-Pero Tú, en confidencia, ¿qué piensas de la reencarnación?
-Que es un error. Ya lo he dicho.
-Hay quien sostiene que los vivos se generan de los muertos y los muertos de los vivos, porque lo que es no se destruye.
-Lo eterno, en efecto, no se destruye. Pero, dime, según tu opinión ¿el Creador tiene límites para sí mismo?
-No, Maestro. Pensarlo sería una mengua.-Tú lo has dicho. ¿Puede entonces pensarse que permita que un espíritu se reencarne porque llegado a un cierto
número de espíritus ya no puede haber más?
-No se debería pensar. Pero hay quien lo piensa.
-Y, lo que es peor, hay quien lo piensa en Israel. Este pensamiento de una inmortalidad del espíritu -grande de por sí en
un pagano, aunque unido al error de una inexacta valoración acerca de cómo se produce esta inmortalidad- debería ser perfecto
en un israelita. Sin embargo, en el israelita que lo admite en los términos de la tesis pagana, se transforma en pensamiento
disminuido, rebajado, culpable. No es, como en el pagano, gloria de un pensamiento que muestra ser digno de admiración
por haber tocado casi, por sí mismo, la Verdad, y que, por tanto, da testimonio de la naturaleza compuesta del hombre, por esta
intuición suya de la vida perenne de esa cosa misteriosa que se llama alma y que nos distingue de los animales. Pero es mengua
del pensamiento que, conociendo la divina Sabiduría y al Dios verdadero, viene a ser materialista incluso en una cosa tan
altamente espiritual. El espíritu no transmigra sino del Creador al ser y del ser al Creador, ante el cual se presenta después de la
vida para recibir juicio de vida o de muerte. Esto es una verdad. Y eternamente permanece en el lugar a que es enviado.
-¿No admites el Purgatorio?
-Sí. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque dices: "Permanece en el lugar a que es enviado". El Purgatorio es temporal.
-Precisamente por eso, en mi pensamiento lo asimilo a la Vida eterna. El Purgatorio es ya "vida"; mortecina, trabada,
pero de todas formas vital. (El Purgatorio, desconocido en aquel tiempo como vocablo, era conocido como concepto, ya
insinuado en 2 Macabeo 12, 45. Por tanto, la expresión Purgatorio, aquí y en otros lugares puede entenderse como la traducción
de ese concepto en el lenguaje de la Obra Valtortiana) Una vez terminada la estancia temporal en el Purgatorio, el espíritu
conquista la perfecta Vida, la alcanza ya sin límites ni ataduras. Quedarán dos cosas: el Cielo, el Abismo; el Paraíso, el Infierno.
Dos categorías: los bienaventurados, los réprobos. Pero, de los tres reinos que actualmente existen, ningún espíritu volverá a
vestirse jamás de carne hasta la resurrección final, que clausurará para siempre la encarnación de los espíritus en los cuerpos, de
lo inmortal en lo mortal.
-¿De lo eterno, no?
-Eterno es Dios. La eternidad es no tener ni comienzo ni final. Ello es Dios. La inmortalidad es seguir viviendo desde que
se empieza a vivir: así para el espíritu del hombre. He aquí la diferencia».
-Dices: "vida eterna".
-Sí. Desde que uno es creado a la vida, puede, por el espíritu, por la gracia y por la voluntad, conseguir la vida eterna. No
la eternidad. Vida supone comienzo. No se dice "vida de Dios", porque Dios no ha tenido comienzo.
-¿Y Tú?
-Yo viviré porque soy también carne, y al espíritu divino he unido el alma del Cristo en carne de hombre.
-Dios es llamado "el que vive".
-Efectivamente, no conoce muerte. Él es Vida, la Vida inagotable. No vida de Dios, sino Vida; sólo esto. Son matices,
escriba. Pero la Sabiduría y la Verdad se visten de matices.
-¿Hablas así a los gentiles?
-No, así no; no entenderían. (La respuesta de Jesús a esta pregunta puede ayudar a comprender el motivo de ciertas
adaptaciones que las verdades sufren, en la presente Obra, cuando se enseñan a romanos y romanas) A ellos les muestro el Sol.
Pero se lo muestro de la misma forma como se lo mostraría a un niño que hubiera sido ciego e ignorante hasta ese momento y
que milagrosamente hubiera recuperado vista e inteligencia. Así: como astro; sin adentrarme a explicar su composición. Pero
vosotros, los de Israel, ni estáis ciegos ni sois ignorantes; desde hace siglos el dedo de Dios os ha abierto los ojos, os ha
despejado la mente...
-Es verdad, Maestro. Pero a pesar de todo estamos ciegos y somos ignorantes.
-Tales os habéis hecho. Y no queréis el milagro de quien os ama.
-Maestro...
-Es verdad, escriba