martes, 7 de noviembre de 2023

No conocemos ni a Jesús ni a Maria


 Libro de C 33-16 Mayo 12, 1934

 Extrema necesidad del abandono en el Querer Divino, virtud de Él. Cómo todos giramos en torno a Dios; sólo la voluntad humana va vagando y es la turbadora de todos.


..Porque tú debes saber que todas las cosas y la misma naturaleza humana toman del movimiento eterno de Dios, de modo que todo gira a su alrededor, toda la Creación, el respiro, el latido, la circulación de la sangre, están bajo el imperio del movimiento eterno, y como todos y todo tienen vida de este movimiento, son inseparables de Dios, y como tienen vida, con una carrera unánime giran en torno al Ente Supremo, así que el respiro, el latido, el movimiento humano, no está en poder de ellos el respirar, latir, moverse, quieran o no quieran, estando bajo el movimiento incesante del Eterno, sienten también ellos el acto incesante del respiro, del latido y del movimiento, se puede decir que hacen vida junto con Dios y con todas las cosas creadas que le giran en torno sin jamás detenerse; sólo la voluntad humana, habiéndola creado con el gran don del libre albedrío para que pudiera decirnos que libremente nos amaba, no obligada como es obligado el respiro a respirar, el corazón a latir y a recibir el movimiento de su Creador, sino por voluntad querida, no forzada, pudiera amarnos y estarse junto con Nosotros para recibir la Vida obrante en nuestro Querer; era el honor y el don más grande que dábamos a la criatura, y ella, ingrata, se aparta de nuestra unión e inseparabilidad, y por lo tanto de la unión de todos y de todo, y por eso se pierde, se degrada, se debilita, pierde la fuerza única, y es la única en toda la Creación que pierde su curso, su puesto de honor, su belleza, su gloria, y va vagando separada de su puesto que tiene en nuestra Voluntad que la llama, la suspira a su puesto de honor, así que todos tienen un puesto, también el respiro y el latido humano, y como todos y todo tienen un puesto, no pierden jamás la vida y su movimiento incesante, ninguno se siente pobre, débil, sino ricos en el movimiento eterno de su Creador. Sólo la voluntad humana, porque no quiere estar en el puesto real de nuestro Querer Divino, es la extraviada y la más pobre de todos, y así como se siente pobre, se siente infeliz, y es la turbadora de la humana familia. Por eso si quieres ser rica, feliz, no desciendas jamás de tu puesto de honor, que es dentro de nuestra Voluntad, entonces tendrás todo en tu poder, fuerza, luz, y también mi misma Voluntad”.

lunes, 6 de noviembre de 2023

Dios hace las cosas menores para dar el lugar a sus obras mayores.

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Escúchame hija mía, en la Creación nuestra finalidad primaria era el hombre, pero en vez de crear al hombre, primero creamos cielos, soles, mares, tierra, aire, vientos, como habitación dónde poner a este hombre y hacerle encontrar todo lo que era necesario para hacerlo vivir; en la misma creación del hombre primero hicimos el cuerpo y después le infundimos el alma, más preciosa, más noble, y que contiene más valor que el cuerpo; muchas veces es necesario hacer primero las obras menores, para preparar la decencia, el puesto a nuestras obras mayores. ¿Qué maravilla entonces, que al descender del Cielo a la tierra, en nuestra mente divina nuestro fin primario era constituir el reino de nuestra Voluntad en medio a la familia humana? Mucho más que la primera ofensa que nos hizo el hombre fue propiamente dirigida a nuestra Voluntad, por eso con justicia, nuestra primera finalidad debía ser dirigida a afianzar la parte ofendida de nuestra Voluntad y a restituirle su puesto real, y luego venía la Redención; y la Redención vino en modo sobreabundante, con tales excesos de amor de hacer estremecer Cielo y tierra. Pero, ¿por qué primero? Porque debía servir para preparar con decencia, con decoro, con suntuosidad, con el ajuar de mis penas y de mi misma muerte, como reino, como ejército, como habitación y como cortejo para hacer reinar mi Voluntad. Para sanar al hombre se requerían mis penas, para darle la vida se requería mi muerte, sin embargo habría bastado una lágrima mía, un suspiro mío, una sola gota de mi sangre para salvar a todos, porque todo lo que Yo hacía estaba animado por mi Voluntad Suprema. Puedo decir que era Ella en mi Humanidad que corría en todos mis actos, en mis penas más desgarradoras, para buscar al hombre y ponerlo a salvo, ¿cómo entonces se puede negar el primer propósito de un Querer tan santo, tan potente, que abraza todo, y que no hay vida, ni bien sin Él? Por eso es absurdo el sólo pensarlo. Por lo tanto quiero que en todas las cosas la reconozcas como acto primero de todo, así te pondrás en nuestro orden divino, que no hay cosa en que no demos el primado a nuestra Voluntad.


Libro de Cielo, volumen   33-15 Mayo 6, 1934

El alma en gracia es el templo de Dios, pero cuando el alma vive en nuestra Voluntad, Dios se hace templo del alma

 




Ahora, tú debes saber que el alma en gracia es el templo de Dios, pero cuando el alma vive en nuestra Voluntad, Dios se hace templo del alma, y ¡oh! la gran diferencia entre la criatura templo de Dios, y entre Dios templo del alma; el primero es un templo expuesto a los peligros, a los enemigos, sujeto a pasiones, muchas veces nuestro Ente Supremo se encuentra en estos templos como en los templos de piedra, no cuidado, no amado como conviene, y la pequeña lamparita de su amor continuo que debía tener como homenaje a su Dios que reside en ella, sin el aceite puro está apagada, y si jamás sea, cae en pecado grave, nuestro templo se derrumba y queda ocupado por ladrones, nuestros enemigos y suyos, que lo profanan y de él hacen masacre. El segundo templo, es decir Dios templo del alma, no está expuesto a peligros, los enemigos no pueden acercarse, las pasiones pierden la vida, el alma en este nuestro templo divino es como la pequeña hostia que tiene consagrado en ella a su Jesús, la cual con el amor perenne que toma, recibe y se alimenta, forma la lámpara viva que siempre arde, sin que jamás se apague; este nuestro templo ocupa su puesto real, su Querer completo y es nuestra gloria y nuestro triunfo; y la pequeña hostia, ¿qué hace en este nuestro templo? Ruega, ama, vive de Voluntad Divina, suple a mi Humanidad sobre la tierra, toma mi puesto de penas, llama a todo el ejército de nuestras obras para hacernos cortejo, la Creación, la Redención las tiene como suyas y hace de comandante sobre ellas, y ahora nos las pone como ejército alrededor en acto de oración, de adoración, ahora como ejército en acto de amarnos y glorificarnos, pero ella siempre a la cabeza para hacer lo que quiere que hagan nuestras obras, y termina siempre con su estribillo tan agradable a Nosotros: ‘Tu Querer sea conocido, amado y reine y domine en el mundo entero’. Así que todas las ansias, los suspiros, los intereses, las premuras, las plegarias de esta pequeña hostia que vive en nuestro templo divino son: Que nuestro Fiat abrace a todos, haga a un lado todos los males de las criaturas, y con su soplo omnipotente se haga lugar en los corazones de todos para hacerse vida de cada criatura; ¿se puede dar oficio más bello, más santo, más importante, más útil al Cielo y a la tierra, que el de esta pequeña hostia que vive en nuestro templo? Además de esto, nuestro amor, nuestra potencia, hacen todos los desahogos, todas las industrias, todas las estratagemas con quien vive en nuestra Voluntad: Nuestro amor se hace pequeño y se encierra en el alma para formar su Vida, y de ésta quedan sólo los despojos para quedar cubierta; nuestra potencia se hace inmensa cual es, y se forma templo suntuoso para tenerla dentro, al seguro, y gozar de su compañía. Para quien hace nuestra Voluntad ella está siempre ocupada de Nosotros, y Nosotros siempre estamos ocupados de ella, por eso trata de encontrarte siempre en nuestra Voluntad”.


Libro de Cielo, volumen 33;12          11/3/1934


martes, 3 de octubre de 2023

QUISIERA ESTR DENTRO DE CADA ESPIRITU




8 de octubre de 1944

Hechos 17, 27-28.

Dice Jesús

<<En verdad, no estoy lejos de ninguno de vosotros. Basta que me busquéis –y, para encontrarme, ni siquiera es necesario ir a tientas como pobres ciegos- y me encontraréis. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está ese Dios eterno? ¿Dónde está ese Señor del cielo y de la tierra, ese Creador de todos los hombres, derivados de aquel Hombre que fue la obra maestra de la creación y que ahora es la

119 Mateo 15, 32; Marcos 8, 1-3.

  La escritora rectifica y añade en el renglón: que luego resulta ser el Padre.

piedra de toque de su bondad? ¿A caso es necesario recorrer montes y valles, navegar por los mares,  enfrentar los desiertos o, simplemente, salir de las casas y de las ciudades, para encontrarle en ciertos lugares especiales? No es así. Es verdad que hay templos e iglesias elevados al nombre y al culto del Dios omnipotente y que en ellos está el sol sin ocaso de la Eucaristía, que convoca a los hombres para inflamarles, para nutrirles, para purificarles, para hacerles una sola cosa con la Carne eucarística, o sea, con mi Amado y Dilecto. Mas, ¿sólo allí tenéis a Dios? No: Dios está en vosotros: regocijado en sus santos, paternal en sus hijos, severo en sus enemigos. Yo estoy en vosotros. Vivo con mi Gracia, torrente de gozo y de paz, fuente de continuos favores, caminando con el único poder de la mirada, que no puede rehuirse y que es palabra y trueno de recriminación (en caso de que no basten mi palabra y el centelleo de mi mirada para incitar la conciencia a su deber) y estoy en el espíritu de cada hombree. Estoy Yo, que soy el Rey y Creador del hombre. Quisiera estar dentro de cada espíritu. Estoy en el de los justos como está la Sagrada forma en el ostensorio. En cambio, estoy como Ostensorio que resplandece en lo alto pidiendo adoración, sobre los fieles de temerosa voluntad. Estoy entre relámpagos y truenos y airado resentimiento en lo alto de mi Gloria y les digo a los rebeldes: “No vayáis más allá de los límites de vuestro mal; retroceded, purificaos, tomad la senda de la santidad si no queréis que os haga morir”. Mas, para buscarme, no es necesario ir a tientas. Yo estoy junto a vosotros y vosotros vivís, os movéis y estáis siempre en el ámbito de mi luz. ¡Ay de los que llevan la contaminación de almas pecaminosas dentro de los límites santos! Con la palabra divina, que no miente, Ya os digo que seré benigno con quien, aun ignorando al Dios verdadero, lo sirven igualmente según su instinto espiritual al servir a la bondad y a la moral. Mas mi juicio será muy diferente hacia los que, aun conociendo mi Nombre y mi Ley, destronan a Dios para dejar lugar a vicios e idolatrías. Los primeros sirven al “Dios ignoto”121. Los segundos abandonan la mansión y la milicia del Dios conocido parta servir a infinitos dioses, a ídolos de muchos nombres y de un solo resultado: la ruina. Y el Hijo, que murió para que todos amaran al Dios verdadero; el Hijo, que fue elegido por el Padre como Juez así como fue designado como Hostia del mundo, ¿puede ser magnánimo hacia los que, con obstinada maldad, permanecieron en sus idolatrías? ¿Acaso al crearos, os negué algo que puede justificar vuestra necedad? No, os di inteligencia y voluntad y habrían sido suficientes, porque os las di como Dios, es decir, aptas para manteneros en el bien. Y no me limité solamente a ellas. Os di también sabiduría y doctrina. Se ha dicho todo lo que el hombre debe hacer para ser mi hijo. El que no lo hace, es porque no quiere serlo. Por lo tanto, no debe murmurar si Dios es para con él severo como un juez indignado, en lugar de ser amoroso como un padre hacia sus hijos>>.

domingo, 1 de octubre de 2023

. Todas las profesiones son necesarias, todas santas, si todos hacen lo que deben, con honradez y justicia.

