domingo, 30 de septiembre de 2012

Los ángeles que siempre acompañaron al Padre Pío de Pietrelcina

Los ángeles que siempre acompañaron al Padre Pío de Pietrelcina [2012-06-07]


Estos tiempos, confusos, de tinieblas son especiales para invocar a los ángeles y en particular a nuestro ángel de la guarda, que Dios ha puesto al lado nuestro para ayudarnos y consolarnos. Y tal importancia han tenido para algunos santos, que por ejemplo, San Josemaría Escrivá acostumbraba a saludar primero al angel de la guarda y después a la persona.
Los ángeles, y especialmente el ángel de la guarda, jugaron un papel importante en la vida y mística de San Pío de Pietrelcina. Y como decía a Raffaelina Cerase referido a su ángel: Ten en cuenta que es poderoso contra Satanás y sus satélites. Su amor no ha disminuido ni jamás disminuirá para defendernos. Tomen la costumbre de pensar siempre en él. Piensen que junto a cada uno hay un espíritu celeste que desde la cuna hasta la tumba no nos dejará ni un instante y nos guía y protege como un amigo o un hermano, para consolarnos, especialmente en las horas tristes. Este buen ángel reza por nosotros y ofrece a Dios nuestras buenas obras. Cuando parezca que estamos solos y abandonados, no nos quejemos de no tener un amigo cercano. No olvidemos que este invisible compañero está siempre presente para escucharnos y consolarnos.
Veamos las experiencias del Padre Pío con los ángeles.

Ángel  traductor

El ángel le traducía cartas o hacía de intérprete cuando venían personas que no sabían italiano. El padre Pío no había estudiado lenguas extranjeras, pero las entendía. No había estudiado francés, pero lo escribía. A la pregunta de su director, el padre Agustín, sobre quién le había enseñado francés, el padre respondió: Si la misión del ángel custodio es grande, la del mío es más grande aún, porque debe hacer de maestro explicándome otras lenguas.
A principios de 1912 se le ocurrió al padre Agustín valorar la santidad del padre Pío, escribiéndole en lenguas que él no conocía. Y entre ambos comenzó una correspondencia en francés y griego. Padre Pío superó brillantemente la prueba, porque hacía traducir las cartas a alguien. Sobre esto hay un testimonio del cura párroco de Pietrelcina que, bajo juramento, certificó que el padre Pío, estando en Pietrelcina, recibió una carta del padre Agustín en griego. El testimonio firmado dice así: “Pietrelcina, 25 de agosto de 1919. Certifico, bajo juramento, yo, Salvatore Pannullo, párroco, que el padre Pío, después de recibir la presente carta, me explicó literalmente el contenido. Al preguntarle cómo había podido leerla y explicarla, no conociendo el griego, respondió: “Lo sabe usted. Mi ángel custodio me ha explicado todo”.
El padre Agustín escribió en su Diario: El padre Pío no sabía ni francés ni griego. Su ángel custodio le explicaba todo y el padre respondía bien. La ayuda de este singular maestro era tan eficaz que podía escribir en lenguas extranjeras. Entre sus cartas escritas, hay algunas que, al menos en parte, fueron escritas en francés.
Un día vino de Estados Unidos una familia, porque la niña, de padres italianos, quería hacer su primera comunión con el padre Pío. La señorita americana, María Pyle, la preparó bien, pues la niña no sabía ni palabra de italiano. La víspera de la comunión, María Pyle la llevó al padre Pío para que confesara a la niña, ofreciéndose a hacer de traductora, pero el padre Pío no aceptó.
Después de la confesión, María Pyle le preguntó a la niña si el padre Pío le había entendido, y respondió que sí.
-Y tú ¿lo has entendido?
-Sí.
-Pero ¿te ha hablado en inglés?
-Sí.
El padre Ruggero afirma que un día se presentaron cinco austríacos que querían confesarse con el padre Pío a pesar de no saber ni palabra de italiano. Pensó que el padre Pío los rechazaría por no entenderlos. Pero, al salir el primero, salió riéndose, y los otros igualmente salieron con mucha alegría. Yo le pregunté algunos días después cómo había hecho para confesar a los cinco austríacos, que no sabían italiano, y me respondió: Cuando quiero, entiendo todo.
En 1940 vino un sacerdote suizo y habló en latín con el padre Pío. Antes de irse, el sacerdote le encomendó a una enferma. El padre Pío le respondió en alemán: Ich werde Sie an die gottliche Barmherzigkeit empfehlen (la encomendaré a la divina misericordia). El sacerdote quedó admirado del hecho.
Refiere el padre Luigi Lo Viscovo que un día vino un sacerdote francés, residente en Lourdes, que quería confesarse con el padre Pío. Le dije que el padre no oía confesiones en francés, porque no sabía esa lengua. Este sacerdote respondió que debía ser como en Lourdes que hay confesiones en distintas lenguas. Me acerqué al padre Pío y le dije que ese sacerdote estaba hablando que él no conocía el francés ni otras lenguas. El padre Pío respondió: Dile que sé francés, inglés, griego, latín, hebreo, arameo, alemán y otras lenguas, pero no quiero confesarlo.
El padre Tarsicio Zullo declaró: Cuando llegaban a san Giovanni Rotondo peregrinos de distintas lenguas, el padre Pío los comprendía. Una vez le pregunté: “Padre, ¿cómo hace para entender tantas lenguas y dialectos?”. Y respondió: “Mi ángel me ayuda y me traduce todo”.

Ángel  enfermero

Cuando estaba enfermo y no había nadie que le pudiera ayudar en un momento determinado, era su ángel quien le hacía pequeños servicios. El padre Paolino cuenta al respecto: Viviendo con el padre Pío, llegué a tenerle cierta confianza. Cuando estaba enfermo, sudaba mucho y tenía necesidad de ayuda para cambiarse. Muchas veces yo estaba tan cansado que, apenas iba a la cama, me quedaba dormido. Un día le dije:
-Si quieres que te ayude de noche, mándame tu ángel para que despierte.
-Está bien.
Ese día a medianoche fui despertado bruscamente. Pensé de inmediato en el padre Pío, pero me quedé dormido de nuevo. A la mañana siguiente, le dije que había sentido que me despertaban y de nuevo me había dormido. Le dije:
-¿Para qué ha venido su ángel a despertarme, si me ha dejado dormir otra vez? Si viene, que me despierte de modo que me levante.
En la tarde de ese mismo día, le recordé lo mismo. En la noche me desperté y de nuevo me dormí. La tercera noche desperté de nuevo y me levanté corriendo para ir a la celda del padre Pío. Le pregunté qué necesitaba y me respondió:
Estoy lleno de sudor y no puedo cambiarme solo.
Las otras noches ¿quién lo cambiaba? Con seguridad su ángel.
En 1965 yo (P. Alessio Parente) pasaba parte de la noche acompañando al padre Pío y por la mañana debía acompañarlo hasta el altar. Después guardaba sus guantes y me iba a mi celda a descansar un poco. Muchas veces, cuando no me despertaba a tiempo, sentía a alguien tocar fuerte en mi puerta. A veces, sentía en mi sueño una voz que me decía: “Alessio, levántate”. Un día no me desperté ni para la misa ni para acompañarlo después de las confesiones. Despertado por otros hermanos, fui a la celda del padre Pío y le dije: “Discúlpeme, padre, pero no me he despertado”. Y me respondió: “¿Tú crees que voy a mandarte siempre a mi ángel custodio a despertarte?”.

