jueves, 22 de septiembre de 2022

DICE JESUS A: LOS PADRES, MUJERES, HIJOS, JUECES-

                                                              21 de octubre

Dice Jesús:

«Vuelvo a reanudar el tema 149 de las almas acogidas en el Purgatorio. Si has aferrado

todo el sentido de mis palabras, no importa. Estas páginas son para todos, porque todos

tienen seres queridos en el Purgatorio y así todos, por la vida que llevan, están destinados a

detenerse en esa morada. Sigo por tanto para los unos y para los otros.

He dicho que las almas purgantes sólo sufren por amor y expían con amor. Éstas son las

razones de este modo de expiación.

Si vosotros, hombres inconscientes, consideráis atentamente mi Ley en sus consejos y en

sus mandamientos, veis que gira totalmente alrededor del amor. Amor hacia Dios, amor

hacia el prójimo.

En el primer mandamiento Yo, Dios, me impongo a vuestro amor reverencial con toda la

solemnidad digna de mi Naturaleza respecto de vuestra nada: "Yo soy el Señor tu Dios".

Os olvidáis de ello demasiadas veces, hombres que os creéis dioses y, si no tuvierais en

vosotros un espíritu vivificado por la gracia, sólo seríais polvo y podredumbre, animales que

unís a la animalidad la astucia de la inteligencia poseída por la Bestia, que os hace cometer

obras de animales, peor que de animales: de demonios.

Decíoslo mañana y noche, decíoslo a mediodía y a media noche, decíoslo cuando coméis,

cuando bebéis, cuando vais a dormir, cuando os despertáis, cuando trabajáis, cuando

descansáis, decíoslo cuando amáis, decíoslo cuando contraéis amistades, decíoslo cuando

mandáis y cuando obedecéis, decíoslo siempre: "Yo no soy Dios. La comida, la bebida, el

sueño no son Dios. Él trabajo, el descanso, las ocupaciones, las obras del genio, no son

Dios. La mujer, o peor: las mujeres, no son Dios. Las amistades no son Dios. Los superiores

no son Dios. Uno sólo es Dios: es mi Señor que me ha dado esta vida para que con ella

merezca la Vida que no muere, que me ha dado vestidos, alimentos, moradas, que me ha

dado el trabajo para que me gane la vida, la genialidad para que dé muestra de ser el rey de

la tierra, que me ha dado capacidad de amar y criaturas para amar "con santidad" y no con

concupiscencia, que me ha dado el poder, la autoridad para que los convierta en medios de

santidad, no de condenación. Yo puedo hacerme semejante a Él porque Él lo ha dicho:

'Dioses sois', pero sólo si vivo su Vida, esto es su Ley, pero sólo si vivo su Vida, esto es su

149

Ya tratado en el dictado del 17 de octubre

250Amor. Uno sólo es Dios: ÉL Yo soy su hijo Y súbdito, el heredero de su reino. Pero si deserto

y traiciono, si me creo un reino mío en el que quiero ser rey y dios humanamente, entonces

pierdo el verdadero Reino y mi condición de hijo de Dios decae y se degrada a la de hijo de

Satanás, porque no se puede servir a la vez al egoísmo y al amor, y quien sirve al primero

sirve al enemigo de Dios y pierde el Amor, o sea, pierde a Dios".

Quitad de vuestra mente y de vuestro corazón todos los falsos dioses que os habéis

colocado, comenzando por el dios de barro que sois vosotros mismos cuando no vivís en Mí.

Acordaos de cuanto me debéis por cuanto os he dado -y más os habría dado si no hubierais

atado las manos a vuestro Dios con vuestra forma de vida- lo que os he dado para la vida de

cada día y para la vida eterna. Por ésta, Dios os ha dado a su Hijo, para que fuera inmolado

como cordero sin mancha y lavase vuestras deudas con su Sangre y no hiciera así, como en

los tiempos mosaicos, recaer la iniquidad de los- padres sobre los hijos hasta la cuarta

generación de los pecadores, que son "quienes me odian" porque el pecado es ofensa a

Dios y quien ofende odia.

No alcéis otros altares a dioses no verdaderos. Tened sólo y exclusivamente al Señor Dios

vuestro, y no en altares de piedra, sino sobre el altar vivo de vuestro corazón. Servidle a Él y

ofrecedle verdadero culto de amor, de amor, de amor, hijos que no sabéis amar, que decís,

decís, decís palabras de oración, sólo palabras, pero que no hacéis del amor vuestra oración,

la única que agrada a Dios.