 




60. Santiago de Alfeo es recibido entre los discípulos. Jesús predica cerca del banco


de Mateo


2 febrero 1945

Es una mañana de mercado en Cafarnaum. La plaza está llena de vendedores de toda clase

de mercancías. A ella, Jesús llega viniendo del lago y ve que vienen a su encuentro sus

primos Judas y Santiago. Se apresura a su vez, y después de abrazarlos con cariño, pregunta

ansioso: “Vuestro padre... ¿qué pasó?”

“Nada nuevo por lo que se refiere a su salud” responde Judas.


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“Y entonces ¿a qué viniste?... Te había dicho que te quedaras”.

Judas baja la cabeza y calla. Pero el que se explica es Santiago que dice: “Por mi culpa él

no te obedeció. Sí. Por culpa mía. Pero no pude soportar más. Todos en contra... Y ¿por qué?

¿Hago mal acaso en amarte? ¿lo hacemos acaso? Hasta aquí un escrúpulo del mal me había

detenido, pero ahora que sé, ahora que has dicho que sobre Dios no hay nadie, ni el padre, ya

no pude soportar. ¡Oh! Traté de ser respetuoso, de hacer entender razones, de corregir las

ideas. Dije: “¿Por qué me combatís? Si es el Profeta, si es el Mesías... ¿Por qué queréis que

el mundo diga: ‘Su familia no lo quería. Cuando todos lo seguían, ella no lo hizo Porque su

fuera el infeliz que vosotros decís, ¿no debemos nosotros los de su familia, estar cerca de su

demencia, para impedirle que se dañe o que nos dañe?” ¡Oh! Jesús, de este modo hablaba

yo, para discutir humanamente como ellos razonaban. Pero Tú sabes que Judas y yo no

creemos que estés loco. Tú sabes que en Ti vemos al Santo de Dios. Tú sabes que siempre te

hemos considerado como a nuestra Estrella Mayor. Pero no nos han querido comprender. Ni

siquiera nos han querido escuchar. Y me he venido. Entre la elección de Jesús o la familia, te

he escogido. Heme aquí, pues, si me quieres. Si no, seré entonces el hombre más infeliz

porque no tendré nada: Ni tu amistad, ni el amor de mi familia”.

“¿Resuelto?... ¡Oh! Santiago mío, mi pobre Santiago. ¡No hubiera querido verte sufrir así,

porque te amo! Pero si el Jesús-Hombre llora contigo, el Jesús-Verbo se regocija por ti. ¡Ven!

Estoy cierto que la alegría de ser portador de Dios entre los hombres aumentará de día en día

tu gozo hasta llegar al éxtasis completo en la última hora de la tierra, y en la eterna del cielo”.-

Jesús se vuelve y llama a sus discípulos que prudentemente se habían mantenido retirados

unos cuantos metros.

“Venid amigos. Mi primo Santiago desde ahora es de mis amigos y por esto, amigo vuestro.

¡Cuánto he deseado esta hora, este día para él, mi amigo perfecto de infancia, mi buen

hermano de juventud!”

Los discípulos alegres dan la bienvenida a Santiago y a Judas que hacía días no miraban.

“Te habíamos buscado en casa... estabas en el lago?”.

“Sí, en el lago por dos días con Pedro y los demás. Pedro ha tenido una buena pesca

¿Verdad?”

“Sí y ahora esto me desagrada porque deberé entregar más dracmas a aquel ladrón...” y

señala al alcabalero Mateo cuyo banco está rodeado de gente que paga por la tierra o por los

frutos.

“Será todo en proporción, digo. Más pescados, más paga, pero también más ganancia”.

“No, Maestro. Más pesco, más gano. Pero si hago cálculos después de la pesca ese de allá,

me hace pagar no el doble sino el cuádruplo... ¡chacal!”

“¡Pedro! Acerquémonos a él. Quiero hablar. Hay gente siempre cerca del banco de la

alcabala”.

“¡Ya lo creo! Refunfuña Pedro. “Gente y maldiciones”.

“Pues bien, iré Yo a introducir bendiciones. Quién sabe si entre un poco de honradez en el

alcabalero”.

“¡Puedes estar tranquilo que tu palabra no entrará en esa piel de cocodrilo!”

“¿Qué le vas a decir?”

“Directamente, nada. Pero hablaré en tal forma que sirva también para él”.

“Dirás que es un ladrón tan grande el que asalta en las calles, como quien despelleja a los

pobres que trabajan por tener pan, no por mujeres ni ebriedades...”

“¿Pedro, quieres hablar tú por Mí”

“No, Maestro, no sabría hacerlo bien”.

“Y con el vinagre que tienes dentro, te harías mal a ti y a él”.

Han llegado cerca del banco de la alcabala. Pedro hace por pagar. Jesús lo detiene y le

dice: “Dame las monedas, hoy pago Yo”. Pedro lo mira sorprendido y le entrega la bolsa de

cuero con el dinero.


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Jesús espera su turno y cuando está enfrente del alcabalero dice: “Pago por ocho canastos

de Simón de Jonás. Allí están los canastos, a los pies de los trabajadores. Verifica si quieres,

pero entre honrados basta sólo la palabra. Y creo que me tienes por tal”.

Mateo, que estaba sentado en su banco, en el momento en que Jesús le dijo: “Creo que

como a tal me tienes” se pone de pie. Bajo de estatura y ya un poco viejo, más o menos como

Pedro, muestra con todo una cara cansada de alegrías y una vergüenza completa. Tiene al

principio la cabeza inclinada, después la levanta y mira a Jesús, que también lo mira atenta y

seriamente como dominándolo con su imponente estatura.

“¿Cuánto?” torna Jesús a preguntar.

“No hay tasa para el discípulo del Maestro” responde Mateo, y en voz baja añade: “Ruega

por mi alma”.

“La llevo conmigo porque recojo la de los pecadores. Pero tú... ¿por qué no la curas?” y

Jesús al punto vuelve las espaldas para ir a Pedro que está empapado de admiración.

También los otros lo están. Hablan en voz baja, o lo hacen con los ojos.

Jesús recargado en un árbol, a unos diez metros de Mateo, empieza a hablar.

“El mundo se puede comparar con una gran familia cuyos miembros desempeñan

quehaceres diversos y todos son necesarios. Hay agricultores, pastores, viñadores,

carpinteros, pescadores, albañiles, leñadores, herreros, escribanos, soldados, oficiales

destinados a especiales funciones, médicos, sacerdotes, de todo hay.. El mundo no podría

componerse de una sola clase. Todas las profesiones son necesarias, todas santas, si todos

hacen lo que deben, con honradez y justicia. ¿Cómo se puede llegar a esto si Satanás tienta

por todas partes? Si se piensa en Dios que todo lo ve, aun las obras ocultas, y en su ley que

dice: “Ama a tu prójimo como te amas tú mismo, no hagas a otro lo que no querrías que se te

hiciese; no robar de ningún modo”1

Decidme, vosotros que me estáis escuchando: Cuando muere uno, ¿se lleva acaso su

dinero?... y cuando fuese tan necio de querer tenerlo en el sepulcro, ¿puede usarlo en la otra

vida? ¡No! El dinero se convierte en metal mohoso al contacto de la corrupción de un cuerpo

descompuesto. Y su alma estaría en otra parte desnuda, más pobre que el bienaventurado

Job2

, sin tener ni siquiera un céntimo, aun cuando aquí o en la tumba hubiese dejado millones

y millones. Antes bien, ¡escuchad, escuchad! En verdad os digo que difícilmente se conquista

el Cielo con riquezas, sino más bien y casi siempre se pierde con ellas, aún cuando fueren

riquezas que se hubiesen adquirido honestamente, bien por herencia, bien por ganancia.

Porque pocos son los ricos que saben justamente usan de ellas.

Entonces... ¿qué se necesita para tener este cielo bendito, este descansar en el seno del

Padre?... Es menester no tener sed de riquezas. En el sentido de no quererlas tener a

cualquier precio, aun faltando a la honradez y amor. En el sentido de que, si tienen, no se les

ame más que al cielo y que al prójimo, y se niegue la caridad al que tuviere necesidad. No

tener sed en el sentido de que puedan proporcionar mujeres, placeres, banquetes, vestiduras

suntuosas que son una bofetada para el que tiene frío y hambre. Existe, existe una moneda

que cambia el dinero injusto en valores que son reconocidos en el Reino de los Cielos. Es la

santa astucia de hacer de las riquezas humanas, frecuentemente injustas o causa de injusticia,

riquezas eternas. En otras palabras, ganar con honradez, devolver lo que injustamente se

obtuvo, usar de los bienes con parsimonia y despego, saberse separar de ellas, porque antes

o después ellas nos dejan y pensar por otra parte que el bien llevado a cabo jamás nos

abandona.

A todos nos gustaría ser “justos” y como a tales ser tenidos y que Dios nos premie como a

tales. Pero... ¿cómo puede Dios premiar a quien tan solo tiene nombre de justo?... pero ¿no

las obras? ¿Cómo puede decir: “Te perdono” si ve que el arrepentimiento es tan solo de

1 Cfr. Ex. 20, 15; 21, 16; Lev. 19, 11y 18;Dt. 5, 19: 24.7; Mt. 5, 43; 7, 12; 22, 39; Lc. 6, 31; Rom. 13, 8-10; Gal. 5,

14; Sant. 2, 8.

2 Cfr. Jb. 2, 7-10.


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palabra y que no va acompañado de un verdadero cambio de espíritu? No hay arrepentimiento

mientras dure el deseo por el objeto que pecamos. Pero cuando uno se humilla, cuando uno

se corta la parte moral de una mala pasión, digamos mujer u oro y dice uno: “Por Ti Señor y no

por esto”, entonces sí, realmente está arrepentido. Dios lo recoge con estas palabras: “Ven, te

quiero como a un inocente y como a un héroe”.

Jesús ha terminado. Se va sin siquiera voltear a donde está Mateo, que se acercó al círculo

de los oyentes, desde las primeras palabras.