Ángel  proveedor

En una oportunidad el padre Pío, vestido de militar, no tenía para pagar el billete del autobús para ir a su pueblo y el ángel lo pagó por él. Era el año 1917, en plena guerra mundial. El padre Pío había ido a Nápoles para el control de su salud en el hospital militar. El 6 de noviembre le dieron licencia por ocho días. Fue a la estación y sacó gratis el billete en tren de Nápoles a Benevento. Tenía una lira de dieta para el viaje. Él dice: A la salida del hospital, atravesé una plaza donde había mercado. Me detuve un poco para observar lo que vendían y se me acercó un hombre que vendía sombrillas de papel por una lira, pero no podía quedarme sin nada, pues debía pagar el viaje (de Benevento a Pietrelcina).
Seguí caminando y vino otro vendedor de sombrillas por 50 céntimos. Viendo a aquel hombre que tanto me insistía para llevar el pan a sus hijos, le tomé una y le di 50 céntimos. Él, feliz, se fue. Yo estaba cansado y afiebrado. El tren llegó a Benevento con mucho retraso. Apenas bajé del tren fui a la estación para tomar el autobús para Pietrelcina, pero ya había salido. Tuve que hacer noche en Benevento y pensé en quedarme en la estación para no importunar a los amigos que conocía. Busqué un lugar en la sala de espera, pero estaba llena de gente. La fiebre aumentaba cada vez más y no tenía fuerzas ni para tenerme en pie. Cuando me cansaba de estar quieto, caminaba un poco dentro y fuera de la estación. El frío y la humedad penetraban en mis huesos y así pasaron muchas horas. Me vino la tentación de entrar en el bar de la estación, porque allí el local estaba caliente, pero estaba lleno de oficiales y soldados, esperando trenes y cada uno gastaba su consumo. Yo solo tenía 50 céntimos y pensaba: “Si entro, ¿cómo hago?”. El frío se hacía sentir cada vez más y la fiebre me consumía. Eran las dos de la mañana y no había ni un sitio vacío en la sala de espera ni para echarme a descansar en el suelo.
Me encomendé a Dios y a nuestra Madre celeste. No pudiendo aguantar más, entré en el bar. Las mesas estaban ocupadas y esperaba con ansia que alguno se levantara para dejarme un sitio vacío. Hacia las tres y media llegó el tren Foggia-Nápoles, y varias mesas quedaron vacías, pero por mi timidez no me dio tiempo para ocupar ni siquiera una silla. Yo pensaba: “No tengo dinero ni para consumir más de un café y, si me siento, ¿qué ganaría este pobre propietario que se pasa toda la noche trabajando?”. A las cuatro llegaron algunos trenes y quedaron dos mesas vacías. Me acomodé en un rincón, esperando que no lo notaran los camareros. Después de unos minutos, llegaron un oficial y dos suboficiales y se sentaron en la mesa vecina. De inmediato se acercó el camarero y también a mí me preguntó qué quería. Tuve que pedir un café. Los tres tomaron algo y de inmediato se fueron, pero yo me decía: “Si lo bebo pronto, tendré que salir y quiero que el café me dure hasta que llegue el autobús”. Cuando el camarero me miraba, trataba de mover la cucharilla como para mover el azúcar en el café.
Por fin llegó la hora, me levanté y fui a pagar. El camarero me dijo gentilmente: “Gracias, militar, pero todo está pagado”. Pensé: “Como el camarero es anciano, quizás me conoce y me quiere hacer una cortesía”. También pensé: “¿Habrá pagado el oficial?”. De todos modos lo agradecí y salí. Llegué al lugar del autobús y no encontré a ninguna persona conocida que me prestara para pagar el billete de Benevento a Pietrelcina, sólo tenía 50 céntimos y el billete costaba 1.80. Confiando en la providencia de Dios, subí al autobús y tomé lugar en uno de los últimos lugares para poder hablar con el cobrador y asegurarle que pagaría el porte a la llegada. A mi costado tomó lugar un hombre grande, de bello aspecto. Tenía consigo una maletita nueva y la apoyó sobre sus rodillas.
Partió el autobús y el cobrador se iba acercando a mi puesto. El señor que estaba a mi lado sacó de su maletín un termo y un vaso, echando en el vaso café con leche bien caliente. Me lo ofreció, pero, agradeciéndoselo, traté de no aceptar. Dada su insistencia, acepté mientras él se servía en el vaso del mismo termo. En ese momento llegó el cobrador y nos preguntó adónde íbamos. Todavía no había abierto yo la boca, cuando el cobrador me dijo: “Militar, su billete a Pietrelcina ya ha sido pagado”. Yo pensé: “¿quién lo habrá pagado?”. Y le agradecí a Dios por aquel que había hecho esa buena obra. Por fin llegamos a Pietrelcina. Varios pasajeros bajaron y también bajó antes que yo el señor que estaba a mi lado. Cuando me doy la vuelta para saludarlo y agradecerle, no lo vi más. Había desaparecido como por encanto. Caminando, me volví varias veces en todas las direcciones, pero no lo vi más.
El padre Pío contaba muchas veces este suceso a sus hermanos, reconociendo que aquel joven había sido su ángel de la guarda.
Otro caso que también podemos anotar es el haber dado pan para comer a toda la Comunidad. Era el año 1941, durante la segunda guerra mundial. El pan estaba racionado y cada día iban a pedir comida unos 15 pobres del lugar. El Superior, padre Rafael, refiere que a la hora de la comida del mediodía no había pan para los 10 religiosos ni para los pobres. Dice: Fuimos al comedor y comenzamos a comer la menestra, mientras el padre Pío estaba orando en el coro. De pronto, aparece el padre Pío con bastante pan fresco. Lo miramos sorprendidos y yo le digo: “Padre Pío, ¿de dónde ha sacado este pan?”. Me responde: “Me lo ha dado una peregrina de Bologna en la puerta”. Le respondo: “Gracias a Dios”. Ninguno de los religiosos dijo una palabra: Habían comprendido. Habían entendido que era un milagro patente que Dios hizo por sus oraciones y, aunque no lo dijo, podemos suponer que lo hizo por medio de su ángel.

Ángel  chofer

No faltaron casos en los que su ángel tuvo que ayudar a quienes se dormían al volante o velar para que no les pasara ningún accidente.
El señor Piergiorgio Biavate tuvo que viajar en su coche de Florencia a San Giovanni Rotondo. A medio camino se sintió cansado y se quedó un rato en una estación de gasolina para tomar un café. Después continuó el viaje. Dice el protagonista: Sólo recuerdo una cosa, encendí el motor y me puse al volante, después no me acuerdo de nada más. No recuerdo ni un segundo de las tres horas pasadas manejando al volante. Cuando ya estaba frente a la iglesia de san Giovanni Rotondo, alguien me sacudió y me dijo: “Ahora toma tú mi puesto”. El padre Pío, después de la misa, me confirmó: “Has dormido durante todo el viaje y el cansancio lo ha tenido mi ángel, que ha manejado por ti”.
Atilio de Sanctis, abogado ejemplar, contó un hecho que le ocurrió a él mismo: El 23 de diciembre de 1948 debía ir de Fano a Bolonia con mi mujer y dos de mis hijos (Guido y Juan Luis) para traer al tercer hijo, Luciano, que estaba estudiando en el colegio Pascoli de Bolonia. Salimos a las seis de la mañana, pero, como no había dormido bien, estaba en malas condiciones físicas. Guié hasta Forlí y cedí el volante a mi hijo Guido. Una vez que recogimos a Luciano del colegio, nos detuvimos algo en Bolonia y decidimos volver a Fano.
A las dos de la tarde, después de haber cedido el volante a Guido, quise guiar otra vez. Una vez pasada la zona de san Lorenzo, noté mayor cansancio. Varias veces cerré los ojos y cabeceé. Quise dejar el volante a Guido, pero se había dormido. Después, ya no me acuerdo de nada. A un cierto momento recobré el conocimiento bruscamente por el ruido de otro coche. Miré y faltaban sólo dos kilómetros para llegar a Imola. ¿Qué había sucedido? Los míos estaban charlando tranquilamente. Les expliqué lo sucedido. No me creían. ¿Podían creer que el auto había ido solo? Después admitieron que yo había estado inmóvil un largo rato y no había respondido a sus preguntas ni intervenido en la conversación. Hecho el cálculo, mi sueño al volante había durado el tiempo empleado en recorrer unos 27 kilómetros. Dos meses después, el 20 de febrero de 1950, volví a san Giovanni Rotondo y le pedí una explicación al padre Pío, que me respondió: “Tú dormías y tu ángel guiaba el coche. Sí, tu dormías y tu ángel guiaba el coche”.

