domingo, 17 de abril de 2022

CONOZCAN A SU CREADOR Y APRENDERAN DESDE AQUÌ IR AL CIELO DE LA HUMANIDAD DE JESUS Y LUEGO AL CIELO DE LA DIVINIDAD DE JESUS

 Dice Jesús:
 

«Ha venido, estableciéndose en las ciudades y en los pueblos más importantes, una asociación benéfica llamada de los "Donadores de sangre", la cual consiste en voluntarios que dan, a petición de los médicos, sangre para los desangrados civiles o militares. Muchas
vidas se han salvado así, y estos generosos son alabados, señalados como ejemplo ante la Nación, ayudados a superar la debilidad consecuente al acto. Están, en fin, considerados en una atmósfera de privilegio.
Es justo. La suya es una gran caridad, y si Yo he prometido un premio a quien da un vaso de agua en mi Nombre, sabré ciertamente tener un gran premio para quien sabe dar su sangre por caridad hacia el prójimo y no extingue el mérito de su caridad con culpas graves.
¿Pero no os dais cuenta de que Yo os he dado toda mi Sangre, y no para dar salvación a una carne que de todas formas morirá, sino para dar salvación de vida eterna a la parte que no muere nunca?
Os he dado mi Sangre, y era la de un Dios, entre dolores inauditos e inauditas ofensas. Os la he dado sin que se me pidiera. Os la he dado por amor. Me he vestido de carne para podérosla dar. Me he exiliado de los Cielos para podérosla dar. He sufrido por treinta y tres años hambre, frío, cansancios, vejaciones, burlas, para podérosla dar. He terminado mi vida soportando la traición, que es tormento mayor que una herida, el beso infame abrasante más que una hoguera, las torturas de mentirosos sacerdotes, de insano s gobernantes, de una plebe sin reconocimiento y sin honradez, soportando los escarnios de soldadescas paganas,las torturas de una ley humana, una sentencia vergonzosa, una muerte horrible, todo para daros mi Sangre.
Las últimas gotas de mi Sangre -que había mojado las calles y las cortes de Jerusalén y había dejado sus huellas en el palacio donde existía un poder mal interpretado y un corazón sólo temeroso de perder el poder- se habían situado entre el corazón y el pulmón privados de
movimiento, y me fueron quitadas con violencia. Pero en la separación de mi Espíritu de la carne ya apagada, Yo me he alegrado de que también esas últimas gotas fueran derramadas.
Había venido para daros toda mi Sangre y os la he dado, y os la doy, continuamente, en los sagrados misterios. Pero si supiera que con una nueva venida mía vosotros os convertiríais, ¡oh perfectos paganos!, ¡oh duros renegadores de vuestro Dios Crucificado!,
vendría para daros mi Sangre en forma humana, como es necesario para vosotros que vivís sólo de carne y sangre, y habéis matado o entorpecido el espíritu y con el espíritu el amor y la fe.
Pero no serviría para nada. Aumentaríais vuestro peso de culpas ante los ojos del Padre, y si entonces tuve uno que me vendió por treinta denarios, ahora tendría mil y cien mil que me cambiarían por el beso de una pecadora, por la utilidad de una promoción, y aún por
menos.
Deciros que sois y vivís de carne y sangre, es haceros todavía un elogio. Vivís de fango y en el fango, nuevos fariseos que os golpeáis el pecho y simuláis una religión y una fe, pero os hacéis de ello sólo un trampolín para utilidad vuestra, utilidad terrena. Vivís no sólo en el fango, sino en materia aún más cenagosa, vosotros que ni siquiera tenéis la falsa piedad de los nuevos fariseos y sois peor que los paganos de hace veinte siglos, y mezcláis delito con lujuria, ladronería de toda clase con vicio de toda medida.
Pero, según la antigua ley, quien utiliza algo malvado de lo mismo morirá. Vosotros vivís en el fango y en el fango moriréis. Precipitaréis desde el fango de la tierra al fango del infierno, porque habéis destruido mi Ley en vuestros corazones, mi nueva Ley de piedad, de amor, de pureza, de bondad.
Pero por la millonésima vez os digo, en verdad, que sólo aquellos que están señalados por mi Sangre y que viven no como enemigos sino como amigos del Cristo Crucificado, verán en la hora de la muerte surgir la aurora del día eterno, donde toda tribulación termina y es
sustituida por la bienaventuranza de poseer para siempre a Dios, sin velos y sin
limitaciones».