22 de julio
Dice Jesús:
«Continuamos con la referencia entre el pasado y el presente, que en el eterno ser de
Dios es siempre "presente". Y hoy te haré mirar lo que está más cerca de tu corazón.
Yo no niego el amor de Patria. Yo, el eterno Hijo de Dios, hecho hombre, he tenido una
Patria y la he amado con amor perfecto. He amado a mi Patria terrena, hubiera querido
saberla digna de la protección de Dios y, sabiéndola en cambio indigna, he llorado sobre ella.
Por eso entiendo el dolor de un corazón leal que ve la Patria no sólo en peligro, sino
condenada a días de un dolor tal que respecto a él la muerte es un don.
Pero dime, María, ¿vosotros podéis decir que Yo no he amado a esta tierra que es vuestra
patria y a la cual envié a mi Pedro para erigiros la Piedra que no se derrumbará con el soplar
de los vientos; esta tierra a la que, en un momento de cautela humana, Yo vine para
confirmar a Pedro en el martirio, porque esa sangre se necesitaba en Roma para hacer de
Roma el centro de la Catolicidad?
¿Podéis decir que Yo no he amado a esta tierra en la que mis confesores cayeron a
manojos como espigas de un grano eterno, segadas por un Eterno Segador, para hacer de
ello nutrición para vuestro espíritu?
¿Podéis decir que Yo no he amado a esta tierra a la que he traído las reliquias de mi vida
y de mi muerte: la casa de Nazaret donde fui concebido en un abrazo de luminoso ardor
entre el Divino Espíritu y la Virgen, y la Sábana Santa donde el sudor de mi Muerte ha
impreso el signo de mi dolor, sufrido por la humanidad?
¿Podéis decir que Yo no he amado a esta tierra en la que han florecido los más grandes
santos, los semejantes a Mí por el don de las heridas, los que no han tenido velos para ver
nuestra Esencia, los que ayudados por Mí, han creado obras que repiten a lo largo de los
siglos el milagro del pan y del pez multiplicados para las necesidades del hombre?
¿Podéis decir que Yo no he amado a esta tierra a la que he dado tantos genios, tantas
victorias, tanta gloria, tanta belleza de cielo, de tierra, de mar, de flores, de montes, de
bosques?
¿Podéis decir que Yo no he amado a esta tierra ayudándoos para haceros libres y
unidos? En las guerras contra enemigos diez veces mayores que vosotros, en empresas
locas, a juicio humano, Yo estaba con mis ángeles entre vuestras tropas. Era Yo, era Yo que
iluminaba a los caudillos, que protegía a los secuaces, que evitaba las traiciones, que os
daba Victoria y Paz. Era Yo que os daba la alegría de la conquista, cuando ésta no era obra
de prepotencia, sino que podía ser obra de civilización, o de redención de vuestras tierras de
un dominio extranjero.
¿Podéis decir que Yo no os he concedido la Paz más necesaria: la de mi Iglesia que
vuestros padres habían ofendido y que ha perdonado para que Italia fuera realmente una y
grande?
¿Y no he venido a daros agua para las mieses sedientas, sol para los campos mojados,
salud en las epidemias?
¿Y no os he dado la Voz que habla en mi Nombre, que os habla a vosotros antes que a
los demás, porque también en mi Vicario, Pastor universal, está el amor de Patria, y mi
Vicario desde hace siglos es italiano? Desde el corazón de Italia se expande la Voz sobre el
mundo y vosotros recibís la onda antes, incluso la más leve.
¿Y para qué ha servido todo esto?
115Habéis prevaricado. Habéis creído que todo era lícito porque neciamente habéis pensado
que teníais a Dios a vuestro servicio. Habéis pensado que mi Justicia avalase vuestras
culpas, vuestras prepotencias, vuestra idolatría. Cuanto más bueno y longánime era Dios,
más os aprovechabais de Él. Sistemáticamente habéis rechazado el Bien y abrazado el Mal
convirtiéndolo en culto.
¿Entonces? ¿De qué os quejáis?
Pero el "abominio de la desolación" ¿no está acaso prácticamente a las puertas de la
sede de Pedro? ¿No impulsa sus ondas fétidas de vicio, concupiscencia, fraude, idolatría del
sentido, de las riquezas injustas, del poder ladrón y rapaz, contra los propios escalones de la
Cátedra de Pedro? ¿Qué más queréis?
Leed con atención las palabras de Juan y no pidáis saber más.
De Dios nadie se mofa y no se le tienta, ¡oh hijos! Y vosotros le habéis tentado mucho y le
tentáis continuamente. En el interior de vuestras almas, de vuestras mentes, de vuestros
cuerpos, en el interior de vuestras casas, en el interior de vuestras instituciones. Por todas
partes lo tentáis y os burláis de Él.
Mis ángeles se cubren el rostro para no ver vuestro comercio con Satanás y sus
precursores. Pero Yo lo veo y digo: ¡Basta!
Si Jerusalén fue castigada por sus delitos ¿no lo será acaso la segunda Jerusalén que
después de 20 siglos de cristianismo alza, sobre altares falaces, nuevos dioses impuestos
por amos aún más signados con el signo de la Bestia de cuanto no lo seáis vosotros, los de
Italia, y cree que engaña a Cristo con un fingido presente a su Cruz y a su Iglesia, seguido
tan sólo de refinada hipocresía que esconde, bajo la sonrisa y la reverencia, la espada del
sicario?