Recomendaciones  sobre  el  ángel

Dice una de las hijas espirituales del padre Pío: Una de las devociones que más nos inculcaba era la del ángel custodio, porque, como él decía, es nuestro compañero invisible que está siempre junto a nosotros desde el nacimiento hasta la muerte, por lo que nuestra soledad es sólo aparente. Nuestro ángel está siempre a nuestro lado desde la mañana, apenas te despiertas, y durante toda la jornada hasta la noche, siempre, siempre, siempre. ¡Cuántos servicios nos hace nuestro ángel sin saberlo ni advertirlo!.
A Ana Rodote (1890-1972) le escribía el 15 de julio de 1915: Que el buen ángel custodio vele sobre ti. Él es tu conductor, que te guía por el áspero sendero de la vida. Que te guarde siempre en la gracia de Jesús, te sostenga con sus manos para que no tropieces en cualquier piedra, te proteja bajo sus alas de las insidias del mundo, del demonio y de la carne.
Tenle gran devoción a este ángel bienhechor. ¡Qué consolador es el pensamiento de que junto a nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni un instante ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar! Este espíritu celeste nos guía y nos protege como un amigo o un hermano. Es también consolador saber que este ángel reza incesantemente por nosotros, ofrece a Dios todas las buenas acciones y obras que hacemos; y nuestros pensamientos y deseos, si son puros. Por caridad, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente y siempre pronto a escucharnos y más todavía para consolarnos. ¡Oh, feliz compañía, si supiésemos comprenderla!
Tenlo siempre delante de los ojos de la mente, acuérdate frecuentemente de su presencia, agradéceselo. Ábrete y confíale todos tus sufrimientos. Ten constante temor de ofender la pureza de su mirada. Él es tan delicado ¡y tan sensible! Pídele ayuda en los momentos de suprema angustia y experimentarás sus benéficos efectos. No digas nunca que estás sola para luchar contra tus enemigos. Nunca digas que no tienes a quién abrirte y confiarte. Sería una grave ofensa a este mensajero celeste.
A Raffaelina Cerase (1868-1916) le escribía el 20 de abril de 1915: ¡Cuántas veces he hecho llorar a este buen ángel! ¡Cuántas veces he vivido sin temor de ofender la pureza de su mirada! ¡Es tan delicado y tan sensible! ¡Oh Dios mío, cuántas veces he correspondido a los cuidados, más que maternales, de este ángel sin ninguna señal de respeto, de afecto o reconocimiento! Y este pensamiento al presente, me llena de confusión y es tal mi ceguera que no tengo ningún sentimiento de dolor y, lo que es peor todavía, trato a este querido angelito, no digo como amigo, sino como un familiar. Y este angelito no se ofende con tales tratos. ¡Qué bueno es!…
Oh Raffaelina, cuánto consuela el saber que siempre estamos bajo la custodia de un espíritu celestial, que no nos abandona ni siquiera aunque demos un disgusto a Dios. ¡Qué dulce es para el creyente esta gran verdad! ¿De qué puede temer un alma que trata de amar a Jesús, teniendo siempre consigo tan insigne guerrero? ¿Acaso no fue él uno de aquellos que junto a san Miguel defendieron el honor de Dios contra Satanás y contra los espíritus rebeldes, a quienes arrojaron  al infierno?
Ten en cuenta que él es todavía poderoso contra Satanás y sus satélites. Su amor no ha disminuido ni jamás disminuirá para defendernos. Toma la costumbre de pensar siempre en él. ¡Oh, si los hombres supieran comprender y apreciar este grandísimo don! ¡Dios, en un exceso de amor nos ha asignado un espíritu celeste! Invoquen frecuentemente a este ángel custodio y repitan muchas veces la bella oración: “Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, guíame ahora y siempre”. ¡Qué gran consuelo, cuando en el momento de la muerte el alma vea a este ángel tan bueno, que nos acompañó a lo largo de la vida con tantos cuidados maternales!

El  ángel  defensor

Muchas veces el ángel lo defendía del poder del maligno. En una carta al padre Agustín del 13 de diciembre de 1912 le dice: No hubiera sospechado ni lo más mínimo el engaño de barbazul (diablo), si mi angelito no me hubiera descubierto el engaño. El compañero de mi infancia trata de aliviarme los dolores que me dan estos apóstatas impuros.
Y él mismo asegura: Después de las apariciones diabólicas casi siempre se aparecen Jesús, María o el ángel custodio.
El ángel le decía: Defiéndete (del maligno), aleja de ti y desprecia sus malignas insinuaciones y no te aflijas, amado de mi corazón, pues yo estoy junto a ti.
Oh, Señor, ¿qué he hecho yo para merecer tanta amabilidad de mi angelito? Pero no me preocupo de esto. ¿Acaso no es el Señor el dueño para dar sus gracias a quien quiere y como quiere? Yo soy el juguete del niño Jesús, como él mismo me repite, lo malo es que Jesús ha escogido un juguete de poco valor. Sólo me desagrada que este juguete escogido por Él ensucie sus manos divinas.
Un día le llegó una carta toda ennegrecida por el diablo, que no se podía leer. Y le escribe al padre Agustín el 13 de diciembre de 1912: Con ayuda del angelito he triunfado esta vez sobre el pérfido cosaco. El angelito me sugirió que a la llegada de la carta, le echara agua bendita antes de abrirla. Así hice con la última, pero ¿quién puede describir la rabia de Barbazul?
En otra carta al padre Agustín del 5 de noviembre de 1912, le escribía: El sábado me parecía que los demonios querían acabar conmigo. No sabía a qué santo dirigirme. Me vuelvo a mi ángel y, después de hacerse esperar un poco, al fin viene aleteando en torno a mí y con su angélica voz cantaba himnos a la divina Majestad. Le grité ásperamente de haberse hecho esperar tanto mientras yo estaba pidiéndole su ayuda. Para castigarlo, no quería mirarlo a la cara, quería alejarme y huir de él, pero el pobrecito vino a mi encuentro casi llorando, me agarró para que lo mirara y lo vi todo apenado. Me dijo:
“Estoy siempre a tu lado. Estaré siempre junto a ti con amor. Mi afecto por ti no desaparecerá ni con tu muerte. Sé que tu corazón generoso late siempre por nuestro común Amado”. ¡Pobre angelito! Él es demasiado bueno. ¿Conseguirá hacerme conocer el grave deber de la gratitud?

Ángel  predicador

Con frecuencia, cuando el ángel se le aparecía, le daba consejos espirituales o pequeñas prédicas para afianzarlo en la fe y en la seguridad de que, por más sufrimientos que debiera padecer, nunca el Señor lo iba a abandonar. El ángel estaba siempre a su lado, aunque a veces no intervenía por voluntad de Dios, para darle oportunidad de triunfar con la gracia de Dios.
Veamos algunos de sus consejos espirituales. En carta del 18 de enero de 1913 le escribe al padre Agustín: Jesús, a la prueba de temores espirituales, une la larga prueba del malestar físico, sirviéndose de los brutos cosacos… Me quejé a mi ángel y él, después de haberme dado una pequeña prédica, me dijo: “Agradece a Jesús que te ha escogido para seguirlo de cerca en la senda del Calvario. Yo veo con alegría esta conducta de Jesús hacia ti. ¿Crees que estaría tan contento, si no te viese tan golpeado? Yo, que deseo tu progreso, gozo de verte en este estado. Jesús permite los asaltos del demonio, porque quiere que te asemejes a Él en las angustias del desierto y de la cruz. Tú, defiéndete, aleja de ti las malignas insinuaciones y, donde tus fuerzas no alcancen, no te aflijas, amado de mi corazón, pues yo estoy a tu lado”. Oh, padre mío, ¿qué he hecho yo para merecer tanta amabilidad de mi angelito?.

