No conocemos nuestro origen y el mal que heredamos al no conocer La Voluntad de Dios.
Guerra quiere decir ruina de muchos, pero también utilidad de muchos y ante la utilidad
propia el hombre descuida la utilidad colectiva. Os amáis tan poco entre vosotros que vivís
cada uno encerrado en el propio egoísmo y armado de aguijones para el prójimo. Por ello se
había sentido poco por el espíritu la primera oración, pues era sentida sólo por la carne que
temblaba de miedo por sí misma y por su tener casas; ésta está dicha con el espíritu aún
más sordo.
No es así como se obtiene lo que se pide. La tregua de las armas vendrá, porque debe
venir, pero no será más que una tregua. Y una cosa es tregua y otra es paz. Paz quiere decir
concordia externa e interna, buscada y querida con visión y afecto espiritual.
Si supierais venir a Mí, con los labios y el alma limpia e inflamada de verdadera caridad,
os daría esta paz. Os la daría contra todos los obstáculos que el Mal pusiera para impedirla,
porque Yo soy el vencedor eterno. Pero incluso entre los no muchos que hoy orarán en las
iglesias por esto, pocos, pocos, pocos tendrán los requisitos que hacen potente la oración.
Es una verdad dolorosa y espantosa, pero no beneficia esconderla porque su mal permanece
aunque esté escondido.
¡Pobres hombres, qué malos sois! Si tronase esta verdad desde los cielos, el hombre se
ofendería como los fariseos cuando les denunciaba descubriendo sus vicios ocultos.
Pero es como digo. La paz santa y verdadera no es deseada por todos. Estáis tan torpes y
tan embadurnados de tendencias malvadas que ni siquiera lográis escuchar el tono de la
verdad que Uno mayor que vosotros os revela. Pero la verdad es esa, no puede ser otra
verdad porque no hay más que una.
Estamos siempre en ese tema: "Si hubieran diez justos..." Pero los justos son tan pocos
contra la masa de los injustos. Satanás tiene un número desmesurado de hijos y servidores.
El Hijo de Dios tiene un número insignificante de verdaderos hijos y verdaderos siervos. Y en
este desequilibrio está la causa de vuestra ruina».
Fuente: Cuaderno del 1943 de Marìa Valtorta