Cuando están cerca de la casa de Pedro, su mujer corre al encuentro de su marido para

decirle algo. Pedro hace señas a Jesús de que se le acerque. “Está la madre de Judas y de

Santiago. Quiere hablar contigo, pero no quiere que la vean. ¿Cómo hacemos?”

“Bien. Yo entro en casa como para descansar y vosotros id a distribuir las limosnas entre los

pobres. Ten también el dinero de la tasa que no quiso. Vete”. Jesús hace señal a todos de que

se vayan, mientras Pedro les habla de que vengan juntos.

“¿Dónde está la mamá, mujer? Pregunta Jesús a la mujer de Pedro.

“En la terraza, Maestro. Allí hay sombra y está fresco. Sube también Tú. Allí se está mejor

que en otra parte de la casa”.

Jesús sube por la escalera. En un ángulo bajo el viñedo, sentada en un banquito cercano a

la baranda, vestida toda de oscuro, con el velo en la cara, está María de Alfeo. Llora quedito,

sin hacer ruido. Jesús la llama: “¡María! ¡Amada tía!” Levanta ella su pobre cara angustiada y

extiende las manos: “¡Jesús! ¡Traigo un gran dolor en el corazón!”

Jesús está cerca de ella. Le hace que siga sentada. Él sigue de pie con su manto todavía

echado en el hombro. Pone una mano en la espalda de su tía y la otra en las manos de ella, y

le dice: “¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras tanto?”

“¡Oh Jesús! Escapé de casa diciendo: “Voy a Caná a buscar vino y huevos para el enfermo”.

En casa está tu Madre que cuida como sólo Ella sabe hacerlo, y estoy tranquila. Pero en

realidad vine aquí. He corrido durante dos noches para llegar aquí lo más pronto. Y no puedo

más... pero el cansancio no importa. ¡Es el dolor del corazón que me hace mal!... Mi Alfeo...

mis hijos... ¡Oh! ¿Por qué entre los de una misma sangre hay tanta diferencia, y por qué ésta

es como dos piedras de una máquina, que muelen el corazón de una madre?... ¿Están contigo

Judas y Santiago?... ¿Sí?... Entonces sabe, ¡oh Jesús!... Mi Alfeo ¿por qué no comprende?...

¿Por qué se muere?... ¿Por qué quiere morir así?... ¿Y Simón y José? ¿Por qué, por qué

están contra Ti y no contigo?”

“No llores, María. No les tengo rencor. Se lo dije también a Judas. Los entiendo y los

compadezco. Si por esto lloras, no llores más”.

“Lloro, sí, porque te ofenden. Por esto y luego... porque no quiero que mi esposo muera

como enemigo tuyo. Dios no lo perdonará... y yo... ¡oh! no lo tendré para siempre en la otra

vida...” María realmente está angustiada. Gruesas lágrimas caen sobre su mano izquierda que

Jesús ha soltado, la besa de cuando en cuando, y levanta su pobre cara destrozada.

“No” dice Jesús. “No, no digas así. Perdono. Y si perdono Yo...”

“¡Oh! Ven Jesús. Ven a salvar el alma y el cuerpo. Ve... empiezan a decir también para

acusarte... ya empezaron a decir que has quitado dos hijos a un padre que muere, y lo dicen

por Nazaret ¿entiendes?... y añaden: “Por todas partes hace milagros, pero en su casa, no

puede hacerlos” y... cómo te defiendo diciendo: “¿Qué cosa puede hacer si lo habéis casi

arrojado con vuestros reproches, si no creéis? “no me dejan en paz”.

“Dijiste bien. Si no creéis, ¿qué puedo hacer donde no se cree?”

“¡Oh! Tú lo puedes todo! ¡Creo por todos! Ven. Haz un milagro... por tu pobre tía...”

“No puedo”. Jesús al decir esto se ve que está tristísimo. De pie y apretando contra su

pecho la cabeza de la que está llorando parece como si confesase su impotencia a la

naturaleza serena que parece llamarla como testigo de su pena de no poder por decreto

eterno.

La mujer llora más fuerte.


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“Escucha, María. Sé buena. Yo te juro que si pudiese, si conviniese hacerlo, lo haría. ¡Oh!

Obtendría del Padre esta gracia, por ti, por mi Madre, por Judas y Santiago y también, sí,

también por Alfeo, José y Simón. Pero... no puedo. Un gran dolor oprime tu corazón y no

puedes entender la justicia del poder mío. Te la puedo decir, pero no la comprenderías.

Cuando llegó la hora del tránsito de mi padre, y tú sabes si era justo, y si mi Madre lo amaba...

no lo devolví a la vida. No es razonable que la familia en que vive un santo, esté libre de

desventuras inevitables de la vida. Si así no fuese, debería ser eterno en la tierra, y sin

embargo pronto moriré, ni María, mi Santa Madre podrá arrebatarme de la muerte. No puedo.

Lo que puedo es esto, y lo haré”. Jesús se ha sentado y ha tomado la cabeza de su tía: “Haré

esto. Por este dolor tuyo, te prometo la paz a tu Alfeo. Que no estarás separada de él en la

otra vida. Te doy mi palabra de que nuestra familia estará reunida en el cielo, toda junta en la

eternidad... y que mientras Yo viva y también después infundiré siempre a mi querida tía tanta

paz, tanta fuerza hasta convertirla en un apóstol para otras tantas mujeres, a las que tú, como

una de ellas, te les podrás fácilmente acercar. Serás mi amiga amada en este tiempo de

evangelización. La muerte, no llores, la muerte de Alfeo te libera de los deberes conyugales y

te eleva a la sublimidad mística de un sacerdocio femenino, muy necesario cerca del altar de

la Gran víctima y cerca de tantos paganos que doblarán su corazón ante el santo heroísmo de

las mujeres discípulas, que no ante el de los discípulos. ¡Oh! Tu nombre será, querida tía,

como una llama en el cielo cristiano... no llores más. Ve en paz. Fuerte, resignada y santa. Mi

Madre... ha sido viuda antes que tú... y te consolará como sabe Ella. Ven. No quiero que

partas sola bajo este sol. Pedro te acompañará en la barca hasta el Jordán y de allí a Nazaret

en un borriquillo. Cálmate”.

“Bendíceme, Jesús. Dame fuerzas, Tú”.

“Sí, te bendigo y te beso, buena tía”. Y la besa tiernamente, y la retiene por un tiempo contra

su pecho hasta que ve que se ha serenado.

sábado, 16 de septiembre de 2023

El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación de una mujer encorvada.

 Yo he sido enviado a labrar los corazones en orden a la Verdad y la Salud. Han venido a mis manos corazones de hierro, plomo, estaño, alabastro, mármol, plata, oro, jaspe, piedras preciosas. Corazones duros, corazones toscos, corazones demasiado tiernos, corazones volubles, corazones endurecidos por las penas, corazones valiosísimos: todo tipo de corazones. Los he labrado a todos. Y a muchos los he modelado según el deseo de Aquel que me ha enviado. Algunos me han herido mientras los trabajaba, otros han preferido romperse antes que dejarse trabajar con toda profundidad. Pero, quizás con odio, conservarán siempre un recuerdo mío. Vosotros sois imposibles de labrar. Calor de amor, paciencia de instrucción, frío de reprensiones, fatiga de cincel... nada sirve con vosotros. Nada más retirar mis manos, volvéis a ser como erais. Tendríais que hacer una única cosa para ser cambiados: abandonaros totalmente en mí. No lo hacéis. No lo haréis nunca. El Trabajador, desconsolado, os abandona a vuestro destino. Pero, dado que es justo, no os abandona a todos igual. Desconsolado, sabe todavía elegir a los que merecen su amor, y los consuela y bendice.

-¡Mujer, ven aquí! - dice señalando a una mujer que está junto a la pared, tan encorvada que parece un signo de interrogación. La gente ve a dónde señala Jesús, pero no ve a la mujer, la cual por su conformación, no puede ver a Jesús ni tampoco su mano. -¡Ve Marta! Que te llama - le dicen varias personas. Y la pobrecita va renqueando con su bastón, que le llega a la altura de la cabeza. Ahora está delante de Jesús, que le dice: -Mujer, quédate con un recuerdo de mi paso y con un premio a tu fe silenciosa y humilde Queda liberada de tu enfermedad - grita al final, poniéndole las manos en la espalda. Y enseguida la mujer se alza y, derecha como una palma, levanta los brazos y grita: -¡Hosanna! ¡Me ha curado! Ha visto a su sierva fiel y la ha agraciado. ¡Sea alabado el Salvador y Rey de Israel! ¡Hosanna al Hijo de David! La gente responde con sus "¡hosanna!" a los de la mujer, la cual ahora está de rodillas a los pies de Jesús, besándole el borde de la túnica, mientras Él le dice: -Ve en paz y persevera en la fe. El arquisinagogo - deben quemarle todavía las palabras dichas por Jesús antes de la parábola - quiere responder con veneno a la reprensión, y, mientras la muchedumbre se abre para dejar pasar a la mujer curada milagrosamente, grita indignado: -¡Hay seis días para trabajar, seis días para pedir y dar! ¡Venid, pues, en esos días, tanto para pedir como para dar! ¡Venid a recobrar la salud en esos días, sin violar el sábado, pecadores e infieles, corrompidos y corruptores de la Ley! - y trata de empujar a todos fuera de la sinagoga, como para arrojar la profanación del lugar de oración. Pero Jesús, que lo ve ayudado en su acción por los cuatro notables de antes y por otros que están repartidos entre la muchedumbre (los cuales dan los signos más manifiestos de estar escandalizados, torturados por el... delito de Jesús), a su vez grita (mientras con los brazos recogidos sobre el pecho, severo, majestuoso, lo mira): -¡Hipócritas! ¿Quién de vosotros en este día no ha desatado el buey o el asno del pesebre y lo ha llevado a beber? ¿Y quién no ha llevado los haces de hierba a las ovejas del rebaño y no ha extraído la leche de las ubres llenas? ¿Y por qué, si tenéis seis días para hacerlo, lo habéis hecho también hoy, por unos pocos denarios de leche, o por miedo de perder el buey y el asno a causa de la sed? ¿Y no debía soltar Yo a ésta de sus cadenas, después de que Satanás la ha tenido atada durante dieciocho años, sólo porque es sábado? Idos. He podido soltar a esta mujer de su desventura involuntaria; mas no podré jamás soltaros a vosotros de las vuestras, que son voluntarias, ¡oh enemigos de la Sabiduría y de la Verdad! La gente buena, de entre los muchos no buenos de Corazín, aprueba y alaba; la otra parte, lívida de rabia, huye, dejando plantado al también lívido arquisinagogo. También Jesús lo deja plantado y sale de la sinagoga, rodeado de los buenos, que siguen circundándole hasta que llega a los campos, lugar donde Él bendice una última vez, para tomar luego la vía de primer orden, junto con los primos y Pedro y Tomás... 3


viernes, 15 de septiembre de 2023

La Gran Tribulación desde el punto de vista de Dios





https://www.youtube.com/watch?v=j3JxmNL23os&list=PL6MbRWBnpnUH0LyJAJo2JxoYRsIKI86Qd&index=72 

NO CONOCEMOS A JESUS Y A MARIA


 25-34 Marzo 31, 1929

 Derechos absolutos del Divino Querer. Cómo la voluntad humana cambió la suerte humana y divina. Si el hombre no hubiera pecado, Jesús hubiera venido a la tierra glorioso, y con el cetro de mando. El hombre debía ser el portador de su Creador. 