Sí. Llevad a cabo el último delito. Perseguidme en mis Pontífices y en mis fieles
verdaderos. Pero hacedlo abiertamente y hacedlo pronto. También pronto Yo proveeré.
Hablar así es doloroso, y hablar a los que son menos culpables. Pero en los otros no
tengo oídos que me oigan. Caen y caerán maldiciéndome. ¡Si al menos, si al menos bajo los
azotes del flagelo, en la agonía que oprime corazones y patria, supieran convertirse y pedir
piedad!
Pero no lo harán. Y no habrá piedad. La piedad plena que quisiera daros. Son demasiado
pocos quienes la merecen, respecto de los infinitos que desmerecen hora tras hora cada vez
más. Si los buenos fueran un décimo de los malvados, lo que está signado podría tener
alguna modificación. En cambio la justicia sigue su curso. Vosotros sois quienes la obligáis a
seguirlo.
Pero si no habrá ya piedad colectiva, habrá justicia individual. Quienes se mortifican a sí
mismos por amor a la patria y a los hermanos serán juzgados con inmenso amor. Los otros
con rigor. En cuanto a los mayores culpables, hubiera sido mejor para ellos no haber nacido.
Ni una gota de sangre arrebatada a las venas de los hombres, ni un gemido, ni un luto, ni
una desesperación arrebatada a un corazón, ni un alma raptada a Dios, quedará sin peso en
su juicio.
Perdonaré a los humildes que pueden desesperarse ante el horror de los acontecimientos.
Pero no perdonaré a quienes les han inducido a la desesperación obedeciendo a los deseos
de la Bestia».
Dice Jesús:
«La esperanza vive donde vive la fe. La desesperación que hoy conduce a la muerte a
tantas almas tiene como presupuesto la falta de una fe verdadera. Efectivamente, quien tiene
fe verdadera pide con tal insistencia que obtiene.
116Pero cuando veis que una oración no viene escuchada, pensad también que está viciada
en la petición o viciada en la fe. Si está viciada en la petición, entonces Yo, que lo sé, no os
concedo lo que os daría la felicidad de un instante y el dolor para todo el resto de la vida
terrena, e incluso podría procuraros también penas en la otra, por el mal uso que podríais
hacer de mi don. Si está viciada en la fe, entonces Yo no la oigo y no la escucho.
El mundo ya no tiene fe y por eso ya no tiene esperanza. El mundo no cree que Dios es
Padre omnipotente. El mundo no cree que Dios es Padre amoroso. ¡Si el mundo supiera
cuán doloroso me es el no poderos ayudar siempre y el no poder haceros siempre felices!
Yo quisiera que mis hijos fueran tan míos que sólo tuvieran pensamientos santos y santas
peticiones que hacer al Padre, quien entonces las escucharía siempre, siempre, siempre. No
las concedería siempre, pero las escucharía siempre, y cuando no pudiese dar a un hijo lo
que un hijo pide, sustituiría el don no dado por motivos de la inteligencia divina, con otros
centenares de consuelos aún mayores.
Tú sabes algo de esto, tú que has llegado a la Fe verdadera en tu Dios y Padre. Pero si
piensas bien cual sea la causa que está a la base de la muerte de la fe y de la esperanza,
verás que ésta es la falta de caridad.
Dios no es amado. No por los cristianos que lo son sólo de nombre, sino por aquellos que
parecen ser cristianos fervientes. Lo parecen pero no lo son. Muchas prácticas religiosas,
muchas oraciones, pero unas y otras superficiales, hechas y cumplidas más por superstición
que por religión. Muchos temen que si no dicen un determinado número de oraciones, que si
no hacen determinadas funciones, Dios les castigue, más aún -dejan a Dios aparte- no vayan
bien sus asuntos. Egoísmo también en esto.
No han entendido lo que es el amor del Padre hacia los hijos y de los hijos hacia el Padre.
Dios existe, creen que exista. Pero tan lejano, abstracto... que es como si no existiera. No
sólo creen que Dios esté lejano, sino que sea hosco y avaro. Creen que Dios sea un sem-
brador de castigos.
No. Vuestro Dios está siempre cerca de vosotros. No es Él quien se aleja, sois vosotros.
No es Él el hosco y avaro, lo sois vosotros. No es Él quien cierra las puertas de las gracias,
sois vosotros. Las cerráis con vuestro no tener fe, amor y esperanza en Él.
Pero venid, pobres hijos, venid a Mí que ardo en el deseo de haceros felices. Venid a Mí
que me aflijo al no poderos estrechar contra mi seno y enjugar vuestro llanto. Venid al Único
que os dé bien, paz y amor verdadero y eterno.
Vivir junto a Mí es alegría incluso en el dolor. Morir conmigo cerca es pasar en la alegría.
Quien se confía a Mí no debe temer nada en esta tierra y nada en la eternidad, porque para
quien me es verdadero hijo Yo abro un corazón de verdadero Padre lleno de comprensión y
de perdón».
23 de julio
Dice Jesús:
«Cuando llegue la hora, muchas estrellas serán arrolladas por las espirales de Satanás,
que para vencer necesita disminuir las luces de las almas.
