miércoles, 13 de abril de 2022

CONOZCAN A SU PADRE JESÙS Y SERÀN LIBRES Y PODRÀN REINAR CON ÈL AQUÌ EN LA TIERRA CÒMO EN EL CIELO

 30 de junio
 

Dice Jesús:
«¿Sabes qué quieren decir mis manos atadas, sabes quien me las ata? ¿Sabes por qué hay tanto dolor en mi mirada, tanto cansancio sobre mi Rostro? ¿Sabes qué pido a aquellos que me saben mirar?
Mis manos están atadas por Satanás a través de los pecadores. No has entendido mal.
Repito: están atadas por Satanás a través de los pecadores.
76Tú dirás: "Pero, Señor, ¿cómo puede ser así si Tú eres Dios?". Yo soy el Dios de la Misericordia y del Perdón, Yo soy el Dios poderoso, el Padre de las gracias. Pero el pecado paraliza mi Potencia de gracias, mi Misericordia, mi Perdón. Porque, aunque soy Misericordia, Gracia, Perdón, soy también Justicia. Doy por ello a cada uno lo que se merece. Y si tú consideras, con justicia, debes decir que doy siempre más gracias de las quemerecéis.
Si a una autoridad de la tierra, incluso a un simple mozo municipal, vosotros hicierais las ofensas que me hacéis a Mí, seríais castigados con la prisión. Si se tratara de una autoridad mayor, seríais castigados incluso con la pérdida de la vida. Y son, las autoridades, pobres
hombres como vosotros, que permanecen autoridad en tanto que Yo permito que lo sean para vuestro mérito, para su prueba, y casi siempre para su castigo. Vuestro mérito: obedecer y tener paciencia. Su prueba: no abusar del poder, no ensoberbecerse creyéndose semidioses, o dioses, porque ven las muchedumbres atentas a su gesto y a gritar "Hosanna".
Uno sólo es dios: Dios. Su castigo: porque es todavía más difícil que una autoridad
permanezca honesta, en las mil formas de la honestidad, que no que un rico se salve. Por ello su gloria humana es la única gloria que tienen. La eterna bien pocas autoridades la alcanzan.
Las continuas culpas, cada vez más pérfidas, que los hombres comenten, por incitación del Enemigo mío y vuestro, atan mi Misericordia, mi Gracia, mi Perdón. He aquí lo que son mis manos atadas y quiénes son aquellos que las atan con la soga del Mal: Satanás y sus hijos. Y mis manos quisieran en cambio estar libres para perdonar, curar, consolar, bendecir.
¡Oh vosotros que me amáis, desatad con vuestro amor mis manos atadas! Reparad, reparad, o mis dilectos, amigos e hijos míos queridísimos, el ultraje causado a las manos de vuestro Dios, Padre y Redentor. El amor es llama que consuma las cadenas y quema los cordeles dando libertad a mis manos atadas. Tened piedad, vosotros que me amáis, de mi dolor, y piedad de vuestros hermanos leprosos que sólo mis manos pueden curar.
Mi mirada está llena de dolor por todos los ultrajes que Me vienen causados en el
Sacramento y en mi Ley. Ley pisoteada, Sacramento profanado. ¿Has leído? ¿Has
escuchado? ¿Has notado? El altar del Sacramento está siempre herido. ¿No ves en ello el signo de Satanás? Y piensa esto, para tu alegría. Donde entre las ruinas se puede encontrar intacto el Copón que me contiene y recogerlo con los debidos honores, es porque un corazón, o muchos corazones, lejos de aquel lugar golpeado, pero que me adoran en la
Eucaristía, han desviado, con su orar, el golpe dirigido por Satanás. Aquellas Hostias que salváis, almas humildes y amorosas que oráis por mi Sacramento, infunden en vosotros los mismos frutos de una Comunión de amor.
El cansancio está en mi Rostro porque constato cada vez más hasta qué punto he muerto en vano por tanta humanidad, porque me doy cuenta cada vez más que nada -ni palabras, ni milagros, ni castigos, ni gracias- sirve para hacer pensar que Yo soy Dios y que sólo en Dios está el Bien y la Paz. Cuando uno está cansado y afligido, aquellos que le aman le dan afecto para consolarle, reposo para aliviarle. Esto es lo que Yo te pido y pido a los que me aman.
Estoy desterrado de las iglesias y de los corazones. Cuando era peregrino sobre la tierra no tenía, el Hijo del Hombre, una piedra propia sobre la cual apoyar la cabeza. Pero ahora que los corazones de los hombres son de piedra, ¿tengo acaso dónde apoyar la cabeza? Sólo algún raro, rarísimo corazón fiel. Los otros son hostiles a su Amigo y Redentor.
Abridme por lo tanto el corazón, vosotros que me amáis. Dad asilo a vuestro Dios que llora de dolor sobre la humanidad culpable, confortad a Aquel que se da a sí mismo en sacrificio eterno y que no es comprendido. Yo Jesús, vendré con todas mis gracias y haré del corazón fiel un pequeño Paraíso».
 