Mándame  tu  ángel

El padre Pío recomendaba a sus hijos espirituales que, en caso de dificultad, le enviaran a su ángel para pedir por sus necesidades y él les ayudaría. El padre Alessio Parente declaró: Cuando confesaba, les decía a los penitentes que, si no podían venir a verlo, le mandaran su ángel. Un día estaba en la terraza con él. Le pedí consejo para una persona y me respondió: “Déjame en paz, ¿no ves que estoy ocupado?”. Yo me callé, pero lo veía rezar el rosario y no me parecía demasiada ocupación. Pero él añadió: “¿No has visto todos estos ángeles custodios de mis hijos espirituales, que van y vienen?”. Yo le respondí: “No los he visto, pero lo creo porque usted cada día les repite a sus hijos que se los manden”.
El mismo padre Alessio nos refiere otro caso: Una tarde, después de haberlo ayudado a acostarse, me senté en el sillón, esperando que llegara el padre Pellegrino a cuidarlo. Mientras estaba esperando, sentía que el padre Pío rezaba el rosario y, a veces, interrumpía el rezo y decía frases como: “Dile que rezaré por él. Dile que intensificaré mis plegarias para obtener su salvación. Dile que llamaré al Corazón de Jesús para conseguir esa gracia. Dile que la Virgen no le negará esa gracia”.
El padre Pierino Galeone, refiere que en 1947 estuvo 20 días en san Giovanni Rotondo. Las personas, viéndome siempre cerca del padre Pío, me pedían encomendarle sus penas: la suerte de familiares desaparecidos en Rusia, la curación de un hijo, la solución de sus problemas, encontrar trabajo, etc. El padre siempre me respondía con dulzura y amor. Un día me dijo: Cuando tengas necesidad de algo, mándame tu ángel y yo te responderé. Una mañana una mamá se me acercó llorando, antes de la misa, para recomendarme a su hijo. El padre ya había subido al altar y yo no me atreví a hablarle, así que, conmovido, como me había aconsejado, le mandé a mi ángel para encomendarle el hijo de aquella madre. Terminada la misa, me acerco al padre Pío y le encomiendo al joven. Y él me responde: “Hijo mío, ya me lo has dicho”. Entendí entonces que mi ángel custodio le había advertido oportunamente y el padre Pío había orado por él.
La señora Pía Garella manifestó que en 1945, poco después de terminada la guerra, el 20 de setiembre, se hallaba en el campo a unos kilómetros de Turín y deseó enviarle al padre Pío un telegrama de felicitación por el aniversario de sus llagas, pero no encontró a nadie que se lo pudiese enviar por estar en el campo. De pronto, se acordó de la recomendación del padre Pío: Cuando tengas necesidad, mándame a tu ángel…
Entonces, se recogió unos momentos y le pidió a su ángel que le diera personalmente la felicitación. A los pocos días, recibía una carta de una amiga de san Giovanni Rotondo, Rosinella Placentino, en la que le informaba que el padre Pío le había dicho: Escribe a la señora Garella y dile que le doy las gracias por la felicitación espiritual que me ha mandado.
El abogado Adolfo Affatato manifestó que, mientras estudiaba en Nápoles, iba frecuentemente a San Giovanni Rotondo a ver al padre Pío como padre espiritual. Un día me dijo: Si alguna vez no puedes venir, no te preocupes, basta que vayas a una iglesia donde está el Santísimo sacramento y me envíes a tu ángel custodio. Un día, mientras iba a dar el examen de Derecho privado, entré a una iglesia que estaba en mi camino. Salí muy bien del examen y, cuando fui a visitar al padre Pío para darle las gracias, me dijo: “Te había dicho que en los momentos de dificultad me enviases a tu ángel, pero bastaba una sola vez”.
Ana Benvenuto refiere en el Proceso que, estando en Foggia, una mañana hubo un bombardeo terrible. El esposo de su hermana era médico y trabajaba en el hospital. Dice: “Yo le rogué a mi ángel que fuera a decirle al padre Pío que ayudara a mi cuñado para que no le pasara nada malo”. Por la tarde, llegó mi cuñado y nos dijo que se había salvado de milagro. Había sentido una fuerza misteriosa que lo obligaba a salir de un refugio a otro y eso ocurrió hasta cuatro veces.
Al día siguiente, nos fuimos a san Giovanni Rotondo para agradecerle la ayuda al padre Pío. Después de confesarme con él, le pregunté: “Padre, cuando estoy lejos y tengo necesidad urgente, ¿cómo puedo hacer?” Me respondió:
-¿Qué hiciste ayer por la mañana?
-Padre, ¿entonces vino mi ángel a visitarlo?
-¿Qué crees que el ángel es tan desobediente como tú?
Desde entonces, siempre he creído en el ángel custodio.
Otro día me dijo: Son tantos los que me mandan a su ángel a pedir ayuda que, si debiera escuchar los agradecimientos de todos, estaría fresco.
Una hija espiritual del padre Pío fue un día al convento para hablar con él, pero el padre Pío le mandó a decir que no podía ni quería recibirla. Ella dice: Me sentí dolida por ese trato inhumano y, mientras regresaba a casa, le dije a mi ángel: “Mañana no asistiré a misa ni comulgaré. Vete y díselo al padre”.
En la tarde, antes de anochecer, me envió una persona a decirme: “Dile que mañana no comulgue”. Al día siguiente, me acerqué al convento con Lucietta Fiorentino, y el padre, desde una ventana, me dijo: “Bravo, el ángel custodio es tu empleado, lo has enviado para decirme todas tus rabietas. Señorita Lucietta, ¿sabes qué ha hecho esta señorita? Se propuso no venir a misa ni comulgar y le ha mandado a su ángel para decírmelo”. Yo exclamé:
- Padre, ¿ha venido a decírselo?
-Claro, no es desobediente como tú, seguro que ha venido.

Ángel  viajero

El ángel del padre Pío debía ir muchas veces en su nombre a visitar enfermos o convertir pecadores. Lo tenía siempre ocupado en hacer obras de bien, no sólo a los de cerca, sino también a personas lejanas.
El padre Gabriel Bove declara: Para mí era sorprendente lo que decía la gente de que el padre Pío tenía mucha familiaridad con su ángel custodio y le pedía que fuera durante la noche a confortar a los enfermos y socorrer a los pecadores. Esto me lo confirmó el mismo padre. Un día de verano de 1956, después de bendecir a los fieles, salía el padre Pío de la iglesia muy fatigado. Aquel día parecía que estaba más cansado que de ordinario. Caminaba apoyado del brazo del padre Giambattista y se parecía a san Francisco estigmatizado bajando del monte. Yo lo tomé del otro brazo, preguntándole: “Padre, ¿está muy cansado?”
-Sí, hijo mío, estoy aplastado por tanto calor.
-Esta noche descansará. Además pediremos a su ángel custodio que venga a aliviarlo.
Detuvo el paso y con fuerte voz me gritó: “Pero ¿qué dices? Debe ir de viaje”. Era eso precisamente lo que yo quería saber. Disimulando mi sorpresa, le respondí:
-¿Qué? ¿Su ángel debe viajar?
-Cierto.
Entonces, le dije: Padre, si su ángel debe viajar para confortar a los enfermos y socorrer a los pecadores, permita que nuestros dos ángeles, al menos tomen su puesto.
-No, que cada uno de sus ángeles esté con su protegido. Y, sonriendo, añadió: ¿Y si estos ángeles se ponen celosos?.

