lunes, 13 de abril de 2020

Tiempo de unirse a la Divina Voluntad

 
 
Tiempo de unirse a la Divina Voluntad
El día de hoy (domingo 12-20), después de la misa dominical de las 12 horas, en la Insigne y Nacional Basílica de nuestra Señora de Guadalupe, el Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo primado de México, se unió a los Obispos de América Latina, representados por el CELAM, donde se consagró nuestro continente a nuestra Santa Madre María de Guadalupe, pidiendo nos libere de la pandemia que azota al mundo.
En un escrito de María Valtorta, ella describe una visión que tuvo de la siguiente manera:
Veo una gran bola de un rojo encendido y resplandeciente como un cohete que explota. Ésta crece, crece, hasta volverse espantosamente grande. Después, con un ruido ensordecedor explota, cayendo los fragmentos incandescentes sobre casas, templos, personas, y devastando todo.
Pienso que sea un anuncio y la pre-visión de la bomba atómica, y he quedado aterrorizada. Quisiera morir antes de tal acontecimiento.
Pero Jesús dice: No es la atómica. Es peor aún. ES EL COMUNISMO que crece, crece, crece, y que terminará con explotar sobre todo el mundo, devastando Iglesias, pueblos, todo.
No te digo cuando sucederá, solamente te digo que para alejar lo más posible este flagelo destructor, es necesario orar, pedirme a Mí-Misericordia y Potencia, y a María, mi Madre y vuestra, así como protectora y Reina de todos los católicos.
Es la mujer que tiene desde hace siglos, a la serpiente bajo su pie. Yo soy Aquél que lo he vencido. Ruéguenos, y hagan rogar, porque la hora es tremenda.
Sin una prodigiosa intervención del Cielo, obtenida con la oración del 90% de los católicos, esto sucederá. Pero se reza muy poco, y demasiado mal, a veces por cosas de poca monta, descuidándose la oración por las principales necesidades.
Simple imaginación, o una realidad que ya estamos palpando no sólo en el mundo entero, sino que lo estamos viviendo ya en carne propia, en nuestro país. Estamos constatando con nuestros propios ojos cómo desmoronan nuestro país, nuestra cultura, nuestra privacidad, nuestra propia vida personal, cómo están intentando destruir a nuestros hijos, cómo se está instalando el comunismo en México, etc.
Y nosotros, ¿qué hacemos? NADA. La apatía, el indiferentismo, la vida cómoda son nuestras prerrogativas, lo demás no importa.
Debemos darnos cuenta que las causas de esto son múltiples, el no haber obedecido a la Virgen, que en las apariciones de Fátima pidió que el Papa en unión con todos los Obispos del mundo llevaran a cabo la consagración de Rusia a Ella; pero, sobre todo, son nuestros pecados la causa principal.
Hemos llegado a tal punto, que la justicia Divina no tiene otra alternativa que castigar al mundo, para que recordemos que existe un Dios, ya que por el mundo lo olvidamos a Él; que recordemos que tenemos un alma, pues por el cuerpo nos olvidamos de ella. Ahora le damos culto al cuerpo, al mundo. Nos estamos hundiendo en la densa oscuridad de la negación de nuestra realidad, negación de que somos CRIATURAS, o sea seres creados, y si somos creados, por fuerza existe un Creador.
Nuestra soberbia es tal, y alimentada por el padre de ella (el enemigo), que perdiendo este punto de vista nos hemos erigido como los regidores de la vida, los negadores hasta de la propia naturaleza, ahora decidimos quien vive, quien muere (aborto, eutanasia), podríamos agregar el crimen, la violencia, las injustas guerras, etc. Decidimos qué somos, negando nuestra naturaleza, yo decido ser mujer u hombre, sin importar la naturaleza que Dios decidió para cada uno. Somos indiferentes, o incluso partidarios de la drogadicción. Hemos profanado la unión matrimonial, llamando tal, a uniones contra natura. Y todo, estimulado por nuestra apatía, por nuestra permisividad, por esa tremenda arma mortífera llamada TOLERANCIA.
Pero, sobre todo, nos hemos alejado de Dios, hemos sido indiferentes con Él, ya no forma parte de nuestra familia, de nuestro trabajo, en una palabra, lo hemos quitado de nuestra vida. Hemos asistido a la corrupción de nuestros pastores sin levantar la voz, hemos permitido la desacralización de nuestros signos más sublimen, como son la Eucaristía.
Y podríamos seguir enumerando hechos negativos. Solamente nombraré uno más, que sintetiza todo lo que estamos padeciendo: Nos hemos vuelto idolatras, quién adora el poder, el dinero, la fama, el placer, etc., pero el más destructor, es nuestro mismo dios, dios con minúscula, pues cada uno se ha fabricado un dios a su medida, acorde a su forma de interpretar la vida y la relación con nuestro verdadero Dios.
Ante esta tremenda realidad (pandemia espiritual), Dios nos da el regalo más grande e impensable, cual es, el don de su misma Voluntad, su Reino, Él desea fundirse con nosotros y volvernos una sola cosa con Él, dotarnos de su Naturaleza, de su Vida Divina, de sus atributos, de su Amor, en suma, de todo lo que Él es, quiere venir a vivir nuevamente en este mundo a través de nuestra persona, uniéndonos de tal manera, que nuestros actos sean suyos, y los suyos nuestros, nuestra vida suya, y la suya nuestra, sus méritos nuestros. Todo esto con la finalidad de llevar a cabo la tan ansiada relación de amor entre Él y la criatura, y de ayudarle a la salvación de todos sus hijos, dando así, alivio a aquel grito sobre la Cruz: “SITIO” (tengo sed de almas)
De esta manera, todo aquello que podamos pedir, será una petición que Él se hará a Sí mismo, por lo tanto, difícil pensar que se negará algo a Sí mismo. Esto, con la premisa de que la criatura no pedirá nada que Él no quiera, pues es una misma Vida, una misma Voluntad, por tanto, pediremos lo único que Él puede pedir, la salvación de las criaturas, o sea su Reino para todos. Y esto, por medio de la Divina Voluntad lo hacemos a nombre de toda la familia humana, como si todos lo pidieran desde esta misma Voluntad.
CONSAGRÉMONOS A LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA EN LA DIVINA VOLUNTAD, Y PIDÁMOSLES QUE LOS ENEMIGOS DE SU PUEBLO SEAN DERROTADOS, QUE NO SEDUZCAN Y PERVIERTAN MÁS A SUS HIJOS, QUE LA PAZ Y LA VERDAD REINEN EN NUESTRO MUNDO.
Y que en su alma penetre un poco de la luz divina, para lograr su conversión, pues Cristo también murió por ellos, y ansía su alma.
Todo esto te lo pedimos desde tu Voluntad, asegurándote que nunca te dejaremos solo, y que compartiremos contigo tus ansias por tener a todas las almas, luchando por obtenerlas todas con nuestros actos fundidos en tu Fiat; y el deseo de restituirle al Padre la gloria y el amor que la familia humana le han negado.
Al mismo tiempo, reparemos a nuestra Madre por las ofensas que recibe, las negaciones, los insultos, desprecios, blasfemias, y ahora, por la negación de las prerrogativas que Dios le ha concedido.
Fiat

