EL PODER DE MI SANGRE
CS-23
20-Jul-97
En México
Jesús
(Después de la S. Misa con el P. M. en su casa.)
La voz de Mi Sangre es poderosa y llama, no inútilmente a
grandes y pequeños, a los pecadores, a nueva vida.
Derramé Mi Sangre para reunirlos a ustedes, elegidos de Mi
Corazón y cada gota que derramé tiene el poder de multiplicar
la eficacia de Mi Redención.
La efusión dolorosa, la feroz violencia de los perseguidores
que Me azotaron casi a muerte, estén presentes a esta
generación de hombres incrédulos e insensatos. El hombre
olvida todo, sólo se acuerda de sí mismo; el primero y el
último siempre es él. ¡Pobre hombre, leproso de la atómica!
¡Pobre hombre, descarnado de la nuclear! ¿Qué quiere de Mí?
No debería querer nada porque no Me cree o Me cree poco.
¡No te envanezcas! Si eres grande, oh criatura Mía es porque
te hice tal en el centro de la creación; pero te hice Yo...
Quieres evadirte de ti mismo, ebrio de lujuria y de
soberbia, sin embargo las cosas más grandes están en ti
porque Yo las He puesto y tú no las ves. Lo sé, nada te importa
hoy que Yo te recuerde que por tu amor He derramado, con
inmensos dolores, toda Mi Sangre... no lo ves, no quieres
verlo. Eres propenso a celebrar tu grandeza, o al menos la que
juzgas como tal. Pero créeme, Me das mucha pena, a Mí que
comprendo tus más pequeños movimientos.
Hombre insensato, detente. Mira lo que te dice quien te
creó: Te ofrezco Mi Sangre. ¿No dices nada? Estás tan ciego
que no ves qué Luz se desprende de Mi Sacrificio cruento que
consumé en el Calvario. ¿No es nada para ti Mi Sangre? Y si
no es nada, como neciamente piensas, ¿qué se dirá cuando las
sanguijuelas infernales hayan chupado hasta la última gota de
tu sangre, oh loco hombre del dos mil? Tu vida vale mucho,
créelo: no la gastes inútilmente. Tienes una vida que se
encamina hacia una meta; si no lo entiendes, pobre de ti!
Detente hoy, detente aquí, ante el Cristo sangrante, al pie
de la Cruz. ¡Mírame bien y no apartes de Mí tu mirada! Ya no
te llamaré con el nombre de loco, si mirándome en la Cruz,
comprendes que ha sido Mi Amor por ti el que Me ha llevado
a la muerte, al derramamiento de toda Mi Sangre.
Mi vida acabó por la privación de su alimento vital,
compréndelo. Sufrí la muerte por haber derramado toda Mi
Sangre y todo por ti, criatura Mía, por la cual Yo, tu Creador, no
dudé en tomar tu misma naturaleza, en el Verbo encarnado.
Tú también tienes sangre en las venas y pido un momento tu
atención en el hecho de que Mi divina Sangre estuvo exenta del
impulso que proviene del pecado. Tu sangre, en cambio, ha
conocido más o menos el escozor que proviene de la culpa: Mi
Sangre valga por la tuya; ésta, poco noble por estar mezclada de
culpa, puede ser cambiada con la Mía que, créeme, no sólo es
noble, sino repleta de frutos y tiene un valor infinito. Este es el
trueque ideal, pero real que Yo te propongo.
¡Detente, criatura Mía, detente! Escucha esta voz Mía, acepta
Mi Sangre, mírame en la Cruz y verás Mi rostro todo cubierto y
precisamente de Sangre roja. He cubierto Mi rostro con lo rojo
de esa Sangre para que Mi Padre te viese a ti, a quien Yo
representaba, lavado y purificado. Queda tranquilo, las costras
de Sangre que Me impiden casi del todo abrir Mis ojos, las He
querido para decirte que a través de Mi Sangre, Mi mirada no
quiere divisar tus fealdades
Sí, He estado en un baño y He merecido para ti lo que tú no
podías nunca merecer. Recuérdalo y apréciame, porque si te He
creado sin trabajo, empero te He redimido a precio de Sangre y
tú, hombre extraviado, deberías pensar que no habría hecho lo
que He hecho si Mi Amor no fuese tan grande.
Ven, escucha... Ven a Mí porque debo sumergirte en el cáliz
que contiene Mi Sangre purísima. Ahí, en Mi cáliz, debes
permanecer cubierto con Mi Sangre, porque de ella y en ella
deberás encontrar todo lo que necesitas ahora y siempre.
Ven, vuelve a Mi Altar, donde un hombre como tú, pero que
es más digno que tú, ofrece el inmenso valor que contiene el
cáliz bendito. Vuelve a ese Altar muchas veces, más aun
mientras te conceda la vida, porque quiero hacer de ti adorador
perfecto y partícipe de Mis inagotables riquezas.
Sí, ven a Mí, vuelve siempre a Mí, para escuchar la voz de
Mi Sangre que es bendecida por el Cielo y por quien en la tierra
Me ama. Vuelve y escucha, Yo te hablaré de manera suave, muy
atractiva y en Mi Sangre encontrarás el porqué de tus porqué,
mucha luz y claridad para iluminarte a ti y a muchos,
muchísimos otros, ahora miserables pero destinados a asumir la
herencia de valor infinito que está contenida en el cáliz
santísimo que ves en Mi santo Altar.
Ven, vuelve y escucha las voces de Mi Sangre humana y
divina. Yo te hablaré, pondré en movimiento tu sangre con el
fuego de Mi Amor.
Estoy aquí, en el Altar, vuelve a Mí...
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