Esto podrá suceder porque, no sólo los laicos sino también los eclesiásticos, han perdido y
pierden cada vez más la firmeza de fe, de caridad, de fuerza, de pureza, de desapego de las
seducciones del mundo necesarias para permanecer en la órbita de la luz de Dios.
¿Comprendes quienes son las estrellas de las que hablo? Son aquellos que he definido
como sal de la tierra y luz del mundo: mis ministros.
El esmero de la aguda malicia de Satanás es apagar, arrollándolas, estas lumbreras que
117son luces que reflejan mi Luz para las muchedumbres. Si a pesar de tanta luz como todavía
emana la Iglesia sacerdotal, las almas se están hundiendo en las tinieblas cada vez más, se
puede intuir cómo será la tiniebla que aplastará a las muchedumbres cuando muchas
estrellas se apaguen en mi cielo.
Satanás lo sabe y siembra sus semillas para preparar la debilidad del sacerdocio, a fin de
poderlo enredar fácilmente en pecados, no tanto de sentido cuanto de pensamiento. En el
caos mental para él será fácil provocar el caos espiritual. En el caos espiritual los débiles,
ante el aluvión de las persecuciones, cometerán pecado de vileza, renegando de la fe.
La Iglesia no morirá porque Yo estaré con ella. Pero conocerá horas de tinieblas y horror
semejantes a las de mi Pasión, multiplicados en el tiempo porque así debe de ser.
Debe de ser que la Iglesia sufra cuanto sufrió su Creador, antes de morir para resucitar en
forma eterna. Debe de ser que la Iglesia sufra durante mucho más tiempo porque la Iglesia
no es, en sus miembros, perfecta como su Creador, y si Yo sufrí horas ella debe sufrir
semanas y semanas de horas.
Como surgió perseguida y alimentada por poder sobrenatural en los primeros tiempos y en
sus mejores hijos, lo mismo ocurrirá con ella cuando vengan los últimos tiempos en los que
existirá, subsistirá, resistirá a la marea satánica y a las batallas del Anticristo con sus mejores
hijos. Selección dolorosa, pero justa.
Es lógico que en un mundo en el que tantas luces espirituales se habrán muerto se
instaure, abiertamente, el reino breve pero tremendo del Anticristo, generado por Satanás,
así como Cristo fue generado por el Padre. Cristo hijo del Padre, generado por el Amor con
la Pureza. Anticristo hijo de Satanás, generado por el Odio con la triple Impureza.
Como aceitunas entre las ruedas del molino, los hijos de Cristo serán perseguidos,
exprimidos, triturados por la Bestia voraz. Pero no engullidos, porque la Sangre no permitirá
que sean corrompidos en el espíritu. Como los primeros, los últimos serán segados como
puñados de espigas en la persecución extrema y la tierra beberá su sangre. Pero
bienaventurados para siempre por su perseverancia quienes mueren fieles al Señor»
Usted me había dicho que para entender a Juan había que leer sus epístolas y el
Apocalipsis. He tomado la Biblia y he abierto al azar donde están los escritos del Predilecto.
Se me ha abierto en el cap. 12°. El Maestro me lo explica así.
Me doy cuenta de que hace días Jesús dijo una frase parecida al comentario acerca de la
maternidad espiritual de María 61 , que se quiere ver simbolizada en la mujer vestida de sol.
Pero hoy Jesús no habla de ello, de María. Habla de la condición de la Iglesia militante en los
últimos tiempos. Leeré atentamente el Apocalipsis esperando en Jesús, que me sea luz para
entenderlo.
24 de julio
Dice Jesús:
«Ya te he dicho (62) que todo el mal que ahora os oprime es el fruto del abandono de mi Ley
por parte de los individuos y de la sociedad. La falta de fe, la falta de caridad, la falta de
esperanza, la falta de toda virtud, tienen un único origen: la deserción de mi milicia, de la
milicia cristiana.
Como de una cepa de raíces venenosas, han brotado, en lugar de mis virtudes,
tendencias, vicios, pasiones peores que humanas: demoniacas. La planta de la vida cristiana
ha muerto en casi todos los corazones, en muchos vegeta a duras penas, en pocos está aún
En el dictado del 6 de julio
Sobre todo en los dictados del 21 y del 22 de julio
118 floreciente, nutrida por el jugo de Vida, adornada con hojas robustas.
No hay que esperar que las cosas cambien, al contrario cada vez irán más a peor porque,
como un bosque invadido por plantas parásitas y por insectos nocivos se desnuda cada vez
más de hojas y frutos y termina muriendo, así sucede con la sociedad de ahora, cada vez
más quemada, sofocada, corrompida por mil tendencias viciosas y por mil pecados.
Los principales: odio, lujuria, prepotencia, fraude. Las primeras: negación de Dios,
doctrinas contrarias a la mía, culto exagerado de sí mismos y otras más.
Mi Palabra no puede descender -semilla y agua de Vida y Vida verdadera- a las almas.
Están demasiado ocupadas en otras cosas. La mayoría de los cristianos ha rechazado a
Cristo, porque en el lugar de Cristo ha puesto a sí misma o al poder, el dinero, la carne.
Quien peca menos, también peca, porque no tiene misericordia verdadera de su prójimo.
