martes, 4 de diciembre de 2012

¿Y PEDÍS SIGNOS?


Cuaderno del año 1943 de María Valtorta transmitidos por nuestro Señor Jesucristo.


Dice Jesús:
«Muchos me piden un signo. ¿Qué signo? ¿Signo de la hora o signo de mi poder?
El signo de la hora ya lo tenéis. Repito 20: "Yo no he venido a cambiar la Ley". Sois
vosotros quienes la habéis cambiado. Y Yo no cambio mi Palabra. Aquello que he
dicho, dicho está. Todo cuanto debía suceder, desde el momento en que Yo hablaba,
Hombre entre los hombres, hasta el momento en que Yo venga, Dios hijo de Dios, a
juzgar a los hombres, está contenido en mi Evangelio.
Sois vosotros, necios que tenéis la cabeza llena de mil ruidos inútiles y de
pensamientos perversos, quienes ya no entendéis todo lo que he dicho. ¿No estáis
acaso salados con el fuego, con aquel fuego que salará eternamente a mis enemigos?
Éste que os arde ahora y que baja sobre vosotros para destruiros y conduciros cada
vez más a la blasfemia y a la herejía no es más que un anticipo de lo que será el fuego
del que Yo hablo, destinado a los escandalosos que no se convierten. Y vosotros sois
de éstos. Sólo os preocupáis del cuerpo y de las riquezas inicuas, y pisoteáis
conciencias y altares, y profanáis todo cuanto tocáis, y me matáis en vosotros a Mí
mismo una segunda vez.
He aquí los dones que os sabe dar Lucifer bajo cuyo signo os habéis puesto. La
Bestia sopla por su boca el fuego después de haberos sumergido en el mal de la
corrupción. Son sus dones. No puede daros otra cosa. Mientras que Yo os había dado,
junto a Mí mismo, todos los tesoros de la gracia.
¿ Queréis un signo de mi poder? ¡Pero si hace veinte siglos que os estoy dando este
signo! ¿Para qué ha servido? He abierto sobre vosotros los torrentes de mis gracias y
los he hecho descender desde el Cielo sobre la tierra en mil y diez mil milagros. He
curado a vuestros enfermos, he calmado vuestras guerras, he hecho prosperar vuestros
negocios, he respondido a vuestras dudas, incluso sobre cosas de fe, porque conozco
vuestra debilidad que no cree si no ve, he venido a repetir mi doctrina, he mandado a mi
Madre para que con su dulzura os inclinara a la penitencia y al amor. ¿A qué ha ser-
vido?
Me habéis tratado como a un tonto, aprovechando mi potencia y mi paciencia,
convencidos de que Yo, después de haber hecho el milagro, no volviera a acordarme
de ello. No, hijos de mi dolor. Todo está señalado en el gran libro de mi Inteligencia y no
he usado tinta para escribir en ella, sino el carbón encendido del Amor. Y todo es
recordado.
Os habéis aprovechado de la venida de mi Madre para fines humanos, la habéis
hecho objeto de risa y de comercio. ¿No sabéis que María es mi Templo y mi Templo
es casa de oración y no cueva de ladrones? Sus palabras, tan afectuosas, tan
suplicantes, tan llenas de llanto, por vosotros que le habéis matado al Hijo - y ni siquiera
sabéis dar fruto de tanto sacrificio- os han sonado como canción inútil. Habéis seguido
vuestro camino de perdición.


Sobre una copia escrita a máquina, la escritora anota a lápiz: En respuesta a una pregunta de Marta.
Ya en el dictado del 2 de junio
Mis mensajeros, las almas que, viviendo como deberíais vivir todos, han llegado a
ser mis pregoneras para repetir una vez más la palabra de mi Corazón, los habéis
tratado como "locos" y "poseídos" y alguna vez los habéis matado, siempre
atormentado. También Yo, por la generación adúltera y homicida de mi tiempo mortal,
fui llamado "loco y poseído".
¡El signo! El signo lo tenéis y no sirve para devolveros mi Paternidad. No os será
dado más signo que éste. Buscadlo en mi palabra y en vuestra conciencia, si es que
todavía lográis encontrarlo vivo bajo el montón de libídine, adulterios, fornicaciones,
robos, homicidios, envidias, blasfemias y soberbias bajo las cuales lo habéis lapidado.
Es la Ascensión. Antes de ascender Yo bendije a mi Madre y a mis discípulos. No
podía bendecir a otros porque los demás me habían rechazado y maldecido. También
ahora bendigo a mis discípulos porque los demás no me quieren y blasfeman sobre mi
bendición».

No hay comentarios:

Publicar un comentario