jueves, 12 de enero de 2023

"Pedros" siempre han existido y existen tantos. "Conozcamos al Verdadero Jesucristo"



29 de septiembre
Dice Jesús:
«"Pedros" siempre han existido y existen tantos. Ellos quisieran de Mí dones de bienestar
terreno que nunca he prometido dar, porque Yo os encamino al Cielo y no a las cosas de
aquí abajo, y todo cuanto os doy de felicidad terrena es una añadidura que no merecéis y no
podéis exigir, y que doy únicamente porque el noventa por ciento de los hombres es de tan
carne y sangre que sin tener dones de esta tierra se rebelarían todos.
210De todas formas os rebeláis, hijos ingratos, dándome la culpa del mal creado por vosotros
mismos. ¡Si al menos supierais soportar con resignación el mal que es obra de vuestras
malvadas acciones, de vuestras lujurias, de vuestras prepotencias y desenfrenos, de vues-
tros intereses y fraudes! Si supierais soportarlo diciendo: "Nos lo hemos merecido" ese mal
se mutaría en bien, porque Dios tendría piedad de vuestra irreflexión.
Sí, si os viera humildes en el reconocimiento de vuestros errores, resignados a sufrir las
consecuencias, filiales en el dirigir hacia Mí la mirada lagrimosa y la palabra suplicante, Yo
que soy el Dios de la Misericordia y del Perdón, Yo que he venido a buscar y a salvar lo que
estaba perdido, y que no he perdido ni perderé en el transcurrir de los siglos -átomos de mi
eternidad- mi sed de traeros salvación y bien, intervendría para salvaros aún, haciendo
desbordar mi Amor y mi Misericordia sobre mi Justicia que me hiere antes a Mí que a
vosotros, creedlo, pobres hijos míos, porque el deberos castigar, el deber dejar que vosotros
mismos os castiguéis con sufrimientos creados por vuestro duro corazón y necio intelecto, es
lo que constituye el dolor de vuestro Jesús, cuyo nombre es "Salvador" y no Justiciero, de
Jesús que con tal de salvaros ha obrado, con el Padre y el Espíritu, ese milagro de
indescriptible, inmensurable amor, ese milagro que ha dejado inmóviles con reverente
estupor a los Cielos, que ha hecho temblar de ira a los abismos infernales y parar por una
hora el curso de los astros y las leyes del universo, ese milagro que ha sido la separación de
la segunda Persona de la divina Trinidad para descender: Luz eterna, Corazón de Dios, para
hacerse corazón de hombre en el seno de una Virgen y luz para los hombres que habían
apagado en ellos la luz.
Estos numerosos y nuevos Pedros -y nunca como ahora el mundo está lleno de ellos-
cuando ven que no les doy lo que su humanidad desea, llegan a creer que Yo no soy lo que
digo ser: es decir el Potente. Y ante esta creída impotencia mía, juzgan que no merece la
pena seguirme y reniegan de Mí, exactamente como Pedro en aquella hora en que las
apariencias estaban contra Mí.
Sin embargo, pobres hijos míos, son precisamente los momentos en los que,
humanamente, parece que Yo esté ausente, aquellos en los que estoy inclinado sobre mis
hijos y trabajo por ellos. Si no tuvierais en vosotros un espíritu contrario a Dios, y muchas
veces ya en posesión de Satanás, sentiríais mi invisible Presencia y mi deseo de ayudaros.
Pero huís de Mí. Preferís daros al amigo de un momento que seduce vuestra carne con
satisfacciones dulces sólo en la superficie, pero después atosigantes en lo profundo y
dañosas como un veneno mortal. Preferís daros, atados de pies y manos, al Enemigo en
acecho.
Renegáis no sólo de Mí, vuestro Dios, sino de vuestra dignidad de hombres, vuestra
inteligencia que os hace semejantes a Dios por encima de todos los animales creados por el
