11-Feb-97
Jesús
Una amiga me había comentado que estaba a punto de divorciarse y
realmente se la veía desesperada. Estaba orando por ella cuando Jesús
me habla...)
Cuando vean casos de éstos, que ahora se cuentan por
millares, díganles todas estas cosas que hoy voy a instruirte
para personas con estos problemas. La esposa y la madre, casi
siempre son llamadas para que lleven a la salvación a su
familia. Háblenles del amor que les tengo y de que, a través de
ellas, quiero llevar la salvación a su matrimonio, a su familia, a
sus relaciones familiares en sí. Mas, primero deben ver la
realidad.
La mujer de hoy pierde mucho tiempo en salones de belleza,
en el cuidado de su cuerpo y de cómo vestirse. Creen que
manteniendo una fisonomía linda y muy bien vestida, será
suficiente para mantener encendida la llama del amor que se
encendió en su matrimonio. Pero un buen día, el esposo alcanza
a ver las arrugas, las primeras canas, las huellas del tiempo —a
pesar del peluquero, los vestidos, la gimnasia, las fiestas, los
compromisos— y, lo peor, las huellas en la mente de la esposa
van llenando su corazón de más futilidades: revistas que la
llevan a fantasías románticas e inducen a un comportamiento
pecaminoso.
Así, sin darse cuenta, el tiempo va marcando el corazón de
las mujeres que pierden horas y horas en las novelas, en la
televisión, en las reuniones sociales, en el teléfono y estas
vanidades ingresan a su hogar llevando, la mayoría de las
veces, al adulterio de los esposos que por medio de las novelas
son inducidos a una vida de aventura y a conocer jóvenes como
las que hoy están endiosando las telenovelas... Si las mujeres
continúan teniendo una vida vacía no estarán en condiciones de
dar nada a sus maridos y a sus hogares, porque nadie puede
dar de lo que no tiene. “De la abundancia del corazón hablan
los labios”...
La mayoría de las mujeres desconocen la sabiduría, no tienen
alegría, sus rostros son fríos, marcados por los problemas, por
las tristezas, por el pecado de la vida, y al hombre no lo atrae
ésto pese a la gimnasia, al peluquero, a las ropas nuevas; pese a
tantos pretendidos remedios.
Hijas Mías, existen dos caminos para su vida: el de la
ignorancia que no tiene sabiduría, ni alegría, ni vida. El otro,
que es la solución para la vida individual, para la del
matrimonio y para la educación de los hijos.
Este último, les dará alegría de vivir, belleza, inteligencia,
paz. Es el único camino que les dará vida y llevará a la
salvación a ustedes, a su matrimonio y a sus hijos. Al buscar
primero el reino de Dios y Su Justicia, serán salvados sus
matrimonios, a pesar de las violentas tentaciones del mundo
actual y, por medio de ustedes, también sus hijos.
Lean Mateo 6, 33 y Hechos 16, 31.
No traten de ocultarse diciendo que el mundo es el culpable.
También la culpa es suya, porque no han buscado un tiempo
para la oración, para el crecimiento espiritual como pareja y
como familia. La culpa es suya por no haber participado de la
Santa Misa y en ella recibir su medicina: Yo mismo. La culpa es
suya por no haber llenado su corazón de sabiduría, verdad, luz,
salvación, alegría, paz y el amor de Mi Padre. Todo ésto viene
por el conocimiento de la Santa Biblia.
Yo Soy la solución, y esta solución viene por medio de la
Palabra. Buscar, en primer lugar, el Reino de Dios quiere decir
buscar, en primer lugar, al Rey de Reyes, y todo rey ejerce su
reinado por medio de sus edictos, de sus normas, de sus leyes.
Yo, como Rey, ejerzo Mi reinado sobre ustedes por medio de Mi
Palabra, donde les digo lo que deben y no deben hacer.
Corran, hijas Mías, aun es tiempo de salvar a su familia,
¡corran! No pierdan ni un día más, corran hacia la Misa y
participen de ese encuentro Conmigo en la Eucaristía. Oren
todos los días, únanse a Mi Madre en el Santo Rosario, que es
la oración por medio de la cual se unen Conmigo a través de
la mejor esposa y madre que hubo en la historia de la
humanidad: María.
La Biblia dice que la palabra nunca vuelve a Dios sin
producir fruto, y hoy ella deberá producir fruto en tu corazón.
Sólo Yo puedo tomarte de la mano y decirte: “No, por ahí no,
por ahí es la muerte, el sufrimiento, la destrucción. Ven hacia
acá, donde está la vida, donde está la alegría, donde está la
salvación”.
Conságrense y consagren sus familias a Nuestros Corazones.
Empiecen a orar con los suyos, sin imponerse. Una pequeña
oración en la mañana, en la mesa, en la noche... Quien no ora,
no tiene deseo de orar. Familia que ora, es familia que vive
unida. Esposo que ora, es esposo fiel. Esposa que ora, es esposa
responsable de su familia. Hijos que oran, son respetuosos de
sus padres. ¿Quién tiene la culpa de que sus hogares estén mal?
¿el mundo?...
Del libro La Gran Cruzada de la Misericordia, dictado por Jesucristo a Catalina Rivas, con Imprimatur de la Iglesia Católica y Apostólica.