lunes, 20 de abril de 2015

(317) La Eucaristía y la comunión en el año 155

(317) La Eucaristía y la comunión en el año 155

Sta. Constanza, Roma 350
San Justino (100?-168?), nació en Samaría, de familia pagana de habla griega. Filósofo, pasa del platonismo a la fe cristiana, hace escuela en Roma, y muere mártir. A él le debemos la descripción más valiosa de la Eucaristía antigua, escrita en su I Apología en defensa de los cristianos (66-67), dirigida en 155 al emperador Antonino Pío (138-161).
A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos, y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó.
[Es decir, para participar en la Misa, y «a fortiori» para comulgar, la Iglesia antigua exige 1) fe ortodoxa, no estar en la herejía, 2) bautismo sacramental, haberse incorporado a Cristo y a la Iglesia, y 3) vida ortopráctica, no vivir en el pecado, como, por ejemplo, los adúlteros, que no «viven como Cristo nos enseñó»].
Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación [encarnación], de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente [trans-substanciación] la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.
Los apóstoles, en efecto, en sus tratados, llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias, y dijo: Esta es mi sangre, dándoselo a ellos solos. Desde entonces seguimos recordándonos siempre unos a otros estas cosas; y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de los que no los tienen, y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.
El día llamado del sol [sun-day] se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según conviene, se leen los tratados de los apóstoles y los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita [liturgia de la Palabra].
Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables [homilía].  
Después nos levantamos todos a la vez y recitamos preces [oración de los fieles]; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia con todas sus fuerzas preces y acciones de gracias [liturgia sacrificial: plegaria eucarística y consagración], y el pueblo responde «Amén». Tras de lo cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias, comulgan todos [comunión eucarística], y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.
Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su arbitrio [colecta de limosnas], lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo entre los huérfanos y las viudas, los que por enfermedad u otra causa cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se encarga de todos los necesitados.
Y nos reunimos todos el día del sol [Misa dominical, norma apostólica primordial], primero porque este día, es el primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Le crucificaron, en efecto, la víspera del día de Saturno [satur-day], y al día siguiente del de Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra consideración.

 
 

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