Recordad que un verdadero latido de amor, que suba como una nube de incienso de las

llamas de vuestro corazón enamorado de Mí, tiene para Mí un valor infinitas veces mayor

que miles y miles de oraciones y ceremonias realizadas con el corazón tibio o frío. Atraed mi

Misericordia con vuestro amor. ¡Si supierais qué activa y grande es mi Misericordia hacia

quien me ama! Es una ola que pasa y lava cuanto constituye mancha en vosotros. Os da una

estola cándida para entrar en la Ciudad santa del Cielo, en la que la Caridad del Cordero que

se ha dejado inmolar por vosotros resplandece como el sol.

No utilicéis el Nombre santo por costumbre o para reforzar vuestra ira, para desahogar

vuestra impaciencia, para corroborar vuestras maldiciones. Y sobre todo no apliquéis el

término "dios" a la criatura humana que amáis por hambre de los sentidos o por culto de la

mente. Este nombre debe decirse sólo a Uno. A Mí. Y a Mí se me debe decir con amor, con

fe, con esperanza. Entonces ese Nombre será vuestra fuerza y vuestra defensa. El culto a

este Nombre os justificará, porque quien obra poniendo mi Nombre como sello de sus

acciones no puede cometer acciones malvadas. Hablo de quien actúa con sinceridad, no de

los mentirosos que tratan de cubrirse a sí mismos y sus obras con el resplandor de mi

Nombre tres veces santo. ¿Y a quien tratan de engañar? Yo no estoy sujeto a engaño, y los

hombres mismos, a no ser que sean enfermos mentales, al comparar las obras de los

mentirosos con su decir comprobarán que son unos falsos y sentirán desprecio y asco de

ellos.

Vosotros que no sabéis amar más que a vosotros mismos y a vuestro dinero, y os parece

perdido cualquier momento que no esté dedicado a satisfacer la carne o henchir el bolsillo,

que sepáis, en vuestro gozar o trabajar como glotones y rudos, hacer un inciso que os

permita pensar en Dios, en su bondad, en su paciencia, en su amor. Deberíais, lo repito,

tenerme siempre presente hagáis lo' que hagáis; pero como no sabéis obrar manteniendo el

espíritu fijo en Dios, una vez a la semana cesad de obrar para pensar sólo en Dios.

Ésta, que puede pareceros una ley servil, es en cambio prueba de cómo Dios os ama.

Vuestro buen Padre sabe que sois máquinas frágiles que se desgastan por el uso continuo, y

ha provisto a vuestra carne, también a ella porque igualmente es obra suya, ordenándoos

que la hagáis descansar un día de cada siete para darle su justo reposo. Dios no quiere

251vuestras enfermedades. Si hubierais permanecido hijos suyos, realmente suyos, desde Adán

en adelante, no habríais conocido las enfermedades. Éstas son fruto de vuestras deso-

bediencias a Dios, junto con el dolor y la muerte; han nacido y nacen como setas sobre las

raíces de la primera desobediencia: la de Adán y brotan unas de las otras, trágica cadena,

del germen que os quedó en el corazón, del veneno de la Serpiente maldita que. os produce

fiebres de lujuria, de avaricia, de gula, de desidia, de imprudencias culpables.

Y es imprudencia culpable el querer forzar vuestro ser a un trabajo continuo para ganancia,

como lo es el querer excederse en el gozo de la gula o del sentido al no querer contentaros

con el alimento necesario para la vida y con la compañera necesaria para la continuidad de

la especie, sino saciándoos desmesuradamente como animales de un cenagal extenuándoos

y envileciéndoos como -no como bestias, que no son semejantes sino superiores a vosotros

en el connubio al que van obedeciendo las leyes del orden- sino envileciéndoos más que las

bestias: como demonios que desobedecen a las santas leyes del recto instinto, de la razón y

de Dios.

Habéis corrompido vuestro instinto y ahora éste os lleva a preferir alimentos corrompidos,

formados por lujurias en las que profanáis vuestro cuerpo: mi obra; vuestra alma: mi obra de

arte; y matáis embriones de vida negándoles la vida porque los suprimís antes de tiempo

voluntariamente o mediante vuestras lepras que son veneno mortal para las vidas

incipientes.