(1) Siento en mí la continua potencia del Fiat Divino que me envuelve con tal imperio, que no da tiempo a mi agonizante voluntad de hacer el más mínimo acto, y se gloría no de hacerla morir del todo, porque si esto hiciera perdería su prestigio de obrar sobre una voluntad humana, que mientras está viva se somete a recibir voluntariamente el acto vital del Fiat Divino y se contenta con vivir muriendo para dar vida y dominio absoluto al Supremo Querer, que victorioso de sus derechos divinos extiende sus confines y canta victoriosa sobre la agonizante voluntad de la criatura, la cual, si bien muriendo, sonríe y se siente feliz y honrada de que un Querer Divino tiene su campo de acción en su alma. Ahora, mientras me sentía bajo el imperio del Fiat Divino, mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho: (2) “Pequeña hija de mi Querer, tú debes saber que son derechos absolutos de mi Fiat Divino el tener el primado sobre cada uno de los actos de la criatura, y quien le niega el primado le quita sus derechos divinos que por justicia le son debidos, porque es creador del querer humano. ¿Quién puede decirte hija mía cuánto mal puede hacer una criatura cuando llega a sustraerse de la Voluntad de su Creador? Mira, bastó un acto de sustracción del primer hombre a nuestra Voluntad Divina para cambiar la suerte de las generaciones humanas, y no sólo eso, sino que cambió la misma suerte de nuestra Divina Voluntad. Si Adán no hubiese pecado, el Verbo Eterno, que es la misma Voluntad del Padre Celestial, debía venir a la tierra glorioso, triunfante y dominador, acompañado visiblemente por su ejército angélico, que todos debían ver, y con el esplendor de su gloria debía fascinar a todos y atraer a todos a Sí con su belleza; coronado como rey y con el cetro de mando para ser rey y cabeza de la familia humana, de modo de darle el gran honor de poder decir: ‘Tenemos un rey hombre y Dios’. Mucho más que tu Jesús no descendía del Cielo para encontrar al hombre enfermo, porque si no se hubiera sustraído de mi Voluntad Divina, no debían existir enfermedades, ni de alma ni de cuerpo, porque fue la voluntad humana la que casi ahogó de penas a la pobre criatura; el Fiat Divino era intangible de toda pena y tal debía ser el hombre. Por lo tanto Yo debía venir a encontrar al hombre feliz, santo y con la plenitud de los bienes con los cuales lo había creado. En cambio, porque quiso hacer su voluntad cambió nuestra suerte, y como estaba decretado que Yo debía descender sobre la tierra, y cuando la Divinidad decreta, no hay quien la aparte, sólo cambié modo y aspecto, así que descendí, pero bajo vestidos humildísimos, pobre, sin ningún aparato de gloria, sufriente, llorando y cargado con todas las miserias y penas del hombre. La voluntad humana me hacía venir a encontrar al hombre infeliz, ciego, sordo y mudo, lleno de todas las miserias, y Yo para sanarlo lo debía tomar sobre de Mí, y para no infundirle espanto debía mostrarme como uno de ellos, para hermanarlos y darles las medicinas y remedios que se necesitaban. Así que el querer humano tiene la potencia de volverse feliz o infeliz, santo o pecador, sano o enfermo. Entonces mira, si el alma se decide a hacer siempre, siempre mi Divina Voluntad y vivir en Ella, cambiará su suerte y mi Divina Voluntad se lanzará sobre la criatura, la hará su presa y dándole el beso de la Creación cambiará aspecto y modo, y estrechándola a su seno le dirá: ‘Pongamos todo a un lado, para ti y para Mí han regresado los primeros tiempos de la Creación, todo será felicidad entre tú y Yo, vivirás en nuestra casa, como hija nuestra, en la abundancia de los bienes de tu Creador.’ Escucha mi pequeña recién nacida de mi Divina Voluntad, si el hombre no hubiese pecado, no se hubiese sustraído de mi Divina Voluntad, Yo habría venido a la tierra, pero ¿sabes como? Lleno de Majestad, como cuando resucité de la muerte, que si bien tenía mi Humanidad similar al hombre, unida al Verbo Eterno, pero con qué diversidad mi Humanidad resucitada era glorificada, vestida de luz, no sujeta ni a sufrir, ni a morir, era el divino triunfador. En cambio mi Humanidad antes de morir estaba sujeta, si bien voluntariamente, a todas las penas, es más, fui el hombre de los dolores. Y como el hombre tenía aún los ojos ofuscados por el querer humano, y por eso aún enfermo, pocos fueron los que me vieron resucitado, lo que sirvió para confirmar mi Resurrección. Después subí al Cielo para dar tiempo al hombre de tomar los remedios y las medicinas, a fin de que curase y se dispusiera a conocer mi Divina Voluntad, para vivir no de la suya, sino de la mía, y así podré hacerme ver lleno de majestad y de gloria en medio a los hijos de mi reino. Por eso mi Resurrección es la confirmación del Fiat Voluntas Tua come in Cielo così in terra. Después de un tan largo dolor sufrido por mi Divina Voluntad por tantos siglos, por no tener su reino sobre la tierra, su absoluto dominio, era justo que mi Humanidad pusiera a salvo sus derechos y realizase mi y su finalidad primaria, la de formar su reino en medio a las criaturas. (3) Además de esto, tú debes saber, para confirmarte mayormente, cómo la voluntad humana cambió su suerte y la de la Divina Voluntad con relación a él. En toda la historia del mundo sólo dos han vivido de Voluntad Divina sin jamás hacer la suya, y fuimos la Soberana Reina y Yo, y la distancia, la diversidad entre Nosotros y las otras criaturas es infinita, tanto, que ni siquiera nuestros cuerpos quedaron sobre la tierra, habían servido como morada al Fiat Divino y Él se sentía inseparable de nuestros cuerpos y por eso los reclamó, y con su fuerza imperante raptó nuestros cuerpos junto con nuestras almas en su patria celestial. ¿Y por qué todo esto? Toda la razón está en que jamás nuestra voluntad humana tuvo un acto de vida, sino que todo el dominio y el campo de acción fueron sólo de mi Divina Voluntad. Su potencia es infinita, su amor es insuperable”. (4) Después de esto ha hecho silencio y yo sentía que nadaba en el mar del Fiat y, ¡oh, cuántas cosas comprendía, y mi dulce Jesús ha agregado: (5) “Hija mía, con no hacer mi Divina Voluntad, la criatura pone en desorden el orden que tuvo la Divina Majestad en la Creación, se deshonra a sí misma, desciende en lo bajo, se pone a distancia con su Creador, pierde el principio, el medio y el fin de aquella Vida Divina que con tanto amor le fue infundida en el acto de ser creada. Nosotros amábamos tanto a este hombre, que poníamos en él, como principio de vida a nuestra Divina Voluntad, queríamos sentirnos raptar por él, queríamos sentir en él nuestra fuerza, nuestra potencia, nuestra felicidad, nuestro mismo eco continuo, y ¿quién más podía hacernos sentir y ver todo esto, sino nuestra Divina Voluntad bilocada en él? Queríamos ver en el hombre al portador de su Creador, el cual debía volverlo feliz en el tiempo y en la eternidad. Por eso al no hacer nuestra Divina Voluntad, sentimos a lo vivo el gran dolor de nuestra obra desordenada, nuestro eco apagado, nuestra fuerza raptora que debía raptarnos para darle nuevas sorpresas de felicidad se convirtió en debilidad, en suma, se trastornó. He aquí por qué no podemos tolerar tal desorden en nuestra obra, y si tanto he dicho sobre mi Fiat Divino, es propiamente ésta la finalidad, que queremos poner al hombre en el orden, a fin de que regrese sobre los primeros pasos de su creación, y corriendo en él el humor vital de nuestro Querer, forme de nuevo a nuestro portador, nuestra morada sobre la tierra, su y nuestra felicidad”. + + + +

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Intercambio entre Jerusalén y Roma









 24-48 Octubre 3, 1928

 Intercambio entre Jerusalén y Roma. Dios al crear al hombre puso en él tantos gérmenes de felicidad por cuantas cosas creaba. 

(1) Mi pobre mente pensaba en tantas cosas acerca de la Divina Voluntad, especialmente en cómo podía venir su reino, cómo podía difundirse y tantas otras cosas que no es necesario escribirlas en el papel, y mi amado Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho: (2) “Hija mía, si Roma tiene el primado de mi Iglesia, se lo debe a Jerusalén, porque el principio de la Redención fue propiamente en Jerusalén; de aquella patria escogí de la pequeña ciudad de Nazaret a mi Madre Virgen; Yo nací en la pequeña ciudad de Belén; todos mis apóstoles fueron de dicha patria, y si bien ésta, ingrata, no quiso conocerme y rechazó los bienes de mi Redención, no se puede negar que el origen, el principio, las primeras personas que recibieron el bien de Ella fueron de esta patria; los primeros anunciadores del evangelio, aquellos que fundaron en Roma el catolicismo, fueron mis apóstoles, todos de Jerusalén, esto es, de aquella patria. Ahora habrá un intercambio, si Jerusalén dio la vida de la religión y por lo tanto de la Redención a Roma, Roma dará a Jerusalén el reino de la Divina Voluntad, y es tan cierto esto, que así como escogí una virgen de la pequeña ciudad de Nazaret para la Redención, así he escogido otra virgen en una pequeña población de Italia perteneciente a Roma, a la cual le ha sido confiada la misión del reino del Fiat Divino, que debiéndose conocer en Roma, al igual que se conoció en Jerusalén mi venida a la tierra, Roma tendrá el gran honor de corresponder a Jerusalén del gran bien recibido por ella, esto es, la Redención, con hacerle conocer el reino de mi Voluntad. Y entonces Jerusalén se arrepentirá de su ingratitud y abrazará la vida de la religión que le dio a Roma, y agradecida recibirá de Roma la Vida y el gran don del reino de mi Voluntad Divina, y no sólo Jerusalén, sino todas las otras naciones recibirán de Roma el gran don del reino de mi Fiat, los primeros pregoneros de Él, su evangelio todo lleno de paz, de felicidad, y de restablecimiento de la creación del hombre. Y no sólo mis manifestaciones llevarán santidad, alegrías, paz y felicidad, sino que toda la Creación haciendo competencia con ellas, hará salir de cada cosa creada cada una de las felicidades que contiene, y las verterá sobre las criaturas, porque Nosotros al crear al hombre poníamos en su ser todos los gérmenes de las felicidades que cada una de las cosas creadas poseía, disponiendo el interior del hombre como un terreno en el cual contenía todos los gérmenes de las felicidades, tanto, de tener en sí todos los gustos para saborear y recibir en sí todas las felicidades de las cosas creadas; si el hombre no poseyese estos gérmenes, le faltaría el gusto, el olfato para poder gustar lo que Dios había puesto fuera de Él en toda la Creación. Ahora, el hombre al pecar enfermó a todos estos gérmenes de felicidad que Dios al crearlo le había infundido, y por eso perdió el gusto de poder gozar todas las felicidades que hay en la Creación; sucedió como a un pobre enfermo que no goza todos los gustos que hay en los alimentos, más bien siente el peso, el mismo alimento se convierte en dolor, todo le provoca nausea, y si lo toma, es no porque le guste, sino para no morir, en cambio uno sano siente gusto, fuerza, calor, porque su estómago tiene fuerza de asimilar los bienes que hay en los alimentos y goza de ellos. Así sucedió en el hombre, con pecar enfermó los gérmenes, la misma fuerza de poder gustar todas las felicidades que hay en la Creación, y muchas veces se convierten en dolor; ahora, con regresar el hombre en mi Fiat Divino, los gérmenes adquirirán la salud y adquirirá la fuerza de asimilar y gustar todas las felicidades que hay en el orden de la Creación, así que para él se formará una competencia de felicidad, todo le sonreirá y regresará el hombre feliz, como Dios lo había creado”.