EL PADRE NUESTRO, Como le enseñó Jesucristo a sus Apóstoles



Jesús se para y dice: «Detengámonos aquí... Queridos, muy queridos discípulos míos,
continuadores míos en el futuro, acercaos a mí. Un día, varios días, me habéis dicho:
"Enséñanos a orar como lo haces Tú; enséñanos, como Juan enseñó a los suyos, para que
nosotros, discípulos, podamos orar con las mismas palabras del Maestro". Siempre os he
respondido: "Lo haré cuando vea en vosotros un mínimo suficiente de preparación, para que
la oración no sea una fórmula vana de palabras humanas, sino verdadera conversación con el
Padre".
 Pues bien, ha llegado el momento; poseéis ahora lo suficiente para poder conocer
las palabras dignas de ser elevadas a Dios, y quiero enseñároslas esta noche, en la paz y
el amor que reina entre nosotros, en la paz y el amor de Dios y con Dios, porque hemos
prestado obediencia al precepto pascual como verdaderos israelitas y al imperativo
divino de la caridad hacia Dios y el prójimo.

5 «Escuchad. Cuando oréis, decid: "Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea
tu Nombre, venga tu Reino a la tierra como está en el Cielo, hágase tu Voluntad así en la
tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores, no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del Maligno"».
Jesús está en pie. Se había levantado para decir la oración. Todos le han imitado,
atentos y emocionados.
«No hace falta nada más, amigos míos. En estas palabras está encerrado, como en un
aro de oro, todo lo que el hombre necesita, para el espíritu y para la carne y la sangre;
con estas palabras pedís cuanto les es útil al espíritu, a la carne y a la sangre, y, si hacéis
lo que pedís, obtendréis la vida eterna. Tan perfecta es esta oración, que no será
menoscabada ni por el tempestuoso oleaje de las herejías ni por el paso de los siglos. La
mordedura de Satanás fragmentará el cristianismo; muchas partes de mi carne mística
sufrirán la separación, para formar células aisladas en el vano deseo de constituirse en
cuerpo perfecto, como será el Cuerpo místico de Cristo (el formado por la totalidad de los
fieles unidos en la Iglesia apostólica, que será la única verdadera Iglesia mientras exista
la tierra). Estas partículas, separadas, privadas por tanto de los dones que habré de
dejar a la Iglesia Madre para nutrir a mis hijos, se llamarán de todas formas cristianas,
pues darán culto a Cristo, y, a pesar de su error, siempre recordarán que de Cristo han
venido. Pues bien, también ellas dirán esta oración universal. Recordadla bien.
Meditadla contínuamente. Aplicadla en vuestras acciones. Basta para santificarse. Si
uno estuviera solo, entre paganos, sin iglesias, sin libros, tendría ya en esta oración todo
lo cognoscible para meditar y una iglesia abierta en su corazón para esta oración;
tendría una regla segura y una segura santificación.
6 “Padre nuestro".
Yo le llamo "Padre". Es Padre del Verbo, Padre del Encarnado. Así quiero que le
llaméis vosotros, porque vosotros sois uno conmigo, si permanecéis en mí.
El hombre debía echarse rostro en tierra para exclamar, suspirando, envuelto en los
temblores del miedo, la palabra "Dios". Quien no cree en mí y en mi palabra está
todavía inmerso en este temblor paralizador... Observad lo que sucede en el Templo: no
sólo Dios, sino incluso el recuerdo de Dios, están celados tras triple velo a los ojos de los
