lunes, 9 de septiembre de 2013

LA CONTEMPLACION: VIDA DEL ALMA



6-Ene-97
Jesús
Pequeña nada, escucha el viento... ¡Qué fuerte llega a ser su
murmullo, haciendo eco e inhalando vida!... ¡Así es Mi
Espíritu, dulce niña!
Piensa, medita sobre ésto: cuando el alma se encuentra
sedienta, no de vida mundana sino espiritual, completamente
desprendida de todo lo terreno, es cuando obtiene las gracias de
su unión Conmigo y glorifica al Padre. La privación del
espíritu, de todas las ataduras mundanas, llega para quienes
están en feliz unión Conmigo.
 Así, toda la maldad de las ligaduras de los hombres con el
mundo, a través de los sentidos y el espíritu, deben ser
desprendidas, purificadas, de modo que Dios encuentre Su
lugar interno de reposo. Aspira la belleza de lo más simple de la
creación, manténte en unión con la serenidad de la tierra, con
aquella parte de la tierra donde ha sido sembrada una semilla.
Observa afuera: cada uno de esos árboles frente a tu casa es
diferente, pero todo converge hacia una belleza tranquilla,
serena, en la cual los pájaros desgranan sus cantos. Escucha el
silencio y ve la riqueza de la soledad, de la contemplación.
 La unión del silencio es necesaria, es esencial para la vida del
alma, aunque tu Ministerio sea activo. La contemplación es
vital, es la espina dorsal para cualquier ministerio. En síntesis,
primero tienes que encontrarte frente a frente en la soledad
Conmigo, luego frente a ti misma, para poder hacer frente a los
demás.
¿Por qué el poco éxito de algunos ministerios bulliciosos?
Porque no encuentran primeramente la contemplación en la
soledad y el silencio, sino que se lanzan a una maratón de bailes
y cantos que más que nada son para ellos mismos. ¿Para qué
impresionar a los demás? Los verdaderos carismáticos —
aquellos que arrastran multitudes a través de algunos años ya—
son quienes saben orar y escucharme en el silencio.
 Entonces, pequeña, primero debes permitirme llegar a ti y
encontrar Mi lugar de reposo a través de tu propia crucifixión y
purificación en soledad, unirte amorosamente a Mis dolorosas
llagas, orar en silencio, escuchar el silencio. Dejar que, como el
viento, Mi Espíritu respire por todos los recodos de tu alma...


Del libro de La Gran Cruzada de la Misericordia, dictada por Jesucristo a Catalina Rivas. con imprimatur de la Iglesia Católica apostólica.

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