 D e o G r a t i a s

lunes, 7 de agosto de 2023

EL ESTERTOR EN LA DIVINA VOLUNTAD EN LAS CRIATURAS


Nuestras acciones son en contra la Divina Voluntad de Dios.


-Así que la voluntad humana obra, respira late como quiere y la mía esta solo para servirla para contribuir a sus actos y están dentro de esos actos, agonizante sofocada, bajo el estertor de una agonía de largos siglos.

Mi Voluntad se agita en la criatura bajo la opresión de una agonía desgarradora y su agitarse son los remordimientos de conciencia las desilusiones, los reveces, las cruces, y cansancio de la vida y todo lo que puede dar molestias a las pobres criaturas, porque  es justo que teniendo ellas a una voluntad Divina en la Cruz, y siempre bajo el estertor de la agonía, Ella con Su agitarse las llama; no pudiendo hacer diversamente porque no tiene dominio, quien sabe que entrando en ellas mismas, al ver la infelicidad que les da su mala voluntad, puedan darle un poco de respiro y de tregua a su dolorosa agonía.

No nos conmueve la agonía de la divina voluntad en nosotros, pero si nos conmueve los efectos que eso produce en nosotros, cuando hay una desilusión cuando hay una traición, cuando hay algún problema del tipo social, de tipo familiar, cuando hay todo lo que nos pueda dar molestia por nuestras acciones eso es el estertor de esta agonía de la Divina Voluntad, que reporta en nosotros y nos hace recapacitar y que hacemos cuando estamos bajo una opresión de estas.

Vamos y clamamos piedad, vamos y pedimos que nos ayude, y si nos ayudan y salimos de esa opresión, ¿que pasa?, seguimos igual.

La depresión es casi la muerte de la divina voluntad en la criatura. Cuando el hombre fue creado con un don que es el don de la integridad con Dios, Dios y el hombre estaban prácticamente fundidos; en Dios no hay depresiones,no hay crisis existenciales, no hay temores, ni terrores; en Dios no hay un subconsciente que lo aterrorice, no tiene un inconsciente donde guarde todo lo que le hace daño.

Cuando el hombre de sale de la voluntad de Dios ese don lo pierde y se queda solo en un mundo que no lo conoce que no entiende, y le es contrario, porque el mundo fue creado para servir a Dios en la criatura no a la criatura. El mundo no encontrando a su destinatario ahora el mundo se le pone en contra a la criatura. 

Toda la naturaleza ya no reconoce a la criatura, a quien debería servir, sino reconoce a una criatura mas.

El propio hombre perdiendo la integridad con Dios, perdiendo el amor de Dios, esa necesidad de compañía, ese unirse con todos ahora el hombre deja salir de si lo propio y lo propio es la soberbia; porque nos espesamos a creer algo y porque voy a soportar a eta persona si ella me tiene que soportar a mi y yo hago lo imposible para sobreponerme a ella y porque esta otra persona  va a ganar mas que yo, cosas de nuestras miserable vida cotidiana. Si es menos que yo y es ignorante y yo tengo que tener esto y la aplasto.

Toda esta soberbia que va naciendo en nosotros y excitada por el otro, es lo que me lleva a im momento dado a la depresión, la depresión es la criatura que no obtiene lo que cree que debe tener; y siempre es sumirse en su interior, y nos quieren hacer creer que es un problema cerebral, que hay un sustancia que se desequilibra que es lo que produce la depresión.

Existen niños con depresión; que esta pasando, es la insatisfacción de la soberbia que tenemos.

Cual es el remedio?, encontrar el centro y el centro es Dios, pero ese centro no lo queremos encontrar, ese centro esta muy trillado, desgastado y por eso no queremos recurrir a ese centro.

Mi alma estuvo inquieta hasta que te encontró, dice San Agustín.

El alma anda inquieta buscando que?, analicemos.... Porque actuamos como actuamos. queremos mas y mas y para que?


 

jueves, 11 de mayo de 2023

Que sucede en el punto de la muerte.

 35-40

Marzo 22, 1938

En cuanto la criatura se decide a vivir en el Divino Querer,

todas las cosas se cambian para ella, y viene puesta en las

mismas condiciones divinas. Para qué servirán los hijos del

Fiat Divino, y cómo llevarán en ellos la Vida de su Padre

Celestial. La última espía de amor en el punto de la muerte.


(1) Continúo mi vuelo en el Querer Divino, conforme se entra en Él se siente su aire balsámico, sus

olas pacíficas, todo es paz, su fuerza es tanta, que el alma se siente investir por tal fuerza, que en un

instante puede hacer todo, llegar a todo, hasta hacer lo que hace el mismo Dios. ¡Oh Voluntad Divina,

cómo sabes cambiar la voluntad humana, tu potencia es tanta que renuevas a la pobre criatura, la haces

renacer a vida nueva! Mientras estaba en esto, mi amable Jesús haciéndome su breve visita, todo ternura

me ha dicho:

(2) “Mi pequeña hija de mi Voluntad, en cuanto la criatura se decide a vivir en mi Querer, todas las

cosas cambian para ella, nuestro dominio divino la inviste y la hacemos dominadora de todo:

Dominadora de nuestra fuerza, de la bondad, de nuestra santidad, dominadora de la luz; Cielos y tierra

por derecho son suyos. La ponemos en una atmósfera de seguridad, de paz imperturbable, nada debe

faltarle de bueno, de santo, de bello, de alegrías divinas a esta criatura que vive en nuestro Querer; sus

más pequeños actos están llenos de tales contentos, que raptan la sonrisa de todo el Cielo y de nuestro

mismo Ente Supremo, por eso estamos todos atentos para ver cuándo ama, cuándo obra, para gozárnosla

y sonreír juntos. Es tanto nuestro amor que la ponemos en nuestras mismas condiciones: Nosotros si no

somos amados, amamos; si no recibimos la atención de las criaturas, y tal vez aun somos ofendidos,

continuamos dando vida, y si la criatura regresa pidiéndonos perdón, no le hacemos ningún reproche, nos

la abrazamos y nos la estrechamos a nuestro seno divino. Así que se puede decir que el hombre se puede

fiar solamente de Nosotros, porque en las criaturas no sólo no puede fiarse, sino que encontrará

mutabilidad, engaños, y cuando crea poderse apoyar le vendrán a menos. Ahora, también se puede fiar de

quien vive en nuestra Voluntad, pues ella hará como hacemos Nosotros: No amada, amará; no estimada y

ofendida, correrá al lado de quien la ofende para ponerla a salvo. Nosotros nos sentimos a Nosotros

mismos en quien vive en nuestro Querer, y por eso la amamos tanto que no hacemos otra cosa que verter

torrentes de amor sobre de ella, para ser amados siempre más con doble y creciente amor”.

(3) Después ha agregado con amor más tierno y conmovedor:

(4) “ Hija mía, toda la Creación fue hecha en un desahogo de nuestro más intenso amor, por eso los

hijos de nuestro Fiat servirán a la necesidad de nuestro amor. Mi amor siente la necesidad de

desahogarse, de otra manera nos sentimos sofocar en nuestras llamas. He aquí la necesidad de los

hijos de nuestro Querer, como desahogo continuo de nuestro amor; Nosotros mismos las pondremos en

nuestras condiciones de sentir la necesidad de desahogarse en amor con Nosotros, y nos

desahogaremos mutuamente. Entonces, así como comenzó la Creación en un desahogo de nuestroamor, así la cerraremos junto con nuestros hijos, en un desahogo de amor. Estos hijos nuestros

servirán a la completa gloria de toda la Creación; no sería obra digna de Nosotros si no rescatásemos la

gloria que las criaturas nos deberían dar por haber creado tantas cosas por amor de ellas. Pero

además está el punto más alto, más noble, santo y sublime, o sea, que todo lo creamos para que todo

fuese encerrado y animado por nuestra Voluntad. Entonces, tal como la sacamos, así nos debe

regresar, en nuestro Fiat adorable. Si no hiciéramos esto, parecería que no tenemos potencia suficiente

con la que todo podemos hacer, amor con el que todo podemos vencer, sabiduría con la que de todo

podemos disponer. Así que los hijos de nuestro Querer servirán para hacernos cumplir nuestra

Voluntad en ellos, y por eso ellos serán nuestra gloria, nuestro triunfo, nuestra victoria; serán nuestros

verdaderos hijos que llevarán no solamente nuestra imagen, sino la Vida del mismo Padre Celestial

como Vida propia, residente en ellos. Estos nuestros hijos serán Vida nuestra, cielos nuestros, soles

nuestros, y ¡oh, cómo nos deleitaremos de crear en ellos vientos que soplen amor, mares que

murmuren te amo, te amo! Todo encontraremos en ellos, no habrá más diversidad entre el Cielo y la

tierra, para Nosotros formarán una sola cosa, tanto tenerla con Nosotros en el Cielo, como tenerla con

Nosotros en la tierra. Por eso la cosa que más te debe interesar es el vivir en nuestro Querer Divino;

nuestro amor encontrará su reposo, su desahogo, su paz en ti, y el principio de nuestra felicidad sobre

la tierra en el corazón de la criatura. Nuestra Voluntad te estará siempre encima para hacer crecer

nuestra Vida en ti, y nuestro amor te dará su aliento continuo para amarte siempre con nuevo amor, y

para recibir el tuyo como desahogo y correspondencia del suyo”.