fieles. Separaciones de espacio, separaciones con velos138, todo se ha tomado y aplicado
para decir al que ora: "Tú eres fango; El, Luz. Tú, abyecto; El, Santo. Tú, esclavo; El,
Rey".

138 Cfr. Ex. 26, 31–37; 36, 35–38; Lev. 16, 2; 3 Rey. 6, 15–22; Mt. 27, 50–51; Mc. 15, 37–38; Lc. 23, 45–46;
Hebr. 6, 19–20; 9, 1–5.

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS

María Valtorta
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¡Mas ahora!... ¡Alzaos! ¡Acercaos! Yo soy el Sacerdote eterno, puedo tomaros de la
mano y deciros: "Venid". Puedo descorrer el velo del Templo y abrir de par en par el
inaccesible lugar que ha permanecido cerrado hasta ahora. ¿Y por qué cerrado?... Por la
Culpa, sí; pero aún más clausurado por el pensamiento degradado de los hombres. ¿Por
qué cerrado, si Dios es Amor, si Dios es Padre?... Yo puedo, debo, quiero elevaros al azul
del cielo, no rebajaros al polvo; no que estéis lejanos, sino cerca; no como esclavos, sino
como hijos que se reclinen sobre el pecho de Dios.
"¡Padre! ¡Padre!", decid. No os canséis de pronunciar esta palabra. ¿No sabéis que
cada vez que la decís el Cielo resplandece por la alegría de Dios? Aunque no expresarais
otra palabra, diciendo ésta con verdadero amor ya haríais una oración grata al Señor.
"¡Padre! ¡Padre mío!", dicen los pequeñuelos a sus padres. Esta es la primera palabra
que dicen: "Madre, padre". Pues vosotros sois los pequeñuelos de Dios. Yo os he
generado: con mi amor he destruido el hombre viejo que erais, haciendo nacer así al
hombre nuevo, al cristiano. Invocad, pues, al Padre santísimo que está en los cielos con
la primera palabra que aprenden los niños.
7 "Santificado sea tu Nombre".
Es el Nombre más santo y tierno que existe. El terror del culpable os ha enseñado a
celarlo bajo otro. No. Basta ya de decir "Adonái"139, basta. Es Dios. Es ese Dios que en
un exceso de amor ha creado a la Humanidad, La Humanidad, de ahora en adelante,
purificados sus labios con el lavacro por mí preparado, llámele por su Nombre,
esperando comprender con plenitud de sabiduría el verdadero significado de este
incomprensible Nombre cuando, fundida con El, en sus mejores hijos, sea elevada al
Reino que he venido a instaurar140.
8 "Venga tu Reino a la tierra como está en el Cielo".
Desead con todas vuestras fuerzas que venga; si viniera, la alegría habitaría la tierra.
El Reino de Dios en los corazones, en las familias, en las gentes, en las naciones. Sufrid,
trabajad, sacrificaos por este Reino. Sea la tierra espejo que refleje en las personas la
vida del Cielo. Llegará. Un día llegará todo esto. Pero antes de que la tierra posea el
Reino de Dios, han de venir siglos y siglos de lágrimas y sangre, de errores y
persecuciones, de bruma rasgada por destellos de luz irradiados por el Faro místico de mi
Iglesia (la cual, si bien es barca –y no será hundida– es también arrecife que resiste
cualquier golpe de mar, y mantendrá alta la Luz, mi Luz, la Luz de Dios). Cuando esto
llegue, será como la llamarada intensa de un astro que, alcanzada la perfección de su
existencia, se disgrega, cual desmesurada flor de los jardines celestes, para exhalar, en
139 La palabra Adonai significa “Mi Señor”. 140 Nota: Como Jesús “reveló al Padre” (Ju. 1, 18) durante su ministerio de Maestro y a la manera que podía revelarlo a los
vivientes, de igual modo a través del Verbo–Hijo del Padre, los ciudadanos del cielo conocerán a Dios.

