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Marzo 22, 1938
En cuanto la criatura se decide a vivir en el Divino Querer,
todas las cosas se cambian para ella, y viene puesta en las
mismas condiciones divinas. Para qué servirán los hijos del
Fiat Divino, y cómo llevarán en ellos la Vida de su Padre
Celestial. La última espía de amor en el punto de la muerte.
(1) Continúo mi vuelo en el Querer Divino, conforme se entra en Él se siente su aire balsámico, sus
olas pacíficas, todo es paz, su fuerza es tanta, que el alma se siente investir por tal fuerza, que en un
instante puede hacer todo, llegar a todo, hasta hacer lo que hace el mismo Dios. ¡Oh Voluntad Divina,
cómo sabes cambiar la voluntad humana, tu potencia es tanta que renuevas a la pobre criatura, la haces
renacer a vida nueva! Mientras estaba en esto, mi amable Jesús haciéndome su breve visita, todo ternura
me ha dicho:
(2) “Mi pequeña hija de mi Voluntad, en cuanto la criatura se decide a vivir en mi Querer, todas las
cosas cambian para ella, nuestro dominio divino la inviste y la hacemos dominadora de todo:
Dominadora de nuestra fuerza, de la bondad, de nuestra santidad, dominadora de la luz; Cielos y tierra
por derecho son suyos. La ponemos en una atmósfera de seguridad, de paz imperturbable, nada debe
faltarle de bueno, de santo, de bello, de alegrías divinas a esta criatura que vive en nuestro Querer; sus
más pequeños actos están llenos de tales contentos, que raptan la sonrisa de todo el Cielo y de nuestro
mismo Ente Supremo, por eso estamos todos atentos para ver cuándo ama, cuándo obra, para gozárnosla
y sonreír juntos. Es tanto nuestro amor que la ponemos en nuestras mismas condiciones: Nosotros si no
somos amados, amamos; si no recibimos la atención de las criaturas, y tal vez aun somos ofendidos,
continuamos dando vida, y si la criatura regresa pidiéndonos perdón, no le hacemos ningún reproche, nos
la abrazamos y nos la estrechamos a nuestro seno divino. Así que se puede decir que el hombre se puede
fiar solamente de Nosotros, porque en las criaturas no sólo no puede fiarse, sino que encontrará
mutabilidad, engaños, y cuando crea poderse apoyar le vendrán a menos. Ahora, también se puede fiar de
quien vive en nuestra Voluntad, pues ella hará como hacemos Nosotros: No amada, amará; no estimada y
ofendida, correrá al lado de quien la ofende para ponerla a salvo. Nosotros nos sentimos a Nosotros
mismos en quien vive en nuestro Querer, y por eso la amamos tanto que no hacemos otra cosa que verter
torrentes de amor sobre de ella, para ser amados siempre más con doble y creciente amor”.
(3) Después ha agregado con amor más tierno y conmovedor:
(4) “ Hija mía, toda la Creación fue hecha en un desahogo de nuestro más intenso amor, por eso los
hijos de nuestro Fiat servirán a la necesidad de nuestro amor. Mi amor siente la necesidad de
desahogarse, de otra manera nos sentimos sofocar en nuestras llamas. He aquí la necesidad de los
hijos de nuestro Querer, como desahogo continuo de nuestro amor; Nosotros mismos las pondremos en
nuestras condiciones de sentir la necesidad de desahogarse en amor con Nosotros, y nos
desahogaremos mutuamente. Entonces, así como comenzó la Creación en un desahogo de nuestroamor, así la cerraremos junto con nuestros hijos, en un desahogo de amor. Estos hijos nuestros
servirán a la completa gloria de toda la Creación; no sería obra digna de Nosotros si no rescatásemos la
gloria que las criaturas nos deberían dar por haber creado tantas cosas por amor de ellas. Pero
además está el punto más alto, más noble, santo y sublime, o sea, que todo lo creamos para que todo
fuese encerrado y animado por nuestra Voluntad. Entonces, tal como la sacamos, así nos debe
regresar, en nuestro Fiat adorable. Si no hiciéramos esto, parecería que no tenemos potencia suficiente
con la que todo podemos hacer, amor con el que todo podemos vencer, sabiduría con la que de todo
podemos disponer. Así que los hijos de nuestro Querer servirán para hacernos cumplir nuestra
Voluntad en ellos, y por eso ellos serán nuestra gloria, nuestro triunfo, nuestra victoria; serán nuestros
verdaderos hijos que llevarán no solamente nuestra imagen, sino la Vida del mismo Padre Celestial
como Vida propia, residente en ellos. Estos nuestros hijos serán Vida nuestra, cielos nuestros, soles
nuestros, y ¡oh, cómo nos deleitaremos de crear en ellos vientos que soplen amor, mares que
murmuren te amo, te amo! Todo encontraremos en ellos, no habrá más diversidad entre el Cielo y la
tierra, para Nosotros formarán una sola cosa, tanto tenerla con Nosotros en el Cielo, como tenerla con
Nosotros en la tierra. Por eso la cosa que más te debe interesar es el vivir en nuestro Querer Divino;
nuestro amor encontrará su reposo, su desahogo, su paz en ti, y el principio de nuestra felicidad sobre
la tierra en el corazón de la criatura. Nuestra Voluntad te estará siempre encima para hacer crecer
nuestra Vida en ti, y nuestro amor te dará su aliento continuo para amarte siempre con nuevo amor, y
para recibir el tuyo como desahogo y correspondencia del suyo”.