¿Quien es aquel que no maldice, reniega, en el día de hoy?
Pero tú no maldigas, no reniegues, hija que amo. Deja a tu Dios la tarea de castigar. Tú
ama y ten misericordia, de todos. También de los primeros culpables.
¡Son unos desgraciados, son unos desgraciados! Han estropeado todo lo bueno que
tenían al acoger el mal de Satanás. Han cambiado una eternidad de gloria por una hora de
gloria terrena. Han vendido por treinta monedas su alma a Satanás. Son los Judas de su
alma. Me indignan y me dan pena. Sí, también pena, porque Yo soy el Dios de la
misericordia y siento piedad de mis hijos extraviados.
Ayúdame a salvarles de la última culpa. ¡Cómo quisiera poderles perdonar! Tú, hija que
amo, perdona. Que de tu corazón que me posee a Mí y a mi Palabra no salgan más que
palabras de paz y de perdón. Sé que es difícil para vuestra humanidad. Pero por encima de
ella está el espíritu, y el espíritu es el reino del Señor. Entonces ¿cómo podéis tener al Señor
en vosotros si vuestro espíritu no tiene las mismas pasiones que su Rey?
y mis pasiones, como mis palabras, son santas, misericordiosas, buenas. Todas tienen el
sello del Amor, del Amor verdadero que nunca es tanto amor como cuando se inmola por los
hermanos y les perdona» .
Dice aún:
«No me gustan quienes gritan: "¡A muerte!" después de haber gritado: "¡Hosanna!".
Si aquellos a quienes se lanza el grito de condena os hubieran dado ese botín y ese
bienestar, arrebatado injustamente, que Yo no he podido permitir que os dieran para no
llevarles a ellos, y a vosotros, a un perfecto orgullo, les aclamaríais. No pensaríais que otros
sufrirían en vuestro lugar y que, como vosotros, son mis hijos.
Dejadme a Mí el juzgar, el castigar, el premiar. Tratad sólo, para vosotros mismos, de
merecer mi premio. Y sed coherentes y honestos.
Es incoherencia, deshonestidad, vileza, ensañarse con los vencidos, sea cual sea su
derrota, por justa que sea como castigo o dolorosa como fruto de circunstancias inmerecidas.
Es incoherencia porque no va al hombre, sino a la acción del hombre, acción -repito- que
hubierais aprobado, aún cuando no fuera buena, si os hubiera dado un beneficio.
Es, por la misma razón, deshonesta: todos, recordadlo bien, tenéis vuestra parte de culpa
en el momento actual. Quien tiene menos que nadie, porque no ha cometido pecado de
adoración de un hombre y no le ha seguido contra la Ley, tiene el de no haber rezado por él
mañana y noche. Los grandes necesitan las oraciones de los pequeños para permanecer
grandes en el Bien.
Y, en fin, vileza porque enseñarse con quien ya no tiene poder, sino que al contrario es el
más desgraciado de todos, odiado por el mundo, alcanzado por Dios, es la misma culpa que
la de quien oprime a un débil.
119 Estas cosas, inconcebibles para la masa, son siempre el jugo de mi Ley. Y el que mi Ley
sea seguida superficialmente, y no sustancialmente, lo prueba el hecho del modo en que las
masas se revuelven contra quienes no os han dado lo que esperaba vuestro egoísmo». 63
25 de julio
Dice Jesús:
«Bien, miremos juntos dos milagros del Evangelio. Pero, dado que Yo soy Dios y hablo
con inteligencia divina, no te expondré los milagros como se exponen generalmente, sino que
te haré notar el
milagro en el milagro.
Comenzamos por la multiplicación de los panes y de los peces. Mis sacerdotes predican
continuamente el poder de Dios que sacia a las multitudes multiplicando la poca comida.
Hermoso y dulce milagro. Pero para un Dios que ha multiplicado los soles en el firmamento
¿qué significa la multiplicación de algunas migajas de pan? Yo, Cristo, el Verbo del Padre, os
enseño otro milagro en el milagro. Un milagro que también vosotros podéis realizar cuando
sepáis alcanzar el poder que se requiere.
¿Cómo obtengo Yo ese milagro? ¿Sólo con tocar los panes y partirlos con mis manos de
Dios? No. Dice el Evangelio: "... y dio gracias ". He aquí el milagro del milagro. Yo Hijo del
Padre, Yo Omnipotente como el Padre, Yo Creador con el Padre, doy gracias. Ruego al
Padre, me humillo con un acto de sumisión y de confianza. Yo no me creo dispensado del
deber de pedir al Padre Eterno, el cual tiene el deber de socorrer a sus hijos, pero tiene
también el derecho de ser reconocido como supremo Señor del Cielo y de la Tierra.
Yo: Dios como Él, me acuerdo de este derecho y cumplo este deber y os lo enseño. Y con
el deber de respeto, el de confianza. El milagro de la multiplicación del pan se realiza
después de que Yo haya dado gracias al Padre. ¿Y vosotros?
El otro milagro. La barca de Pedro, azotada por vientos contrarios, se inundaba de agua y
se ladeaba. Y mis discípulos, con mucho miedo por su vida, se afanaban en enderezar el
timón, en atar las velas, en tirar por la borda el agua, el lastre, preparados para arrojar las
cestas de los peces y las redes, con tal de aligerar la barca y llegar a la orilla.