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María Valtorta
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un rutilante latido, su existencia y su amor a los pies de su Creador. Llegar, llegará;
entonces comenzará el Reino perfecto, feliz, eterno, del Cielo.
9 "Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo".
La propia voluntad se puede anular en la de otro sólo cuando se le llega a amar con
perfección. La propia voluntad se puede anular en la de Dios sólo cuando se han
alcanzado las virtudes teologales en forma heroica. En el Cielo –donde no hay
defectos– se hace la voluntad de Dios. Sabed, vosotros, hijos del Cielo, hacer lo que en el
Cielo se hace.
10 "Danos nuestro pan de cada día".
En el Cielo os nutriréis sólo de Dios. La beatitud será vuestro alimento. Mas aquí
todavía tenéis necesidad de pan. Sois los párvulos de Dios; justo es entonces decir:
"Padre, danos el pan".
¿Teméis no ser escuchados? ¡Oh, no! Considerad esto: si uno de vosotros tiene un
amigo y ve que no tiene pan y debe dar de comer a otro amigo o pariente que ha llegado
a su casa al final de la segunda vigilia, irá al primero y le dirá: "Amigo, préstame tres
panes, porque tengo un huésped que ha venido ahora y no tengo qué darle de comer", ¿podrá,
acaso, oír como respuesta desde el otro lado de la puerta: "No me molestes, que ya he
cerrado la puerta, la he trancado, y mis hijos duermen a mi lado; no puedo levantarme a
darte lo que me pides"? No. Si es un verdadero amigo al que se ha dirigido, y si insiste,
recibirá lo que pide. Lo recibiría incluso aunque el amigo fuera poco bueno, por su
insistencia, porque aquel a quien se lo pidieran, con tal de que no le molestasen, se
apresuraría a darle cuantos panes quisiera.
Más vosotros, cuando dirigís vuestra oración al Padre, no os dirigís a un amigo de este
mundo, sino al Amigo perfecto que es el Padre del Cielo. Por tanto, os digo: "Pedid y se
os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá", pues a quien pide se le da, quien busca
halla, y a quien llama se le abre la puerta.
¿Qué padre, a su propio hijo que le pide un pan, le pondrá en la mano una piedra?,
¿qué padre dará a su hijo una serpiente en vez de un pez asado? Un padre que se
comportase así con su prole sería un sinvergüenza. Ya lo he dicho, pero lo repito para
moveros a sentimientos de bondad y confianza. Así pues, si uno que estuviera en su sano
juicio no daría un escorpión en vez de un huevo, ¡como no os va a dar Dios con mucha
mayor bondad lo que pidiereis!: en efecto, El es bueno, mientras que vosotros, por el
contrario, en más o en menos, sois malos. Pedid, pues, con amor humilde y filial vuestro
pan al Padre.