¿A cuántas almas vuestro apetito sensual llama del Cielo para cerrarles después las

puertas de la vida? ¿Cuántas las que apenas alcanzan el confín y ven la luz ya moribundas o

muertas, y le impedís el Cielo? ¿Cuántas aquéllas a las que imponéis un peso de dolor, que

no siempre pueden soportar, con una existencia enferma, marcada por dolencias dolorosas y

vergonzosas? ¿Cuántas las que no pueden resistir esta clase de martirio no deseado, sino

impuesto por vosotros como una marca de fuego sobre la carne, que habéis generado sin

pensar que, cuando se está corrompidos como sepulcros llenos de podredumbre, ya no es

lícito generar hijos para condenarles al dolor y al desprecio de la sociedad? ¿Cuántas las

que, no pudiendo resistir esta suerte, se suicidan?

¿Pero qué os creéis? ¿Qué las condenaré por este delito contra Dios y contra sí mismas?

No. Antes que ellas, que pecan contra dos, estáis vosotros que pecáis contra tres: contra

Dios, contra vosotros mismos y contra los inocentes que generáis para llevarles a la deses-

peración. Pensadlo. Pensadlo bien. Dios es justo, y si pesa la culpa, pesa también la causa

de la culpa. Y en este caso el peso de la culpa aligera la condena del suicida, pero carga

vuestra condena, verdaderos homicidas de vuestras criaturas desesperadas.

En ese día de descanso que Dios ha puesto en la semana, y os ha dado su ejemplo de

reposo -pensad, Él: el Agente infinito, el Generante que por Sí mismo se genera

continuamente, Él ha mostrado la necesidad de descanso, lo ha hecho por vosotros, para

seros Maestro en la vida. Y vosotros, insignificantes potencias, ¡no lo queréis tener en cuenta

como si fuerais más poderosos que Dios!-. En ese día de reposo para vuestra carne que se

quiebra por el excesivo cansancio, sabed ocuparos de los derechos y de los deberes del

alma. Derechos: a la verdadera Vida. El alma muere si se la mantiene separada de Dios.

Dadle el domingo a vuestra alma -dado que no sabéis hacerlo todos los días y a todas las

horas- para que en el domingo se nutra de la Palabra de Dios, se colme de Dios, para tener

vitalidad durante los demás días de trabajo. ¡Qué dulce es el descanso en la casa del padre

para un hijo al que el trabajo ha mantenido alejado durante toda la semana! ¿Por qué no dais

a vuestra alma esta dulzura? ¿Por qué ensuciáis este día con embriagueces y

concupiscencias en vez de transformarlo en brillante luz para vuestra bienaventuranza de

ahora y de después?

252Y; tras el amor hacia quien os ha creado, el amor a quien os ha generado y a quien es

vuestro hermano. Si Dios es Caridad ¿cómo podéis decir de estar en Dios si no tratáis de

pareceros a Él en la caridad? ¿Y podéis decir que os parecéis si sólo le amáis a Él y no a los

demás creados por Él? Sí, debe amarse a Dios más que a nadie, pero no puede decir que

ama a Dios el que menosprecia amar a quienes Dios ama.

Por tanto amad en primer lugar a quienes, por haberos generado, son los segundos

creadores de vuestro ser en la tierra. El Creador supremo es el Señor Dios, que forma

vuestras almas y, dueño como es de la Vida y de la Muerte, permite vuestro nacer a la vida.

Pero los creadores segundos son los que de dos carnes y de dos sangres hacen una nueva

carne, un nuevo hijo de Dios, un nuevo futuro 21 oct. habitante de los Cielos. Porque estáis

creados para los Cielos, y para los Cielos debéis vivir sobre la tierra.

¡Oh! ¡Qué sublime dignidad la del padre y la de la madre! Episcopado santo -lo digo con

una palabra osada pero verdadera- que consagra un nuevo siervo a Dios con el crisma de un

amor conyugal, le lava con el llanto de la madre, le viste con el trabajo del padre, le hace

portador de la Luz infundiendo el conocimiento de Dios en las mentes infantiles y el amor de

Dios en los corazones inocentes. En verdad os digo que los padres son poco inferiores a

Dios sólo por el hecho de crear un nuevo Adán. Pero luego, cuando los padres saben hacer

del nuevo Adán un nuevo pequeño Cristo, entonces su dignidad es apenas un grado inferior

a la del Eterno.

