domingo, 18 de septiembre de 2022

NO CONOCEMOS A JESUS Y A MARIA; POR ENDE NO NOS CONOCEMOS A NOSOTROS MISMOS.

                                                                 18 de octubre 146

Dice Jesús:

«El secreto del alma que no quiere perder a su Amor, Dios, debe ser -ya te hablé de ello 147

- permanecer siempre unida a Dios con las potencias del alma.

Hagáis lo que hagáis, tened el espíritu firme en Mí. De este modo santificaréis todas

vuestras acciones haciéndolas agradables a Dios y sobrenaturalmente útiles para vosotros.

Para quien sabe permanecer en Dios todo es oración, porque la unión no es otra cosa que

amor, y porque el amor transforma en adoraciones gratas al Señor hasta las acciones más

humildes de la vida humana.

En verdad te digo que, entre quien está muchas horas en la iglesia repitiendo palabras con

el alma ausente, y quien está en su casa, en su oficina, en su negocio, en su ocupación,

amándome a Mí y al prójimo por Mí, permaneciendo unido a Mí, quien reza es el segundo y

es a él a quien bendigo, mientras que el primero sólo está cumpliendo un precepto hipócrita

que Yo condeno y desecho.

Cuando el alma ha sabido alcanzar esta amorosa ciencia de saber permanecer con sus

potencias firmes en Mí, produce actos continuos de amor. Hasta en el sueño material me

ama, porque la carne se adormece y se despierta con mi Nombre y pensando en Mí, y

mientras que el cuerpo descansa el alma continúa amando.

Oh! ¡santos desposorios del alma con su Dios! Vínculo espiritual que no ve el ojo humano

pero que, si pudiese vedo vería un círculo de fuego que rodea a Dios y a la criatura, y

aumentando el gozo de Dios aumenta la gloria de la criatura, círculo santo que en el Cielo

será aureola sobre la frente glorificada.

El alma, encerrada como está en la carne, padece a veces, de rebote, los cansancios de la

carne. Las tentaciones de Satanás, faltas más o menos graves -no hablo del pecado mortal,

que separa violentamente al alma de su Dios, sino que hablo de las faltas más leves las

cuales, en cuanto leves, tienen como consecuencia una postración del espíritu- desilusiones,

dolores, acontecimientos de la vida que provocan con las otras causas, en los menos

formados en la vida del espíritu, cansancios del alma.

Pero tenéis que reaccionar ante éstos. Son como esos languideceres físicos que preceden

al agotamiento de la carne. ¡Ay si no se combaten desde el inicio! Pero tres veces peor si no

se combaten los languideceres del espíritu que llevan al sopor espiritual y lentamente a la

muerte del alma.

Dios no ama a los perezosos, no ama a quienes prefieren sus comodidades al buen Señor.

Dios castiga a los que se vuelven tibios. Se retira.

Vuestro buen Dios os llama para despertaros, os ruega que le acojáis, se os muestra

fatigado por haberos cercado y os pide el corazón para ampararse en él. ¿Pero no sabéis

que el tabernáculo más hermoso para vuestro Señor es vuestro corazón? El buen Dios lo in-

tenta todo para sacaros del sueño espiritual y de la pereza espiritual. A veces incluso trata de

forzar las místicas rejas del corazón e intenta entrar. Después se retira porque sólo en

escasas ocasiones recurre a la violencia. Siempre os deja libres, aunque el dejaros tales sea

dolor para Él, porque ve que hacéis mal uso de la libertad.

Algunas veces, más bien casi siempre, el alma advierte la venida de su Dios, siente su

intento de entrar y, dado que el alma recuerda que ha sido creada por Dios, se siente

estremecer de dulzura.

Vosotros oprimís el alma, no la seguís en sus deseos, pero ella se resiste a morir en

La escritora añade sobre una copia mecanografiada: Continúa comentando el Cantar

En los dictados del 26 de junio y del 10 de octubre

vosotros. Es la última que muere, muere después de que ha muerto la mente y ha muerto el

corazón por la soberbia y la lujuria; muere sólo cuando vosotros la matáis quitándole la Luz,

el Amor, la Vida, o sea Dios. Pero hasta que no está muerta, se estremece de alegría y late

de amor cuando Dios se le acerca. ¡Ay de quienes no quieren secundar estos movimientos

del alma! Se parecen a los enfermos que, con continuas imprudencias y desobediencias al

médico, agravan cada vez más la enfermedad hasta volverla mortal.

