OREN PARA NO CAER EN TENTACIÓN
CS-4
11-Jun-97
Jesús
El entrar en tentación depende de tres personas que,
separadamente y en cada una por sus propios motivos, quieren
la misma cosa, pero no el mismo efecto.
Depende del hombre ser tentado y entrar en tentación, del
hombre que corre tras sus fantasmas y abraza sus fruslerías
hechas de humo. Quieres tener lo que Yo prohibo, crees posible
desobedecer sin ser castigado.
En la tentación el hombre se comporta exactamente como un
niño que toma un cuchillo y juega peligrosamente. Se herirá con
facilidad y podrá causar daño también a los demás... El hombre
que se pone en tentación puede creer que es independiente, ya
que elige lo que más le agrada, pero pronto su presunta
independencia se transforma en esclavitud porque el orden
establecido por Mí se perturba con acciones contrarias a él, es
una fuerza que no se deja derribar por mucho tiempo y esto
porque Yo He puesto en todo un cierto peso, cierta tendencia
que lo empuja continuamente hacia su centro de gravedad,
hacia su puesto y su uso, conforme a Mi Voluntad.
La tentación es un muelle que se escapa de las manos del
hombre incauto que cree usar de Mis dones sin reconocer la
procedencia y la finalidad de esos mismos dones.
Pero si la criatura racional desatina así para su daño, otra
criatura racional, pero ya condenada, quiere trastornar
deliberadamente el orden establecido por Mí y sin poder
romper las cadenas bajo las cuales yace, con enorme astucia
procura tentaciones al hombre ingrato. Se complace Satanás
viendo desobedecido Al que odia y se prepara a separar del
bien a todos los que ciegamente lo creen. En el infierno, siempre
es impugnado por todos: por Mí y también por sus semejantes.
Nadie se le somete porque él, el ángel del mal, se rebeló
contra Mí. Todos lo maldicen, blasfeman de él, todos en el
infierno se dan de dentelladas y se encolerizan uno contra otro.
Es realmente el lugar de la perpetua discordia, del crujir de
dientes, del furor insensato, de la rebelión no sólo contra Mí
sino también entre ellos y esto para siempre, sin cesar. Pobres
condenados, por siempre estarán enfurecidos y esto lo saben
bien porque son irremovibles, obstinados y no hay potencia en
sus almas que no esté en rebelión contra Mí y contra todos.
¡Incomprensible el infierno a los pobres hombres que ceden a la
tentación!
Pero Satanás vive ahogado de rabia porque odia Mi
Redención, obra maldecida por él, por ser fruto de pura
Misericordia, de la Misericordia que él, el tentador, aborrece,
desdeña, ya que ella genera la sumisión de las criaturas,
sumisión que juzga indigna de él, eterno miserable.
¡Oh, sí!, está muy interesado en todo género de tentaciones
que el hombre se procura o que él mismo, tentador por
excelencia, provoca por odio, por envidia. Pero recuerden que
las tentaciones no son aquellas dos o tres cosas que de ordinario
el hombre imagina; no, no. Las tentaciones son muchas y sin
asustarlos ahora les hablaré de alguna que es bueno que sepan.
Comencemos con la comida. El hombre moderno es un
enfermo que vive de aprensiones respecto del comer.
“¿Mañana, habrá qué comer?”. Sí, habrá, si no dudas, oh
hombre sin Fe. Respecto de la calidad del alimento, la criatura
del siglo sufre otras tentaciones. “¿Me hará mal esta comida?”.
Ciertamente si comes sin consideración, puede hacerte daño;
pero si haces lo que puedes, ¿por qué no creer que Yo te
protegeré y te ayudaré en caso de que tu alimento no sea bueno
para ti?
Si son Mías las almas, ¿por qué no deberían ser Míos
también sus cuerpos?
Lo sé, muchas conspiraciones humanas y también infernales
traman contra su salud corporal además de la espiritual. Sé
muy bien cuánta malicia hay difundida en el mundo. Pero
ustedes son Míos y Yo los protegeré, inclusive si sufren algunas
consecuencias de la maldad de otros.
En cuanto al alimento superfluo, comprenderán más pronto
que es una tentación y sus vísceras se encargan de avisarles. Por
cierto, la garganta es pequeña pero la concupiscencia del cuerpo
es grande. Y se manifiesta de muchas maneras porque, les
repito, son muchas las tentaciones en que pueden caer
enredados. La lujuria, por ejemplo, más también la avaricia
hacen daño al hombre.
¿Quién puede decir cuánto hay de tentación al descubrir los
peligros que les presentan los hombres y cosas cuando
quisieran impedir efectos desagradables, cuando en una
palabra, temen la contradicción? Por eso sin Mi ayuda, ninguna
tentación pasará sin daño, tanto más si se trata de someter su
juicio torcido al Mío que es recto y lleno de sabiduría.
Son muchas las tentaciones, pero todas se encierran en una
sola frase: la tentación es la prueba del sometimiento de la
criatura a Dios.
Pero les He dicho que son tres las personas interesadas en la
tentación y ustedes ya han comprendido que también Yo quiero
que sean tentados... para poder declararlos vencedores y
premiarlos aquí en el Cielo; para hacerlos experimentar lo que
son sin Mí; lo que vale ser ayudados y preservados por Mí.
Por tanto, los efectos que Yo deseo de sus varias tentaciones
son buenos; pero ruéguenme también que les sean abreviadas, a
fin de que los libre de Satanás y para que se disipen las nieblas
que se condensan en su pequeño cerebro.
Rueguen para que no caigan en tentación: esta es Mi
invitación y Mi consejo: La oración, en efecto, es formidable
escudo que protege contra las incursiones satánicas; que cubre
los innumerables subterfugios del amor propio, subterfugios
que se resuelven en otras tantas tentaciones. Es necesario orar.
Yo daré ayuda, confortaré, Me haré consejero amoroso de cada
uno para hacerlos superar pequeños y grandes escollos.
Ruéguenme para que les impida salir del puerto de Mi
salvación, ya que fuera de Mis brazos, en mar abierto, las olas
son furiosas y demoledoras.
Luego les diré otras cosas; se las explicaré de cuando en
cuando con advertencias interiores, con llamadas externas de
parte de Mis amados. Ruéguenme sí, los libraré y serán Míos
todavía más y Yo Me dejaré asir mucho más, mejor Me
difundiré y nada podrá detenerme, porque la criatura que
resiste al mal Me atrae a Mí, infinito, eterno Bien.