(7) “La Fe es Dios”.
(8) Pero estas dos palabras contenían una luz inmensa, que es imposible explicarlas, pero como pueda lo diré: En la palabra “fe” comprendía que la fe es Dios mismo. Así como el alimento material da vida al cuerpo para que no muera, así la fe da la vida al alma; sin la fe el alma está muerta. La fe vivifica, la fe santifica, la fe espiritualiza al hombre y lo hace tener fijos los ojos en un Ser Supremo, de modo que nada aprende de las cosas de acá abajo, y si las aprende, las aprende en Dios. ¡Oh! La felicidad de un alma que vive de fe, su vuelo es siempre hacia el Cielo, en todo lo que le sucede se mira siempre en Dios y he aquí como en la tribulación la fe la eleva en Dios y no se aflige, ni siquiera un lamento, sabiendo que no debe formar aquí su contento, sino en el Cielo. Así si la alegría, la riqueza, los placeres, la circundan, la fe la eleva en Dios y dice entre sí: “¡Oh, cuánto más contenta y más rica seré en el Cielo!” Así que de estos bienes terrenos toma fastidio, los desprecia, y se los pone bajo los pies. A mí me parece que a un alma que vive de fe, le sucede como a una persona que posee millones y millones de monedas y hasta reinos enteros, y otra persona le quiere ofrecer un centavo. Ahora, ¿qué diría aquella? ¿No se indignaría, no se lo arrojaría a la cara? Y agrego: ¿Y si ese centavo estuviera todo enlodado, como son las cosas terrenas, y además, si le fuera dado sólo en préstamo? Entonces ella diría: “Inmensas riquezas gozo y poseo, ¿y tú osas ofrecerme este vil centavo tan enlodado y por poco tiempo?” Yo creo que voltearía enseguida la mirada y no aceptaría el don. Así hace el alma que vive de fe respecto a las cosas terrenas.
(9) Ahora vayamos otra vez a la idea del alimento: El cuerpo, tomando el alimento no sólo se sostiene, sino que participa de la sustancia del alimento que se transforma en el mismo cuerpo. Ahora así el alma que vive de fe; como la fe es Dios mismo, el alma viene a vivir del mismo Dios, y alimentándose del mismo Dios viene a participar de la sustancia de Dios, y participando viene a semejarse a Él y a transformarse con el mismo Dios, por lo tanto al alma que vive de fe le sucede que santo es Dios, santa es el alma; potente Dios, potente el alma; sabio, fuerte, justo Dios, sabia, fuerte, justa el alma, y así de todos los demás atributos de Dios. En suma, el alma llega a ser un pequeño dios. ¡Oh, la bienaventuranza de esta alma en la tierra, para ser luego más bienaventurada en el Cielo!.
(10) Comprendí también que lo que significan esas palabras que el Señor dice a sus almas predilectas: “Te desposaré en la fe”. Que el Señor en este místico desposorio viene a dotar a las almas de sus mismas virtudes. Me parece como dos esposos que uniendo sus propiedades, no se disciernen más las cosas del uno y las del otro y ambos se hacen dueños de todo. Pero en nuestro caso, el alma es pobre, todo el bien es por parte del Señor que la vuelve partícipe de sus sustancias.
(11) Vida del alma es Dios, la fe es Dios y el alma poseyendo la fe, viene a injertar en sí todas las demás virtudes, de manera que la fe está como rey en el corazón y las demás virtudes están a su alrededor, como súbditas sirviendo a la fe, así que las mismas virtudes, sin la fe, son virtudes que no tienen vida.
(12) Me parece a mí que Dios en dos modos comunica la fe al hombre: La primera es en el santo bautismo; la segunda es cuando Dios bendito, depositando una partecita de su sustancia en el alma, le comunica la virtud de hacer milagros, como la de poder resucitar a los muertos, sanar a los enfermos, detener el sol y demás. ¡Oh, si el mundo tuviera fe, se cambiaría en un paraíso terrestre!.
