domingo, 18 de septiembre de 2022

QUIERO EXPLICARTE LO QUE ES Y EN QUÈ CONSISTE EL PURGATORIO

                                                                      17 de octubre

Dice Jesús:

«Quiero explicarte lo que es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo explico Yo de manera

que chocará a muchos que se creen depositarios del conocimiento del más allá y no lo son.

Las almas sumergidas en aquellas llamas sólo sufren por el amor.

Ellas no son indignas de poseer la Luz, pero tampoco son dignas de entrar inmediatamente

en el Reino de la Luz; son investidas por la Luz, al presentarse ante Dios. Es una breve,

anticipada beatitud, que les asegura su salvación y les hace conocedoras de lo que será su

eternidad y expertas de cuanto cometieron contra su alma, defraudándola de años de

bienaventurada posesión de Dios. Después, sumergidas en el lugar de purgación, son

investidas por las llamas expiadoras.

En esto aciertan quienes hablan del purgatorio. Pero donde se equivocan es al querer

aplicar distintos nombres a esas llamas.

Éstas son incendio de amor. Purifican encendiendo de amor las almas. Dan el Amor

porque, cuando el alma ha alcanzado ese amor que no alcanzó en la tierra, es liberada y se

une al Amor en el Cielo.

Te parece una doctrina distinta de la conocida, ¿verdad? Pero piensa.

¿Qué es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El Bien.

Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene hacia la criatura?

Sentimientos de amor.

¿Cuál es el mandamiento primero y segundo, los dos más importantes, de los que he dicho

que no los hay mayores y en ellos está la llave para alcanzar la vida eterna? Es el

mandamiento del amor: "Ama a Dios con todas tus fuerzas, ama al prójimo como a ti mismo".

¿Qué os he dicho infinidad de veces por mi boca, la de los profetas y los santos? Que la

mayor absolución es la Caridad. La Caridad consuma las culpas y las debilidades del

hombre, porque quien ama vive en Dios y viviendo en Dios peca poco, y si peca se

arrepiente inmediatamente, y el perdón del Altísimo es para quien se arrepiente.

¿A qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían cometido pocos y

leves pecados, unidos a vuestra debilidad e imperfección pero nunca habrían alcanzado la

persistencia consciente en la culpa, ni siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su

Amor y el Amor viendo su buena voluntad, les habría absuelto incluso de los pecado veniales

cometidos.

¿Cómo se repara, también en la tierra una culpa? Expiándola y, cuando es posible, a

través del medio con el que se ha cometido. Quien ha dañado, restituyendo cuanto quitó con

prepotencia. Quien ha calumniado, retractándose de la calumnia, y así todo.

Ahora, si esto lo requiere la pobre justicia humana, ¿no lo querrá la Justicia santa de Dios?

¿Y qué medio utilizará Dios para obtener reparación? A Sí mismo, o sea al Amor, exigiendo

amor.

Este Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere unirse con

sus criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí mismo.

Todo gira entorno al Amor, María, excepto para los verdaderos "muertos": los condenados.

Para estos "muertos" también ha muerto el Amor. Pero para los tres reinos -el que tiene el

peso de la gravedad: la Tierra; aquél en el que está abolido el peso de la materia pero no el

del alma cargada por el pecado: el Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos habitantes comparten


con el Padre su naturaleza espiritual que les libera de todo peso- el motor es el Amor.

Amando sobre la Tierra es como trabajáis para el Cielo. Amando en el Purgatorio es como

conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando en el Paraíso es como

gozáis el Cielo.

Lo único que hace un alma cuando está en el Purgatorio es amar, pensar, arrepentirse a la

luz del Amor que esas llamas han encendido para ellas, que ya son Dios, pero que, para su

castigo, le esconden a Dios.

Esto es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios que tuvo en el juicio particular. Se

lleva consigo ese recuerdo y, dado que el haber tan sólo entrevisto a Dios es un gozo que

supera todo lo creado, el alma está ansiosa de volver a gustar ese gozo. Ese recuerdo de

Dios y ese rayo de luz que le revistió cuando compareció ante Él, hacen que el alma "vea" la

importancia que realmente tienen las faltas cometidas contra su Bien, y este "ver", junto a la

idea de que por esas faltas se ha impedido voluntariamente, durante años o siglos, la

posesión del Cielo y la unión con Dios, constituye su pena purgante.

El tormento de los purgantes es el amor y la certeza de haber ofendido al Amor. Un alma,

cuanto más ha faltado en la vida, tanto más está como cegada por cataratas espirituales que

le hacen más difícil conocer y alcanzar ese perfecto arrepentimiento de amor que es el

primer coeficiente para su purgación y entrada en el Reino de Dios. Cuanto más un alma lo

ha oprimido con la culpa, tanto más pesado y tardío se hace vivir el amor. A medida que se

limpia por poder del Amor, se acelera su resurrección al amor y, de consecuencia, su

conquista del Amor que se completa en el momento en que, terminada la expiación y

alcanzada la perfección del amor, es admitida en la Ciudad de Dios.

Hay que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la Alegría, sean

rápidas en alcanzar el amor perfecto que les absuelve y les une conmigo. Vuestras

oraciones, vuestros sufragios, son nuevos aumentos de fuego de amor. Aumentan el ardor.

Pero -joh! ¡bienaventurado tormento!- también aumentan la capacidad de amar. Aceleran el

proceso de purgación. Alzan las almas sumergidas en ese fuego a grados cada vez más

altos. Las llevan a los umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz, en fin, e introducen el

alma en el Cielo.

A cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia quien os precedió

en la segunda vida, corresponde la sorpresa de la caridad hacia vosotros. Caridad de Dios

que os agradece el que proveáis por sus hijos penantes, caridad de los penantes que os

agradecen el que os afanéis por introducirles en el gozo de Dios.

Vuestros seres queridos nunca os amaron tanto como después de la muerte de la tierra,

porque su amor ya está impregnado de la Luz de Dios y a esta Luz comprenden cómo les

amáis y cómo deberían haberos amado.

Ya no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las dicen a Mí

para vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros Difuntos que ahora os saben ver y

amar como se debe. Os las traigo junto con su petición de amor y su bendición, que ya es

válida desde el Purgatorio porque ya está animada por la inflamada Caridad que les quema y

purifica. Perfectamente válida, además, desde el momento en que, liberados, salgan a

vuestro encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan con vosotros en ella, si les hubierais

precedido en el Reino de Amor.

Fíate de Mí, María. Yo trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu espíritu. Vengo

para darte la alegría. Confía en Mí»


Fuente; Cuaderno del año 1943 de Marìa Valtorta.

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