lunes, 13 de abril de 2020

EL PADRE NUESTRO, Como le enseñó Jesucristo a sus Apóstoles



Jesús se para y dice: «Detengámonos aquí... Queridos, muy queridos discípulos míos,
continuadores míos en el futuro, acercaos a mí. Un día, varios días, me habéis dicho:
"Enséñanos a orar como lo haces Tú; enséñanos, como Juan enseñó a los suyos, para que
nosotros, discípulos, podamos orar con las mismas palabras del Maestro". Siempre os he
respondido: "Lo haré cuando vea en vosotros un mínimo suficiente de preparación, para que
la oración no sea una fórmula vana de palabras humanas, sino verdadera conversación con el
Padre".
 Pues bien, ha llegado el momento; poseéis ahora lo suficiente para poder conocer
las palabras dignas de ser elevadas a Dios, y quiero enseñároslas esta noche, en la paz y
el amor que reina entre nosotros, en la paz y el amor de Dios y con Dios, porque hemos
prestado obediencia al precepto pascual como verdaderos israelitas y al imperativo
divino de la caridad hacia Dios y el prójimo.

5 «Escuchad. Cuando oréis, decid: "Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea
tu Nombre, venga tu Reino a la tierra como está en el Cielo, hágase tu Voluntad así en la
tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores, no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del Maligno"».
Jesús está en pie. Se había levantado para decir la oración. Todos le han imitado,
atentos y emocionados.
«No hace falta nada más, amigos míos. En estas palabras está encerrado, como en un
aro de oro, todo lo que el hombre necesita, para el espíritu y para la carne y la sangre;
con estas palabras pedís cuanto les es útil al espíritu, a la carne y a la sangre, y, si hacéis
lo que pedís, obtendréis la vida eterna. Tan perfecta es esta oración, que no será
menoscabada ni por el tempestuoso oleaje de las herejías ni por el paso de los siglos. La
mordedura de Satanás fragmentará el cristianismo; muchas partes de mi carne mística
sufrirán la separación, para formar células aisladas en el vano deseo de constituirse en
cuerpo perfecto, como será el Cuerpo místico de Cristo (el formado por la totalidad de los
fieles unidos en la Iglesia apostólica, que será la única verdadera Iglesia mientras exista
la tierra). Estas partículas, separadas, privadas por tanto de los dones que habré de
dejar a la Iglesia Madre para nutrir a mis hijos, se llamarán de todas formas cristianas,
pues darán culto a Cristo, y, a pesar de su error, siempre recordarán que de Cristo han
venido. Pues bien, también ellas dirán esta oración universal. Recordadla bien.
Meditadla contínuamente. Aplicadla en vuestras acciones. Basta para santificarse. Si
uno estuviera solo, entre paganos, sin iglesias, sin libros, tendría ya en esta oración todo
lo cognoscible para meditar y una iglesia abierta en su corazón para esta oración;
tendría una regla segura y una segura santificación.
6 “Padre nuestro".
Yo le llamo "Padre". Es Padre del Verbo, Padre del Encarnado. Así quiero que le
llaméis vosotros, porque vosotros sois uno conmigo, si permanecéis en mí.
El hombre debía echarse rostro en tierra para exclamar, suspirando, envuelto en los
temblores del miedo, la palabra "Dios". Quien no cree en mí y en mi palabra está
todavía inmerso en este temblor paralizador... Observad lo que sucede en el Templo: no
sólo Dios, sino incluso el recuerdo de Dios, están celados tras triple velo a los ojos de los
fieles. Separaciones de espacio, separaciones con velos138, todo se ha tomado y aplicado
para decir al que ora: "Tú eres fango; El, Luz. Tú, abyecto; El, Santo. Tú, esclavo; El,
Rey".

138 Cfr. Ex. 26, 31–37; 36, 35–38; Lev. 16, 2; 3 Rey. 6, 15–22; Mt. 27, 50–51; Mc. 15, 37–38; Lc. 23, 45–46;
Hebr. 6, 19–20; 9, 1–5.

