sábado, 25 de septiembre de 2021

La humillación es portadora de gloria.

(4) Y Jesús: “Hija mía buena, no temas, la humillación es portadora de gloria, al desprecio de las criaturas surge el aprecio divino, y el abandono de ellas es el llamado de la fiel compañía de tu Jesús, por eso déjame hacer. Si tú supieras cómo está armada la Divina Justicia, no te opondrías, más bien me rogarías que te hiciera sufrir para perdonar en parte a tus hermanos, serán devastadas otras regiones y la miseria está a las puertas de las ciudades y de las naciones. Mi corazón siente tales ternuras al ver a qué estado de desolación y de desorden se reducirá la tierra, y esta mi ternura tan sensible por las criaturas viene ofendida por la dureza del corazón humano. ¡Oh! cómo me es intolerable la dureza del corazón humano, mucho más ante el mío que es todo ternura amorosa y bondad hacia ellos. Un corazón duro es capaz de todos los males, y llega a tanto de hacer burla de las penas de otros, y cambia las ternuras de mi corazón para él en dolores y llagas profundas. La prerrogativa más bella de mi corazón es la ternura, todas las fibras, los afectos, los deseos, el amor, los latidos de mi corazón, tienen por principio la ternura, así que mis fibras son tiernas, mis afectos y deseos son ternísimos, mi amor y latidos son tan tiernos, que llegan a derretirme el corazón por ternura, y este amor tierno me hace llegar a amar tanto a las criaturas, que me contento de sufrir Yo, antes que verlos sufrir a ellos; un amor cuando no es tierno es como un alimento sin condimento, como una belleza envejecida que no sabe atraer a ninguno para hacerse amar, y como una flor sin perfume, como un fruto árido sin jugo y dulzura. Un amor duro, sin ternura, es inaceptable y no tendría virtud de hacerse amar por ninguno. Por eso mi corazón sufre tanto al ver la dureza de las criaturas, que llegan a cambiar mis gracias en flagelos”.

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