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11 "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores".
Hay deudas materiales y deudas espirituales; las hay también morales. Deuda
material es la moneda o la mercancía que deben retituirse por haber sido prestadas.
Deuda moral es la estima arrebatada y no correspondida, el amor querido y no dado.
Deuda espiritual es la obediencia a Dios, de quien se exige mucho dándole bien poco, y el
amor a El. Dios nos ama y se le debe amor, como se debe amor a una madre, a la esposa,
al hijo, de quienes se exigen muchas cosas. El egoísta quiere tener, pero no da. Pero el
egoísta está en las antípodas del Cielo. Tenemos deudas con todos: desde con Dios hasta
con el esclavo, pasando por los familiares, los amigos, el prójimo en general, y los que
están a nuestro servicio (pues todos éstos son en el fondo iguales que nosotros). ¡Ay de
quien no perdone, porque no será perdonado! Dios no puede, por justicia, condonar la
deuda que el hombre tiene para con El, santísimo, si el hombre no perdona a su
semejante.
12 "No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Maligno".
El hombre que no ha sentido la necesidad de compartir con nosotros la cena de
Pascua me preguntó hace menos de un año: "¿Cómo! ¿Tú pediste no ser tentado?, ¿en la
tentación pediste ayuda contra ella?". Estábamos nosotros dos solos. Le respondí. Luego
–esta vez eramos cuatro– en una solitaria región, repetí la respuesta; pero todavía no fue
suficiente, porque en un espíritu irremovible es necesario demoler la funesta fortaleza de
su obcecación para abrirse paso; por tanto, lo seguiré diciendo, una, diez, cien veces,
hasta que todo se cumpla.
Vosotros, sin embargo, que no estáis acorazados dentro de infaustas doctrinas y
aún más infaustas pasiones, orad así. Orad con humildad para que Dios impida las
tentaciones. ¡Ah, la humildad! ¡Conocerse como uno es! Sin deprimirse, pero conocerse.
Decir: "Soy juez imperfecto de mí mismo y, aunque no me lo parezca, podría ceder. Por
tanto, Padre mío, tenme, si es posible, libre de las tentaciones; tan cerca de ti que no permitas
al Maligno que me dañe". Debéis recordar, en efecto, que no es Dios quien tienta al Mal,
sino que es el Mal el que tienta. Rogad al Padre para que sostenga vuestra debilidad, de
forma que no pueda el Maligno introducirla en la tentación.
13 He terminado, queridos míos. Esta es la segunda Pascua que paso con vosotros.
El año pasado sólo partimos el pan y compartimos el cordero. Este año os doy esta
oración. Os otorgaré otros dones en las otras Pascuas que pasaré con vosotros, para que,
una vez que me haya ido a donde el Padre quiere, os quede de mí, que soy el Cordero, un
recuerdo en las celebraciones del cordero mosaico.

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Alzaos. Vamos. Estaremos en la ciudad para el alba. Es más, mañana, tú, Simón, y
tú, hermano mío (señala a Judas), iréis por las mujeres y el niño; tú, Simón de Jonás, y
vosotros, os quedaréis conmigo hasta que éstos vuelvan; luego iremos juntos a Betania».
Bajan hasta el Getsemaní y entran en la casa para descansar.

El encuentro con Judas de Keriot y con Tomás. Simón Zelote curado de la lepra.



54. El encuentro con Judas de Keriot y con Tomás.
Simón Zelote curado de la lepra. 26 de octubre de 1944.
1 Jesús está junto a sus seis discípulos. Tanto el otro día como hoy, no he visto a
Judas Tadeo, que también había expresado su deseo de ir a Jerusalén con Jesús.
Deben ser todavía las fiestas pascuales, porque continúa habiendo mucho gentío por
la ciudad. Anochece. Muchos se apresuran hacia las casas.
También Jesús se dirige a la casa en que le hospedan. No es la del Cenáculo –que está
más en la ciudad, aunque en las afueras–. Esta es una casa de campo en el pleno sentido
de la palabra, entre tupidos olivos. Desde la pequeña y agreste explanada que tiene
delante, se ven descender colina abajo, en escalones, los árboles, deteniéndose a la altura
de un pequeño torrente escaso de agua, que discurre por el valle situado entre dos
colinas poco altas: en la cima de una colina está el Templo; en la otra colina, sólo olivos
y más olivos. Jesús está en la parte baja de la ladera de este delicado alcor que sube sin
asperezas: serenos árboles, todo manso.
«Juan, hay dos hombres que esperan a tu amigo» dice un hombre anciano, que debe
ser el agricultor o el propietario del olivar. Yo diría que Juan le conoce.
«¿Dónde están? ¿Quiénes son?».
«No lo sé. Uno, sin duda, es judío. El otro... no sabría decirte. No se lo he
preguntado».
«¿Dónde están?».
«Esperando en la cocina y... y.. sí... bueno... hay también uno lleno de llagas... Le he
dicho que se estuviera allí porque... no quisiera que estuviera leproso... Dice que quiere
ver al Profeta que ha hablado en el Templo».
Jesús, que hasta ese momento había estado callado, dice: «Vamos primero adonde
éste. Di a los otros que vengan, si quieren. Hablaré aquí, en el olivar, con ellos». Y se
dirige hacia el punto indicado por el hombre.
«¿Y nosotros? ¿Qué hacemos?» pregunta Pedro.
«Venid, si queréis».
2 Un hombre todo cubierto y embozado está apoyado en el pequeño, rústico muro
que sostiene un escalón del terreno, el más cercano al límite de la propiedad. Debe haber
subido hasta allí por un senderillo que sigue el curso del torrente y conduce a ese lugar.
Cuando ve a Jesús venir hacia él, grita: «¡Atrás, atras! ¡Pero ten piedad!». Y descubre
su torso dejando caer el vestido. Si el rostro aparece cubierto de costras, el tronco es un
recamado de llagas: unas ya convertidas en agujeros profundos, otras simplemente como

