lunes, 3 de diciembre de 2012

POESÍA A JESÚS Y MARÍA -MARIA VALTORTA.


Redemisti nos Deo in sanguine tuo.

Siniestro es el monte de la escabrosa roca.
El cielo se enfosca sobre tu dolor
mientras que te desangras, gota a gota,
sobre la alta cima, por nosotros, Señor.
Estás con los brazos abiertos en cruz
la cabeza inclinada bajo la corona,
la mirada velada, apagada la voz,
vivo tan sólo el corazón que amor provoca.
Miras, de los hombres, el odio y la guerra,
que hambre y estragos, en su andar fatal,
como fieras siembran por toda la tierra.
y el hombre siempre prefiere el Mal
al Bien que es tu hijo, a la Paz
que es santa flor de celestial vergel,
al Amor, en que todo egoísmo enmudece,
a la única vida de los pueblos, la Fe.
y Tú, a pesar de todo, de nuevo por nosotros te ofreces
y a tu Calvario, por nosotros, subes,
hostia que nos rescatas de nuestros males,
y sobre el leño, erguido hacia el cielo, sufres.
¿Por qué? ¿por qué nuevamente has ascendido
a la cruz dolorosa? El hombre
de loca codicia y de ira encendido
contra sí mismo enfurecido y rendido
no está hasta que, vencido, en el fango triste,
de donde lo sacaste a mayor fortuna,
de nuevo no esté. Y contra Ti, Cristo,
arremete con furor ciego de muerte.
Y a pesar, Tú vuelves, por el hombre que te ofende,
a expiar, que te has hecho escudo
por nosotros contra los tremendos fulgores
de tu Padre y solo, lívido, desnudo,
en el último espasmo alzando el rostro
gritas: "¡Todo está cumplido! ¡Por esta hora,
Padre, perdona! ¡Para ellos el Paraíso!
¡Yo les he redimido, de nuevo, ahora!".


A la Virgen.

¡Dios te salve María! Tú que eres la santa
protege a esta juventud pía,
tú que estás colmada, dulce María,
de tanta gracia.
Por el Señor que está contigo y tú con Él,
tú, bendita entre las criaturas,
defiéndelas de las sombrías insidias
y de las tristes jornadas oscuras.
Por aquel Hijo que en el vientre tuviste
permaneciendo virgen, y que es Jesús piadoso,
vuelve, ¡oh! vuelve tu mirar amoroso.
Eres la Reina de los afligidos.
¡Santa María! Ruega por nosotros mortales.
Nuestra vida sin ti, ¡oh Madre nuestra!,
es como golondrina desfallecida
con alas cansadas por tanto vuelo,
o navecilla sacudida por la furia de las olas sobrepujadas.
¡Ay! aplaca el nimbo sobre las aguas airadas
tú que eres del mar la estrella.
En la vida y aún más en la hora en que las luces
se nos apagan en la oscuridad de la muerte
tú, Virgen y Madre, las eternas puertas
ábrenos y a Dios condúcenos.

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