Posted: 23 Aug 2012 01:35 PM PDT
Occidente ha abandonado a Jesucristo. Se acerca una gran cuaresma.
1973,
ése fue el año en que fueron construidas las Torres Gemelas. No es una
década cualquiera. En esos años, el Imperio Americano alcanzó la cima de
su poder. Esta afirmación requeriría de muchos matices, pero
esencialmente fue así. Las Torres Gemelas señalan el cénit de esa Nueva
Roma y su derrumbamiento marca su ocaso. Ellas indican el umbral del
cénit y el umbral del ocaso. En ese sentido, esos dos edificios
constituyen como un gran arco: un arco de la victoria primero. Y el
hundimiento de ese arco después, constituye un símbolo obvio. Arco,
columnas, torres, se vea como se vea, es difícil no entender el hecho
como evento simbólico parte de una gran alegoría.
La
caída de las torres de las águilas fue el pórtico de entrada a una
nueva era: el hundimiento de Occidente. El prólogo de ese hundimiento se
evidenció en la quiebra de varios estados europeos: Islandia, Irlanda,
Grecia, España. Sí, no es una cuestión retórica, han quebrado
verdaderamente. Si bien, por razones continentales, otros han sostenido
al que ya no podía ni con todas sus fuerzas. Una y otra vez me viene la
imagen de un hombre antes fuerte, caído sobre sus rodillas y cuyos
brazos son sostenidos por otros.
La
quiebra de los estados, tremendo prólogo de un círculo vicioso que no
ha hecho más que empezar. Las fichas de dominó, colocadas en posición
vertical, han temblado. Nadie cree que la calma de este agosto sea el
anuncio de que el peligro ha pasado. Nadie. Es sólo una tregua, la calma
antes de la tempestad. El sistema bancario se comportará como un gran
dominó, con un movimiento serpentino, casi mecánico, predecible e
imparable. Nos hallamos en la calma antes de la tempestad perfecta.
Después
vendrán los desordenes sociales. Los disturbios nocturnos de Londres en
el 2011 de Londres fueron un presagio. Madrid y sus indignados,
también. Presagio de lo que será noticia diaria en Europa dentro de unos
años. Ahora se habla de crisis todos los días. Dentro de unos años lo
que veremos en nuestras pantallas de televisión serán los desórdenes.
Para eso faltan todavía, años. Pero el círculo vicioso financiero ya ha
comenzado su danza macabra. El agua entra en las bodegas. Falta para que
se escore el barco de un continente, pero se escorará. Qué vaya a
ocurrir en medio de ese caos, no lo veo claro.
Pero
si tengo una visión tan poco optimista del asunto, es por lo que
repetía Amparo Cuevas (la vidente de El Escorial) en su agonía: la
Humanidad no puede seguir así, la Humanidad no puede seguir así.
No
es que lo diga esa vidente, no es que lo diga la Virgen María en Fátima
(la cual advirtió que la Segunda Guerra Mundial era un castigo por los
pecados), es que lo dice la Palabra de Dios.
Se
ha acumulado demasiado pecado. El cristianismo se hunde en Occidente,
en todo Occidente. Lo que antes fue la Cristiandad, ahora abandona el
Evangelio: no necesitan a Dios.
Muy
bien, pues disfrutad de vuestra civilización que no necesita a al
Creador. Disfrutad antes de que descienda la ira divina. La Virgen habló
muy claro en Fátima, en Ezquioga (antes de la guerra civil), en El
Escorial, en Akita (Japón) y en más lugares. Dios ha hablado, pero no se
le ha escuchado. El Altísimo ahora también tiene sus profetas. Y todos
los místicos del mundo, desde hace una generación, nos avisan a coro: se
acerca un tiempo de purificación, una gran purificación
Los
hombres pudieron haber cambiado de camino. Por el contrario, han
duplicado y triplicado la medida de su iniquidad. Rezad el rosario cada
día. Convertíos y creed en el Evangelio. Confesaos. Cambiad. El castigo
no viene ya, quedan años, porque Nuestro Padre nos da tiempo. Pero
Jesús, Nuestro Maestro, nos enseñó a mirar los signos de los tiempos. Y
las nubes del horizonte son cada vez más oscuras, más densas, más
amenazantes. Todo esto no es para mañana, pero sí para pasado mañana.
Dicho de otro modo, aunque nadie (y menos que nadie yo) sabe ninguna
fecha, es mi opinión que en los próximos cinco o siete años esas nubes
ominosas se van a ir acercando. El proceso habrá sido tan lento, tan
progresivo, que la tormenta, cuando llegue, no sorprenderá a nadie.
No
estoy volcando aquí las revelaciones que alguien me haya comunicado,
no. Estoy hablando de los signos de los tiempos. Por supuesto que os
descubro mis pensamientos, presentándolos como una opinión personal.
Insisto en que no recibo ni visiones, ni locuciones. Pero se ha
acumulado ya demasiado pecado. Pronto dirá Dios: basta.
Nos hemos acostumbrado a nuestra propia iniquidad. Esta generación descubrirá la objetividad de las leyes del Altísimo.