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rojas quemaduras, otras blanquecinas y brillantes como si tuvieran encima un cristalito
blanco.
«¡Estás leproso! ¿Qué quieres de mí?».
«¡No me maldigas! ¡No me apedrees! Me han dicho que anteayer tarde te has
manifestado como Voz de Dios y Portador de la Gracia. Me han dicho que has asegurado
que alzando tu signo sanas todo mal. Alzalo sobre mí. Vengo de los sepulcros... Allí... Me
he arrastrado como una serpiente entre los arbustos del torrente para llegar hasta aquí
sin ser visto. He esperado a que anocheciera para hacerlo, porque en la penumbra se me
identificaba menos. He osado... he encontrado a éste, de la casa, que es rico en bondad.
No me ha matado. Sólo me ha dicho: "Espera apoyado en el muro". Ten Tú también
piedad». Y dado que Jesús se acerca –El solo, porque los seis discípulos y el propietario
del lugar, con los dos desconocidos, se han quedado lejos y muestran claramente
repulsa– insiste: «¡No más adelante! ¡No más! ¡Estoy infectado!». Pero Jesús prosigue.
Le mira con tanta piedad, que el hombre se echa a llorar y se arrodilla hasta casi tocar
con el rostro en el suelo y gime: «¡Tu signo! ¡Tu signo!».
«Será alzado en su hora. Pero a ti te digo: "Levántate. Queda curado. Lo quiero. Y tú
séme signo en esta ciudad que debe conocerme. ¡Levántate, digo! ¡Y no peques, en
reconocimiento hacia Dios!"».
El hombre se levanta lentamente. Parece surgir de las hierbas altas y florecidas como
de un sudario... y está curado. Se mira con los últimos restos de luz. Está curado. Grita:
«¡Estoy limpio! ¡Oh!, ¿qué debo hacer ahora por ti?».
«Obedecer a la Ley. Vete al sacerdote. Sé bueno en el futuro. Ve».
El hombre hace amago de echarse a los pies de Jesús, pero se acuerda de que todavía
es impuro, según la Ley278, y se contiene. Eso sí, se besa las manos y manda el beso a
Jesús, y llora de alegría.
3 Los otros se han quedado de piedra. Jesús vuelve la espalda al hombre que ha sido
curado y, sonriendo, los hace volver en sí: «Amigos, no era más que una lepra de la
carne, veréis caer la lepra de los corazones. ¿Sois vosotros los que me buscáis?» dice a los
dos desconocidos. «Aquí estoy. ¿Quiénes sois?».
«Te hemos oído la otra tarde... en el Templo. Te hemos buscado por la ciudad. Uno
que dice ser pariente tuyo nos ha informado de que estabas aquí».
«¿Por qué me buscáis?».
«Para seguirte, si nos aceptas, porque Tú tienes palabras de verdad».
«¿Seguirme? ¿Pero sabéis hacia dónde voy?».
«No, Maestro, pero ciertamente a la gloria».
278 Cfr. Lev. 13 y 14 en todo lo que se refiere al leproso y su curación.