Amad, pues, con un amor sólo inferior al que debéis tener por el Señor Dios vuestro, a

vuestro padre y vuestra madre, esta doble manifestación de Dios que el amor conyugal hace

ser una "unidad". Amadla porque su dignidad y sus obras son las más semejantes a las de

Dios hacia vosotros: los padres son vuestros creadores terrenos, y todo en vosotros debe

venerarles como tales.

Y amad a vuestra prole, padres. Recordad que a cada deber le corresponde un derecho, y

si los hijos tienen el deber de ver en vosotros la mayor dignidad después de Dios y de daros

el mayor amor después del amor total que debe darse a Dios, vosotros tenéis el deber de ser

perfectos para no disminuir el concepto y el amor de los hijos hacia vosotros.

Acordaos de que generar una carne es mucho y nada al mismo tiempo. También los

animales generan una carne y muchas veces la cuidan mejor que vosotros. Pero vosotros

generáis un ciudadano de los Cielos. De esto debéis preocuparos. No apaguéis la luz en el

alma de los hijos, no permitáis que la perla del alma de vuestros hijos se acostumbre al fango

para que esa costumbre no la empuje a sumergirse en el fango. Dad amor, amor santo a

vuestros hijos, y no necios cuidados a la belleza física, a la cultura humana. No. La que

debéis cuidar es la belleza de su alma, la educación de su espíritu.

La vida de los padres es sacrificio como la de los sacerdotes y los maestros convencidos

de su misión. Las tres categorías son "formadores" de lo que no muere: el espíritu, o la

psique, si os gusta más. y dado que el espíritu es a la carne en la proporción de 1000 a 1,

pensad qué perfección deberían alcanzar padres, maestros y sacerdotes para ser

verdaderamente como debieran. Digo ''perfección''. No basta "formación". Deben formar a los

demás, pero para formarles no deformes deben modelarles sobre un modelo perfecto. ¿Y

cómo pueden pretenderlo si ellos mismos son imperfectos? ¿Y cómo pueden llegar a ser

perfectos ellos mismos si no se modelan sobre el Perfecto que es Dios? ¿Y qué puede hacer

al hombre capaz de modelarse según Dios? El amor. Siempre el amor. Sois hierro basto e in-

forme. El amor es el horno que os purifica y derrite y os vuelve líquidos para colaros,

mediante las venas sobrenaturales, en la forma de Dios. Entonces seréis los "formadores" de

los demás: cuando os hayáis formado sobre la perfección de Dios.

Muchas veces los hijos representan el fracaso espiritual de los padres. A través de los hijos

253se ve lo que valían los padres. Porque, si bien es verdad que a veces nacen hijos

depravados de padres santos, ésta es la excepción. Generalmente al menos uno de los

padres no es santo y, dado que os resulta más fácil copiar el mal que el bien, el hijo copia al

menos bueno. Y también es verdad que a veces de padres depravados nace un hijo santo.

Pero también aquí es difícil que ambos padres sean depravados. Por ley de compensación el

más bueno de los dos es bueno por los dos, y con oraciones, lágrimas y palabras, cumple la

obra de los dos formando al hijo para el Cielo.

De todas formas, hijos, sean cuales sean vuestros padres, Yo os digo: "No juzguéis, sólo

amad, sólo perdonad, sólo obedeced, salvo en las cosas que son contrarias a la Ley.

Vosotros tenéis el mérito de la obediencia, del amor y del perdón, de vuestro perdón de hijos,

María, que acelera el perdón de Dios para los padres, y lo acelera más cuanto más sea

perdón total; a los padres la responsabilidad y el justo juicio, sea relativo a vosotros, sea por

cuanto corresponde a Dios, de Dios, único Juez".

Es superfluo explicar que matar es faltar al amor. Amor hacia Dios a quien quitáis el

derecho de vida y de muerte hacia su criatura y el derecho de Juez. Sólo Dios es Juez, y

Juez santo, y si ha permitido al hombre el crearse tribunales de justicia para poner un freno

tanto al delito como al castigo, ¡ay de vosotros si, como faltáis a la justicia de Dios, faltáis a la

justicia del hombre erigiéndoos en jueces de un semejante que ha faltado o creéis que haya

faltado contra vosotros!