Dice aún Jesús:
«Entre las "riquezas" a entregar para seguirme y que te he enumerado, 44 hay todavía otra. Aquella que es la más ligada al espíritu y que para arrancarla se siente más dolor que para arrancar la carne. Son los afectos, esta riqueza tan viva. Y en cambio, por amor mío, hay que saber entregar también éstos.
Yo no condeno los afectos. Más aún los he bendecido y santificado con la Ley y los
Sacramentos. Pero estáis sobre la tierra para conquistar el Cielo. Aquélla es la morada verdadera. Cuanto Yo he creado para vosotros aquí abajo debe mirarse a través de la lente de allí arriba. Cuanto Yo os he donado debe tomarse con agradecimiento, pero devolverse con prontitud cuando lo solicito.
Yo no destruyo vuestra riqueza afectiva. La quito de la tierra para transplantarla en el Cielo. Allí serán reconstruidas eternamente las santas convivencias familiares, las puras amistades, todas esas formas de afecto honesto y bendito que Yo, Hijo de Dios hecho hombre, he querido incluso para Mí mismo y que sé cuán queridas son. Pero si son queridas, tan queridas, no son más queridas que Dios y la vida eterna.
Pero no demuestran una verdadera fe en el dulce Padre que está en los Cielos aquellos que ante un afecto que se rompe no saben pronunciar la palabra más bella de la filiación en Dios, sino se rebelan. ¡Y no piensan que si Yo doy aquel dolor es ciertamente para evitar dolores más grandes y para proporcionar un mérito mayor! Tú, también tú no has sabido decir: "¡Hágase como Tú quieres!". Han tenido que pasar años antes de que tú me dijeras: "Gracias, Padre, por aquel dolor". ¿Pero tú crees que tu Jesús te lo habría dado si no hubiera sido un bien dártelo? Ahora piensas y entiendes. ¡Pero cuánto te has resistido a hacerlo! Yo te llamaba, trataba de hacerte entender la razón. Pero no oías a tu Dios. Era la hora de las tinieblas para la mente y para el alma.
No me preguntes: "¿Por qué lo has permitido?". Si lo he permitido no ha sido sin un motivo. Te hablo de ello en esta noche en la que sufres más. Yo estoy contigo precisamente porque sufres. Te hago compañía. Pero recuerda que Yo no tuve a ninguno en la hora de la tentación. He debido superarla por Mí mismo. Tú en cambio me has tenido siempre cerca, incluso cuando no me veías porque el Espíritu del Mal te molestaba hasta el punto de impedirte ver y oír a tu Jesús.
Ahora, si Yo te dijera que la adhesión de un hijo a la muerte de un padre abrevia al mismo el Purgatorio, que el perdón de un hijo a las culpas, más o menos reales, de un padre, es alivio para aquel alma, creerías. Pero entonces no te dabas paz y desperdiciabas el bien que hacías.
Renunciar a la riqueza de un afecto, para seguir mi Voluntad sin añoranzas humanas, es la perfección de la renuncia aconsejada al joven del Evangelio.
Recuérdalo para todo el resto de la vida. Un padre como Yo soy nunca da nada nocivo a sus hijos. Aunque la apariencia sea de una piedra para quien pide un beso, esa piedra es oro puro y eterno. Está al alma el reconocerlo y mantenerlo tal, pronunciando la palabra que me atrajo de los Cielos al seno de María y me puso en la Cruz para redimir el mundo: fiat».

 

Fuente: El Evangelio còmo me hasido Revelado. -El Hombre Dios- Marìa Valtorta cuaderno del año 1943

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