Otros  servicios

El ángel del padre Pío le ayudaba en todas sus necesidades. Por la mañana lo despertaba. Así le dice al padre Agustín en una carta del 14 de octubre de 1912: Por la noche me duermo con una sonrisa de felicidad…, esperando que el pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme para cantar las alabanzas matutinas al Amado de nuestros corazones.
Y no sólo rezaba y cantaba con él las alabanzas del Señor en el coro, también le comunicaba los pecados o cosas ocultas de sus visitantes, aunque en ocasiones lo hacían los mismos ángeles de sus penitentes.
María Pompilio declaró: Una mañana el padre Pío, viéndome en la sacristía, me llamó y me dijo una acción mala que había cometido, ofendiendo al Señor. Yo no supe qué responderle y no podía negarlo. Le pregunté cómo lo sabía, pero un día, tanto le importuné que, al final, me dijo con voz baja: “Ha sido tu ángel custodio”.
Cuando estuvo de sacerdote joven en su pueblo de Pietrelcina, su ángel le guardaba la casa. Por eso, la gente del pueblo decía que tenía poco cuidado en cerrar la puerta de su casa. Les decía: Tengo un ángel que me la cuida.
A sus hijos espirituales los despedía diciendo: El ángel del Señor te acompañe, te guíe y te proteja durante el viaje. Les recomendaba que se cuidaran de no cometer pecados en su presencia.
Ana Benvenuto certifica que un día fue a dar un paseo con una vecina, quien sintió varias veces el perfume del padre Pío. Ella se sintió mal por no haberlo sentido y, al día siguiente, fue al convento a confesarse. El padre Pío, de inmediato, le preguntó: Ana, ¿llevas medias? Le dije: “Sí, padre”. “Pero ayer por la tarde, ¿por qué ibas sin medias?”. Traté de excusarme por el mucho calor, pero el padre me respondió: “Aunque hubieras estado sola, debías haber ido con medias. Acuérdate que somos espectáculo para el ángel custodio y no debemos entristecerlo”.
Un día el papá del padre Pío se cayó por las escaleras de la casa de María Pyle y no se hizo nada, porque su ángel lo cuidó. El suceso ocurrió en los primeros meses de 1946. Cuando su papá se lo refirió, el padre Pío le dijo: Agradece a tu ángel custodio que te ha puesto un almohadón en cada grada para que no te hagas daño.

Ángel  acólito

Los ángeles nos acompañan cuando estamos en la iglesia y ayudan al sacerdote para evitar profanaciones de la Eucaristía por descuido.
El padre Alessio Parente relata: Una mañana, al dar la comunión, se terminaron las hostias de mi copón. Cuando lo estaba purificando, del lado derecho de mi espalda, vi una hostia que, como una flecha, fue a meterse en el copón. Después de las confesiones, fui a la celda del padre Pío y le conté el hecho. Y el padre, en tono severo, me dijo: “Agradece a tu ángel custodio que no te ha hecho caer a tierra a Jesús. Aprende que la comunión se distribuye con amor y reverencia”.
Otro día un religioso le presentó esta cuestión al padre Pío: Padre, nuestros ojos no ven bien los pequeños fragmentos de hostia consagrada que se caen al distribuir la comunión. El padre respondió: “¿Qué crees que hacen los ángeles en torno al altar?”.
Todos entendieron que los ángeles están listos para intervenir y recoger los pedacitos y llevarlos al copón.

Ángeles  cantores

Es sabido que los ángeles cantan bien como aquellos ángeles de la noche de Navidad que cantaban: Gloria a Dios en el cielo. En la misa están presentes todos los ángeles como en el cielo, pues la misa es el cielo en la tierra. Y se unen al sacerdote cantando, especialmente en el momento del Gloria y del Santo; ofreciendo las buenas obras de los asistentes en el momento de las ofrendas y acompañando a los presentes en el momento de ir a comulgar.
Una noche, en el convento de san Giovanni Rotondo, los religiosos sintieron una música extraña en la iglesia sin poder explicarse el porqué, pues en aquel momento nadie estaba en la iglesia. Fueron a preguntarle al padre Pío y respondió:
¿De qué se maravillan? Son las voces de los ángeles que llevan las almas del purgatorio al paraíso.
¡Cuántas veces cantarán los ángeles, cuando sus protegidos van al cielo desde el purgatorio! Y ¡cuántas veces cantarán mientras están por millones adorando a Jesús sacramentado en todos los sagrarios del mundo!
No olvidemos que los ángeles rezan por sus protegidos y podemos enviarlos a visitar a nuestros familiares cercanos o lejanos, incluso hasta el purgatorio, para que los saluden de nuestra parte y les lleven nuestras bendiciones y obras buenas por ellos.
Los ángeles se entristecen al ver nuestros pecados y se alegran y se ríen con nosotros al ver nuestras buenas obras. El padre Agustín nos cuenta lo que decía el padre Pío en uno de sus éxtasis del 29 de noviembre de 1911: Ángel de Dios, ángel mío, ¿no estás tú a mi lado para mi custodia? Dios te ha encomendado que me cuides. Debes estar junto a mí… ¿Y te ríes? ¿Qué te hace reír? Dime, ¿quién estaba ayer por la mañana aquí presente? ¿Y te pones a reír de nuevo? ¿Un ángel que se pone a reír? Dímelo, porque no te dejaré hasta que no me lo hayas dicho.

El  perro  guardián

Es conocida la historia de san Juan Bosco, a quien se le apareció por espacio de 30 años un perro, a quien llamaba Gris, y que le protegía de los peligros, cuando sus enemigos querían matarlo. Pues bien, un día el padre Pío envió a su ángel a salvar a un ingeniero que estaba en peligro de muerte y lo hizo su ángel bajo la figura de un perro.
El general Tarsicio Quarti declaró el 30 de junio de 1943 lo que le contó un joven ingeniero: Había bajado en la estación de San Severo y, al no encontrar medios de comunicación, se dirigía a pie hacia San Marco in Lamis. Estando en pleno campo se le acercaron unos campesinos con aire amenazante con horcas y palas. Aquellos días estaba la gente alterada, porque habían caído varios paracaidistas ingleses y lo confundieron con uno de ellos, que había escondido su paracaídas muy cerca del lugar. Pero él se puso a rezar, viendo que se acercaban hacia él y, de pronto, apareció un perro feroz, amenazando a los campesinos que, espantados, desistieron de seguirlo. Pudo a la mañana siguiente llegar a san Giovanni Rotondo. Cuando lo vio el padre Pío, le dijo de inmediato: “La hubieras pasado mal si no te hubiese enviado a mi ángel custodio”.
Fuentes: extraído del libro “San Pío de Pietrelcina y su Ángel Custodio” del P. Ángel Peña O.A.R., Signos de estos Tiempos

Murió, fue llevado al cielo por ángeles y Jesús le mostró lo que sucedería a la próxima generación

Murió, fue llevado al cielo por ángeles y Jesús le mostró lo que sucedería a la próxima generación [2012-01-03]

