sábado, 2 de mayo de 2015

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ROSARIO DEL ABANDONO

Acto de Abandono y Rosario del Abandono 

Una oración del p. Dolindo Ruotolo

don dolindo maria
El Padre Dolindo Ruotolo nació en Nápoles el 6 de octubre de 1882. Ordenado Sacerdote muy joven, el 24 de junio de 1905, consagró cada instante del día a la oración, a la penitencia, al servicio de las almas y del mundo, a la escucha atenta de numerosísimas personas que se dirigían a él para pedir ayuda y consuelo. Autor de un sólido y original Comentario a la Sagrada Escritura en 33 volúmenes, de escritos de teología, de ascética y mística, de miles de cartas de dirección espiritual, ha sido un faro de luz para muchísimas almas.
Los indecibles sufrimientos de cada género, agudizados por la elección voluntaria del alma víctima por la humanidad, lo transformaron en auténtico Himno a la Vida: Dolindo-dolor, Dolindo-vida. Murió paupérrimo, en Nápoles, el 19 de noviembre de 1970, magullado en el cuerpo por una parálisis soportada durante diez años, pero sostenido por la maravillosa fuerza y frescura de ánimo, hasta el fin, siempre trabajando, como incansable cincelador de almas.

NO QUIERO AGITARME DIOS MÍO: CONFÍO EN TI!

Jesús al alma:
¿Por qué os confundís agitándoos? Dejadme a mí el cuidado de vuestras cosas y todo se calmará. En verdad os digo que cada acto de verdadero, ciego y completo abandono en mí, produce el efecto que deseáis y resuelve las situaciones más espinosas.
Abandonarse a mí no significa atormentarse, trastornarse y desesperarse, dirigiéndome luego una oración agitada para que yo os siga a vosotros, y cambiar así la agitación en oración. Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, transferir el pensamiento de la tribulación, y confiarse a mí para que sólo yo obre, diciendo: piénsalo tú. Es contra el abandono, esencialmente contra la preocupación, la agitación y el querer pensar en las consecuencias de un hecho.
Es como la confusión que traen los niños que pretenden que la mamá piense en sus necesidades, y quieren pensarlas ellos, obstaculizando con sus ideas y sus fijaciones infantiles, su trabajo. Cerrad los ojos y dejaos llevar por la corriente de mi gracia, cerrad los ojos y no pensad en el momento presente, transfiriendo el pensamiento del futuro como de una tentación, reposad en mi creyendo en mi bondad, y os juro por mi amor que, diciéndome con estas disposiciones: piénsalo tú, yo lo pienso de lleno, os consuelo, os libero, os conduzco.
Y cuando debo llevaros por una vía diferente de aquella que veis vosotros, yo os adiestro, os llevo en mis brazos haciéndoos hallar, como niños adormecidos en los brazos maternos, la otra orilla. Lo que os trastorna y os hace daño inmenso es vuestro razonamiento, vuestro pensamiento, vuestro tormento, y el querer a toda costa procuraros aquello que os aflige.
Cuantas cosas yo realizo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en las materiales, se vuelve a mí, me mira y diciéndome: piénsalo tú, cierra los ojos y reposa!. Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis por producirlas, tenéis muchísimas cuando la oración es abandono pleno a mí. Vosotros en el dolor oráis para que yo obre, pero para que yo obre como vosotros creéis...
No os dirigís a mí, sino queréis que yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al médico la atención, sino que se la sugieren. No hagáis así, sino orad como os he enseñado en el Padre:
Santificado sea tu nombre, esto es, sed glorificado en esta necesidad mía;
venga a nosotros tu reino, esto es, todo concurra a tu reino, en nosotros y en el mundo;
hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo, esto es, dispón tú en esta necesidad como mejor te parezca para nuestra vida eterna y temporal.
Si me decís de veras: hágase tu voluntad, que es lo mismo que decir: piénsalo tú, yo intervengo con toda mi omnipotencia y resuelvo las situaciones más cerradas. He aquí, ¿Tú ves que la enfermedad apremia en vez de decaer?, no te agites, cierra los ojos y dime con confianza: Hágase tu voluntad, piénsalo tú.
Te digo que yo lo pienso y que intervengo como médico, y llevo a cabo un milagro cuando ocurre. ¿Tú ves que el enfermo empeora?. No te trastornes, sino cierra los ojos y di: piénsalo tú. Te digo que yo lo pienso, y que no hay medicina más potente que una intervención mía de amor. Lo pienso sólo cuando cierras los ojos.
Vosotros sois insomnes, vosotros queréis evaluar todo, escudriñar todo, pensar en todo, y os abandonáis así a las fuerzas humanas, o peor, a los hombres, confiando en su intervención. Es esto lo que obstaculiza, impide mis palabras y mis miradas. Oh, como yo deseo de vosotros este abandono para beneficiaros, y ¡cómo me entristezco al veros agitados!. Satanás tiende precisamente a esto: a agitaros para apartaros de mi acción y arrojaros como una presa de las iniciativas humanas.
Confiad por eso sólo en mí, reposad en mí, abandonaos a mí en todo. Yo hago milagros en proporción del pleno abandono en mí, y del ningún pensamiento vuestro; ¡yo derramo tesoros de gracia cuando vosotros estáis en la plena pobreza!
Si tenéis vuestros recursos, aunque pocos, o si los buscáis, estáis en el campo natural y seguís por lo tanto el recorrido natural de las cosas, que es a menudo frecuentemente obstaculizado por Satanás.
Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros, ni siquiera entre los Santos; obra divinamente quien se abandona a Dios.
Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: Jesús, piénsalo tú. Y distráete, porque tu mente es aguda... y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en mí distrayéndote de ti. Haz así para todas tus necesidades, haced así todos, y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo juro por mi amor. Y yo lo pensaré, os lo aseguro.
Orad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y gran fruto, incluso cuando yo os concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que importa el sufrimiento. ¿Te parece imposible?. Cierra los ojos y di con toda el alma: Jesús, piénsalo tú. No temas, lo pensaré y bendecirás mi nombre humillándote.
Mil oraciones no valen un solo acto de abandono: recuérdalo bien. No hay novena más eficaz que esta:
¡Oh Jesús me abandono en Ti, Piénsalo tú!
De “Fui llamado Dolindo, que significa dolor”, páginas autobiográficas del Padre Dolindo Ruotolo.

ROSARIO DEL ABANDONO

Oh, Dios, ven a salvarme.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
Jaculatoria: Señor, sea bendito tu Nombre y se haga tu Voluntad.
1) Jesús, piénsalo Tú (10 veces en lugar del Ave María). Gloria…
Jaculatoria: Oh Jesús, se haga tu Voluntad y sea bendito tu Nombre
2) Madre María, piénsalo tú (10 veces). Ave María (en lugar del Gloria)
Jaculatoria: Oh, María, Madre mía, socórreme Tú.
3) como 1)
4) como 2)
5) como 1)
Al final, en lugar de la Salve, se dice el Padre Nuestro.
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