Cuando vuestra alma se deshace de dulzura porque siente a Dios tras las rejas, seguid el

movimiento del alma, dejad toda atención a la carne, poned de rodillas vuestra carne

soberbia, reconoced los derechos de la reina encerrada en vosotros, de la reina que quiere

seguir a su Rey y adorar la benevolencia del Rey que ha venido hasta vosotros para amar

vuestra alma que teníais apartada, que ha venido para amaros, para daros la garantía de

salvación también para vuestra carne, que tanto os importa pero por la que no sabéis hacer

nada realmente provechoso.

Dios quiere que en la resurrección final también vuestras carnes resplandezcan de luz y de

belleza sobrenatural y eterna. Resplandezcan por las obras santas cumplidas en la vida

terrena, por las obras cumplidas siguiendo los impulsos del alma movida por Dios.

¡Si supierais qué enorme gracia supone cada venida de Dios Amor! Si lo comprendierais

diríais a cada momento: "¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven a guiar mi alma! Sé mi Rey y mi Maestro".

Si lo supierais, señalaríais cada encuentro, cada venida, entre los días más dichosos de

vuestra vida de hombres. Y en verdad ningún acontecimiento es tan dichoso como el que Yo

entre con mi amor en vuestro corazón para salvaros y conduciros, más allá de la vida, a la

Vida verdadera, eterna y bienaventurada.

Cuando por vuestra negligencia habéis dejado pasar de largo a vuestro Maestro, afligido

por vuestra indolencia espiritual; cuando el remordimiento, grito de la conciencia que nunca

calla completamente, ni siquiera en los más depravados, despierta vuestra alma que habéis

aturdido en la tibieza y en la materialidad, sed diligentes en la reparación. Buscad

inmediatamente a Dios.

Pensad que sin Dios se vaga por caminos de muerte hasta perecer para siempre. Pensad

también que Dios es piadoso y tiene entrañas de caridad con vosotros. Él escucha

inmediatamente vuestro grito que lo llama y, aunque si para vuestro castigo está escondido

durante algún tiempo, no está lejos. Vosotros no le veis, pero Él está cerca de vosotros con

el corazón de Padre que perdona al hijo desviado y anhela estrecharlo contra su corazón.

Buscad inmediatamente a Dios. Rebasad las guardias de ronda: las insidias que el

Enemigo emplaza a lo largo del camino para impedir que un alma se le escape para

refugiarse en Dios. No os importe que Satanás, envidioso y cruel, os despoje por venganza.

Es mejor para vosotros entrar desnudos de humanidad en la vida eterna, ricos tan sólo de

riquezas espirituales, que acompañados a los umbrales de Dios por afectos, honores,

alegrías terrenas, para ser arrojados fuera porque ya lo habéis tenido todo y no merecéis

más, habiendo preferido tener este "todo", que cae y os arrastra al caer, a lo único que es

necesario tener: la moneda para entrar en la Vida eterna, acumulada con fatigas, esfuerzos,

paciencia espiritual, brotes santos que van granando poco a poco obedeciendo mi Ley por

amor, perlas místicas adquiridas con dolor sufrido por amor, rubíes eternos creados por

vuestro querer ser mis hijos, contra las voces de la naturaleza carnal, contra los escarnios y

las venganzas del mundo, contra las seducciones y las iras de Satanás, queridas

venciéndose a sí mismos y a los enemigos de sí mismos: sean hombres o demonios,

queridas triturando la carne con tal de hacer triunfar al espíritu que quiere seguir la Voluntad

de Dios, queridas hasta sudar sangre viva como Yo ante la mayor de las tentaciones, el

mayor de los temores, la mayor Voluntad divina que hombre alguno haya podido sufrir.

¡Si supierais qué es un vuestro "no" dicho a las fuerzas de la carne, de los afectos, de las

riquezas, de los honores, para ser fieles a Quien os ama! ¡Si supierais lo que significa estar

preparados para dejarse despojar aún de las cosas queridas con tal de ser totalmente de

Dios!