Pensad, pobres hijos, que la ofensa, el dolor, trastornan la mente y el corazón, y que la ira

y el mismo dolor ponen un velo a vuestra visión intelectual, velo que os impide la visión. de la

auténtica verdad y de la caridad como Dios os la presenta, para que sepáis regular con ella

vuestra indignación, aunque sea justa, y no cometáis una injusticia con una condena

demasiado despiadada. Sed santos también mientras os quema la ofensa. Acordaos de Dios

sobre todo entonces.

y también sed santos vosotros, jueces de la tierra. Pasan por vuestras manos los horrores

más vivos de la humanidad. Examinadlos con mente y con ojos llenos de Dios. Mirad el

"porqué" verdadero de algunas "miserias". Pensad que aunque sean verdaderas "miserias"

de la humanidad que se degrada, muchas son. las causas que las producen. Buscad en la

mano que mata la fuerza que la movió a matar y recordad que también vosotros sois

hombres. Preguntaos si vosotros: traicionados, abandonados, provocados, hubierais sido

mejores que ése o ésa que está delante vuestra en espera de sentencia. Haciendo un

examen severo sobre vosotros, pensad si no hay alguna mujer que pueda acusaros de ser

los verdaderos asesinos del hijo que le suprimió, porque tras el momento de alborozo os

habéis sustraído a vuestro compromiso de honor. Y; si lo podéis hacer, sed también severos.

Pero si, tras haber pecado contra la criatura nacida de vuestra insidia y vuestra lujuria, aún

queréis obtener perdón de Aquél a quien no se engaña y que no olvida, aún a pesar de años

y años de vida correcta, esa incorrección que no habéis querido reparar, o ese delito que

habéis provocado, afanaos por lo menos en prevenir el mal, especialmente allí donde la

frivolidad femenina y la miseria del ambiente predisponen a las caídas en el vicio y en el

infanticidio.

Recordad, hombres, que Yo, el Puro, no he rehusado redimir a las mujeres sin honor. Y

por el honor que ya no tenían, he hecho surgir de su ánimo, como flor de un suelo profanado,

la flor viva del arrepentimiento que redime. He dado mi piadoso amor a esas pobres

desgraciadas que un así llamado "amor" había postrado en el fango. Mi verdadero amor las

ha salvado de la lujuria que el así llamado amor les había inyectado. Si las hubiera maldecido

y huido de ellas, las habrías perdido para siempre. Las he amado también por el mundo, que

tras haber gozado de ellas las recubre de burla hipócrita y falso desprecio. En lugar de las

254caricias de pecado las he acariciado con la pureza de mi mirada; en lugar de palabras de

delirio, he tenido palabras de amor por ellas; en vez de la moneda, vergonzoso precio de su

beso, les he dado las riquezas de mi Verdad.

Así se hace, hombres, para sacar del fango a quien se está hundiendo en él, no se agarra

uno al cuello para que sean dos los que perezcan, ni se tiran piedras para hundirle todavía

más. Es el amor, siempre el amor el que salva. .

Ya os he hablado 150 de cuanto sea el adulterio un pecado contra el amor, y no lo repito, al

menos por ahora. Hay mucho que decir acerca de esta regurgitación de animalidad -tanto

que ni siquiera entenderíais, porque os vanagloriáis de ser traidores del hogar- pero callo por

piedad hacia mi pequeña discípula. No quiero agotar las fuerzas de la criatura exhausta y

turbar su ánimo con crudezas humanas porque, cercano de la meta, sólo piensa en el Cielo.

Es obvio que quien roba peque contra el amor. Si se acordase de no hacer a los demás lo

que no quisiera que se le hiciera a él, y amase a los demás como a sí mismo, no quitaría con

violencia y estafa lo que es de su prójimo. Entonces no faltaría al amor, como en cambio

hace cometiendo rapiñas que tanto puede ser de mercancía o de dinero como de empleo.

¡Cuántos robos se cometen hurtando un puesto al amigo, una ocurrencia al compañero! Sois

ladrones, tres veces ladrones, haciendo esto. Lo sois más que si robarais una cartera o una

piedra preciosa, porque sin éstos aún se puede vivir, pero sin un trabajo remunerado se

muere, y con ése a quien le robaron el puesto muere de hambre su familia.