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¡Mas ahora!... ¡Alzaos! ¡Acercaos! Yo soy el Sacerdote eterno, puedo tomaros de la
mano y deciros: "Venid". Puedo descorrer el velo del Templo y abrir de par en par el
inaccesible lugar que ha permanecido cerrado hasta ahora. ¿Y por qué cerrado?... Por la
Culpa, sí; pero aún más clausurado por el pensamiento degradado de los hombres. ¿Por
qué cerrado, si Dios es Amor, si Dios es Padre?... Yo puedo, debo, quiero elevaros al azul
del cielo, no rebajaros al polvo; no que estéis lejanos, sino cerca; no como esclavos, sino
como hijos que se reclinen sobre el pecho de Dios.
"¡Padre! ¡Padre!", decid. No os canséis de pronunciar esta palabra. ¿No sabéis que
cada vez que la decís el Cielo resplandece por la alegría de Dios? Aunque no expresarais
otra palabra, diciendo ésta con verdadero amor ya haríais una oración grata al Señor.
"¡Padre! ¡Padre mío!", dicen los pequeñuelos a sus padres. Esta es la primera palabra
que dicen: "Madre, padre". Pues vosotros sois los pequeñuelos de Dios. Yo os he
generado: con mi amor he destruido el hombre viejo que erais, haciendo nacer así al
hombre nuevo, al cristiano. Invocad, pues, al Padre santísimo que está en los cielos con
la primera palabra que aprenden los niños.
7 "Santificado sea tu Nombre".
Es el Nombre más santo y tierno que existe. El terror del culpable os ha enseñado a
celarlo bajo otro. No. Basta ya de decir "Adonái"139, basta. Es Dios. Es ese Dios que en
un exceso de amor ha creado a la Humanidad, La Humanidad, de ahora en adelante,
purificados sus labios con el lavacro por mí preparado, llámele por su Nombre,
esperando comprender con plenitud de sabiduría el verdadero significado de este
incomprensible Nombre cuando, fundida con El, en sus mejores hijos, sea elevada al
Reino que he venido a instaurar140.
8 "Venga tu Reino a la tierra como está en el Cielo".
Desead con todas vuestras fuerzas que venga; si viniera, la alegría habitaría la tierra.
El Reino de Dios en los corazones, en las familias, en las gentes, en las naciones. Sufrid,
trabajad, sacrificaos por este Reino. Sea la tierra espejo que refleje en las personas la
vida del Cielo. Llegará. Un día llegará todo esto. Pero antes de que la tierra posea el
Reino de Dios, han de venir siglos y siglos de lágrimas y sangre, de errores y
persecuciones, de bruma rasgada por destellos de luz irradiados por el Faro místico de mi
Iglesia (la cual, si bien es barca –y no será hundida– es también arrecife que resiste
cualquier golpe de mar, y mantendrá alta la Luz, mi Luz, la Luz de Dios). Cuando esto
llegue, será como la llamarada intensa de un astro que, alcanzada la perfección de su
existencia, se disgrega, cual desmesurada flor de los jardines celestes, para exhalar, en
139 La palabra Adonai significa “Mi Señor”. 140 Nota: Como Jesús “reveló al Padre” (Ju. 1, 18) durante su ministerio de Maestro y a la manera que podía revelarlo a los
vivientes, de igual modo a través del Verbo–Hijo del Padre, los ciudadanos del cielo conocerán a Dios.

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un rutilante latido, su existencia y su amor a los pies de su Creador. Llegar, llegará;
entonces comenzará el Reino perfecto, feliz, eterno, del Cielo.
9 "Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo".
La propia voluntad se puede anular en la de otro sólo cuando se le llega a amar con
perfección. La propia voluntad se puede anular en la de Dios sólo cuando se han
alcanzado las virtudes teologales en forma heroica. En el Cielo –donde no hay
defectos– se hace la voluntad de Dios. Sabed, vosotros, hijos del Cielo, hacer lo que en el
Cielo se hace.
10 "Danos nuestro pan de cada día".
En el Cielo os nutriréis sólo de Dios. La beatitud será vuestro alimento. Mas aquí
todavía tenéis necesidad de pan. Sois los párvulos de Dios; justo es entonces decir:
"Padre, danos el pan".
¿Teméis no ser escuchados? ¡Oh, no! Considerad esto: si uno de vosotros tiene un
amigo y ve que no tiene pan y debe dar de comer a otro amigo o pariente que ha llegado
a su casa al final de la segunda vigilia, irá al primero y le dirá: "Amigo, préstame tres
panes, porque tengo un huésped que ha venido ahora y no tengo qué darle de comer", ¿podrá,
acaso, oír como respuesta desde el otro lado de la puerta: "No me molestes, que ya he
cerrado la puerta, la he trancado, y mis hijos duermen a mi lado; no puedo levantarme a
darte lo que me pides"? No. Si es un verdadero amigo al que se ha dirigido, y si insiste,
recibirá lo que pide. Lo recibiría incluso aunque el amigo fuera poco bueno, por su
insistencia, porque aquel a quien se lo pidieran, con tal de que no le molestasen, se
apresuraría a darle cuantos panes quisiera.
Más vosotros, cuando dirigís vuestra oración al Padre, no os dirigís a un amigo de este
mundo, sino al Amigo perfecto que es el Padre del Cielo. Por tanto, os digo: "Pedid y se
os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá", pues a quien pide se le da, quien busca
halla, y a quien llama se le abre la puerta.
¿Qué padre, a su propio hijo que le pide un pan, le pondrá en la mano una piedra?,
¿qué padre dará a su hijo una serpiente en vez de un pez asado? Un padre que se
comportase así con su prole sería un sinvergüenza. Ya lo he dicho, pero lo repito para
moveros a sentimientos de bondad y confianza. Así pues, si uno que estuviera en su sano
juicio no daría un escorpión en vez de un huevo, ¡como no os va a dar Dios con mucha
mayor bondad lo que pidiereis!: en efecto, El es bueno, mientras que vosotros, por el
contrario, en más o en menos, sois malos. Pedid, pues, con amor humilde y filial vuestro
pan al Padre.