(5) Después de esto, mi amado Jesús ha agregado con una ternura indecible, que me hacía sentir

como si se me rompiese el corazón:

(6) “ Hija mía buena, el decirte qué cosa hace mi Voluntad con la criatura, cómo está con ella, si todos

lo supieran se arrojarían en sus brazos sin separarse jamás. Tú debes saber que Ella la hace de

verdadera Mamá, con sus manos creadoras la crea y la hace concebir en el seno materno, jamás la

deja sola ni siquiera un instante; en este seno materno, como dentro de un sagrario la forma, le da el

uso de los miembros, la hace crecer con su aliento, le da el calor, y cuando la ha formado bien la hace

nacer a la luz del día, pero jamás la deja sola, más que una madre le está siempre encima, la vigila, la

asiste, le da el movimiento, la articulación a los miembros, el respiro, el latido, y conforme crece le da el

uso de la palabra, el paso a los pies; no hay cosa que haga la criatura que no la haga junto con ella para

darle el uso de la vida humana. Así que el principio de la vida humana, tanto del alma como del cuerpo,

es formado por mi Voluntad, y Ella se queda dentro, como en un refugio, para darle vida perenne.

(7) Ahora hija mía, hasta en tanto que no comienza la culpa en la criatura, todo es Voluntad mía, y en

cuanto comienza la culpa, así comienzan las lágrimas, los dolores de esta Madre Celestial. ¡Oh, cómo

llora por su hijo! Pero no lo deja, su amor la ata a vivir en aquella criatura para darle vida, y si bien se

siente como sofocar su Vida Divina, la cual ni siquiera es conocida ni amada, su amor es tanto que

sigue su Vida, aunque la ofendiese, para darle una sorpresa de amor para salvar a su hijo. Nuestra

bondad, nuestro amor es tanto, que intentamos todos los caminos, usamos todos los medios para

arrancarlo del pecado, para ponerlo a salvo, y si no lo logramos en vida, le hacemos la última sorpresa

de amor en el punto mismo de la muerte. Tú debes saber que en aquel punto es la última espía de

amor que hacemos a la criatura, la circundamos de gracias, de luz, de bondad; ponemos tales ternuras

de amor, de ablandar y vencer los corazones más duros, y cuando la criatura se encuentra entre la vida

y la muerte, entre el tiempo que termina y la eternidad que está por comenzar, casi en el acto en el que

el alma está por salir del cuerpo, Yo, tu Jesús, me hago ver con una amabilidad que rapta, con una

dulzura que encadena y endulza las amarguras de la vida, especialmente las de aquel punto extremo;

después la miro, pero con tanto amor de arrancarle un acto de dolor, un acto de amor, una adhesión a

mi Voluntad. Ahora, en aquel punto de desengaño, al ver, al tocar con la mano cuánto la hemos amado

y la amamos, sienten tal dolor que se arrepienten de no habernos amado, y reconocen nuestra Voluntad

como principio y cumplimiento de su vida, y como satisfacción aceptan la muerte, para cumplir un acto

de nuestra Voluntad. Porque tú debes saber que si la criatura no hiciera ni siquiera un acto de Voluntad

de Dios, las puertas del Cielo no son abiertas, ni es reconocida como heredera de la patria celestial, ni

los ángeles ni los santos la pueden admitir entre ellos, ni ella quisiera entrar, porque conocería que no le

pertenece. Por eso, sin nuestra Voluntad no hay ni santidad verdadera ni salvación, y cuántos sonsalvados en virtud de esta nuestra última espía toda de amor, excepto los más perversos y obstinados,

si bien les convendrá hacer una larga etapa de purgatorio. Por eso el punto de la muerte es nuestra

pesca diaria, el reencuentro del hombre extraviado”.

(8) Después ha agregado: “Hija mía, el punto de la muerte es la hora del desengaño, y todas las

cosas se presentan en aquel punto, la una después de la otra, para decirle: ‘Adiós, la tierra para ti ha

terminado, comienza la eternidad’. Sucede para la criatura como cuando se encuentra encerrada en

una habitación y le es dicho que detrás de esta habitación hay otra, en la cual está Dios, el paraíso, el

purgatorio, el infierno, en suma, la eternidad, pero ella nada ve, escucha que otros se lo aseguran, pero

como aquellos que lo dicen tampoco lo ven, lo dicen de tal manera que casi no se hacen creer, no

dando una gran importancia para hacer creer con realidad, con certeza, lo que dicen con las palabras,

pero un buen día caen los muros y ve con sus propios ojos lo que antes le decían, ve a su Padre Dios

que con tanto amor la ha amado, ve uno por uno los beneficios que le ha hecho, ve cómo están

lesionados todos los derechos de amor que le debía, ve cómo su vida era de Dios, no suya, todo se le

pone delante: Eternidad, paraíso, purgatorio, infierno; la tierra le huye, los placeres le voltean la

espalda, todo desaparece, y solamente queda presente lo que está en aquella estancia de la cual han

caído los muros, lo cual es la eternidad. ¡Qué cambio sucede para la pobre criatura! Mi bondad es

tanta por querer a todos salvados, que permito que estos muros caigan cuando las criaturas se

encuentran entre la vida y la muerte, entre el salir el alma del cuerpo para entrar en la eternidad, a fin de

que al menos hagan un acto de dolor y de amor, y reconozcan a mi Voluntad adorable sobre de ellas.

Puedo decir que les doy una hora de verdad para ponerlas a salvo. ¡Oh, si todos supieran mis

industrias de amor que hago en el último punto de la vida, a fin de que no huyan de mis manos más que

paternas, no esperarían llegar a aquel punto, sino que me amarían por toda la vida!”

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lunes, 10 de abril de 2023

¡ANUNCIO DEL REINO DE DIOS!






 Llamada a las criaturas al orden, a su puesto y a la finalidad para la que fueron creadas por Dios. (Libro de Cielo)


Conocer las Verdades, rumiarlas, entenderlas y ponerlas en pràctica.

El Reino de la Divina Voluntad Yà esta aqui en la Tierra, establecido en Luisa Picarreta desde 1947 por nuestro Señor Jesucristo.

El Reino de Jesús en este mundo Ya esta aquí, no es algo futuro, no es algo que venga, Ya esta.

El Triunfo de los dos corazones de Jesús y Marìa no es algo para después, ya paso y esta en vigencia y se esta extendiendo, ¿Cómo?,  a través de cada persona que se decide a vivir en esta Divina Voluntad y que empieza a trabajar y ponerla en practica y que su anhelo es llegar a vivir, allí están triunfantes los dos corazones de Jesús y Marìa, Marìa es la Reina de la Divina Voluntad por ser la primera en vivir en la Unidad del Querer Supremo y Jesús por ser la misma Divina Voluntad y Luisa Picarreta es el medio por el cual todo esto se puede hacer realidad, en toda la familia humana, y de ella saldrá todas las verdades y enseñanzas; y nadie podrá vivir en la Divina voluntad sino a través de estas Verdades dictadas por nuestro Señor Jesucristo a Luisa Picarreta, que es la Tercera Obra de Dios en la Tierra, osea el cumplimiento del Padre Nuestro, El Hágase Tu Voluntad , en la  tierra como en el Cielo.

martes, 4 de abril de 2023

A LOS TANTOS JUDAS DE LA POLÍTICA ARGENTINA, DE AYER Y DE HOY- PIDAN PERDÓN Y VÁYANSE


 16 de mayo de 1947

Viernes.

Dice Jesús:

<<¿Quieres saber cuál fue el Apóstol que amó más que cualquier otro? Fue Juan, en verdad. Amó más antes y después de la Pasión; antes y después de Pentecostés. Yo y él: dos océanos de amor, de los cuales el segundo es poco  menor que el primero, en él que se vierte y funde. ¿Y cuál es el apóstol que amé más? Fue Judas de Keriot. No me mires con esos ojos asombrados, no te sobresaltes. Es así. Amé a Judas de Keriot más que a cualquier otro. Ahora voy a explicártelo y comprenderás.

Juan era el predilecto. Ya se sabe. Es verdad. Era bueno, puro, fiel. Era natural que atrajera el amor de Dios y el amor del Hombre, es decir, el amor de Jesús Dios-Hombre. Pero dime: ¿es más fatigoso cumplir una acción que exige un esfuerzo continuo y que ya con anterioridad sabemos que es inútil, o cumplir otra que, en lugar de esfuerzo, da júbilo y reposo? Es más fatigosa la primera, ¿no es verdad?

Y ¿quién tendrá mayor mérito?: ¿el que cumple la primera o la segunda?, ¿el que cumple la primera, hecha con el único fin de cumplir completamente el propio deber, sin esperanzas de obtener una recompensa, o la segunda que, en cada  minuto, nos gratifica ampliamente por lo que hacemos? Tendrá mayor mérito el que cumple la primera.

Y te digo aún: ¿sabes qué tipo de amor tiene el que, sólo por un amor y un deber heroicos hacia Dios y hacia los hermanos, sigue ocupándose y preocupándose de beneficiar al hermano malvado para intentar volverle bueno y dar gloria al Señor? Tiene un amor perfecto. Este tipo de amor que lo cumple todo y todo lo perdona, que lo supera todo, llevado por el fin perfecto de hacer una obra grata a Dios. ¿No lo logra? ¿Ya se sabe que no lo logrará? ¿Se sabe que Dios sabe que no lo logrará? No importa. Lo hace lo mismo. Es el heroísmo del deber cumplido a la perfección. Y también demuestra la perfección del sentimiento, porque si uno no amase en Dios a uno que se sabe que es un delincuente, traidor, incorregible en sus sentimientos perversos, no podría amar a un delincuente tal.

Pero le ama porque experimenta el amor sublime que henchía mi corazón en la Cruz, cuando Yo no rezaba por los justos e invocaba, en cambio, el perdón del Padre para los que eran mis asesinos.

Es el amor que Yo quiero en ti para con todos los que te odian… ¡Si supieras qué milagros obra este amor que damos a nuestros enemigos irreducibles, a los inconvertibles! Son milagros directos, para ellos mismos –como fue el amor de Esteban por Saulo, ese amor que le obtuvo el encuentro Conmigo camino a Damasco-, o milagros indirectos.

El amor no se pierde. Ni siquiera una parte infinitesimal de amor, de esta moneda, de esta levadura, de este bálsamo que es el amor, queda sin dar frutos porque la recogen los ángeles, la nota Dios, sube al tesoro de los Cielos y allí -

¡oh, misteriosas operaciones de Dios!- sirve para adquirir, para hacer crecer y curar almas esclavas de Satanás, almas estáticas en su justicia apenas delineada, almas heridas y enfermas. El amor que ofrecemos por la conversión de quienes nos crucifican y que nos da frutos para ellos debido a su perversa voluntad, va a fecundar para la gracia otras almas, desconocidas en la Tierra y que, en cambio, serán conocidas en el Cielo.