[Imprimir] [Enviar x Email][SdeT] James Wilburn Chauncey no piensa en sí mismo como un profeta. De hecho, ni siquiera se considera a sí mismo profundamente religioso. Chauncey, un jubilado de 73 años de edad, de Fayetteville, Georgia, cree, sin embargo, que ha estado en el paraíso y regresado, y se ha encontrado cara a cara con Jesucristo. Chauncey ha escrito un libro, “Eyewitness to Heaven”, que incluye su vívido relato de la experiencia cercana a la muerte cuando tenía 7 años de edad. Chauncey escribe que fue transportado al paraíso por los ángeles a través de una falange de demonios temibles, después de haber sido declarado muerto por meningitis bacteriana, en lo que hoy es el Hospital de Niños en Erlanger a mediados de 1940.
Fue apodado el “Niño Milagro” en los informes de noticias locales por su milagrosa recuperación durante una noche de una de las enfermedades más letales de la época. En ese momento, más del 99 por ciento de las infecciones de meningitis bacteriana morían dentro de las 12 horas, dijo Chauncey.
Chauncey dijo que no ha leído los otros libros, y, de hecho, dijo que ha luchado toda la vida con el deseo de enterrar su experiencia de la niñez a fin de no invitar a la burla de los escépticos. “Los títulos han traído mi atención”, dijo en una entrevista telefónica. “Intencionalmente me he mantenido al margen del material sobre este tema. Me temo que si leo algo así como que podría cambiar mi memoria.” Chauncey dijo que sus recuerdos de su experiencia cercana a la muerte en el verano de 1946 son tan cristalinos como el día en que ocurrieron.
Hace unos 15 años, enfrenta un futuro incierto, con cáncer, y accedió a escribir sus experiencias de la infancia por sus hijas adultas, Chauncey explicó en una entrevista telefónica reciente.
“Yo había escrito unas 20 páginas”, recordó. “Mis hijas querían saber algunas de las razones por las que soy como soy.” Más tarde, él dijo, se encerró a escribir, enojado con lo que él creía que eran las amonestaciones de Dios para compartir su historia con más personas. “Pasé mucho tiempo en oración y en agonía, y me preguntaba ‘¿Por qué estoy haciendo esto [libro]?” dijo sobre su decisión final de hacerlo público. Chauncey dijo que se había cansado de la gente que piensa que su experiencia es fabricada. “Cuando yo empiezo a contarle a alguien cara a cara, puedo ver sus ojos vidriosos”, dijo.
Cuando era un niño, se enfrentó a burlas en la escuela, de los maestros y estudiantes que no creían el relato de su viaje al paraíso.
En sus años de adulto joven, no siempre fue a la iglesia. Debido a que sus creencias religiosas estan esencialmente basadas en la evidencia de testigo ocular de una vida futura, no ha tomado el camino tradicional de la fe, dijo. “No tengo miedo a la muerte”, afirma rotundamente. “Hay algo allí mucho mejor, y me gustaría volver allí”.

ESTA ES SU HISTORIA, COMO DICE EN SU LIBRO

Como un niño que crece en Walden, recuerda ser acosado por una hermana mayor que él consideraba su deber de asegurarse de que “será salvada”. El joven Wilburn – se conoce por su segundo nombre – resistió a invitaciones para asistir a servicios religiosos, pero una noche se sintió inexplicablemente atraído por un reavivamiento en Taft Highway. Él recuerda haber orado por un evangelista local y sintió un despertar espiritual antes de encontrar su camino a casa por la luz de las estrellas.
Sus padres estaban desesperados porque se había alejado de su casa esa noche, pero tuvieron gran alivio a su regreso, recuerda. Ya habían perdido tres hijos, un niño que fue atropellado por un coche cuando era un bebé y un par de gemelos que murieron poco después de su nacimiento. El caso de meningitis del jóven Wilburn empezó como un fuerte dolor de cabeza un día en el verano de 1946 y pronto se convirtió en insoportable. Fue llamado el médico y dio la noticia de que el chico casi seguro que moriría en pocas horas.
Horrorizada de que podría perder a otro niño, la familia insistió en que se transportara a Wilburn al Hospital de Niños, donde fue puesto en cuarentena (como su familia). Los médicos y enfermeras hicieron lo que pudieron, pero pronto también renunciaron porque el niño iba a morir. Finalmente, su respiración se detuvo, y un médico firmó su certificado de defunción. Una sábana fue colocada en su rostro.
 
Chauncey todavía recuerda la sensación de su alma, dejando su cuerpo y ver con horror como sus padres reaccionaron a la noticia de su muerte. Dos ángeles vinieron a acompañarlo al paraíso, recuerda, a pesar de que les rogó que lo dejaran quedarse a consolar a su madre y su padre.
Con el tiempo, los ángeles le tranquilizaron y comenzó el viaje.
Él escribe: “Yo podía ver la luz adelante. Todo a mi alrededor era oscuridad y las estrellas … Un ángel me dijo que me aferrara a él y no lo dejara suelto, sin importar lo que viera o pasara…” Chauncey dijo que comenzó a ver “criaturas extrañas y terribles. Ellos eran las cosas más horribles que he visto. Ellos estaban tratando de agarrarme y gritaba para que me vaya con ellos. Me dijeron que yo podría tener todo lo que alguna vez he querido si fuera con ellos.”
Chauncey cuenta que los ángeles lucharon contra los demonios antes de que finalmente lo entregaran al paraíso. Allí, escribe, se encontró con su hermano Ralph, que había muerto cuando era un bebé. También se reunió con un chico y una chica de ropas blancas, conocidos como “gemelos sin nombre”, que Ralph los presentó como sus otros dos hermanos que murieron cuando eran bebés.
Pronto, Chauncey dijo, estaba rodeado de cientos de antepasados ??muertos, y todos parecían muy tristes. Los ángeles le explican la tristeza como una reacción a la noticia de que a Chauncey se le pedirá que regrese a la Tierra. “No, no voy a entrar”, recuerda que dijo Chauncey. Para entonces, él se sentía cautivado por las maravillas del paraíso. Mientras que en el cielo, Chauncey dice, se le dio una visión de sus padres luchando en la Tierra, un argumento para volver de la muerte. Dijo el arcángel Gabriel que Jesús quería extender sus años y darle un vistazo al futuro de la Tierra si él estuviera de acuerdo en volver.
El vislumbró a Jesús, dijo, y hasta la fecha tiene una memoria clara de sus características físicas que no coinciden con el delicado rostro a menudo representado en las pinturas. En su visita, a Chauncey se le dio una visión de su futura esposa e hija. También cree que vio aspectos más destacados de una guerra mundial que viene anunciada en el libro de la Revelación del Nuevo Testamento, una guerra que ahora cree que va a suceder en la próxima generación.
“Fue tan espantoso que no he sido capaz de sacarlo de mi mente por más de seis décadas”, dijo. “Pienso en ello todos los días.” Otra vez con una escolta de ángeles, Chauncey dijo que vino a la Tierra y volvió a entrar en su cuerpo, que todavía estaba en la habitación del hospital en espera de la cremación. En su libro, Chauncey describe lo que sucedió después: “.. Solo, una limpiadora [del hospital] se dirigió lentamente al lado de la cama solitaria Ella extendió su mano para levantar lentamente la sábana de mi cara”. Mientras lo hacía, yo le hice una gran sonrisa y dije: ‘¡Hola!’

POR QUE VOLVIO A LA TIERRA

Chauncey, jubilado experto de la industria de la construcción que vive en Fayetteville, Georgia, cree que se le dio la opción de volver a su cuerpo terrenal después de “morir” de meningitis bacteriana en el Hospital Infantil de Erlanger en 1946, para intervenir en una próxima confrontación entre su madre y padre. Chauncey dijo que se le dio una visión de futuro – si permanecía en el cielo – que incluyó esta escena en casa de su familia en Walden: “Miré hacia mi casa y vi un coche de patrulla del alguacil y un coche camuflado aparcado cerca de la escalones de la entrada de nuestra casa. Papá era conducido escaleras abajo por dos alguaciles.
Un ángel en el cielo le dijo que su madre había muerto y su padre fue acusado, Chauncey escribió en su libro. Chauncey cree que fue enviado de vuelta a la Tierra para intervenir y evitar la lucha fatídica de sus padres.
Sobre el desarrollo de su infancia, Chauncey dijo, que su madre y su padre comenzaron a luchar un día en la cena del domingo. Su madre lanzó un salero a su padre, y las cosas empeoraron con rapidez. Su madre tomó un arma, su padre, un hacha, y Chauncey dijo que se puso entre ellos a instancias de un ángel que había llegado a la escena. Después de haber cumplido su misión, Chauncey cree que el resto de su vida ha transcurrido en el silencio del trabajo, formar una familia y marcar el tiempo hasta que vuelva al cielo.