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11 "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores".
Hay deudas materiales y deudas espirituales; las hay también morales. Deuda
material es la moneda o la mercancía que deben retituirse por haber sido prestadas.
Deuda moral es la estima arrebatada y no correspondida, el amor querido y no dado.
Deuda espiritual es la obediencia a Dios, de quien se exige mucho dándole bien poco, y el
amor a El. Dios nos ama y se le debe amor, como se debe amor a una madre, a la esposa,
al hijo, de quienes se exigen muchas cosas. El egoísta quiere tener, pero no da. Pero el
egoísta está en las antípodas del Cielo. Tenemos deudas con todos: desde con Dios hasta
con el esclavo, pasando por los familiares, los amigos, el prójimo en general, y los que
están a nuestro servicio (pues todos éstos son en el fondo iguales que nosotros). ¡Ay de
quien no perdone, porque no será perdonado! Dios no puede, por justicia, condonar la
deuda que el hombre tiene para con El, santísimo, si el hombre no perdona a su
semejante.
12 "No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Maligno".
El hombre que no ha sentido la necesidad de compartir con nosotros la cena de
Pascua me preguntó hace menos de un año: "¿Cómo! ¿Tú pediste no ser tentado?, ¿en la
tentación pediste ayuda contra ella?". Estábamos nosotros dos solos. Le respondí. Luego
–esta vez eramos cuatro– en una solitaria región, repetí la respuesta; pero todavía no fue
suficiente, porque en un espíritu irremovible es necesario demoler la funesta fortaleza de
su obcecación para abrirse paso; por tanto, lo seguiré diciendo, una, diez, cien veces,
hasta que todo se cumpla.
Vosotros, sin embargo, que no estáis acorazados dentro de infaustas doctrinas y
aún más infaustas pasiones, orad así. Orad con humildad para que Dios impida las
tentaciones. ¡Ah, la humildad! ¡Conocerse como uno es! Sin deprimirse, pero conocerse.
Decir: "Soy juez imperfecto de mí mismo y, aunque no me lo parezca, podría ceder. Por
tanto, Padre mío, tenme, si es posible, libre de las tentaciones; tan cerca de ti que no permitas
al Maligno que me dañe". Debéis recordar, en efecto, que no es Dios quien tienta al Mal,
sino que es el Mal el que tienta. Rogad al Padre para que sostenga vuestra debilidad, de
forma que no pueda el Maligno introducirla en la tentación.
13 He terminado, queridos míos. Esta es la segunda Pascua que paso con vosotros.
El año pasado sólo partimos el pan y compartimos el cordero. Este año os doy esta
oración. Os otorgaré otros dones en las otras Pascuas que pasaré con vosotros, para que,
una vez que me haya ido a donde el Padre quiere, os quede de mí, que soy el Cordero, un
recuerdo en las celebraciones del cordero mosaico.

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Alzaos. Vamos. Estaremos en la ciudad para el alba. Es más, mañana, tú, Simón, y
tú, hermano mío (señala a Judas), iréis por las mujeres y el niño; tú, Simón de Jonás, y
vosotros, os quedaréis conmigo hasta que éstos vuelvan; luego iremos juntos a Betania».
Bajan hasta el Getsemaní y entran en la casa para descansar.

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