Las borrascas en el lago eran frecuentes e imprevistas, y no era para bromear. Muchas
veces Yo les había ayudado. Pero aquel día Yo no estaba. No estaba materialmente, con
ellos. Pero mi amor estaba con ellos porque Yo estoy siempre con quien me ama. Y los dis-
cípulos tenían miedo. Pero -he aquí el milagro- sin ser llamado, no presente, vine para poner
paz en las aguas y paz en las almas.
Mi bondad es un milagro continuo, hija, un milagro sobre el que pensáis demasiado poco.
Cuando se os presenta este punto evangélico, se os hace notar la potencia de la fe. Pero mi
bondad, que se anticipa incluso a vuestras necesidades de discípulos y que sale a vuestro
encuentro caminando sobre las aguas de la tempestad, ¿por qué no os la hacen ver?
Mi Bondad es mayor que el Universo, que la Necesidad y que el Dolor; es más vigilante
que toda inteligencia humana. Mi Bondad tiene raíces en el amor paterno de Dios. ¿Por qué
no venís a ella, no la creéis ciegamente, no tomáis de su infinitud?
Yo estoy con vosotros hasta el final de los siglos. Soy el Espíritu de Dios hecho carne.
Conozco las necesidades de la carne, conozco las necesidades del espíritu y tengo la
potencia de Dios para ayudar a vuestras necesidades, como tengo el amor que me induce a
63
Sobre una copia mecanográfica, el texto prosigue con el siguiente trozo entre paréntesis, al final del cual la escritora precisa, anotándolo
a lápiz, que se trata de Nota de P. Migliorini: «El dictado precedente era de difícil aplicación en el día en que fue dado, 24 de julio de 1943.
El 26 fue propagada la noticia de que Mussolini había presentado su dimisión en manos del Rey, y cuanto sucedió o trató de suceder en
este mismo día de desaprobación hacia el hombre caído justifica ampliamente las recomendaciones del Señor, y no sólo esto, sino que
hace creíble que haya sido precisamente Él quien ha dictado cuanto ha sido escrito».
120 ayudarlas. Porque soy Uno con el Padre y con el Espíritu, con el Padre de quien procedo y
con el Espíritu por quien tomé carne, del Padre tengo el Poder y del Espíritu la Caridad».
Esta mañana me he quedado boquiabierta. Había terminado de escribir lo de arriba
mientras que Marta estaba en Misa y mamá dormía. Extraño, precioso momento de silencio,
por tanto. ¡Una fiesta!
Vuelve Marta y me dice, hablando del poco pan que tenía: "¡Ya! Tendría que suceder lo
que dice el Evangelio de hoy".
Y yo: "¿Por qué? ¿Qué dice?"
Y Marta: "¡Eh! dice sobre la multiplicación de los panes y de los peces".
Me he quedado como un pez, con los ojos y la boca desencajados. ¡Jesús me había
explicado el Evangelio de este domingo! Le aseguro que no pensaba ni por lo más remoto
que hoy tocara este texto evangélico.
26 de julio
Dice Jesús:
«Yo soy la Voz del Padre movida por el Amor. Como un río inundo el mundo y vengo a
buscaros uno a uno para impregnaros de Mí. Como incansable pastor Yo corro tras mis
ovejas llamándolas con voz de amor, y cuando logro reunir a muchas me olvido de toda la
fatiga en la alegría de teneros a mi alrededor. Uso todas las artes del amor para atraeros a
mi amor que salva. Ni, lo repito 64 me pesaría volver a padecer la Pasión, y hasta más
exacerbada en el suplicio, si ello sirviera para reuniros a todos en mi redil.
Pero fuera del mismo silba la seducción y muchos de mis hijos salen para seguirla.
¡Demasiados! Nunca acabaré de decir que esto es mi dolor. Cuando llegan estas horas, en
las que hasta los mejores manchan su ser mejores con levadura de odio, Yo sufro tanto. Por-
que quisiera que estuvierais penetrados de Mí hasta el punto de no plegaros a la perversidad
del odio hacia quien sea. El odio es vuestra ruina y hacéis de él vuestra doctrina, pobres hijos
que ya no conocéis las dulces hierbas del perdón.
Mucho le será perdonado a quien mucho ama y perdona. Mucho, todo incluso, si vuestro
perdón es absoluto.
.¿No os parece que necesitáis el perdón de Dios? Sí. En verdad os digo que todos tenéis
necesidad de ser perdonados setenta veces siete, y que vuestro Dios está con el perdón
para vosotros en sus manos divinas en espera de que lo merezcáis con vuestra misericordia,
porque Dios quiere vuestro bien. Os lo digo Yo que soy la Voz del Padre y hablo en su
nombre. Yo os lo digo que soy Aquél a quien todo juicio es deferido por el Padre.
Está dicho: "Hay más fiesta en el cielo por un pecador que se convierte, que por diez
justos que permanecen en el Señor". Pero Yo os digo que triple, que décupla fiesta se hará
en el cielo por un hijo mío que sabe perdonar como Yo supe, y que ese perdón trae a la tierra
la bendición de Dios. Y sólo Yo sé cuanta bendición necesitáis para alejar los castigos
inminentes».