(5) Después de esto, mi amado Jesús ha agregado con una ternura indecible, que me hacía sentir
como si se me rompiese el corazón:
(6) “ Hija mía buena, el decirte qué cosa hace mi Voluntad con la criatura, cómo está con ella, si todos
lo supieran se arrojarían en sus brazos sin separarse jamás. Tú debes saber que Ella la hace de
verdadera Mamá, con sus manos creadoras la crea y la hace concebir en el seno materno, jamás la
deja sola ni siquiera un instante; en este seno materno, como dentro de un sagrario la forma, le da el
uso de los miembros, la hace crecer con su aliento, le da el calor, y cuando la ha formado bien la hace
nacer a la luz del día, pero jamás la deja sola, más que una madre le está siempre encima, la vigila, la
asiste, le da el movimiento, la articulación a los miembros, el respiro, el latido, y conforme crece le da el
uso de la palabra, el paso a los pies; no hay cosa que haga la criatura que no la haga junto con ella para
darle el uso de la vida humana. Así que el principio de la vida humana, tanto del alma como del cuerpo,
es formado por mi Voluntad, y Ella se queda dentro, como en un refugio, para darle vida perenne.
(7) Ahora hija mía, hasta en tanto que no comienza la culpa en la criatura, todo es Voluntad mía, y en
cuanto comienza la culpa, así comienzan las lágrimas, los dolores de esta Madre Celestial. ¡Oh, cómo
llora por su hijo! Pero no lo deja, su amor la ata a vivir en aquella criatura para darle vida, y si bien se
siente como sofocar su Vida Divina, la cual ni siquiera es conocida ni amada, su amor es tanto que
sigue su Vida, aunque la ofendiese, para darle una sorpresa de amor para salvar a su hijo. Nuestra
bondad, nuestro amor es tanto, que intentamos todos los caminos, usamos todos los medios para
arrancarlo del pecado, para ponerlo a salvo, y si no lo logramos en vida, le hacemos la última sorpresa
de amor en el punto mismo de la muerte. Tú debes saber que en aquel punto es la última espía de
amor que hacemos a la criatura, la circundamos de gracias, de luz, de bondad; ponemos tales ternuras
de amor, de ablandar y vencer los corazones más duros, y cuando la criatura se encuentra entre la vida
y la muerte, entre el tiempo que termina y la eternidad que está por comenzar, casi en el acto en el que
el alma está por salir del cuerpo, Yo, tu Jesús, me hago ver con una amabilidad que rapta, con una
dulzura que encadena y endulza las amarguras de la vida, especialmente las de aquel punto extremo;
después la miro, pero con tanto amor de arrancarle un acto de dolor, un acto de amor, una adhesión a
mi Voluntad. Ahora, en aquel punto de desengaño, al ver, al tocar con la mano cuánto la hemos amado
y la amamos, sienten tal dolor que se arrepienten de no habernos amado, y reconocen nuestra Voluntad
como principio y cumplimiento de su vida, y como satisfacción aceptan la muerte, para cumplir un acto
de nuestra Voluntad. Porque tú debes saber que si la criatura no hiciera ni siquiera un acto de Voluntad
de Dios, las puertas del Cielo no son abiertas, ni es reconocida como heredera de la patria celestial, ni
los ángeles ni los santos la pueden admitir entre ellos, ni ella quisiera entrar, porque conocería que no le
pertenece. Por eso, sin nuestra Voluntad no hay ni santidad verdadera ni salvación, y cuántos sonsalvados en virtud de esta nuestra última espía toda de amor, excepto los más perversos y obstinados,
si bien les convendrá hacer una larga etapa de purgatorio. Por eso el punto de la muerte es nuestra
pesca diaria, el reencuentro del hombre extraviado”.
(8) Después ha agregado: “Hija mía, el punto de la muerte es la hora del desengaño, y todas las
cosas se presentan en aquel punto, la una después de la otra, para decirle: ‘Adiós, la tierra para ti ha
terminado, comienza la eternidad’. Sucede para la criatura como cuando se encuentra encerrada en
una habitación y le es dicho que detrás de esta habitación hay otra, en la cual está Dios, el paraíso, el
purgatorio, el infierno, en suma, la eternidad, pero ella nada ve, escucha que otros se lo aseguran, pero
como aquellos que lo dicen tampoco lo ven, lo dicen de tal manera que casi no se hacen creer, no
dando una gran importancia para hacer creer con realidad, con certeza, lo que dicen con las palabras,
pero un buen día caen los muros y ve con sus propios ojos lo que antes le decían, ve a su Padre Dios
que con tanto amor la ha amado, ve uno por uno los beneficios que le ha hecho, ve cómo están
lesionados todos los derechos de amor que le debía, ve cómo su vida era de Dios, no suya, todo se le
pone delante: Eternidad, paraíso, purgatorio, infierno; la tierra le huye, los placeres le voltean la
espalda, todo desaparece, y solamente queda presente lo que está en aquella estancia de la cual han
caído los muros, lo cual es la eternidad. ¡Qué cambio sucede para la pobre criatura! Mi bondad es
tanta por querer a todos salvados, que permito que estos muros caigan cuando las criaturas se
encuentran entre la vida y la muerte, entre el salir el alma del cuerpo para entrar en la eternidad, a fin de
que al menos hagan un acto de dolor y de amor, y reconozcan a mi Voluntad adorable sobre de ellas.
Puedo decir que les doy una hora de verdad para ponerlas a salvo. ¡Oh, si todos supieran mis
industrias de amor que hago en el último punto de la vida, a fin de que no huyan de mis manos más que
paternas, no esperarían llegar a aquel punto, sino que me amarían por toda la vida!”
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