Ciertas privaciones, sufridas con resignación si bien no con júbilo, porque aún puede uno

regocijarse con la salud inmolada según los fines de Dios, pero no puede hacerlo ante una

tumba que se cierra sobre un padre, una madre, un esposo, un hijo, un hermano - también

Yo he sido Hombre entre los hombres y recuerdo lo que es el no volver a oír una voz querida,

el no volver a ver la casa animada por un pariente y vacía de su presencia la morada de un

amigo-ciertas privaciones, sufridas con resignación tienen el valor de un martirio, María,

recuérdalo. Lo tienen como lo tiene el de la vida ofrecida por el adviento de mi Reino en los

corazones, las fiebres, las enfermedades padecidas porque caigan las fiebres de las almas y

las enfermedades de los espíritus.

El uno y el otro martirio tendrán el premio del martirio: la estola escarlata de quienes

vinieron a Mí a través de una gran tribulación, cortejo de fuego que seguirá al Cordero junto

al cándido cortejo de las vírgenes, el segundo a mi derecha, el primero a mi izquierda,

porque estos héroes del espíritu son verdaderamente los hijos de mi Corazón desgarrado por

un martirio de amor, así como los primeros son los nacidos de María que más se parecen a

la Madre y al Hijo de la Madre, son los que vivieron con aspecto de hombres y sentimientos

de ángeles: más allá de la carne y de la sangre.

Buscad al Señor con todos vuestros medios, con santa audacia. Buscadlo para reparar la

desidia anterior. Y una vez que lo hayáis encontrado no volváis a separaros de Él.

En Él está el Bien que no muere. En Él está la Vida y la Verdad. Si permanecéis en Él no

pereceréis. Si vivís en Él no moriréis, no os equivocaréis. Como la barca que entra segura en

el puerto porque su piloto la ha sabido conducir, vosotros, guiados por Cristo, entraréis en el

puerto de la Paz. Os lo digo Yo, que no miento.

No os resignéis nunca, hijos que amo. Sed fieles a Mí y Yo os daré la gloria».

QUIERO EXPLICARTE LO QUE ES Y EN QUÈ CONSISTE EL PURGATORIO

                                                                      17 de octubre

Dice Jesús:

«Quiero explicarte lo que es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo explico Yo de manera

que chocará a muchos que se creen depositarios del conocimiento del más allá y no lo son.

Las almas sumergidas en aquellas llamas sólo sufren por el amor.

Ellas no son indignas de poseer la Luz, pero tampoco son dignas de entrar inmediatamente

en el Reino de la Luz; son investidas por la Luz, al presentarse ante Dios. Es una breve,

anticipada beatitud, que les asegura su salvación y les hace conocedoras de lo que será su

eternidad y expertas de cuanto cometieron contra su alma, defraudándola de años de

bienaventurada posesión de Dios. Después, sumergidas en el lugar de purgación, son

investidas por las llamas expiadoras.

En esto aciertan quienes hablan del purgatorio. Pero donde se equivocan es al querer

aplicar distintos nombres a esas llamas.

Éstas son incendio de amor. Purifican encendiendo de amor las almas. Dan el Amor

porque, cuando el alma ha alcanzado ese amor que no alcanzó en la tierra, es liberada y se

une al Amor en el Cielo.

Te parece una doctrina distinta de la conocida, ¿verdad? Pero piensa.

¿Qué es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El Bien.

Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene hacia la criatura?

Sentimientos de amor.

¿Cuál es el mandamiento primero y segundo, los dos más importantes, de los que he dicho

que no los hay mayores y en ellos está la llave para alcanzar la vida eterna? Es el

mandamiento del amor: "Ama a Dios con todas tus fuerzas, ama al prójimo como a ti mismo".

¿Qué os he dicho infinidad de veces por mi boca, la de los profetas y los santos? Que la

mayor absolución es la Caridad. La Caridad consuma las culpas y las debilidades del

hombre, porque quien ama vive en Dios y viviendo en Dios peca poco, y si peca se

arrepiente inmediatamente, y el perdón del Altísimo es para quien se arrepiente.

¿A qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían cometido pocos y

leves pecados, unidos a vuestra debilidad e imperfección pero nunca habrían alcanzado la

persistencia consciente en la culpa, ni siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su

Amor y el Amor viendo su buena voluntad, les habría absuelto incluso de los pecado veniales

cometidos.