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«Sí. Pero a una gloria no de la tierra. A una gloria que tiene su sede en el Cielo y que
se conquista con virtud y sacrificio. ¿Por qué queréis seguirme?» vuelve a preguntar.
«Para tener parte en tu gloria».
«¿Según el Cielo?».
«Sí, según el Cielo».
«No todos pueden llegar. Porque Satanás insidia, más que a los demás, a los que
desean el Cielo, y sólo quien sabe fuertemente querer resiste. ¿Por qué seguirme, si
seguirme a mí quiere decir lucha continua con el enemigo que está en nosotros, con el
mundo enemigo, y con el Enemigo, que es Satanás?».
«Porque así lo quiere nuestro espíritu, que ha quedado conquistado por ti. Eres santo
y poderoso. Queremos ser tus amigos».
«!!!Amigos!!!».... Jesús se calla y suspira. Después mira fijamente a quien ha estado
hablando, que ahora ha echado hacia atrás el manto que cubría su cabeza. Es Judas de
Keriot. «¿Quién eres, tú que hablas mejor que un hombre del pueblo?».
«Judas soy, de Simón. De Keriot soy. Pero soy del Templo... o... estoy en el Templo.
Espero al Rey de los judíos y sueño con El. Te he sentido Rey en la palabra. Rey te he
visto en el gesto. Tómame contigo».
«¿Tomarte? ¿Ahora? ¿En seguida? No».
«¿Por qué, Maestro?».
«Porque es mejor sopesarse a sí mismo antes de tomar caminos muy escarpados».
«¿No crees en mi sinceridad?».
«Lo has dicho. Creo en tu impulso. Pero no creo en tu constancia. Piénsalo, Judas. Yo
ahora me iré y volveré para Pentecostés. Si estás en el Templo, me verás. Sopésate a ti
mismo. 4 ¿Y tú quién eres?» le pregunta al segundo desconocido.
«Otro que te vio. Querría estar contigo. Pero ahora me da miedo».
«No. La presunción es perdición. El temor puede ser obstáculo, pero si viene de la
humildad es una ayuda. No temas. También tú piensa, y cuando vuelva...».
«¡Maestro, eres muy santo! Tengo miedo de no ser digno. No de otra cosa. Porque
respecto a mi amor no temo...».
«¿Cómo te llamas?».
«Tomás, llamado Dídimo».
«Recordaré tu nombre. Vete en paz».
Jesús se despide de ellos y se retira a la acogedora casa para cenar.
5 Los seis que están con El quieren saber muchas cosas. «¿Por qué, Maestro, has hecho
diferencia entre los dos?... Porque una diferencia ha habido. Los dos tenían el mismo
impulso...» pregunta Juan.

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«Amigo, un impulso, aun siendo el mismo, puede tener distinto contenido y causar
distinto efecto. Es cierto que los dos tienen el mismo impulso. Pero uno no es igual que
el otro en el fin. Y el que parece el menos perfecto es el más perfecto, porque no lleva el
acicate de la gloria humana. Me ama porque... me ama».
«¡También yo!».
«Y yo también».
«Y yo».
«Y yo».
«Y yo».
«Y yo».
«Lo sé. Os conozco por lo que sois».
«¿Entonces somos perfectos?».
«¡Oh, no! Pero, como Tomás, lo seréis si permanecéis en vuestra voluntad de amor.
¡¿Perfectos?! ¡Oh, amigos!, ¿y quién es perfecto sino Dios?».
«¡Tú lo eres!».
«En verdad os digo que no por mí soy perfecto, si creéis que Yo soy un profeta.
Ningún hombre es perfecto. Pero Yo soy perfecto porque el que os habla es el Verbo del
Padre. Parte de Dios, su Pensamiento que se hace Palabra279, Yo tengo la Perfección en
mí. Y tal me debéis creer, si creéis que Yo soy el Verbo del Padre. Y, no obstante, ¿lo
veis, amigos?, Yo quiero ser llamado el Hijo del hombre, porque me anonado
cargándome todas las miserias del hombre, para llevarlas –mi primer patíbulo– y
anularlas después ("llevarlas", no "tenerlas"). ¡Qué peso, amigos! Pero lo porto con
alegría. Mi alegría es portarlo, porque, siendo el Hijo de la humanidad, haré a la
humanidad hija de Dios. Como el primer día».
Jesús habla dulcemente, sentado ante la sobria mesa, gesticulando serenamente con
las manos sobre la mesa, el rostro un poco inclinado, iluminado de abajo a arriba por la
lamparita de aceite que está colocada encima de la mesa. Sonríe levemente. Es Maestro
ya sólo por su aspecto grandioso, y muy amigo en el trato. Los discípulos le escuchan
atentos.
6 «¿Maestro... por qué tu primo, aun sabiendo dónde habitas, no ha venido?».
279 Dado que Dios no es cuerpo sino espíritu la expresión “Sale de Dios su Pensamiento que se hace Palabra” no puede tener
sentido material sino espiritual, si bien se expresa de una manera popular y no con el rigor científico. “Sale de Dios” en el
contexto, significa por lo tanto que sale del Padre, y se dice que el verbo sale del Padre, porque la Palabra es engendrada, por quien
la piensa y sale y procede de quien la piensa y la profiere. Por eso forma parte de quien la piensa y la profiere; es un modo sensible
y adaptado al común de la gente expresar una realidad espiritual y divina: la consustancialidad del Hijo con el Padre es el orígen
del Hijo al salir del Padre, como Palabra del Pensamiento, como Verbo de quien la pronuncia. Tales modos de pensar, aunque
científicamente no exactos, sí lo son para la gente común y hasta se encuentran en la Liturgia; el llamado Símbolo Atanasiano dice
que, así como el alma y el cuerpo constituyen al hombre, así Dios y el Hombre constituyen al Cristo.

