23 de julio
Dice Jesús:
«Cuando llegue la hora, muchas estrellas serán arrolladas por las espirales de Satanás,
que para vencer necesita disminuir las luces de las almas.
Esto podrá suceder porque, no sólo los laicos sino también los eclesiásticos, han perdido y
pierden cada vez más la firmeza de fe, de caridad, de fuerza, de pureza, de desapego de las
seducciones del mundo necesarias para permanecer en la órbita de la luz de Dios.
¿Comprendes quienes son las estrellas de las que hablo? Son aquellos que he definido
como sal de la tierra y luz del mundo: mis ministros.
El esmero de la aguda malicia de Satanás es apagar, arrollándolas, estas lumbreras que
117 son luces que reflejan mi Luz para las muchedumbres. Si a pesar de tanta luz como todavía
emana la Iglesia sacerdotal, las almas se están hundiendo en las tinieblas cada vez más, se
puede intuir cómo será la tiniebla que aplastará a las muchedumbres cuando muchas
estrellas se apaguen en mi cielo.
Satanás lo sabe y siembra sus semillas para preparar la debilidad del sacerdocio, a fin de
poderlo enredar fácilmente en pecados, no tanto de sentido cuanto de pensamiento. En el
caos mental para él será fácil provocar el caos espiritual. En el caos espiritual los débiles,
ante el aluvión de las persecuciones, cometerán pecado de vileza, renegando de la fe.
La Iglesia no morirá porque Yo estaré con ella. Pero conocerá horas de tinieblas y horror
semejantes a las de mi Pasión, multiplicados en el tiempo porque así debe de ser.
Debe de ser que la Iglesia sufra cuanto sufrió su Creador, antes de morir para resucitar en
forma eterna. Debe de ser que la Iglesia sufra durante mucho más tiempo porque la Iglesia
no es, en sus miembros, perfecta como su Creador, y si Yo sufrí horas ella debe sufrir
semanas y semanas de horas.
Como surgió perseguida y alimentada por poder sobrenatural en los primeros tiempos y en
sus mejores hijos, lo mismo ocurrirá con ella cuando vengan los últimos tiempos en los que
existirá, subsistirá, resistirá a la marea satánica y a las batallas del Anticristo con sus mejores
hijos. Selección dolorosa, pero justa.
Es lógico que en un mundo en el que tantas luces espirituales se habrán muerto se
instaure, abiertamente, el reino breve pero tremendo del Anticristo, generado por Satanás,
así como Cristo fue generado por el Padre. Cristo hijo del Padre, generado por el Amor con
la Pureza. Anticristo hijo de Satanás, generado por el Odio con la triple Impureza.
Como aceitunas entre las ruedas del molino, los hijos de Cristo serán perseguidos,
exprimidos, triturados por la Bestia voraz. Pero no engullidos, porque la Sangre no permitirá
que sean corrompidos en el espíritu. Como los primeros, los últimos serán segados como
puñados de espigas en la persecución extrema y la tierra beberá su sangre. Pero
bienaventurados para siempre por su perseverancia quienes mueren fieles al Señor»
Usted me había dicho que para entender a Juan había que leer sus epístolas y el
Apocalipsis. He tomado la Biblia y he abierto al azar donde están los escritos del Predilecto.
Se me ha abierto en el cap. 12°. El Maestro me lo explica así.
Me doy cuenta de que hace días Jesús dijo una frase parecida al comentario acerca de la
maternidad espiritual de María 61 , que se quiere ver simbolizada en la mujer vestida de sol.
Pero hoy Jesús no habla de ello, de María. Habla de la condición de la Iglesia militante en los
últimos tiempos. Leeré atentamente el Apocalipsis esperando en Jesús, que me sea luz para
entenderlo.
24 de julio
Dice Jesús:
«Ya te he dicho 62 que todo el mal que ahora os oprime es el fruto del abandono de mi Ley
por parte de los individuos y de la sociedad. La falta de fe, la falta de caridad, la falta de
esperanza, la falta de toda virtud, tienen un único origen: la deserción de mi milicia, de la
milicia cristiana.
Como de una cepa de raíces venenosas, han brotado, en lugar de mis virtudes,
tendencias, vicios, pasiones peores que humanas: demoniacas. La planta de la vida cristiana
ha muerto en casi todos los corazones, en muchos vegeta a duras penas, en pocos está aún
En el dictado del 6 de julio
Sobre todo en los dictados del 21 y del 22 de julio
118 floreciente, nutrida por el jugo de Vida, adornada con hojas robustas.