Escúchame aún, para volver a Judas. He dicho: “Al que mucho ama, mucho se le perdona” 1 . Es verdad y es justo. Cuanto más uno ama, más merece el perdón del que ha sido ofendido. Pero también es exacto que quien más perdona, demuestra amar mucho. Y el que siempre lo perdona todo, lo perdona siempre, hasta la llegada de la hora del juicio, no sólo ama mucho, ama totalmente. Así amé a Judas de Keriot. Le amé totalmente. También a otros les amé así, especialmente a Juan. Mas era justo amarles así. Eran buenos, aun en sus (Lucas 7, 47.)  defectos, y me amaban con todas sus fuerzas. ¿Eran fuerzas mínimas, imperfectas? ¿Siguieron siéndolo hasta el final, hasta que el Espíritu Santo las renovó? No importa. Eran todas las fuerzas que tenían. ¡Pero a Judas!, ¡a Judas!, ¡amar a Judas!, ¡amar totalmente a Judas, aun no ignorando los mínimos repliegues de su tenebroso corazón!, ¡amarle porque está dicho “amarás a tu prójimo como a ti mismo”(2) ! Ves, alma mía, muchos repiten esta exhortación desde el púlpito, desde la cátedra, desde el altar y el confesionario… y creen conocerla bien porque dicen:

“El segundo mandamiento es amar al prójimo como a sí mismos”. Mas pocos, pocos maestros en el espíritu, a los muchos ignorantes en el espíritu hacen considerar un aspecto esencial del mandamiento de amor. Y es éste. Se ha dicho:

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” sin aclarar si se trata de un prójimo bueno, de un prójimo malvado, de un prójimo dócil o indócil, de un prójimo afectuoso o llevado a odiar. No está aclarado. Se ha dicho: “Amarás a tu prójimo”. Le amarás por completo, si es bueno o malvado, con un amor gozoso o doloroso, pero siempre lo amarás todo a él.

Este amor que abarca a todo prójimo exige un espíritu cabal de misericordia, de mansedumbre, de humildad, ¡porque es difícil, sí, muy difícil amar a determinados prójimos! Hay que estar muy, muy, muy bien fundados en la caridad para poder hacerlo. Mas tampoco aquí os falta el modelo. He aquí vuestro Modelo: ¡soy Yo, Jesús! Imitadme y seréis perfectos, tal como Yo lo deseo para vuestro eterno gozo.

La horrenda y tenebrosa figura de Judas, que tan ampliamente he revelado en la Obra, no carecía de fin. ¡Por cierto no me he deleitado en ilustrar esa maraña de serpientes infernales! Mas os la he revelado porque, haciéndolo, también he revelado de qué modo los maestros en el espíritu y también todos los cristianos deben obrar respecto a los muchos Judas que pueblan la Tierra y que ningún hombre deja de encontrar en su jornada mortal…

Les digo a los maestros en el espíritu y a todos: “Imitadme en este perfecto amor y poseeréis un amor semejante al de Jesús, vuestro Maestro”>>.


Fuente; Cuaderno de 1947,  Maria Valtorta

jueves, 30 de marzo de 2023

¿QUIEN ES DI0S? Y ¿QUIEN ES EL HOMBRE? - Lectura ofrecida a todos los gobernantes, ciudadanos, y autoridades y religiosos.


 6 de septiembre de 1947

Dice Jesús:

<<Por lo general, cuando se explican los diez mandamientos se dice que

comienzan con los tres dedicados al culto de Dios, porque Dios tiene precedencia

y todo lo que es de Dios debe tenerla sobre todo otro ser o cosa. Es una

explicación justa, pero esta explicación común no es la única para aclarar el orden

dado a los diez mandamientos.

Siendo Dios la perfección, podía haber sido colocado en el vértice de la escala

ascensional de la perfección y podía dársele el culto y el honor cuando la criatura

se hubiera hecho digna de dárselos, tal como conviene, por ser ya “justa” en todas

las cosas de la Tierra. Mas, ¿crees que entonces habría sido posible honrar a Dios

y practicar su culto? Te lo digo Yo: no habría sido posible nunca. ¿Por qué te lo

digo, alma mía? Escúchame bien.

¿Qué es Dios? Es Caridad, Bondad, Sabiduría, Fuerza, Potencia. Es el Todo.

Es la Perfección.

¿Qué es el hombre? Es un alma prisionera en una carne anhelante y fuerte en

cuanto a los apetitos nocivos, débil en cuanto a las buenas intenciones, un alma

que, además del peso y las consecuencias del peso de la materia que la envuelve,

lleva el peso y las consecuencias de la culpa de Adán, mancha borrada, obstáculo

abatido para dejar lugar a la Gracia, pero culpa cuyos estímulos aún no están

sofocados, culpa embestida por los vientos del mundo y de Satanás. El hombre es

debilidad, egoísmo, ignorancia, impotencia, imperfección. Es todo esto a pesar de

los dones gratuitos de Dios porque, por lo general, tales potentes dones no son

utilizados por el hombre con una voluntad inteligente y amorosa. Por lo tanto,

quedan inertes, estériles. El hombre vuelve estériles estas potentes levaduras,

estas potentes medicinas, estos gérmenes potentes, con su apatía, con su

negligencia, con su incredulidad, o con el máximo mal, que es el odio hacia Dios.

Así el hombre aprisiona estos dones, los amordaza, los humilla, los pisotea, los

rechaza. Y, al hacerlo, rechaza también al Donador de los mismos: rechaza a

Dios, Uno y Trino.

Y, al separarse de Dios, el hombre es una nada, no es capaz de nada, porque la

unión con Dios es vida, porque la unión con Dios es potencia, porque la unión

con Dios es potencia, porque la unión con Dios es fortaleza, porque la unión con

Dios es sabiduría, porque la unión con Dios es templanza, es justicia, es

prudencia, es bondad, es misericordia, es caridad, o sea, es ser hijos de Dios que

tienen semejanza con el Padre en el espíritu y en las virtudes.

343Sin Dios, el hombre puede ser sólo un bruto salvaje o, más que un bruto, un

demonio, porque el bruto se deja dominar por el hombre, se domestica, se doblega

ante la potencia que se llama “hombre”, se doblega con amor o por amor –en los

brutos más desarrollados y domésticos- o con temor. El hombre ha convertido a

los animales, que al principio eran libres y salvajes, en sus súbditos y ayudantes y

también en amigos por cierto no despreciables. Muchos hombres tendrían qué

aprender de los animales amor, fidelidad, paciencia, obediencia. Luego, los

animales saben amar y obedecer, ser fieles. Muchas veces, los hombres no saben

doblegarse ante la potencia llamada Dios. Luego, son demonios, porque sólo los

demonios son perpetuos rebeldes.

He dicho que los hombres no saben doblegarse. ¡Oh, Dios no os impone

doblegaros ante Él! Os pide que os arrojéis en sus brazos paternos, no que os

dobléis bajo el bastón, el látigo, el yugo, las riendas, como los animales, sino bajo

el amor, bajo la caricia del amor de Dios. Os pide que os dobléis sobre su regazo

de Padre y que le escuchéis mientras os explica lo que está bien y subraya sus

palabras con caricias y gracias.

¿Por qué no hacéis lo que sabe hacer el animal hacia el que lo domestica o lo

ama? Comparado con el animal, es grande la potencia y perfección del hombre.

Pero la potencia y perfección de Dios es infinita respecto a ese átomo que es el

hombre, quien es grande respecto a los animales sólo gracias al alma, que le viene

de Dios, y puede llegar a ser grande también ante Dios sólo por cuanto sepa

engrandecer su alma, recreándola en la perfección.

Una vez hecha esta premisa, vayamos ahora a la lección sobre la sabia justicia,

sobre la bondad paterna de Dios al ordenar al hombre primero la perfección hacia

Dios, luego la perfección hacia el prójimo. Además de la justa regla de

precedencia hacia el Supremo en la práctica de su culto, el orden mantenido en

los diez mandamientos es debido a un perfecto pensamiento de amor paterno de

Dios hacia los hombres, que Él quiere que sean eternamente bienaventurados en

su Reino.

Cuando el hombre pone en práctica los tres primeros mandamientos ama a

Dios y, por eso, vive en Dios y Dios vive en él. Al ser tan “vivos” por la vida de

Dios que se comunica en la plenitud de sus dones al hijo en cuya intimidad habita,

los hombres, con su parte más agresiva (la humana), pueden llevar a cabo la

justicia. Reconocer a Dios por único Dios, honrarle, rezarle, no caer en idolatría,

no vituperar el Nombre Santísimo, son actos del espíritu y el espíritu, el alma,

siempre tiene una agilidad mayor para llevar a cabo lo que le es ordenado, lo que

344siente que es justo, lo que espontáneamente, instintivamente, siente que debe dar

a su Creador, que sabe que existe como Ente Supremo.

Ya te he explicado esto a su debido tiempo, respondiendo a las objeciones

acerca del “recuerdo que las almas tienen de Dios”. Pero la carne, ¡oh, la carne!,

¡es la bestia rebelde y golosa! Es la materia que más fácilmente es acicateada,

intoxicada e inflamada por la tentación, por el veneno, por el fuego de la serpiente

maldita. Y para saber resistir debe estar sostenida por un espíritu fuerte, fuerte por

su unión con Dios.

Lo he dicho: “Si no sabéis amar a Dios, ¿cómo podéis amar a vuestro

hermano? Si no amáis al Bueno en absoluto, al Benefactor, al Amigo, ¿cómo

podréis y sabréis amar a un semejante vuestro que sólo raramente es bueno,

benéfico, amigo?”. Desde un punto de vista humano, del hombre-animal a

hombre-animal, no podríais hacerlo. Sin embargo, si no amáis al prójimo, no

amáis a Dios y, si no amáis a Dios, no podéis entrar en su Reino.

Es por eso que, entonces, el Santísimo Padre os enseña a amarle primero a Él.

Como un Maestro enormemente sabio primero os instruye, os cría y fortalece en

el amor dándose a vosotros Él mismo, el siempre Bueno, para que lo améis.

Luego, después que el amor os ha unido a Él y ha establecido en vosotros la

morada de Dios, os impulsa a amar a los hermanos, al prójimo y, para fortaleceros

cada vez más en el dulce pero difícil amor al prójimo, indica al padre y a la madre

como primer prójimo para ser amado por vosotros. El hombre que, después que a

Dios, sabe amar con perfección al padre y a la madre, más tarde sabrá contener

con facilidad su violencia hacia el prójimo, ya sea éste ladrón, fornicador, perjuro,

ya sea que envidie la mujer y los bienes ajenos. ¿Has comprendido, alma mía, la

razón de amor que tuvo Dios en la disposición de los 10 mandamientos? Quiso

ayudaros, daros el modo de estar con Él y Él en vosotros, para que esta unión os

dé un espíritu tan fuerte que salga victorioso siempre sobre la carne, el mundo, el

demonio, y para que esta victoria llegue al triunfo del Cielo, al gozo de Dios, a la

vida eterna, al tiempo y al lugar maravilloso donde ya no hay luchas ni órdenes,

donde la fatiga y el dolor han sido superados por completo, y hay sólo paz, paz,

paz.

La misma paz que te dono, alma mía, para sostener tu sufrimiento y anticipar

la que te espera allí, donde Yo estoy con el Padre y el Espíritu Santo, con María y

los Santos>>.