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS

María Valtorta
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«¡Pedro mío!... Tú serás una de mis piedras, la primera. Pero no todas las piedras son
fáciles de usar. ¿Has visto los mármoles del palacio pretorio?: arrancados fatigosamente
del seno montano, ahora son parte del Pretorio. Mira por el contrario esos cantos que
resplandecen allí, bajo el rayo de luna, entre las aguas del Cedrón. Procedentes de
aquéllos, ahora están en el lecho del torrente, y si uno los quiere, ¿ves?, en seguida se
dejan coger. Mi primo es como las primeras piedras de que hablo... El seno del monte,
que es la familia, me lo disputa».
«Yo quiero ser en todo como los cantos del torrente. Por ti estoy dispuesto a dejarlo
todo: casa, esposa, pesca, hermanos. Todo, Rabí, por ti».
«Lo sé, Pedro. Por esto te amo. Pero también Judas vendrá».
«¿Quién? ¿Judas de Keriot? Por mí que no venga. Es un señorito, pero... prefiero...
me prefiero incluso a mí mismo...». Todos se echan a reír de la salida de Pedro. «¿A qué
viene esa risa? Quiero decir que prefiero un galileo genuino, tosco, pescador, pero sin
fraude, a... a los de ciudad que... no sé... Bueno, el Maestro entiende lo que quiero decir».
«Sí, entiendo, pero no juzgues. Tenemos necesidad los unos de los otros en la tierra, y
los buenos están mezclados con los malvados como las flores en el campo. La cicuta está
al lado de la salutífera malva».
7 «Yo quisiera preguntar una cosa...».
«¿Qué, Andrés?».
«Juan me ha hablado del milagro hecho en Caná... Teníamos gran esperanza de que
hicieras uno en Cafarnaúm... y has dicho que no hacías un milagro sin haber cumplido
antes la Ley. ¿Por qué, entonces, en Caná? Y, ¿por qué aquí y no en tu tierra?».
«Toda obediencia a la Ley es unión con Dios y por tanto aumento de nuestra
capacidad. El milagro es la prueba de la unión con Dios, de la presencia benévola y
complaciente de Dios. Por ello he querido cumplir con mi deber de israelita antes de
comenzar la serie de prodigios».
«Pero la Ley no te obligaba a ti».
«¿Por qué? Como Hijo de Dios, no; como hijo de la Ley, sí. Israel, por ahora, sólo me
conoce como esto segundo... Incluso más adelante casi todo Israel me conocerá sólo así,
más aún, como menos todavía. Pero no quiero escandalizar a Israel y obedezco a la
Ley».
«Eres santo».
«La santidad no dispensa de la obediencia. Más aún, la perfecciona. Además de todo,
hay que dar ejemplo. ¿Qué dirías de un padre, de un hermano mayor, de un maestro, de
un sacerdote que no dieran buen ejemplo?».
«¿Y Caná entonces?».

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS

María Valtorta
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«Caná era el gozo de mi Madre que había que llevar a cabo. Caná es el anticipo que se
debe a mi Madre. Ella es la Anticipadora de la Gracia. Aquí honro a la Ciudad Santa,
haciendo de ella, públicamente, la iniciadora de mi poder de Mesías. Allí, en Caná, sin
embargo, honraba a la Santa de Dios, a la Toda Santa. Por Ella el mundo me tiene. Es
justo que para Ella sea mi primer prodigio en el mundo».
8 Llaman a la puerta. Es Tomás nuevamente. Entra y se echa a los pies de Jesús.
«Maestro... no puedo esperar a tu retorno. Permíteme quedarme contigo. Estoy lleno de
defectos, pero tengo este amor, solo, grande, verdadero, mi tesoro. Es tuyo, es para ti.
Déjame, Maestro...».
Jesús le pone la mano sobre la cabeza. «Quédate, Dídimo. Sígueme. Bienaventurados
los que tienen voluntad sincera y tenaz. Benditos vosotros. Me sois más que parientes,
porque me sois hijos y hermanos, no según la sangre, que muere, sino según la voluntad
de Dios y vuestra voluntad espiritual. Y Yo digo que no tengo pariente más cercano que
quien hace la voluntad del Padre mío, y vosotros la hacéis, porque queréis el bien».
La visión termina así. Son las 4 de la tarde y ya descienden sobre mí las sombras de un sopor que
siento que será violento, lógica consecuencia de la penosa hora de ayer...