EXTRACTOS DEL LIBRO

. De repente, me encontré fuera de mi cuerpo y pude ver al personal del hospital que trabajaban en mi …
. Fue increíble, yo podía ver y oír todo lo que decían el uno al otro acerca de mí …
. Mis padres se pusieron batas de hospital, las máscaras y entraron en la habitación. Al ver la tristeza en ellos, no me podía contener por más tiempo a mí mismo, por lo que comencé a gritar: “¡Estoy aquí! Yo estoy aquí “, pero no me podían oír. Me acerqué para abrazar a mamá, pero mis brazos pasaron a través de ella. Yo estaba gritando y llorando cuando mamá y papá se inclinaron sobre mi cuerpo, como si fueran a darme un beso de despedida …
. Los ángeles me tomaron del brazo y nos fuimos, a través de la pared del hospital en el aire fresco de la noche …
. Lo que estaba viendo era lo que vendría al final de esta generación de hombres acercándose a la tierra. Lo que vi fue tan espantoso que no he sido capaz de sacarlo de mi mente por más de seis décadas, lo pienso todos los días. Guerras, incendios, terremotos, conflictos, y muerte se estaban produciendo en todo el mundo, y luego fue en las costas de Estados Unidos …
. Animales y personas comenzaron a aparecer de lugares donde se escondieron durante la época terrible de destrucción …
. Un hombre y una mujer salieron de su escondite, una cueva creo yo, cogidos de la mano y vestidos con ropas rotas y andrajosas, miraron a su alrededor y comenzaron a buscar comida y semillas para plantar en un jardín. Otros les siguieron, al final, la vida en la tierra estaba siendo restaurada …
. Su piel brillaba con un tono que sólo puede ser descrito como un color dorado quemado. Su pelo era negro como el carbón. Su voz era suave y musical. Ella me dijo que no tuviera miedo. Cuando le pregunté quién era, ella dijo que su nombre era María …
Fuentes: Visions of Jesuschrist, Signos de estos Tiempos

Novena al Ángel de la Guarda

Novena al Ángel de la Guarda


El 2 de octubre se celebra la fiesta de los Angeles de la Guarda; el 23 de septiembre comienza su novena.
Un ángel de la guarda es un espíritu creado por Dios que protege y dirige a una persona en particular.
Los cristianos creen que los ángeles de la guarda protegen cualquier persona o vivienda a pedido del propio Dios.
En el Libro de Daniel, los ángeles parecen ser asignados a ciertos países. Enoc 100:5 –parte de cuya escritura está inspirada en los documentos de la Iglesia Etíope Ortodoxa de Tewahedo– manifiesta que los hombres justos gozan de ángeles protectores.
En Hechos 12:15 aparece otra alusión a tal creencia, mientras que en Mateo 18:10, Jesús explica que existen ángeles de la guarda que cuidan a los niños.
Por la señal de la santa Cruz…
Pésame Dios mío…
ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA DE LA NOVENA
A Vos, santo Ángel de mi Guarda, acudo hoy en busca de especial favor. Habiéndote puesto Dios por custodio y protector mío, nadie como Vos conoce la miseria y las necesidades de mi alma y los afectos de mi corazón. Vos sabéis el deseo que tengo de salvarme, de amar a Dios y de santificarme; mas, ¡ay!, también sabéis mi inconstancia y lo mucho que he ofendido a Dios con mis faltas y pecados. Vos, que sois para mí el guía más seguro, el amigo más fiel, el maestro más sabio, el defensor más poderoso y el corazón más amante y compasivo, alcanzadme de Dios la gracia suprema de amarle y servirle fielmente en esta vida y poseerle eternamente en la gloria.
Y ahora os ofrezco humildemente los pequeños obsequios de esta Novena, para que también me alcancéis las gracias especiales que en ella os pido, si no son contrarias a la gloria de Dios y al bien de mi alma. Así sea.
DÍA PRIMERO
¡Oh buen Ángel custodio! ayudadme a dar gracias al Altísimo por haberse dignado destinaros para mi guarda.
Os pido que por intercesión de María, me alcancéis de Dios un fervoroso espíritu y la práctica de una oración constante para agradecer a Dios todos sus beneficios, y especialmente el de teneros por celestial custodio mío.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEGUNDO
¡Oh Príncipe celestial!, dignaos obtenerme el perdón de todas las ofensas que he hecho a Dios y a Vos, despreciando vuestras amenazas y vuestros consejos.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios un verdadero dolor de los pecados, que me obtenga el perdón de todas las faltas y caídas de la vida pasada.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA TERCERO
¡Oh mi Tutor amoroso!, infundid en mi alma un profundo respeto hacia Vos, de tal manera que jamás tenga el atrevimiento de hacer cosa alguna que os desagrade.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios el recuerdo de la presencia divina y el respeto a vuestra presencia continua, las cuales han de guardarme del pecado.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA CUARTO
¡Oh Médico compasivo!, enseñadme el remedio y dadme el auxilio para curar mis malos hábitos y tantas miserias como oprimen mi alma.
Os pido que, por intercesión de Maria, me alcancéis de Dios un verdadero espíritu de mortificación, con el cual domine mis malas pasiones y la sensualidad, y obtenga la paz y la libertad de espíritu, juntamente con las demás virtudes.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA QUINTO
¡Oh, mi Guía fiel!, alcanzadme fuerza para vencer todos los obstáculos que se encuentren en el camino de la existencia y para sufrir pacientemente las tribulaciones de esta miserable vida.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios una verdadera paciencia y conformidad en todas las contrariedades y penas de la vida que Dios pueda permitir para mi santificación.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEXTO
¡Oh Intercesor eficaz cerca de Dios!, alcanzadme la gracia de seguir prontamente vuestras santas inspiraciones y de conformar, en todo y para siempre, mi voluntad a la de Dios.
Os pido que, por la intercesión de María, me alcancéis de Dios una obediencia absoluta a todos mis superiores, la cual me santifique por el cumplimiento de la voluntad divina en ella manifestada.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA SÉPTIMO
¡Oh Espíritu purísimo, encendido todo en amor de Dios!, alcanzadme este fuego divino, y al mismo tiempo una verdadera devoción a vuestra augusta Reina y buena Madre mía, la Virgen Santísima.
Os pido que, por intercesión de María, me obtengáis de Dios la caridad perfecta y la devoción a María, que sean para mi fuente abundantísima de méritos, camino segurísimo de salvación y el más dulce consuelo en la hora de la muerte.
Igualmente as pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA OCTAVO
¡Oh invencible Protector!, asistidme a fin de corresponder dignamente a vuestro amor y a vuestros beneficios, y para trabajar con todas las fuerzas en promover vuestro culto y vuestra devoción.
Igualmente os pido que, por intercesión de Maria, me alcancéis de Dios un celo fervoroso para la práctica del bien y una fervorosa devoción angélica, que sean mi propia santificación y la del prójimo.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
DÍA NOVENO
¡Oh bienaventurado ministro del Altísimo!, alcanzadme de su misericordia infinita que llegue yo a ocupar un día uno de los tronos que dejaron vacíos los ángeles rebeldes.
Os pido que, por intercesión de Maria, me obtengáis de Dios la gracia de una santa muerte, confortada con los Santos Sacramentos, que me abra las puertas de la gloria eterna.
Igualmente os pido la gracia de…
Terminar con las oraciones finales.
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS
Oración a la Santísima Trinidad. Para obtener de Dios las gracias que esperamos, ¡oh buen Ángel de la Guarda!, en unión vuestra y de todos los otros Ángeles del cielo, y por mediación de la Virgen Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, saludo ahora a la Trinidad Santísima con el Trisagio angélico, diciendo de todo corazón:
Santo. Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Padre Eterno: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Hijo Unigénito: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Espíritu Santo: Padrenuestro. Avemaría y Gloria.
Oración de San Juan Berchmans
Ángel Santo, amado de Dios, que después de haberme tomado, por disposición divina, bajo vuestra bienaventurada guarda, jamás cesáis de defenderme, de iluminarme y de dirigirme: yo os venero como a protector, os amo como a custodio; me someto a vuestra dirección y me entrego todo a Vos, para ser de Vos gobernado. Os ruego, por lo tanto, y por amor de Jesucristo os suplico, que, cuando sea ingrato para con Vos y obstinadamente sordo a vuestras inspiraciones, no queráis, a pesar de esto, abandonarme; antes al contrario, ponedme pronto en el recto camino, si me he desviado de él; enseñadme, si soy ignorante; levantadme, si he caído; sostenedme, si estoy en peligro, y conducidme al cielo para poseer en el una felicidad eterna. Amén.