27 de julio
Dice Jesús:
«Muchos, para extraer una instrucción, necesitan mil libros de meditación. Pero no. Basta
64
En el dictado del 23 de abril
121 Mi Evangelio y la vida que vivís y que os vive alrededor.
Mira, María, la enseñanza de estos días 65 . ¿Qué ves? Una gran demostración de
debilidad humana. Con la misma facilidad con que se agitaban en profesiones de fe
engañosa, así ahora reniegan todo lo asegurado anteriormente.
Pero el verdadero cristiano no debe hacer así cuando es necesario testimoniar su fe. ¿Has
visto como hizo tu Mesías ante Caifás? Sabía que confesar que era el Mesías, Hijo de Dios,
habría provocado la condena, la más feroz de las condenas. Pero no he vacilado. Yo, que
ante los acusadores he observado la regla del silencio, aquí supe hablar alto y claro, porque
callar hubiera sido sacrílega renegación.
Cuando están en juego las cosas del cielo no se debe vacilar sobre la manera de actuar,
porque el fruto que viene de nuestra palabra es eterno. El hombre, ser de carne y sangre, no
sabría ser valiente ante ciertas confesiones heroicas. Y es por esto por lo que el hombre
reniega con facilidad. Pero la criatura que vive en el espíritu posee el coraje del espíritu,
porque Yo estoy con quien combate contra el mundo y contra la propia debilidad.
Y conmigo está María, la Madre de todos, la Ayuda de todos. Ella es quien ha sonreído a
los mártires para animarles al Cielo. Ella es quien ha sonreído a los vírgenes para ayudarles
en la vocación angélica. Ella es quien ha sonreído a los culpables para atraerles al
arrepentimiento. Es Aquélla de quien siempre tiene necesidad el hombre, y especialmente en
los horas de mayor angustia.
Sobre el seno de la Madre os afianzáis y me encontráis a Mí y mi Perdón, y con el Perdón
la fuerza. Porque si estáis en Mí, gozáis de los dones de Cristo y no conocéis el perecer».
28 de julio
Dice Jesús:
«No hace mucho tiempo que te he dicho 66 que me ayudes a salvarles, a los culpables del
último pecado. Pero tú no has entendido lo que quería decir. Has orado.
Esto me basta porque, en verdad, sólo para Mí es necesario entenderlo todo. Pero para
vosotros, hijos míos, no es necesaria la revelación absoluta. Todo lo que os digo es un don al
que no tenéis derecho, un don espontáneo del Padre a sus más amados, porque mi Corazón
ama haceros mis confidencias, tomaros de la mano e introduciros en el secreto del Rey. Pero
no debéis pretenderlo. Es tan hermoso ser confidentes de un Dios, pero también es tan
hermoso y santo ser hijitos, total y ciegamente abandonados en el Padre que actúa por su
cuenta y los hijos se dejan conducir sin querer saber a donde les conduce el Padre.
Estad seguros, ¡oh hijos!, de que Yo os guío por los caminos del Bien. Vuestro Padre sólo
quiere vuestro bien.
Para la alegría de mi Corazón se necesita tanto de los confidentes como de los confiados,
y es suma perfección ser, además, "confidentes confiados". Entonces sois discípulos,
capaces ya de actuar en nombre del Maestro, y niños que se dejan conducir por el Padre.
Sois, entonces, mi consuelo y mi alegría.
¡Es tan difícil para Mí encontrar almas de discípulos en un mundo como el vuestro! ¡Y aún
más difícil es encontrar, incluso entre los niños, almas de niños! Tanto os ha corrompido el
aliento de la Bestia que ha matado la sencillez, la confianza, la inocencia, en la que Yo
descansaba, incluso en las almas de los niños.
Ayer no te dije nada, María, y tú estabas perdida como quien ha perdido el camino. Pero
Yo no soy sólo tu Maestro, soy tu Médico y curo no sólo el espíritu sino también tu carne.
65
66
Ya en el dictado del 24 de julio
Ya en el dictado del 24 de julio
122 Ayer vi que estabas demasiado cansada y callé, reservando para hoy muchas palabras para
ti. No quiero que mi pequeño portavoz se rompa por un esfuerzo superior a sus fuerzas. Hoy
hablo por ayer y por hoy.
Tú has orado, ofrendado y sufrido según mi deseo de impedir que se cumpliera la última
culpa. Y lo has logrado, aunque tú pensaras una cosa y en realidad "la última culpa" fuera
otra. Había inspirado en las mejores almas muchos deseos de orar y sufrir por esta finalidad,
porque se necesitaba mucho, mucho, mucho esfuerzo para vencer el peligro. Y todavía se
necesita mucho, mucho, mucho esfuerzo para llevar esto a fin sin degeneraciones peores
que el primer mal.
Ayer, el único signo de que estaba contigo para serte Luz y Voz, fue guiarte la mano al
abrir el Libro por las páginas que, a distancia de siglos, hablan de ahora. Las leeremos juntos
y Yo te las comentaré. Pero, desde ayer, has entendido que en ellas estaba "el hoy".
