A los Romanos, c. II,
del v. 17 al 29.
“La observancia de
los preceptos de la Ley es verdaderamente circuncisión hasta para
los incircuncisos y en el tiempo actual absolución aún para los que
no son de la Ley. Dice Pablo: “No es verdadero judío el que
aparece como tal, ni es circuncisión la que la que se manifiesta en
la carne, sino que es judío aquel que lo es en su interior, y es
circuncisión la del corazón, la que es según el espíritu y no
según la letra, siendo ésta la que recibirá premio de Dios”.
“Circuncidad vuestro
corazón”1
es palabra muy antigua. Es el precepto divino. Porque es en vano
conocer la Ley según la palabra si después no se la conoce y
practica consecuentemente con el espíritu. Esta es la única
circuncisión verdadera.
¿Qué hace llevar
vestido talar –digo talar para indicar el de los hijos de la Ley–
si después el hombre que lo lleva no es hijo de la Ley sino esclavo
del sentido, del mundo y del demonio? También los mimos y
comediantes se ponen vestidos de rey, de sacerdote, de guerrero, de
obrero o campesino sin que por ello lleguen a ser reyes, sacerdotes,
guerreros, obreros o campesinos. Terminada la escena, echado el
telón, se despojan de los vestidos tomados para la representación y
se ponen los suyos. Su corazón no cambia de lo que es por haber
representado la magnanimidad de un rey, la santidad de un sacerdote,
el valor de un guerrero los sentimientos de un obrero o de un
campesino. Ellos continúan siendo lo que son: justos, si justos, por
más que hayan representado a la perfección un papel de malvado, y
monstruos de maldad, por más que hayan representado perfectamente a
un santo.
Muchos, demasiados,
que, por la Ley que aparentan servir, parecen a los ojos del mundo
circuncisos –o decapitados más bien por la triple concupiscencia–
a ojos de Dios y de los habitantes del Cielo aparecen con sus siete
serpientes vivas en el corazón. Estos, no, no pueden decirse
circuncidados en el corazón, antes a su naturaleza no mutilada por
la triple concupiscencia, patrimonio del pecado heredado de Adán por
todos los hombres, añaden otra serpiente más: la de la hipocresía,
la de la traición que hacen a sus semejantes mostrándose ante ellos
como en verdad no son y creyendo hacerlo igualmente con Dios como si
pudiesen engañar a Dios con el polvo dorado que lanzan al aire para
que el mundo los admire.
Polvo. Dios no
acepta polvo de oro. Lo que acepta es oro puro, macizo, precioso, La
verdadera caridad. La verdadera caridad que es obediencia a la
Ley y, por ello, circuncisión del corazón que se desprende de la
triple concupiscencia para ser realmente hijo de la Ley y, por tanto,
hijo de Dios.
Y Yo os digo que si el
Padre Santísimo sabe aún ser todo misericordia para los de buena
voluntad sojuzgados traidoramente por Satanás, por la carne y por el
mundo sin su consentimiento y sin buscar ellos voluntariamente la
tentación, es, en cambio todo rigor para los hipócritas, y, tanto
más lo es cuanto más uno, bien por ser sacerdote, religioso o
profeta de Dios, voz de Dios, discípulo de Dios, se halla en
condición, ya por gracia de estado o por don sapiencial
extraordinario, de ser más perfecto que la masa, tiene el deber
de ser perfecto, no sólo por reconocimiento a Dios que le eligió
sacerdote, religioso o profeta suyo, más también por no ser
escándalo para los pequeños de la grey.
Digo escándalo.
Muchos son los escándalos que se dan en el mundo y la masa apenas si
se mueve un instante por ellos mientras dura el rumor del escándalo.
A veces, sobre todo en momentos de general relajación de los valores
morales –no hablo ya de los espirituales sino simplemente de los
morales– ni siquiera se conmueve de ellos…
Mas se dan escándalos
que hieren la emoción sincera de los justos y hasta la de los
indiferentes, haciendo a veces de los justos disgustados y
escarnecedores de los indiferentes. No hay para qué decir lo que son
ciertos escándalos en manos de los enemigos de Dios y de su Iglesia.
Son como palanca aplicada a un bloque, como mina bajo un edificio,
como agujero en una barca. Estos escándalos ponen en serio peligro a
la Fe y a la Iglesia. Muere por ellos la Fe en muchos corazones y la
Iglesia sufre rudos golpes de importancia incalculable.
Así pues, cuando se
suceden los escándalos viene a ser como un alargarse de círculos en
un lago turbado por el lanzamiento de piedras. Una sola piedra
provoca una serie de círculos que al fin se extinguen muriendo en la
arena, Mas si las piedras se suceden y éstas son cada vez mayores
hasta llegar a ser el desplome completo de una ladera de un monte,
los círculos, entonces se cambian en olas encontradas y éstas en
acometidas de agua contra las riberas produciendo estragos.
Así es con los
escándalos de quienes “llevan nombres de judíos, descansan en la
Ley y se glorían en Dios”… y, sobre todo, de ser “ministros de
Dios”, no siendo lámparas para los que buscan la luz, guías para
los que están ciegos, ni maestros verdaderos para los pequeños de
la grey, antes confusión, crepúsculo, desorden y negación. Sí.
Negación, porque”enseñan a los demás, pero no a sí mismos”,
porque su vida está llena de las culpas o debilidades que reprochan
a sus corderos. Ellos con su vida de pastores-ídolos,2
de pastores mercenarios, deshonran a Dios conculcando la ley que
conocen y predican.