No hay que esperar que las cosas cambien, al contrario cada vez irán más a peor porque,
como un bosque invadido por plantas parásitas y por insectos nocivos se desnuda cada vez
más de hojas y frutos y termina muriendo, así sucede con la sociedad de ahora, cada vez
más quemada, sofocada, corrompida por mil tendencias viciosas y por mil pecados.
Los principales: odio, lujuria, prepotencia, fraude. Las primeras: negación de Dios,
doctrinas contrarias a la mía, culto exagerado de sí mismos y otras más.
Mi Palabra no puede descender -semilla y agua de Vida y Vida verdadera- a las almas.
Están demasiado ocupadas en otras cosas. La mayoría de los cristianos ha rechazado a
Cristo, porque en el lugar de Cristo ha puesto a sí misma o al poder, el dinero, la carne.
Quien peca menos, también peca, porque no tiene misericordia verdadera de su prójimo.
¿Quien es aquel que no maldice, reniega, en el día de hoy?
Pero tú no maldigas, no reniegues, hija que amo. Deja a tu Dios la tarea de castigar. Tú
ama y ten misericordia, de todos. También de los primeros culpables.
¡Son unos desgraciados, son unos desgraciados! Han estropeado todo lo bueno que
tenían al acoger el mal de Satanás. Han cambiado una eternidad de gloria por una hora de
gloria terrena. Han vendido por treinta monedas su alma a Satanás. Son los Judas de su
alma. Me indignan y me dan pena. Sí, también pena, porque Yo soy el Dios de la
misericordia y siento piedad de mis hijos extraviados.
Ayúdame a salvarles de la última culpa. ¡Cómo quisiera poderles perdonar! Tú, hija que
amo, perdona. Que de tu corazón que me posee a Mí y a mi Palabra no salgan más que
palabras de paz y de perdón. Sé que es difícil para vuestra humanidad. Pero por encima de
ella está el espíritu, y el espíritu es el reino del Señor. Entonces ¿cómo podéis tener al Señor
en vosotros si vuestro espíritu no tiene las mismas pasiones que su Rey?
y mis pasiones, como mis palabras, son santas, misericordiosas, buenas. Todas tienen el
sello del Amor, del Amor verdadero que nunca es tanto amor como cuando se inmola por los
hermanos y les perdona» .
Dice aún:
«No me gustan quienes gritan: "¡A muerte!" después de haber gritado: "¡Hosanna!".
Si aquellos a quienes se lanza el grito de condena os hubieran dado ese botín y ese
bienestar, arrebatado injustamente, que Yo no he podido permitir que os dieran para no
llevarles a ellos, y a vosotros, a un perfecto orgullo, les aclamaríais. No pensaríais que otros
sufrirían en vuestro lugar y que, como vosotros, son mis hijos.
Dejadme a Mí el juzgar, el castigar, el premiar. Tratad sólo, para vosotros mismos, de
merecer mi premio. Y sed coherentes y honestos.
Es incoherencia, deshonestidad, vileza, ensañarse con los vencidos, sea cual sea su
derrota, por justa que sea como castigo o dolorosa como fruto de circunstancias inmerecidas.
Es incoherencia porque no va al hombre, sino a la acción del hombre, acción -repito- que
hubierais aprobado, aún cuando no fuera buena, si os hubiera dado un beneficio.
Es, por la misma razón, deshonesta: todos, recordadlo bien, tenéis vuestra parte de culpa
en el momento actual. Quien tiene menos que nadie, porque no ha cometido pecado de
adoración de un hombre y no le ha seguido contra la Ley, tiene el de no haber rezado por él
mañana y noche. Los grandes necesitan las oraciones de los pequeños para permanecer
grandes en el Bien.
Y, en fin, vileza porque enseñarse con quien ya no tiene poder, sino que al contrario es el
más desgraciado de todos, odiado por el mundo, alcanzado por Dios, es la misma culpa que
la de quien oprime a un débil.
119 Estas cosas, inconcebibles para la masa, son siempre el jugo de mi Ley. Y el que mi Ley
sea seguida superficialmente, y no sustancialmente, lo prueba el hecho del modo en que las
masas se revuelven contra quienes no os han dado lo que esperaba vuestro egoísmo».
Fuente; Cuadernos del año 1943, de Maria Valtorta