Un gran mal ha sido impedido, María, un gran mal. He tenido piedad por vosotros, pueblo
que tenéis por corazón a Roma cristiana. Pero, ahora más que nunca, hay que rezar y sufrir
mucho, María, y hacer rezar, y sufrir, si fuera posible -pero es más difícil porque son muy
pocos los héroes del sufrimiento- para que el ''gran mal" vencido no germine, como planta
maligna, en mil pequeños males que acabarían formando un bosque maldito en el que todos
pereceríais con horror inimaginable.
He tenido piedad de vosotros. Pero ¡ay de vosotros si, a esta piedad arrancada a la
Justicia, por instancia de mis oraciones, de mi Madre, de los Protectores y de las víctimas,
vosotros, oh pueblo mío, respondierais con acciones que os hicieran desmerecer mi gracia!
¡Ay si a la única gran "auto idolatría" sucediese la pequeña y numerosa "auto idolatría"!
Uno sólo es Dios, y soy Yo, y no existe otro Dios fuera de Mí. Esto hay que recordarlo.
Dios es paciente, pero no es, en su infinita paciencia, culpable hacia Sí mismo. Y sería
culpable si llevara su paciencia, hasta no intervenir y decir: "Basta", hasta una indiferencia
por el respeto de Sí mismo.
Por un ídolo caído no alcéis tantos pequeños ídolos, todos adornados con los mismos
signos satánicos de lujuria, soberbia, fraude, prepotencia y parecidos.
Si sois buenos os salvaré hasta el fondo. Os lo prometo, y es promesa de un Dios. 'Y, en
mi Inteligencia a la que nada está oculto -ni siquiera el delito más secreto, ni el movimiento
humano más insignificante- no pretendo que todo un pueblo sea perfecto. Sé que si debiera
premiaros cuando todos hubierais alcanzado la Bondad no os premiaría nunca, pero
entiendo que aunque sea inevitable que alguno peque, la masa debe ser tal como para
imponer a los Jefes una conducta digna de mi premio. Porque, recordadlo siempre, los Jefes
cometen los Pecados, pero es la masa la que, con sus pecados menores, lleva a los Jefes al
gran Pecar.
Y por ahora basta, alma mía. Más tarde releeremos juntos Isaías y, como en la sinagoga y
en el Templo, Yo te lo comentaré».
29 de julio
Dice Jesús:
«El Libro hay que saberlo leer no con los ojos sino con el espíritu. Entonces la Ciencia
sobrenatural que lo ha inspirado se ilumina de luz de Verdad. Pero para obtener esto hay que
tener un espíritu unido a mi Espíritu. Entonces es mi Espíritu quien os conduce.
Ahora mira: en las páginas de Isaías tomamos, como teselas de un mosaico, las palabras
123 de los capítulos leídos juntos 67 y los alineamos con visión sobrenatural. Te resultarán más
claras. Comienza por aquellas que te he indicado para los culpables.
Aun teniendo compasión del impío, éste no aprenderá la justicia; cometerá cosas inicuas
en la tierra de los santos y no verá la gloria del Señor.
Por tanto oíd la palabra del Señor, ¡oh escarnecedores!, jefes de mi pueblo que está en
Jerusalén. Vosotros habéis dicho: 'Hemos hecho alianza con la muerte, y con el infierno
hemos hecho contrato: cuando pasen los flagelos no nos alcanzarán, porque hemos puesto
nuestra esperanza en la mentira y estamos protegidos por ella'.
'Vuestra alianza con la muerte será destruida, no se mantendrá vuestro pacto con el
infierno; cuando pase tempestuoso el flagelo, os arrollará. Y sólo los daños os harán
entender la lección'.
Ahora no os burléis, no sea que se aprieten vuestras ligaduras.
¡Ay de vosotros que os agazapáis en vuestro corazón para ocultar vuestros planes al
Señor! Ejecutan sus obras en las tinieblas y dicen: '¿Quién nos ve? ¿Quién nos reconoce?'.
Este pensamiento vuestro es perverso.
¡Ay de vosotros! hijos desertores que forjáis proyectos, pero sin Mí, y urdís una trama que
no es según mi espíritu y amontonáis pecado sobre pecado.
Por esto, he aquí lo que dice el Santo de Israel: 'Por cuanto habéis rechazado vosotros
esta palabra, y por cuanto habéis fiado en lo torcido y perverso y os habéis apoyado en ello,
por eso será para vosotros esta culpa como brecha ruinosa, imperceptible, en una alta
muralla, que de repente, cuando nadie se lo espera, se quiebra y se hace añicos'.
¡Ay, los que bajan a Egipto por ayuda! En la caballería se apoyan y fían en los carros
porque abundan y en los jinetes porque son muchos, pero no han puesto su confianza en el
Santo. No han buscado al Señor.
Egipto es humano, no Dios, y sus caballos, carne, y no espíritu; el Señor extenderá su
mano, tropezará el que ayuda y caerá el ayudado y todos a una perecerán.
¡Ay de ti, saqueador! ¿No serás también tú saqueado? ¡Ay de ti, escarnecedor! ¿No serás
también tú escarnecido? Terminando tú de saquear, serás saqueado; cuando, cansado,
acabes de escarnecer, serás escarnecido".
Antes de hablar de los asuntos y de las promesas de Dios, comentemos este pasaje.
