viernes, 20 de febrero de 2015

MI IGLESIA

1 de Diciembre de 1977
MI IGLESIA 
Maestra y guía de todas las gentes
Hijo mío, escribe, soy Jesús, continúo con el discurso abierto sobre mi Iglesia pero nada más lejos de estar cerrado; Yo la he puesto en el mundo, en medio del mundo, porque su misión se dirige a todos los pueblos y naciones de la tierra; ella está constituida por el Querer Divino como maestra y guía de todas las gentes; éste es el puesto que Le compete y éste es el puesto que le será reconocido después de la purificación. 
Indescriptible es su tarea en este tiempo intermedio entre la primera venida de Cristo a la tierra con el misterio de la Encarnación y su segunda venida, al fin de los tiempos, para juzgar a los vivos y a los muertos; entre estas dos venidas, que revelan, la primera, la Misericordia de Dios, la segunda, la Justicia Divina, la justicia de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, como sacerdote, Rey y Juez Universal, esta tercera intermedia venida, es invisible, a diferencia de la primera y de la última venidas, ambas visibles. 
Esta tercera venida es el Reino de Jesús en las almas, Reino de paz, Reino de justicia, que tendrá su pleno y luminoso esplendor después de la purificación. 
Mi Iglesia está puesta en medio de las naciones, pero ninguna nación en el mundo tendrá el derecho de sobreponerse a ella, quien osare hacerlo iría contra los designios de la Providencia divina provocando su indignación. Mi Iglesia tiene en sí todo lo necesario para realizar su divina misión, estando Yo, Jesús, presente en mi Vicario, el Romano Pontífice, estando además Yo, presente realmente, físicamente y personalmente en el Misterio de la fe, la Eucaristía, presente también con la palabra divina, Yo, soy el Verbo eterno de Dios.
Misión salvífica, libre e independiente
Ahora pues hijo mío, es evidente que ninguna autoridad de la tierra puede prevalecer sobre Aquel que es la suma autoridad, Alfa y Omega de todo y de todos, sin la cual ninguna autoridad puede haber. ¡Ninguna autoridad hay, si no viene de Dios! 
Dicho y declarado esto, mi Iglesia debe y deberá realizar (como Sacramento de salvación) su misión salvífica, libre e independiente, porque ella es de Dios, porque Dios está en ella; ¡ay de aquellos que por soberbia y orgullo intenten obstaculizar su camino en la tierra, incurrirán en la justa indignación y en la ira de la Justicia Divina! 
Mi Iglesia en la tierra, en sus relaciones con las naciones, cultivará el respeto y la comprensión recíproca; en efecto la finalidad es común, el bien del hombre; Mi Iglesia con la edificación de la Jerusalén celeste, las Naciones con la edificación de la Jerusalén terrestre. Ambas ciudades son para el bien común de los pueblos, ambos poderes, el Eclesial y el Civil, si no están corroídos por la soberbia, generadora siempre de envidia y celos, serán como dos rieles paralelos que caminan equidistantes, con el mismo punto de partida y de llegada, separados, pero unidos por las traviesas, como unidos están por las traviesas los raíles del tren, que avanzan juntos sin jamás encontrarse. 
Necesariamente las relaciones deben existir entre los dos poderes, uno no puede ignorar al otro; estas relaciones deberán desarrollarse siempre en el ámbito de sus respectivas competencias y respeto mutuo; Dios es extremadamente celoso del Don que forma la grandeza y dignidad humana, o sea, de la "libertad", todo abuso, toda vejación es un atentado contra la libertad, que no puede sino ser severamente castigado.
Estos hombres, instrumentos dirigidos por Satanás, serán dispersados como polvo al viento.
Mi Iglesia regenerada nunca tomará medidas capaces de herir u ofender la libertad de los demás, o en cualquier forma, no conformes con Su Divino Mandante, así tampoco los poderes, y cuando digo poderes quiero decir las autoridades de cualquier naturaleza, civiles, militares, políticas, judiciales... no podrán excederse de sus límites, haciéndolo romperían el equilibrio de la paz en el mundo, delito grave que grita venganza ante la presencia divina. 
Hijo mío, no hablamos de lo que está ocurriendo en el mundo por obra de hombres corruptos y degenerados, habituados a toda infamia, cegados hasta el punto, como su maestro Satanás, de quererse sustituir a Dios, creyendo que pueden destruir las Leyes divinas y eternas, adjudicándose el derecho, que es sólo de Dios y de nadie más en el mundo, como es el de disponer de la vida y de la muerte, obrando de esa manera contra de Dios, Autor de la vida. 
Estos hombres, instrumentos dirigidos por Satanás, sumo e irreductible corruptor, serán barridos afuera como polvillo al viento en la hora que inexorablemente se aproxima; entonces se comprenderá que Dios verdaderamente existe y que es cosa tremenda incurrir en su Ira. 
Han violado sacrílegamente las Leyes Mías, los Mandamientos Míos, han profanado la Iglesia Mía, han hecho irrespirable el aire con su hedor infernal, pero un fuego del Cielo caerá sobre la tierra y borrará todo vestigio de la locura humana; no quedará, para ciudades y naciones, piedra sobre piedra, hasta que no sea aplacada la ira tremenda de Dios. 
Hijo mío, por ahora basta, reza, repara, ofréceme tus sufrimientos, ámame. 
Te bendigo y contigo bendigo a las personas que te son queridas. 
("Confidencias de Jesús a un Sacerdote" - Mons. Ottavio Michelini)

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