Padre, únicos capaces de pensar y actuar no con el rudimental instinto de las bestias, sino
con un fulgor de inteligencia que os alza a esferas muy próximas a Nosotros. ¡Oh! ¡esto sí
que os hace semejantes a Nosotros, y no el conocimiento del Mal! Pero vosotros escucháis
siempre el silbido de la Serpiente y queréis conocer también el Mal para ser semejantes a
Dios. ¡Oh necios, necios, necios!
Dios en su esencia perfecta puede conocer el Mal, porque el mal no tiene poder sobre
Dios. Pero vosotros no. Vosotros no sois perfectos y el Mal no os deja indiferentes cuando lo
queréis investigar, conocer y probar. El haber masticado esa experiencia trajo la condena del
hombre al trabajo, de la mujer a la maternidad dolorosa, de la raza al Dolor y a la Muerte.
Pero vosotros, no persuadidos aún, queréis siempre ese alimento de infierno, que se
desarrolla en vosotros cada vez más en obras malditas que aumentan dolor y muerte, fati-
gas, hambre y todo castigo sobre esta tierra y más allá, porque, repito, me acusáis hacedor
211del mal que creáis, y me maldecís por lo que soy inocente.
Salís de Dios con ira, hijos cegados por vuestro rencor, y caéis en el barrizal de Satanás.
Estáis en el barrizal hasta el cuello y no queréis agarraros a la Fe, amarra espiritual que os
lanza a vosotros, náufragos, la Bondad eterna.
Si tuvierais esa Fe verdadera, como Yo os dije que deberíais tener, ninguna prueba
contraria podría hacérosla perder, y venceríais los sucesos adversos porque forzaríais las
puertas de la Misericordia, tan poco cerradas y que no piden sino ser abiertas y atrin-
cheraríais las de la Justicia, abiertas para castigar vuestros delitos y que, por el amor infinito
que os tenemos, deseamos cerrar.
¿ Qué debéis hacer con mis renegadores? Lo que Yo hice por Pedro. Llorar y orar para
reconducirlos a Mí.
No os toca elegir un puesto en el Cielo, se lo he dicho a Santiago y a Juan y os lo digo
también a vosotros. Y sabéis cuáles son las obras que hay que cumplir para merecerlo. Sólo
tenéis que mirar a vuestro Jesús para saber cómo debéis actuar. Caridad, caridad, sobre
todo caridad. En todos verme a Mí, vuestro Dios, servir a los hermanos como Yo os he
servido hasta el holocausto de mi vida para arrancar almas a Satanás.
Almas, he dicho. Con esto no quiero decir que no debáis tener caridad también por los
cuerpos de vuestros hermanos. Las obras de misericordia corporales sirven para preparar el
camino a la más alta obra de misericordia que es la de dar de beber, de comer, vestir, cuidar
las almas desnudas y pobres, hambrientas y sedientas de vuestros pobres hermanos,
alejados de mi Redil o crecidos fuera de él, y que mueren en el desierto.
Os toca a vosotros, cristianos, y sobre todo a vosotras, mis amorosas, benditas,
dilectísimas víctimas, flores vivas que exhaláis para Mí todo vuestro espíritu de flor y que
viviréis como eternas rosas en el Cielo, os toca a vosotros, mis verdaderos amigos, recon-
ducir hasta Mí a los errantes, sin juzgar si merecen ser dignos del Cielo.
No os toca a vosotros juzgar sobre el premio o el castigo. Sólo Yo soy Juez. A vosotros
sólo os concierne reconducir, con mis mismas armas: oración y sacrificio, y después por
último la palabra, a los pródigos a la casa del Padre; para poder colmar de júbilo el Corazón
de Dios y llenar de gozo los Cielos por un nuevo pecador que se convierte, deja las tinieblas
y vuelve a la Luz, a la Verdad, al Amor».




Fuente; Cuadernos del año 1943 de Maria Valtorta.