(13) ¡Oh! Cuán alto y sublime es el vuelo del alma que se ejercita en la fe. A mí me parece que el alma, ejercitándose en la fe, hace como aquellos tímidos pajaritos que temiendo ser tomados presos por los cazadores o bien por cualquier otra insidia, hacen su morada en la cima de los árboles, o bien en las alturas, cuando después son obligados a tomar el alimento descienden, toman el alimento y rápidamente vuelan a su morada; y alguno, más prudente, toma el alimento y ni siquiera se lo come en la tierra, para estar más seguro se lo lleva a la cima de los árboles y allá se lo come. Así el alma que vive de fe, es tan tímida de las cosas terrenas, que por temor de ser asechada, ni siquiera les dirige una mirada, su morada está en lo alto, encima de todas las cosas de la tierra y especialmente en las llagas de Jesucristo, y desde dentro de aquellas beatas moradas gime, llora, reza y sufre junto con su Esposo Jesús sobre la condición y miseria en que yace el género humano. Mientras ella vive en esas moradas de las llagas de Jesús, el Señor le da una partecita de sus virtudes, y el alma siente en sí aquellas virtudes como si fueran suyas, pero sin embargo advierte que si bien las ve suyas, el poseerlas le es dado, que han sido comunicadas por el Señor. Sucede como a una persona que ha recibido un don que ella no poseía, ahora ¿qué hace? Lo toma y se hace dueña de él, pero cada vez que lo mira dice entre sí: “Esto es mío, pero me fue dado por esa persona”. Así hace el alma a la cual el Señor desprendiendo de Sí una partecita de su Ser Divino, la cambia en Sí mismo.
(14) Ahora, esta alma, cómo aborrece el pecado, pero al mismo tiempo compadece a los demás, ruega por aquél que ve que camina en el camino del precipicio, se une junto con Jesucristo y se ofrece víctima para sufrir y así aplacar la divina justicia y para librar a las criaturas de los merecidos castigos, y si fuese necesario el sacrificio de su vida ¡oh! de buena gana lo haría para la salvación de una sola alma.
(15) Habiéndome dicho el confesor que le explicara como veo la Divinidad de Nuestro Señor, le he respondido que era imposible saberle decir algo, pero en la noche se me apareció el bendito Jesús y casi me reprendió por esta negación mía y entonces me hizo relampaguear como dos rayos luminosísimos; con el primero comprendí en mi inteligencia que la fe es Dios y Dios es la fe. Ya intenté decir alguna cosa sobre la fe, ahora trataré de decir como veo a Dios, y éste fue el segundo rayo.
(16) Ahora, mientras me encuentro fuera de mí misma y encontrándome en lo alto de los cielos me ha parecido ver a Dios dentro de una luz y Él mismo parecía también luz y en esta luz se encontraba belleza, fuerza, sabiduría, inmensidad, altura, profundidad sin límites ni confines, así que también en el aire que respiramos es Dios mismo que se respira, así que cada uno lo puede hacer como vida propia, como de hecho lo es. Así que ninguna cosa le escapa y ninguna le puede escapar. Esta luz parece que sea toda voz sin que hable, toda obrante mientras siempre reposa; se encuentra por todas partes sin estorbar en nada, y mientras se encuentra en todas partes, tiene también su centro. ¡Oh Dios, cómo eres incomprensible!, Te veo, te siento, eres mi Vida, te restringes en mí, mientras quedas siempre inmenso y nada pierdes de Ti, sin embargo me siento balbuceante y me parece no saber ni decir nada.
(17) Para poderme explicar mejor según nuestro lenguaje humano, diré que veo una sombra de Dios en todo lo creado, porque en todo lo creado, dónde ha arrojado la sombra de su belleza, donde sus perfumes, dónde su luz, como en el sol, donde yo veo una sombra especial de Dios, lo veo como delineado en este astro, que es como rey de los planetas. ¿Qué cosa es el sol? No es otra cosa que un globo de fuego, uno es el globo, pero muchos son los rayos, de modo que entonces podemos comprender fácilmente:
(18) 1° El globo es Dios, los rayos los inmensos atributos de Dios.
(19) 2°. El sol es fuego, pero al mismo tiempo es luz y es calor, así que la Santísima Trinidad está representada en el sol: El fuego es el Padre, la luz es el Hijo, el calor es el Espíritu Santo, pero uno es el sol, y así como no se puede dividir el fuego de la luz y del calor, así una es la potencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que entre Ellos no se pueden realmente separar. Y así como el fuego en el mismo instante produce la luz y el calor, así que no se puede concebir el fuego sin concebirse también la luz y el calor, así no se puede concebir al Padre antes del Hijo y del Espíritu Santo y así recíprocamente, tienen los Tres el mismo principio eterno.