Os he dado la palabra como signo de superioridad sobre todos los demás animales de la

tierra. Por tanto deberíais amarme por la palabra, mi don. Pero ¿puedo decir que me amáis

por la ,palabra cuando de este don del Cielo os hacéis un arma para hundir al prójimo con el

falso juramento? No, no me amáis ni a Mí ni al prójimo cuando afirmáis la mentira, al

contrario, nos odiáis. ¿N o pensáis que la palabra no sólo mata la carne sino la reputación

del hombre? Quien mata odia, quien odia no ama.

La envidia no es caridad: es anticaridad. Quien desea descomedidamente las cosas de los

demás es envidioso y no ama. Contentaos con lo que tenéis. Pensad que bajo la apariencia

de alegría a menudo se encuentran dolores que Dios ve y que se os ahorran a vosotros,

aparentemente menos felices de quienes envidiáis. Qué si, por otra parte, el objeto de

vuestro deseo es la mujer o el marido del prójimo, sabed entonces que unís al pecado de

envidia los de lujuria y adulterio. Con eso cometéis una triple ofensa a la Caridad contra Dios

y contra el prójimo.

Como veis, si transgredís el decálogo transgredís el amor. Así es para los consejos que os

he dado que son las flores de la planta de la Caridad. Entonces, si transgrediendo la Ley

transgredís el amor, es evidente que el pecado es falta contra el amor. Y por eso debe ex-

piarse con amor.

El amor que no habéis sabido profesarme en la tierra me lo tenéis que dar en el Purgatorio.

Por eso os digo que el Purgatorio sólo es sufrimiento de amor.

Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a la espalda

la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amándole poco a Él. Es justo que, no habiendo

merecido el Infierno y no habiendo merecido el Paraíso, os lo merezcáis ahora, encen-

diéndoos de caridad, ardiendo por cuanto habéis sido tibios en la tierra. Es justo que

suspiréis durante miles y miles de horas de expiación de amor lo que no habéis suspirado

miles y miles de veces en la tierra: por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A

cada vez que habéis vuelto la espalda al amor corresponden años y siglos de nostalgia

amorosa. Años o siglos según la gravedad de vuestra culpa.

150

En el dictado del 25 de septiembre

255Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz encuentro

del primer juicio, cuyo recuerdo tenéis con vosotros para haceros aún más viva el ansia de

amor, suspiráis por Él, lloráis su lejanía, os lamentáis y arrepentís de haber sido vosotros la

causa de tal lejanía y os hacéis cada vez más permeables a ese fuego encendido de la

Caridad hacia vuestro supremo bien.

Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo son

lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la incandescencia de amor

os penetra más fuerte y más adentro, y entre el resplandor de las llamas, cada vez se hace

más lúcido en vosotros el recuerdo de Dios visto en aquel instante.

Así como en la vida de la tierra cuanto más crece el amor más sutil se hace el velo que

cela al viviente la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino cuanto más crece la

purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se hace el rostro de Dios. Ya trasluce y

sonríe entre el centelleo del santo fuego. Es como un Sol que cada vez se acerca más, cuya

luz y calor anulan cada vez más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasando del

merecido y bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la posesión,

pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en El, Sol eterno, como

chispa absorbida por una hoguera y como candelero arrojado en un incendio,

¡Oh! gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de ese reino

de espera al Reino de Triunfo. jOh! ¡conocimiento perfecto del Perfecto Amor!

Este conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por voluntad de Dios,

pero que no puede describir con palabra humana. Cree que merece la pena sufrir toda una

vida por poseerla desde el momento de la muerte. Cree que no hay caridad mayor que

procurarla con las oraciones a quienes amaste en la tierra y que ahora comienzan su

purificación en el amor, a quienes en vida tantas y tantas veces cerraron las puertas del

corazón.

Animo, bendita a la que son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y sube. Por

ti misma y por quienes amas en el más allá.

Deja consumar en el Amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor sobre el Purgatorio para

abrir las puertas del Cielo a quienes amas.

Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuanto es débil y pecó. Los

Serafines salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación de amor y le enseñan el

"Sanctus" eterno para cantar al pie de mi trono».


Fuente; Cuaderno del año 1943 del Evanagelio como me ha sido revelado por Marìa Valtorta