24-48 Octubre 3, 1928
Intercambio entre Jerusalén y Roma. Dios al crear al hombre puso en él tantos gérmenes de felicidad por cuantas cosas creaba.
(1) Mi pobre mente pensaba en tantas cosas acerca de la Divina Voluntad, especialmente en cómo podía venir su reino, cómo podía difundirse y tantas otras cosas que no es necesario escribirlas en el papel, y mi amado Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho: (2) “Hija mía, si Roma tiene el primado de mi Iglesia, se lo debe a Jerusalén, porque el principio de la Redención fue propiamente en Jerusalén; de aquella patria escogí de la pequeña ciudad de Nazaret a mi Madre Virgen; Yo nací en la pequeña ciudad de Belén; todos mis apóstoles fueron de dicha patria, y si bien ésta, ingrata, no quiso conocerme y rechazó los bienes de mi Redención, no se puede negar que el origen, el principio, las primeras personas que recibieron el bien de Ella fueron de esta patria; los primeros anunciadores del evangelio, aquellos que fundaron en Roma el catolicismo, fueron mis apóstoles, todos de Jerusalén, esto es, de aquella patria. Ahora habrá un intercambio, si Jerusalén dio la vida de la religión y por lo tanto de la Redención a Roma, Roma dará a Jerusalén el reino de la Divina Voluntad, y es tan cierto esto, que así como escogí una virgen de la pequeña ciudad de Nazaret para la Redención, así he escogido otra virgen en una pequeña población de Italia perteneciente a Roma, a la cual le ha sido confiada la misión del reino del Fiat Divino, que debiéndose conocer en Roma, al igual que se conoció en Jerusalén mi venida a la tierra, Roma tendrá el gran honor de corresponder a Jerusalén del gran bien recibido por ella, esto es, la Redención, con hacerle conocer el reino de mi Voluntad. Y entonces Jerusalén se arrepentirá de su ingratitud y abrazará la vida de la religión que le dio a Roma, y agradecida recibirá de Roma la Vida y el gran don del reino de mi Voluntad Divina, y no sólo Jerusalén, sino todas las otras naciones recibirán de Roma el gran don del reino de mi Fiat, los primeros pregoneros de Él, su evangelio todo lleno de paz, de felicidad, y de restablecimiento de la creación del hombre. Y no sólo mis manifestaciones llevarán santidad, alegrías, paz y felicidad, sino que toda la Creación haciendo competencia con ellas, hará salir de cada cosa creada cada una de las felicidades que contiene, y las verterá sobre las criaturas, porque Nosotros al crear al hombre poníamos en su ser todos los gérmenes de las felicidades que cada una de las cosas creadas poseía, disponiendo el interior del hombre como un terreno en el cual contenía todos los gérmenes de las felicidades, tanto, de tener en sí todos los gustos para saborear y recibir en sí todas las felicidades de las cosas creadas; si el hombre no poseyese estos gérmenes, le faltaría el gusto, el olfato para poder gustar lo que Dios había puesto fuera de Él en toda la Creación. Ahora, el hombre al pecar enfermó a todos estos gérmenes de felicidad que Dios al crearlo le había infundido, y por eso perdió el gusto de poder gozar todas las felicidades que hay en la Creación; sucedió como a un pobre enfermo que no goza todos los gustos que hay en los alimentos, más bien siente el peso, el mismo alimento se convierte en dolor, todo le provoca nausea, y si lo toma, es no porque le guste, sino para no morir, en cambio uno sano siente gusto, fuerza, calor, porque su estómago tiene fuerza de asimilar los bienes que hay en los alimentos y goza de ellos. Así sucedió en el hombre, con pecar enfermó los gérmenes, la misma fuerza de poder gustar todas las felicidades que hay en la Creación, y muchas veces se convierten en dolor; ahora, con regresar el hombre en mi Fiat Divino, los gérmenes adquirirán la salud y adquirirá la fuerza de asimilar y gustar todas las felicidades que hay en el orden de la Creación, así que para él se formará una competencia de felicidad, todo le sonreirá y regresará el hombre feliz, como Dios lo había creado”.
D e o G r a t i a s