LOS VERDADEROS ÁNGELES DE DIOS TRINO

Santa Faustina Kowalska y los ángeles [2012-07-26]


Los ángeles suelen ayudar a una persona a desarrollar la espiritualidad de una manera invisible, sin embargo, a veces Dios permite que un alma elegida vea y escuche a sus siervos celestiales.
Este don de la familiaridad con los ángeles se le dio a Santa Faustina Kowalska, religiosa mística y una videntes de la Divina Misericordia. Por 13 años pasó en una orden consolada y defendida por los ángeles que se convirtieron en sus mejores amigos. El confesor de Faustina padre Michal Sopocko escribió en su diario que ella tenía la devoción a los santos ángeles y que experimentó la presencia de su ángel de la guarda visiblemente.
Al leer su diario, podemos tener la impresión de que Santa Faustina llevaba una vida fácil, porque se encontró con Jesús, la Virgen María y los ángeles místicamente. Sin embargo, Santa Faustina dijo que tal convicción era engañosa porque siempre se dio cuenta de su miseria humana. La Santa luchó con sus debilidades cada día; apenas triunfaba sobre un defecto de carácter, cuando resultaba que ara sustituido por diez fallas más. Santa Faustina no se desanimó ya que sabía que su vida no era un tiempo de paz, sino de guerra.
Los ángeles no tomaban decisiones por ella, ellos aparecieron como sus compañeros en sus viajes místicos al infierno, al purgatorio y al cielo. Después de las visiones que ella pidió a la Divina Misericordia fue el doble de duro.
Cuando Dios designa ángeles a la gente, les presenta gracias indispensables necesarias para realizar las tareas. Santa Faustina tuvo la misión de transmitir un mensaje sobre la Divina Misericordia, el Señor le dijo: “Yo bajé del cielo a la tierra por ustedes (…), he derramado mi sangre por ustedes, así que la gente no tenga miedo de conocerme” (Diario, 1275). Los ángeles le enseñaron a orar bien y a contemplar a Dios, ellos nunca aliviaron sus deberes, sino que la animaron a esforzarse y luchar con claras intenciones de acción.

LOS ÁNGELES: AMIGOS EN EL CAMINO AL CIELO

Santa Faustina tuvo contacto con San Miguel Arcángel, un serafín y un querubín, un espíritu llamado “uno de los siete”, su ángel de la guarda y ángeles de la guarda de otras personas y de las iglesias. En los momentos cruciales de su vida, ella siempre llamó por su ayuda. Sus amigos celestiales nunca le defraudaron, ya que no sólo la defendieron de los ataques demoníacos, sino también la consolaron en los momentos difíciles y le recordaron sobre el cumplimiento de sus deberes con amor también.
Trabajando en la Congregación en Cracovia como portera ella sintió miedo debido a los disturbios revolucionarios y a la actitud hostil de la sociedad hacia la Iglesia. En respuesta a su solicitud de protección de Dios le dijo: “Hija mía, en el momento en que te aproximaste a la puerta yo ordené a mi querubín protegerte. Ten calma, por favor.” (Diario, 1271) Después de la conversación que ella vio al ángel que Dios le prometió.
Al tener tantos amigos celestiales, Santa Faustina trató de modelar su vida sobre la vida de Jesús crucificado. Ella solía decir que ella no envidiaba los ángeles porque ellos “sólo” adoraban a Dios, mientras que el Señor vivió en su corazón, como su sangre que circula en las venas a través de la Sagrada Comunión (Diario, 278). Ella creía firmemente que los ángeles eran los cuidadores de las personas en su camino al cielo. También admiraba a Dios por sus Misericordia, gracias a la cual los primeros padres “no fueron rechazados para siempre después del pecado original, como los ángeles caídos” (Diario, 1743).

LOS ÁNGELES: PARANGONES DE LA CONTEMPLACIÓN DE DIOS

Durante todos los días las meditaciones del alma de Santa Faustina la prepararon para cumplir la voluntad de Dios. A menudo ella le pidió la capacidad de entender la orden del Señor en el mundo material y espiritual, que le permitió buscar y amar el Bien. Cuando estaba en oración en el convento, ella llamaba a la intercesión de los ángeles pidiendo una vida celosa y buena muerte.
Faustina también conoció a su ángel de la guarda, por ejemplo, en un tren de Varsovia a Cracovia (Diario, 490). Tales “visitas” hicieron su fe más ardiente; ella realizó sus tareas en la cocina, la sala de cocción y en el jardín con el corazón lleno del amor. Los ángeles le aseguraron que a Dios realmente le gustaba la gente de trabajo, su alegría y su sufrimiento (Diario, 1312.) Una vez su ángel guardián le pidió que orara por los moribundos, al otro día, él le pidió que rezara por una persona en particular. A la mañana siguiente se enteró de que la persona había muerto (Diario, 820). En ese sentido las palabras de Jesús sobre la alegría angélica debido a la conversión religiosa de un pecador se confirmaron en la vida de Faustina (Lucas 15,7).
Un jueves en la hora santa Sor Faustina se sintió mal, pero ella decidió no interrumpir sus oraciones, más tarde fue atacada por los demonios que estaban blasfemando y asustándola. Su ángel de la guarda apareció de inmediato y dijo: no tengas miedo, novia de mi Señor, porque no te pueden hacer ningún daño, sin su permiso (Diario, 419). La hermana Santa notó que su mirada era modesta y un rayo de fuego salió de su frente. Su ángel de la guarda fue su guía en el purgatorio en una de sus visiones místicas, también. Santa Faustina vio un lugar velado lleno de almas sufriendo en el fuego, ellos le explicaron que el anhelo de Dios causaba su dolor (Diario, 20).
Sor Faustina contempló la Santa Misa; ella escribió que tenía miedo en el día en que no podía tomar el “Pan Angélico” (Diario, 1804). Cuando en el hospital se le informó que la Santa Comunión no le sería llevada por un sacerdote, ella se puso triste, pero espiritualmente se preparó para la visita del Señor y su deseo se hizo realidad – por los próximos 13 días tomó a Jesús en comunión de manos del serafín. “Estaba vestido con una túnica blanca, un alba transparente y estola; tenía un cáliz hecho de cristal cubierto con un velo transparente“. (Diario, 1676) Ella oyó un canto angelical acerca de su vida en el día en que ella no pudo asistir a la Santa Misa (Diario, 1202). Santa Faustina contempló la Divina Misericordia, que le ayudó a soportar las dificultades de su vida. Ella vio un resplandor de gloria en los ángeles, se dio cuenta y luego imitó su humildad y adoración a Dios.
Fuentes: Hermana W. Siemienik ZMBM, Signos de estos Tiempos