En
remotos tiempos pasados hubo gigantes en la tierra, así lo afirma la
Sagrada Escritura y lo confirma en los libros del Génesis, de los
Números, de Baruc y de Samuel. No hay motivo para dudar de la existencia
de estos personajes a los que la Biblia se refiere, en algunos textos,
como Nephilim; pero una equivocada, y a veces irresponsable
interpretación de la Escritura ha provocado afirmaciones que no
corresponden a la verdad y que han originado diversas fantasías en las
que se afirma que los nephilim resultaron de relaciones sexuales entre
demonios y mujeres, o que Dios envió el Diluvio para acabar con ellos,
pero no es así.
Dios no envió el Diluvio para exterminar
a los nephilim; el libro de Baruc lo deja claro cuando enseña que “Allí
nacieron los famosos gigantes de antaño, de gran estatura y diestros en
la guerra. Pero no los eligió Dios ni les enseñó el camino de la
ciencia; y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron”
(Ba 3, 26-28). Es decir que los nephilim no fueron eliminados por Dios
sino que desaparecieron por sí mismos, a consecuencia de sus propias
imprudencias.
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