Esta ebseñanza llena de Verdad, son para aquellos (maria Dominguez y que sostienen lo que creen por creer en engaños y mentiras que les ha infundido el gran seductor durante siglos a varios supuestos ilumniados, del oriente y fueron llevados a occidente por ciegos que dieron su voluntad humana a criaturas sin fundamentos ni verdadera Fe ).
7 de enero de 1944
Dice Jesús:
“¡Oh, hombre a quien quiero a pesar de tus errores, oveja descarriada por la que caminé y por la que vertí
mi Sangre para enseñarte la senda de la Verdad!, lo que voy a dictar es para ti. Es una enseñanza para ti. Es
una luz para ti. No rechaces mi don. No cometas el sacrilegio de pensar que hay otra palabra más justa que
ésta. Ésta es la mía. Es mi voz, que es siempre la misma a través de los siglos, que no cambia, que no se
contradice, que no se renueva a lo largo de los siglos porque es perfecta y el progreso no la toca. Vosotros
podéis renovaros. Yo, no; Yo soy como el primer día en mi doctrina y así es mi naturaleza desde siempre y
para siempre. Yo soy la Palabra de Dios, la Sabiduría del Padre.
En mi verdadero y único Evangelio está escrito: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob. No soy el Dios de los muertos; soy el Dios de los vivos” 1 Abraham vivió sólo una vez. Isaac vivió
sólo una vez. Jacob vivió sólo una vez. Tú vivirás una sola vez, Yo, que soy Dios, me encarné una sola vez y
no volveré a hacerlo, porque también Dios respeta el orden. Y el orden de la vida humana es éste:
Que a la carne se funda el espíritu para hacer que el hombre se asemeje a Dios, que no es carne sino
espíritu, que no es animal sino sobrenatural.
Que cuando para la carne llega la noche y se eclipsa, caiga como un despojo, como una simple
envoltura, en la nada de donde proviene y que el espíritu vuelva a su vida: una vida bienaventurada, si vivió
de verdad; una vida maldita, si pereció porque permitió que le dominara la carne en lugar de hacer que
Dios dominara su espíritu.
Que desde ese más allá, del que inútilmente queréis conocer los límites sin contentaros de creer en su
existencia, el espíritu aguarde temblando de miedo o palpitando de regocijo que la carne resurja y le
recubra en el día postrero de la Tierra para precipitar con ella en el abismo o para penetrar con ella en el
Cielo, donde también la materia será glorificada, porque con ella habéis triunfado al convertirla de enemigo
natural en aliada sobrenatural.
Mas, llegado el momento de mi excelsa reseña, ¿cómo podríais revestiros con una carne para ser
condenados o glorificados con ella, si cada espíritu hubiera poseído muchas carnes? ¿Cuál habría elegido
entre ellas?, ¿la primera o la última?
Si según vuestras teorías, la primera le permitió ascender a la segunda, era ya una carne merecedora del
Cielo, aún más merecedora que las otras, pues la que más cuesta es la primera victoria. Luego cobra impulso
la escalada. Mas, si en el Cielo han de entrar sólo los perfectos ¿cómo podrá entrar la primera? Sería injusto
excluir la primera carne, como lo sería creer que se excluirá la última de esas carnes que vosotros, con
abominable teoría, creéis que puedan cubrir en series ascendentes, vuestro espíritu, que se encarna y se
desencarna para volverse a encarnar como si fuera una prenda que se quita de noche y se pone otra vez por la
mañana.
¿Cómo podríais llamar a los beatos, si éstos ya estuvieran reencarnados? Y a vuestros difuntos, ¿cómo
podríais considerarles vuestros; si en ese momento ya son hijos de otros?
No. El espíritu vive. Una vez creado, ya no se destruye. Vive en la Vida, si en la Tierra vivió la única
vida que se os concede, como un hijo de Dios; vive en la Muerte si vivió su vida terrena como un hijo de
Satanás. Lo que es de Dios, vuelve a Dios por la eternidad. Lo que es de Satanás, vuelve a Satanás por la
eternidad.
No digas: “Esto está mal”. Yo, que soy la Verdad, te digo que es un bien supremo. Aunque vivierais mil
veces os convertiríais en títeres de Satanás y no siempre seríais capaces de salir vivos, aunque heridos, de
tales situaciones. Dado que vivís sólo una vez y que sabéis que en esa vez se juega vuestro destino, si no sois
malditos adoradores de la bestia, obrad al menos con la mínima voluntad que me basta para salvaros.
Quienes, en lugar de esa mínima parte, lo dan todo de sí y viven en mi Ley, son bienaventurados. El Dios
de los vivos les mira desde el Cielo con infinito amor y todo el bien del que aún gozáis en la Tierra lo debéis
a esos santos que a veces despreciáis, pero a quienes los Santos llaman “hermanos”, a quienes los ángeles
acarician y a quienes el Dios Uno y Trino bendice”.
Fuente; Cuaderno de 1943 de Marìa Valtorta