“Y, por su culpa, el
Nombre de Dios es vituperado entre las gentes”. Vituperando. Porque
los enemigos de Dios presentan al desprecio de los pueblos a los
siervos de Dios, harto pecadores o también demasiado imperfectos,
perezosos, tibios, desprovistos de fe verdadera. Ciertamente, hay más
fe en los corderos que en la mayoría de los pastores que de su
ministerio han hecho un oficio más que una misión real. Sí.
Vituperado. Porque, invirtiendo la observación que los Gentiles de
los primeros siglos hacían sobre los sacerdotes católicos y que
motivó su conversión a Cristo: “Mirad cómo se aman entre sí y
qué perfectos son sus sacerdotes”,3
ahora los más, aun entre los católicos fervorosos, dicen o se lo
dicen a sí mismos dentro de su corazón: “¡Mira cómo son los
sacerdotes. Peores que nosotros. Si de verdad fuesen ministros de
Dios, Dios no permitiría esos escándalos”. Y concluyen: “Por
eso creo (o comienzo a creer) que no existe ese Dios que predican,
que no hay una segunda vida, que no existen los sacramentos…”. Y
ya tenemos aquí la muerte de la Fe, de la Gracia y de la Vida.
Pero existe Dios que
toma a los Gentiles, a esos a quienes los orgullosos ministros de
Dios –orgullosos y pecadores, escándalo para sus pequeños
corderos– desprecian, combaten y persiguen porque no les parece
justo a ellos, orgullosos e imperfectos pastores-ídolos que un
cordero haya de saber lo que ellos no saben y que lo haya de saber
directamente de Dios cuya Voz Santísima esos pastores-ídolos no
merecen oír, porque no les parece justo asimismo que un cordero
pueda ser “voz de Dios” y continuar así la revelación.4
Toma a los Gentiles.
Llamemos así a quienes no son ministros de Dios, no son los
“depositarios de la Revelación y de la Sabiduría”, son aquellos
que “cierran la puerta del Reino a los pequeños, no entran ellos y
no dejan entrar a los demás.5
A estos a quienes los doctos desprecian, persiguen y condenan, los
toma y los pone en medio de las turbas que no ven, no sabe y no creen
muy distintamente, y los hace “nuncios” suyos, del modo como
aparece expresado en el salmo profético sobre el cual tan
inútilmente se cansan los doctores: “Tiene la palabra mi Señor.
Afortunados anunciadores (los profetas y los Ángeles) gritan:
“milicia numerosa””.6
S. 67.
Esta “milicia
numerosa” prometida por Dios a través de los profetas y de los
espíritus a los asediados por los enemigos de Dios y de sus hijos,
semejante a la “lluvia benéfica sobre la heredad del Señor”
–lluvia que restaura, voz que fortalece, palabra de buena nueva que
consuela– es la de las “voces” que siempre hallarán en
nombre de Dios que –lo prometió y no falta a su palabra– dará
su Palabra, su siempre Buena Nueva a los continuadores de >Cristo,
Verbo y Maestro eterno.
Las voces: las
que están sobre el monte, sobre el monte de Dios, monte pingüe el
de las múltiples cimas, sobre el que el Señor se complace en estar
rodeado de sus siervos ocultos, sólo por el conocimiento en
lo que son, y amado por ellos del modo como sólo ellos, llenos de
Él, saben amar. Las voces: los que forman el coche triunfante
de Dios, esplendente de caridad.
Y ¿os sorprendéis de
que existan “voces” y de que sean éstas numerosas? ¿Acaso
no lo dice el salmo, oscuro para los doctos aunque no para Mí? ¿No
dice tal vez que “son millares de exultantes y el Señor
está en medio de ellos?”7
Son las voces de los profetas de todos los tiempos; son esas almas
que son voces de Dios, sino con la palabra, sí con su
ejemplo; son los santos, los elegidos de la Tierra: almas ya
paradisíacas esparcidas por la Tierra para dar testimonio de Dios;
son los pequeños Benjamines en el éxtasis del alma”.8
En vano los atropellan las fieras del calcañal y las manadas de
toros querrían quitar de en medio a estos que se hallan probados
como la plata.
Al Señor que aparece
por oriente y les da la voz de su poder, ellos, los nuevos profetas,
los heraldos del Verbo, sus continuadores en la propagación de la
Buena Nueva, los nuevos evangelistas, –no porque hagan un nuevo
evangelio, sino porque os ayudan a ver luminosamente el misterio del
evangelio de Cristo, y Pablo de Tarso es uno de los primeros de estos
nuevos evangelistas– el Señor que se manifiesta cual luminosos Sol
divino que surge por oriente y hace el recorrido hasta occidente a
través de su Universo, ellos, ahora y después formarán su séquito
y, exultando con los serafines, compondrán un coro en la hora final
cantándole con su verdadera naturaleza sobrenatural –no Gentiles
como tantos los consideran, sino escogidos de entre su pueblo
elegido– su: “Mi alma engrandece a su Señor… que ha puesto
su mirada en nuestra pequeñez… y ha hecho cosas grandes en
nosotros Aquel que es poderoso””.9
2
Deuteronomio 10, 16; Jeremías 4, 4
3
Ezequiel 34
4
Juan 13, 35
5
En el sentido restringido y exacto que aparece en Juan, 14, 25-26;
16, 13-15
6
Salmo 68 (Vulgata: 67), 12-13
7
Salmo 68 (Vulgata: 67), 18
8
Mateo 11, 25; Lucas 10, 21
9
Lucas 1, 46-55