Fuente; Cuaderno del año 1947, Maria Valtorta

LOS ÁNGELES CUSTODIOS


 16 de julio de 1947

Dice San Azarías:

<<La gente cree que la misión del ángel de la Guarda termina cuando muere el

que dicho ángel custodia. No siempre es así. La misión cesa, y es lógica

consecuencia, cuando muere el pecador impenitente y esto es un supremo dolor

para el ángel custodio del que no se arrepintió. En cambio, muda en jubilosa y

eterna gloria cuando muere un santo, que pasa de la Tierra al Paraíso sin pausas

purgativas. Y para los que pasan de la Tierra al Purgatorio para expiar y

purificarse, la misión continúa tal cual, como protección que intercede por quien

le ha sido confiado y al que ama. Entonces nosotros, los ángeles custodios,

rezamos con caridad por vosotros ante el trono de Dios y, junto con nuestras

oraciones de amor, presentamos los sufragios que os dedican parientes y amigos

en la Tierra.

¡Oh!, no puedo decir totalmente todo lo vivo, activo, dulce, que es el vínculo

que aún nos une a vosotros, los purgantes. Como madres que atisban el regreso de

la salud en un hijo que estuvo enfermo y ahora está convaleciente, como esposas

que van contando los días que las separan de la reunión con el esposo prisionero,

así estamos nosotros. Ni siquiera por un instante dejamos de observar la amorosa

Justicia divina y vuestras almas y vuestras almas que se purifican entre las llamas

del amor. Y nos colmamos de júbilo, al ver el Amor cada vez más apaciguado con

ellas y a ellas cada vez más dignas de su Reino. Y cuando la Luz nos ordena:

“Quítale de allí para traerle aquí”, más veloces que una flecha nos precipitamos

para llevar un trocito de Paraíso, que quiere decir fe, esperanza, consuelo para los

334que aún permanecen expiando, allí en el Purgatorio, y estrechamos a nosotros el

alma amada por la que hemos obrado y sufrido, y subimos con ella mientras

vamos enseñándole el hosanna paradisíaco.

Los dos instantes dulces en la misión de los Custodios, o mejor, los más

dulces, son: cuando la Caridad nos dice: “Desciende porque ha sido engendrado

un nuevo hombre y debes velar por él como sobre una gema que me pertenece”, y

cuando podemos subir con vosotros al Cielo. Mas el primero es menos dulce que

el segundo. Los demás instantes de júbilo son vuestras victorias sobre el mundo,

sobre la carne y el demonio. Y así como temblamos por vuestra fragilidad desde

el momento en que os tomamos bajo nuestra custodia, del mismo modo siempre

palpitamos tras una victoria vuestra, porque el Enemigo del Bien vigila siempre

para abatir lo que construye el espíritu. Por eso, el instante en que entramos con

vosotros en el Cielo es jubiloso y perfecto en ese júbilo, pues nada puede destruir

lo que ya se ha cumplido.

Y ahora, alma mía, contesto a tu íntima pregunta: si Dios está contento de que

en tu casa haya otro Custodio. ¡Oh, tú! Que nunca nos haces preguntas pero que,

sin embargo, tienes abierto tu espíritu, donde tu deseo escribe a veces sus

interrogantes más fuertes sin que tú misma lo sepas, sin que tu voluntad –obligada

a no preguntar por el digno respeto, que muy pocos tienen, por lo Sobrenatural

que se inclina a vosotros- intervenga, debes saber que es dulce responder a quien

es como tú y poder consolarte, ¡oh, alma amada por Dios y atormentada por los

hombres!

Sí, Dios está contento. Está contento porque en tu casa hay un ángel que está

contento por velar sobre un alma apenas creada, una gema de Dios, y contento

también porque Jesús es el que amaba a los niños… lo demás se lo digo a tu alma,

y que quede entre nosotros como un secreto tan bello que es inútil revelárselo al

mundo que no sabe comprender los gozos de Dios y de las almas de Dios>>.


20 de agosto de 1947

Prosiguiendo sus explicaciones acerca de los Ángeles Custodios (la otra es del

16 de julio de 1947), San Azarías dice ;

<<Otra acción del Ángel Custodio es la de ser constante y maravillosamente

activo sea ante Dios –cuyas órdenes escucha y a quien ofrece las buenas acciones

de su protegido, presenta y apoya las súplicas, intercede en sus penas- sea ante el

hombre al que, sobrenaturalmente, hace de maestro guiándole en la correcta

senda, sin pausas, con inspiraciones, luces, atracciones hacia Dios.

¡Oh!, nuestros fuegos, que son los fuegos de la Caridad que nos ha creado y

que nos acomete con sus ardores, los dirigimos hacia nuestros custodiados, así

como hace el sol con el terrón que encierra una semilla para entibiarlo y hacerlo

germinar, y luego con el tallo para fortalecerlo y volverlo tronco y planta robusta.

Con nuestros fuegos os consolamos, os calentamos, os fortalecemos, os

iluminamos, os enseñamos, os atraemos al Señor. Si luego el hielo obstinado del

alma y su obstinada dureza no se deja penetrar y vencer por nosotros; si la

caritativa armonía de nuestras enseñanzas no sólo no es acogida sino que, por el

contrario, es rehuida para seguir en cambio la fragorosa música infernal que

desconcierta y enloquece, no es culpa nuestra. Nuestro es el dolor por haber

fallado en nuestra acción de amor sobre el alma, a la que, después que a Dios,

amamos con todas nuestras capacidades.

Por lo tanto, estamos siempre junto a nuestro custodiado, tanto si es un santo

como un pecador. Desde que el alma se infunde en la carne hasta que el alma se

separa de la carne, estamos junto a la criatura humana que el Altísimo Señor nos

ha confiado. Y la idea que todo hombre tiene junto a sí a un ángel, tendría que

ayudaros a amar a vuestro prójimo, a soportarle, a acogerle con amor, con

respeto, si no por sí mismo, por el invisible Azarías que está en él y que por ser

ángel, merece respeto y amor siempre.

339¡Cuánto más buenos seríais siempre con vuestro prójimo si pensarais que cada

acción vuestra hacia dicho prójimo está presidida y observada, además que por el

Ojo omnipresente de Dios también por dos espíritus angélicos que gozan o sufren

por lo que hacéis! Considerad esto: acogéis a una persona, la celebráis o la

mortificáis, la ayudáis o la rechazáis, pecáis con ella o la quitáis del pecado, os

enseña o le enseñáis, la beneficiáis o sois beneficiados por ella… y dos ángeles, el

vuestro y el suyo, están presentes y ven no sólo vuestras acciones evidentes sino

también la verdad de vuestras acciones, es decir, si las cumplís con verdadero

amor o con fingido amor o con rencor, con cálculo, etc.

¿Dais una limosna? Los dos ángeles ven cómo la dais. ¿No la dais? Los dos

ángeles ven el verdadero motivo por el cual no la dais. ¿Hospedáis a un peregrino

o le rechazáis? Los dos ángeles ven cómo le hospedáis, ven lo que espiritualmente

es verdadero en vuestra acción. ¿Visitáis a un enfermo? ¿Aconsejáis a quien tiene

dudas? ¿Consoláis a un afligido? ¿Honráis a un difunto? ¿Atraéis a la justicia a un

extraviado? ¿Dais una ayuda al que tiene necesidad? De todas las obras de

misericordia son testigos los dos ángeles: el vuestro y el del que recibe, o no

recibe, vuestra misericordia.

¿Llega alguien para visitaros o para molestaros? Pensad siempre que no lo

recibís a él sino también a su ángel. Y, por eso, tened caridad siempre; porque

también un delincuente tiene a su ángel y el ángel no se vuelve delincuente si su

custodiado lo es. Por eso, acoged con amor a quien quiera, aunque sea con un

amor prudente y reservado, a la defensiva; aunque sea con un amor severo, para

hacer comprender a vuestro prójimo que os visita que su conducta es digna de

reproche, que os duele que así sea y que debe cambiarla, no tanto para

complaceros, sino para complacer a Dios. Acoged con amor, porque si rechazáis

al hombre que os es antipático o indeseable, o inoportuno en ese momento, o que

sabéis que es pérfido, con él rechazáis también al huésped invisible pero santo

que está con él y que debería haceros grato todo visitante, porque cada prójimo

que llega a vosotros trae a vuestra casa o a vuestro lado al ángel que vela por él.

¿Tenéis que vivir junto a quien no os gusta? Ante todo no juzguéis. No sabéis

juzgar, el hombre juzga con justicia sólo muy de tarde en tarde. Mas, aún si

juzgáis con justicia, basándoos en elementos positivos y examinados sin

prevenciones y rencores humanos, no faltéis a la caridad porque no faltaréis

solamente hacia vuestro prójimo, sino también hacia el ángel custodio de dicho

prójimo. Si supierais razonar así, cuánto más fácil os resultaría superar antipatías

y rencores, y amar, amar, cumplir las obras que harán que Jesús, Señor y Juez, os

diga: “Ven a mi derecha, ¡oh tú, bendito!”.

340¡Vamos, haced un pequeño esfuerzo, haced siempre esta continua reflexión:

Ved con los ojos de la fe al ángel custodio que está junto a todo hombre, y obrad

siempre como si cada una de vuestras acciones fuera hecha hacia el ángel de Dios

que testimoniará ante Dios. Os aseguro que el ángel custodio de cada hombre,

junto con el vuestro, le dirá al Señor: “Altísimo, este fue siempre fiel a la caridad,

amándote siempre a Ti en el hombre, amando el mundo sobrenatural en la

criaturas, y por ese amor espiritual soportó ofensas, perdonó, fue misericordioso

con todos los hombres, a imitación de tu Hijo dilecto, cuyos ojos humanos,

aunque miraran a sus enemigos, con la ayuda de su espíritu santísimo veían junto

a ellos a los ángeles, a sus ángeles afligidos, y les honraba ayudándoles en el

propósito de convertir a los hombres para glorificarte con ellos a Ti, ¡oh,

Altísimo! Y salvar del mal al mayor número posible de criaturas.

Yo quiero que tú, -que te alegras porque el Señor al venir aquí encuentra en

adoración a un ángel más- creas en mis palabras así como crees en la presencia

del ángel del que va a nacer y te comportes con todos los que vienen a ti, o con

quienes tienes contactos de cualquier tipo, tal como te he dicho, es decir,

pensando en el ángel custodio de los mismos para superar cansancios y desdenes,

amando a todas las criaturas con justicia para hacer algo que es grato a Dios y que

honra y ayuda al angélico custodio.

Alma mía, medita acerca del modo en el que os honra el Señor y en que

nosotros os honramos y cómo os ofrecemos el modo de ayudarnos –a Él, el

Divino, y a nosotros, sus ministros espirituales- para volver a encaminar por la

justa senda a un prójimo vuestro con la palabra adecuada y, sobre todo, con el

ejemplo de una conducta firmemente radicada en el Bien. Digo firmemente

radicada, o sea, que no se doblega ante indulgencias y compromisos para no

perder la amistad de un hombre y cuya única premura consiste en no perder la

amistad de Dios y de sus ángeles. A veces será doloroso tener que ser severa para

que no sean pisoteadas por un hombre la gloria de Dios y su voluntad. Puede que

te procuren desaires e indiferencia. No te preocupes. Ayuda al ángel de tu prójimo

y también a éste le encontrarás en el Cielo.

Fuente: Cuaderno del año 1947, Maria Valtorta