El corazón del hombre, que el profeta llama impío, es una mezcla de soberbia,
prepotencia, rebelión. La triple lujuria está ahí, trono sobre el que se sienta el Maligno para
colmar de pensamientos demoníacos el corazón que ha repudiado a Dios y a su Justicia. De
este corazón sólo puede salir iniquidad, porque su reyes el Espíritu del Mal, que concede
efímeros triunfos expiados después con derrotas eternas. El impío que reina bajo el signo de
la Bestia, pasa como un torrente de dolor y de corrupción por la tierra de los santos -y Roma
es tierra de santos- arrastrando al mal a otros impíos menores y atormentando a los hijos del
Señor.
Es justo que el Señor vele su gloria ante el impío, en ésta y en la otra morada. Dos veces
el impío verá mi gloria, y querrá no verla porque para él será terrible: en su muerte y en el
último día. Entonces Yo le preguntaré: "¿Qué has hecho con mi pueblo? ¿Qué con mis
dones?". Y será la pregunta que lo lanzará, como una saeta desde el arco, al fondo del que
no se sale.
Mi segunda Jerusalén terrena es Roma. Tierra predilecta en la que he querido poner mi
Iglesia y que, por ser centro del mundo, debería de ser tratada como una resplandeciente
reliquia por quien es cabeza. Y, en cambio, ¿como se han portado los nuevos escarnecedo-
67
En este punto la escritora deja un breve espacio, en el cual después escribe a lápiz: cap. 26-33.
124res de Dios? Aliándose con el delito que produce la muerte, desposando el alma con Satanás
y creyendo, con tal sacrílega prostitución, salvarse de los flagelos a los que sometían a los
demás.
No. La mentira no salva. Os lo dice el Padre de Verdad. El señor de la mentira os
engatusa con ella y llegado el momento la vuelve contra vosotros para haceros perecer. Yo
soy quien salva y nadie fuera de Mí.
Seréis despojados de vuestra engañosa armadura precisamente en el momento en que mi
castigo os alcance, porque Satanás actúa así. No puede actuar de otro modo porque sólo
puede daros frutos efímeros. Yo soy el único que da la protección que no conoce fin y
cuando aparezco, para salvar o para condenar, Satanás huye dejándoos Solos, ¡oh necios
hijos del pecado!
Entenderéis quién es Dios y quién es Lucifer sólo en las estrecheces de la tortura.
¡Terrible lección! Y cuanto más pecáis más feroz será la opresión porque también hay un
límite para mi Bondad, ilimitada pero inteligente. Recordáoslo.
Nada de cuanto el hombre trama en la sombra, incluso en la secreta del corazón, está
oculto para el Señor. Y si vuestros pobres hermanos sólo ven lo externo y pueden ser
engañados por vuestra hipocresía, Yo lo veo todo y actúo como merecen vuestras acciones,
y como el muro minado por la pequeña brecha, así vuestro edificio, fundado sobre la culpa,
se derrumbará cuando nadie -ni vosotros que os consideráis seguros de la alianza con el
Padre de la Mentira, ni el pueblo que os teme creyéndoos invencibles- se lo imagina.
¡Ay, ay, ay de vosotros que inducís a mi pueblo a creer que Yo protejo vuestro mal hacer!
¡Ay de vosotros que inducís a mis hijos a la desconfianza en mi Justicia! Responderéis
también de esto porque el escándalo recae sobre quien lo crea. ¿Y qué mayor escándalo hay
que el inducir a los pequeños a creer que Dios protege injustamente a los grandes que
pecan?
¡Cuantas almas me habéis arrancado, obradores de iniquidad! Pero éstas aún serán hijas
de mi Misericordia. No así vosotros, a quienes había dado todo para atraeros a Mí y
convertiros en instrumentos de Bien y que os habéis olvidado de todo y me habéis puesto
después de Satanás.
¡Ay de vosotros! que forjáis alianzas de las que sólo puede venir mal para mi pueblo: mal
para la carne y mal para el espíritu, sabéis que es mal y de todas formas lo hacéis, usando
mal del poder, con tal de que triunfe vuestra persona en la tierra. ¿Y qué es vuestra persona?
Un puñado de arcilla que conserva una forma mientras que la Misericordia la mantiene
húmeda con divino rocío y, una vez que se seca, se pulveriza como arcilla tamizada y se
desparrama.
Vuestras alianzas, verdadera unión de los precursores del Anticristo, no tienen base y no
tienen fuerza de victoria. Se desmigajarán como vosotros mismos y de ellas sólo quedará el
recuerdo de horror en las carnes, en las casas, en las almas de mis pobres hijos.
Ante el fragor de la voz de Dios ¿qué son los numerosos caballos y los vigorosos
caballeros? Cascarillas que el viento dispersa en todas las direcciones. Yo soy quien da la
fuerza a los ejércitos. Pero es necesario que los ejércitos estén movidos por justa razón y no
por ferocidad y soberbia.
Toda culpa será castigada, y castigada será por Dios toda burla porque Dios, dice el
Señor, nunca será burlado y no es lícito oprimir a los menores.
Pero, observa una cosa, María. También por parte de los menores se requiere respeto a la
Ley, por eso tened con vosotros, siempre, a vuestro Dios».
Fuente: Cuaderno 43 de los evangelios segùn me han sido revelados por Marìa Valtorta