¿Cómo se repara, también en la tierra una culpa? Expiándola y, cuando es posible, a

través del medio con el que se ha cometido. Quien ha dañado, restituyendo cuanto quitó con

prepotencia. Quien ha calumniado, retractándose de la calumnia, y así todo.

Ahora, si esto lo requiere la pobre justicia humana, ¿no lo querrá la Justicia santa de Dios?

¿Y qué medio utilizará Dios para obtener reparación? A Sí mismo, o sea al Amor, exigiendo

amor.

Este Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere unirse con

sus criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí mismo.

Todo gira entorno al Amor, María, excepto para los verdaderos "muertos": los condenados.

Para estos "muertos" también ha muerto el Amor. Pero para los tres reinos -el que tiene el

peso de la gravedad: la Tierra; aquél en el que está abolido el peso de la materia pero no el

del alma cargada por el pecado: el Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos habitantes comparten


con el Padre su naturaleza espiritual que les libera de todo peso- el motor es el Amor.

Amando sobre la Tierra es como trabajáis para el Cielo. Amando en el Purgatorio es como

conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando en el Paraíso es como

gozáis el Cielo.

Lo único que hace un alma cuando está en el Purgatorio es amar, pensar, arrepentirse a la

luz del Amor que esas llamas han encendido para ellas, que ya son Dios, pero que, para su

castigo, le esconden a Dios.

Esto es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios que tuvo en el juicio particular. Se

lleva consigo ese recuerdo y, dado que el haber tan sólo entrevisto a Dios es un gozo que

supera todo lo creado, el alma está ansiosa de volver a gustar ese gozo. Ese recuerdo de

Dios y ese rayo de luz que le revistió cuando compareció ante Él, hacen que el alma "vea" la

importancia que realmente tienen las faltas cometidas contra su Bien, y este "ver", junto a la

idea de que por esas faltas se ha impedido voluntariamente, durante años o siglos, la

posesión del Cielo y la unión con Dios, constituye su pena purgante.

El tormento de los purgantes es el amor y la certeza de haber ofendido al Amor. Un alma,

cuanto más ha faltado en la vida, tanto más está como cegada por cataratas espirituales que

le hacen más difícil conocer y alcanzar ese perfecto arrepentimiento de amor que es el

primer coeficiente para su purgación y entrada en el Reino de Dios. Cuanto más un alma lo

ha oprimido con la culpa, tanto más pesado y tardío se hace vivir el amor. A medida que se

limpia por poder del Amor, se acelera su resurrección al amor y, de consecuencia, su

conquista del Amor que se completa en el momento en que, terminada la expiación y

alcanzada la perfección del amor, es admitida en la Ciudad de Dios.

Hay que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la Alegría, sean

rápidas en alcanzar el amor perfecto que les absuelve y les une conmigo. Vuestras

oraciones, vuestros sufragios, son nuevos aumentos de fuego de amor. Aumentan el ardor.

Pero -joh! ¡bienaventurado tormento!- también aumentan la capacidad de amar. Aceleran el

proceso de purgación. Alzan las almas sumergidas en ese fuego a grados cada vez más

altos. Las llevan a los umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz, en fin, e introducen el

alma en el Cielo.

A cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia quien os precedió

en la segunda vida, corresponde la sorpresa de la caridad hacia vosotros. Caridad de Dios

que os agradece el que proveáis por sus hijos penantes, caridad de los penantes que os

agradecen el que os afanéis por introducirles en el gozo de Dios.

Vuestros seres queridos nunca os amaron tanto como después de la muerte de la tierra,

porque su amor ya está impregnado de la Luz de Dios y a esta Luz comprenden cómo les

amáis y cómo deberían haberos amado.

Ya no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las dicen a Mí

para vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros Difuntos que ahora os saben ver y

amar como se debe. Os las traigo junto con su petición de amor y su bendición, que ya es

válida desde el Purgatorio porque ya está animada por la inflamada Caridad que les quema y

purifica. Perfectamente válida, además, desde el momento en que, liberados, salgan a

vuestro encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan con vosotros en ella, si les hubierais

precedido en el Reino de Amor.

Fíate de Mí, María. Yo trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu espíritu. Vengo

para darte la alegría. Confía en Mí»


Fuente; Cuaderno del año 1943 de Marìa Valtorta.