jueves, 2 de abril de 2020

Mientras que la Divina Voluntad no sea conocida y no tenga su Reino, la gloria de Dios en la Creación será incompleta. Ejemplo de un rey.


Volumen 20 del libro de Cielo. 
20-59

Febrero 13, 1927



Mientras que la Divina Voluntad no sea conocida y no tenga su Reino,

la gloria de Dios en la Creación será incompleta.  Ejemplo de un rey.



(1) Estaba siguiendo a la Divina Voluntad en sus actos en la Creación, y en mi mente me vino una duda: 

“Cómo puede ser que Jesús dice que hasta que no venga el Reino de su Voluntad a la tierra, la gloria de la

Creación y Redención estará incompleta, ¿cómo puede ser esto?  ¿No tiene acaso esta Voluntad Suprema

virtud de glorificarse por Sí misma?  Cierto que tiene esta virtud y es más que suficiente para su gloria, sin

embargo dice que si su Voluntad no extiende su Reino en medio de las criaturas, su gloria por causa de la

Creación será incompleta”.  Ahora, mientras esto pensaba, mi adorable Jesús sorprendiéndome con una luz

vivísima que salía de Él me ha dicho:

(2) “Hija mía, la cosa en sí misma es clarísima, que mientras que mi Voluntad no sea conocida y no tenga su

primer puesto de honor y de dominio en cada ser salido de nuestras manos creadoras, su gloria estará

siempre incompleta.  La razón es clarísima, porque en la Creación nuestra finalidad primera fue que

saliendo de Nosotros esta Suprema Voluntad, que bilocándola en toda la Creación se extendía por doquier,

en el cielo, en el sol, en el mar, en la flor, en las plantas, hasta en la tierra y en cada ser salido de nuestras

manos creadoras, constituyéndose vida de todo para formar su Vida en cada ser, y bilocándose en cada

criatura pudiese tener tantas Vidas suyas y tantos reinos para dominar por cuantas criaturas salían a la luz. 

Ahora, mi Voluntad no se ha retirado, no hay punto donde no se extienda su Vida Divina, no hay criatura que

no esté investida por esta Voluntad Suprema, y mientras se extiende dondequiera e inviste todo y a todos,

no puede formar su Vida, ¡cuántas Vidas Divinas sofocadas en las criaturas, cuántos le niegan el primer

puesto en sus actos, cuántos la posponen por actos indignos y viles, negándole su dominio!  ¿Y te parece

poco la destrucción de tantas Vidas Divinas de esta Voluntad mía en las criaturas?  ¿De tantos actos suyos

nobles y sublimes que se siente destruir mientras se sirven de Ella para formar vidas humanas, vidas

deplorables, monstruos que servirán para el infierno?  ¿Te parece poco hija mía?  El perjuicio que recibe

nuestra gloria por causa de la Creación es grande e incalculable, que ni siquiera todo el bien de la

Redención nos ha podido rehacer, porque con la misma Redención el hombre no ha regresado a la unidad

de nuestra Voluntad, ni Ella reina completamente en las criaturas; cuántas vidas que se dicen buenas,

santas, mezcladas de Voluntad Divina y humana, por eso nuestra gloria en la Creación no está completa,

sólo estará completa cuando las cosas creadas por Nosotros sirvan a nuestra misma Voluntad y a aquellos

que le darán el primer puesto de honor, la reconocerán en todas las cosas y haciéndola reinar en todos sus

actos la constituyan Reina absoluta y Rey dominante.  ¿No te parece justo y de derecho que siendo todo de

mi Voluntad y encontrándose por todas partes y por todos como vida primaria de todo, que todos la

reconozcan y todos se vuelvan Voluntad Divina, perteneciendo todos a Ella?  Supón un rey que tuviese su

reino, todas las tierras, las villas, las ciudades, son exclusivamente propiedades suyas, no hay cosa que a él

no pertenezca, no sólo como derecho de que el reino es suyo, sino también como derecho de propiedad

de que pertenecen a él.  Ahora, este rey por bondad de ánimo que posee quiere ver a su pueblo feliz y

distribuye gratuitamente sus propiedades, sus villas, sus tierras, dándoles hasta sus ciudades para que

habiten en ellas, de modo que todos pueden ser ricos abundantemente, cada uno en sus condiciones, y

todo este gran bien que hace a su pueblo es con la única finalidad de que lo reconozcan por su rey, dándole

todos absoluto dominio, y que reconozcan que las tierras ocupadas por ellos les han sido dadas

gratuitamente por el rey, a fin de que sea glorificado, reconocido y amado por el bien que les ha hecho. 

Ahora, este pueblo ingrato no lo reconoce por su rey, y las tierras que poseen se toman el derecho de

propiedad, desconociendo que fueron dones hechos por el rey, ¿no vendría entonces este rey a ser

defraudado en su gloria por todo el bien que ha hecho a su pueblo?  Y si agregas que se sirven de las

tierras del rey sin darle utilidad:  Quién no la trabaja, quién quita las más bellas plantaciones, quién deja secar

sus bellos jardines, de modo que se procuran su infelicidad y miseria, todo esto se agregaría al perjuicio de

la gloria del rey, al deshonor y daría un dolor que nadie podría mitigar.  Esto no es más que una sombra

apenas de lo que ha hecho y hace todavía mi Suprema Voluntad, ninguno nos ha dado ni un céntimo porque

recibe el bien del sol, del mar, de la tierra, sino que todo les damos gratuitamente y sólo para hacerlos

felices y que reconozcan a mi Fiat Supremo que los ama tanto y no quiere más que amor y dominio.  Ahora,

¿quién podría rehacer a ese rey del perjuicio de la gloria que no le ha dado su pueblo y mitigar su intenso

dolor?  Supón también que uno de este mismo pueblo, invistiéndose del justo dolor de su rey y queriéndolo

rehacer de su gloria, empieza él, como primero, a poner bella la tierra que ocupa, de modo de hacerla el

más bello y florido jardín del reino, después dice a todos que su jardín es un don que le ha hecho el rey

porque lo ama, después llama al rey a su jardín y le dice:  ‘Estos son dominios tuyos, es justo que estén

todos a tu disposición’.  El rey goza de esta lealtad y dice:  ‘Quiero que seas rey junto conmigo, que

reinemos juntos’.  !Oh! cómo se siente reintegrar la gloria, mitigar el dolor por este tal de su pueblo; pero

este hombre no se detiene, recorre todos los caminos del reino y sacudiendo a todos con su palabra llama

a un buen número de personas a que lo imiten, y forma el pueblo leal que da el derecho de dominio a su

rey.  Y el rey se siente rehecho en su gloria y por premio les da el título de hijos suyos y les dice:  ‘Mi reino

es vuestro, reinad hijos míos’.  Esta es mi finalidad, que en mi Reino no haya siervos, sino hijos y reyes al

igual que Yo.  Así será de mi Divina Voluntad.  ¡Oh! cómo espera que le sea dada su gloria completa en la

Creación, que sea reconocido que todo es suyo para poder decir:  ‘Todo es vuestro, reinemos juntos’. 

Cómo espera que sus conocimientos sobre el Fiat Supremo recorran los caminos para sacudir, para llamar,

para apresurar que vengan a mi reino y me forme mis verdaderos hijos a los que pueda dar el título de

reyes.  Por eso tengo tanto interés que estas manifestaciones sobre mi Divino Querer sean conocidas,

porque se trata de mi acto más grande, cual es el cumplimiento de mi gloria y el bien completo de las

criaturas”.



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