(20) Agrego que la luz del sol se expande por todas partes; así Dios, con su inmensidad dondequiera penetra, sin embargo recordemos que no es más que una sombra, porque el sol no llegaría a donde no puede penetrar con su luz, pero Dios penetra dondequiera. Dios es Espíritu purísimo y nosotros lo podemos simbolizar en el sol que hace penetrar sus rayos dondequiera, sin que ninguno los pueda tomar entre las manos, Dios mira todo, las iniquidades, las infamias de los hombres y Él queda siempre lo que es, puro, santo, inmaculado. Sombra de Dios es el sol que manda su luz sobre las inmundicias y queda inmaculado, expande su luz en el fuego y no se quema, en el mar, en los ríos y no se ahoga, da luz a todos, fecunda todo, da vida a todo con su calor y no empobrece de luz, ni pierde nada de su calor y mucho más, mientras hace tanto bien a todos, él de ninguno tiene necesidad y queda siempre lo que es, majestuoso, resplandeciente, sin cambiarse jamás. ¡Oh! Cómo se representan bien en el sol las cualidades divinas, Dios, con su inmensidad se encuentra en el fuego y no arde, en el mar y no se ahoga, bajo nuestros pasos y no lo pisamos, da a todos y no empobrece y de nadie tiene necesidad, ve todo, más bien es todo ojos y no hay cosa que no sienta, está al día de cada fibra de nuestro corazón, de cada pensamiento de nuestra mente, y siendo Espíritu purísimo no tiene ni oídos, ni ojos, y pase lo que pase no cambia jamás. El sol, invistiendo al mundo con su luz no se fatiga, así Dios, dando vida a todos, ayudando y rigiendo al mundo, no se fatiga. Para no gozar más la luz del sol y sus benéficos efectos, el hombre puede esconderse, puede poner obstáculos, pero al sol nada le hace, permanece como es, el mal caerá todo sobre el hombre. Así el pecador, con el pecado puede alejarse de Dios y no gozar más sus benéficos influjos, pero a Dios nada le hace, todo el mal es suyo.
(21) También la redondez del sol me simboliza la eternidad de Dios, que no tiene ni principio ni fin. La misma luz penetrante del sol, que nadie puede contener en su ojo, y que si alguien quisiera mirarlo fijamente en pleno mediodía quedaría deslumbrado, y si el sol se quisiera acercar al hombre, éste quedaría reducido a cenizas. Así del Sol Divino, ninguna mente creada puede restringirlo en su pequeña mente para comprenderlo en todo lo que es, y si quisiera esforzarse quedaría deslumbrada y confundida, y si este Sol Divino quisiera hacer ostentación de todo su amor, haciéndoselo sentir al hombre mientras está aun en carne mortal, el hombre quedaría incinerado. Por lo tanto, Dios ha puesto una sombra de Sí y de sus perfecciones en todo lo creado, así que parece que lo vemos y lo tocamos y por Él quedamos tocados continuamente.
(22) Además de esto, después de que el Señor dijo aquellas palabras: “La fe es Dios”. Yo le dije: “Jesús, ¿me quieres?”
(23) Y Él ha agregado: “Y tú, ¿me quieres?”
(24) Yo enseguida he dicho: “Sí, Jesús, y Tú lo sabes, que sin Ti siento que me falta la vida”.
(25) “Pues bien”. Ha añadido Jesús. “Tú me quieres, Yo también, por lo tanto amémonos y estemos siempre juntos”.
(26) Así ha terminado por esta mañana. Ahora, ¿quién puede decir cuánto ha comprendido mi mente de este Sol Divino? Me parece verlo y tocarlo por todas partes, es más, me siento revestida por Él dentro y fuera de mí misma, pero mi capacidad es pequeña, pequeña, que mientras parece que comprende alguna cosa de Dios, al verlo parece que no he comprendido nada, más bien me parece haber dicho disparates, espero que Jesús me los perdone.
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