dios que
ve en el niño la obra de arte, aún no profanada, de su creación! Los niños que mueren,
matados por el odio y entre un coro de odio.
¡Oh¡ ¡que los padres y las madres no profanen, con sus imprecaciones, el holocausto
inocente de sus flores truncadas! Que sepan los padres y las madres que ni una
lágrima de sus pequeños, ni un gemido de estos inocentes inmolados queda sin eco en
mi Corazón. A ellos se abre el Cielo, porque no se diferencian en nada de sus lejanos
hermanos, matados por Herodes por odio hacia Mí. También éstos han sido matados
por los malvados Herodes, custodios de un poder que Yo les he dado para que lo
usaran para el bien y del cual me deberán rendir cuentas.
Yo vendría por todos. Pero especialmente por éstos, recién nacidos a la vida, don de
Dios, y ya arrancados a la vida por la crueldad, don del demonio. Pero sabed que para
lavar la sangre contaminada que ensucia la tierra, que es derramada con hastío y
maldición en hastío y maldición hacia Mí que soy el Amor, es necesario este rocío de
sangre inocente, el único que aún sabe brotar sin maldecir, sin odiar, así como Yo, el
Cordero, derramé mi sangre por vosotros. Los inocentes son los pequeños corderos de
la nueva era, los únicos cuyo sacrificio, recogido por los ángeles, es completamente
agradable a mi Padre.
Después vienen los penitentes. Pero después. Porque incluso el más perfecto entre
ellos arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de
egoísmos. Los primeros en la hilera de los nuevos redentores son los niños cuyos ojos
se cierran en un horror para reabrirse sobre mi Corazón en el Cielo.»