martes, 29 de noviembre de 2022

NO CONOCEMOS A JESUS- SU NACIMIENTO ES UNIVERSAL-



31-21
Diciembre 25, 1932
El nacimiento del Niñito Jesús fue universal, nació en todo y en
cada uno. Para tenernos seguros vino a cubrirnos con la
vestidura de su Humanidad. Ejemplo del sol.

(1) Mi abandono en el Fiat continúa, y siendo hoy el día de la Santa Navidad he pasado toda la noche
sin ver a mi celestial niño, y sentía un quebranto en el corazón sin Aquél que forma mi vida y mi todo.
¡Ah! vivir sin Él es vivir como si no se tuviese vida, torturada, sin fuerza, sin apoyos, lo que forma la más
terrible de las muertes para la pobre y pequeña alma mía, y entre las ansias y el temor, rogaba al
Querer Supremo que me develara a Aquél que me amaba y que formaba mi duro martirio. Mientras tanto, mi mente ha quedado como raptada por una luz inmensa que llenaba Cielos y tierra, y ¡oh!
maravilla, veía al pequeño niño divino renacido en cada cosa creada, en cada corazón, en todo, el
pequeño niñito Jesús multiplicado, bilocado, renacido en modo infinito, en todo y en cada uno, así que
todos tenían el bien de sentir nacido en ellos al celestial niño. ¡Oh! cómo era bello verlo pequeño,
pequeño en el sol, en las estrellas, en todos los elementos, en todas las criaturas, que todos alababan y
tenían el gran honor, el bien inmenso de tenerlo renacido en cada uno, y de poseer como propia la
dulce prenda del niñito Jesús. Ahora, entre la maravilla y el estupor veía que también en mí había
nacido Aquél que con tantos suspiros y ansias buscaba, y me lo estrechaba fuertemente entre mis
brazos, y Él me dejaba hacer, es más, gozaba de que hiciera eso, y todo ternura me ha dicho:
(2) “ Hija mía, ámame, ámame, he nacido para amar y para ser amado, y para obrar como Dios mi
nacimiento es universal, no habría obrado como Dios si no hubiese renacido en modo universal, de
modo que todos pueden decir con los hechos: ‘El Celestial niño ha nacido para mí, es mío, y es tan
verdadero que ya lo poseo’. Mi amor quedaría obstaculizado si no hubiese podido renacer en todos, mi
potencia limitada, mi inmensidad restringida si no fuese universal mi nacimiento, y no es maravilla,
conforme mi Divinidad llenaba Cielos y tierra, así incorporándose en mi pequeña Humanidad, la
multiplicaba y bilocaba de modo que me hacía renacer en todos y en cada uno. Son nuestros modos
divinos e infinitos que tenemos, que todos deben tomar el bien que hacemos, y ser preñados de
nuestras obras. Mucho más, que Yo bajado del Cielo a la tierra quise tomar carne humana para
glorificar completamente la gloria del Padre Celestial, para suplir a todo lo que el hombre no había
hecho, he aquí por qué quiso renacer mi pequeña Humanidad aun en las cosas creadas, porque el
hombre no nos había dado la gloria, la correspondencia del amor por el que habíamos creado un cielo,
un sol y tantas otras cosas, y mi Humanidad renaciendo en ellas glorificaba a mi Padre Celestial
completamente por toda la obra de la Creación. El hombre con rechazar mi Divina Voluntad se había
vuelto impotente para todo, y Yo venía para ser su salvador, reparador, glorificador, defensor, y lo
cubría dentro de la vestidura de mi Humanidad, para tenerlo seguro, y en cada cosa responder Yo por él
a mi Padre Celestial. Era tanto mi amor, que mi Divinidad para dar un desahogo a mi amor, me llevaba
a nacer en cada corazón y en todas las cosas, tan es verdad, que los primeros en reconocerme y en
alabarme fueron las cosas creadas, porque sintiendo mi nacimiento en ellas exultaron de alegría y me
hicieron fiesta, ¿pero sabes tú quiénes son aquellos que me hacen fiesta al nacer en sus corazones?
Aquellos que poseen mi Divina Voluntad, éstos advierten pronto que Yo he nacido en sus corazones, y
me hacen fiesta perenne, en cambio los demás me hacen llorar, me causan dolor, y con el pecado me
preparan el cuchillo para herirme o para matarme”.
(3) Después de esto he quedado toda sumergida en su amor, la escena conmovedora del nacimiento
del celestial niño, tanto universal como en cada uno, me hacía comprender quién sabe cuántas cosas,
pero creo que sea mejor pasarlas en silencio, porque no sabiéndolas decir bien podría decir disparates.
Ahora, a fin de hacer la fiesta al celestial niño me abandonaba toda en la Divina Voluntad, y Él,
regresando de nuevo, era tan gracioso, con una belleza tan especial, que no se encuentra otra
semejante, y todo amor, encerrándose en mi corazón como lugar de su nacimiento, repetía en mí sus
llantos infantiles, los gemidos amorosos, sus repetidos sollozos. ¡Oh! cómo era conmovedor el verlo
ahora llorar, ahora sollozar, ahora gemir, y hacía el primer ingreso de renacimiento en cada uno y en
todo, con las armas de sus lágrimas, con las estratagemas de sus sollozos, con las oraciones de sus
gemidos, con esto se hacía raptor y a base de raptar con la fuerza de un Dios que poseía, entraba en
los corazones para formar su nuevo renacimiento. ¡Oh Cielos! inclínense y junto conmigo amen y
adoren al celestial niño. Pero mientras mi mente se perdía en un misterio tan grande, el dulce niñito
entre las lágrimas y los sollozos mezclados con una celestial actitud de sonrisa ha agregado:
(4) “ Hija bendita, mi nacimiento no sólo fue universal, porque como Dios no podía obrar de otro modo,
me encontré en las condiciones del sol, que, quieran o no quieran, todas las cosas creadas, la Creación
toda y todas las criaturas deben recibir su luz, su calor; desde lo alto de donde desciende con su
imperio de luz y con su supremacía que posee sobre todos y sobre todo, parece que el sol dice en su
mutismo, pero más fuerte que si hablase: ‘O me recibes con amor, o te invisto con los derechos que
poseo de darte luz, y si no me quieres recibir te circundaré por todos lados, de modo que no podrás huir
de mi luz y tendré la gran gloria de haber dado mi luz a todos’. Símbolo de mi nacimiento, el sol, porque también él renace en todos los días, para todo y para cada uno, y Yo no sólo renazco en modo
universal, sino que mientras renazco hago una invasión, no sólo renazco en el corazón, sino que invado
la mente con mis pensamientos, los ojos con mis lágrimas, la voz con mis gemidos, de modo que hago
la invasión universal de todas las criaturas, la tomo por todos lados, a fin de que no me pueda escapar;
si me reciben con amor, mi Vida no sólo nace en ellas, sino que crece en modo sorprendente, si
después no me reciben con amor, renazco en ellos con mis derechos de Dios que poseo, pero no
crezco en ellos, permanezco pequeño y solo, y me quedo a reserva, esperando, quién sabe si con mis
gemidos y lágrimas se muevan a amarme, y si esto no logro, mi Vida se cambia para ellos en justicia. Y
¡oh! cómo me destroza mi corazoncito el ver mi nacimiento todo amor cambiado en justicia para la
pobre criatura. Por eso, ya que he nacido en ti, dame el bien de hacerme crecer, así me cambiaras en
alegrías mis lágrimas y mis gemidos”.
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