Escribe, hijo mío, soy Yo, Jesús.
Quiero continuar la conversación de ayer con la que he querido hacerte ver cómo la presunción humana origina ipso facto oscuridad en las mentes humanas, por lo que a veces se vuelven incapaces de hacer aun los más simples y fáciles razonamientos.
El Enemigo del hombre, que es un profundo conocedor de la naturaleza humana y que conoce su parte más vulnerable, sobre ésta se detiene, sobre ésta trabaja, a ésta acaricia y seduce y, creada la fisura, entra y da comienzo a su obra demoledora.
¿Con los Primeros Padres, qué hizo? también aquí se dirigió a la mujer, a Eva, más susceptible a la vanidad, "¿Por qué no coméis del fruto del árbol de la ciencia del Bien y del Mal?" "Porque el Señor nos lo ha prohibido diciéndonos que si comemos de él moriremos". "No", agregó el Enemigo, "si coméis de él, os haréis semejantes a Él…"
Hijo, el enemigo es siempre el mismo, y comprobada la eficacia del arma usada contra los Primeros Padres continúa con la misma astucia. ¡Cuántas veces ha entrado en almas que parecían fortalezas inexpugnables mientras en realidad cayeron en sus manos con una facilidad increíble!
Satanás odia terriblemente al Bautista que le arranca muchas almas, es necesario hacerlo a un lado... entonces se sirve de los "celos" de Herodías, de cuya hija se ha chiflado el tirano Herodes, y ¡la partida está ganada!
Muchas más las "víctimas" que los combatientes
Otra arma en la que se apoya Satanás es la mujer. No hay lugar donde ella no esté, cine, teatro, en muros de las ciudades y de los pueblos de montaña o de campiña; no hay lugar en el que ella no esté vestida provocativamente, en los periódicos, en la prensa de todo género, en los más diversos objetos; en ella está la concupiscencia de la carne presente por doquier, arma tremenda, cuyas víctimas son innumerables.
Él asedia a la humanidad con las dos concupiscencias, la del espíritu y la de la carne, y con éstas ha logrado adueñarse del mundo; con éstas ha logrado dominar a la mayor parte de los hombres; con estas dos armas ha logrado desfogar toda su espumosa rabia sobre los hombres, sobre los pueblos; y con esto llega a calmar su sed de mal, de sangre, de violencia y de toda otra maldad.
¿No hay nadie capaz de un poco de análisis de los males que sufre el mundo, que no pueda ver claramente el origen, la causa eficiente de ellos?
En mi misma Iglesia son más las víctimas, mucho más las víctimas que los combatientes de los males de hoy, ¿por qué es esto posible?
Porque ya no se cree en la lucha, porque ya no se cree en mis palabras, que no son como las palabras de los hombres, sino son palabras de Dios que no cambia ni muda jamás.
Sólo pocos santos han permanecido a salvo en sus puestos, porque su fe ha permanecido sólida, y con la fe, la esperanza y el amor; y así, armados de estas tres grandes virtudes, son los verdaderos "luchadores" contra las potencias de las tinieblas y del orgullo.
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