jueves, 30 de marzo de 2023

LOS ÁNGELES CUSTODIOS


 16 de julio de 1947

Dice San Azarías:

<<La gente cree que la misión del ángel de la Guarda termina cuando muere el

que dicho ángel custodia. No siempre es así. La misión cesa, y es lógica

consecuencia, cuando muere el pecador impenitente y esto es un supremo dolor

para el ángel custodio del que no se arrepintió. En cambio, muda en jubilosa y

eterna gloria cuando muere un santo, que pasa de la Tierra al Paraíso sin pausas

purgativas. Y para los que pasan de la Tierra al Purgatorio para expiar y

purificarse, la misión continúa tal cual, como protección que intercede por quien

le ha sido confiado y al que ama. Entonces nosotros, los ángeles custodios,

rezamos con caridad por vosotros ante el trono de Dios y, junto con nuestras

oraciones de amor, presentamos los sufragios que os dedican parientes y amigos

en la Tierra.

¡Oh!, no puedo decir totalmente todo lo vivo, activo, dulce, que es el vínculo

que aún nos une a vosotros, los purgantes. Como madres que atisban el regreso de

la salud en un hijo que estuvo enfermo y ahora está convaleciente, como esposas

que van contando los días que las separan de la reunión con el esposo prisionero,

así estamos nosotros. Ni siquiera por un instante dejamos de observar la amorosa

Justicia divina y vuestras almas y vuestras almas que se purifican entre las llamas

del amor. Y nos colmamos de júbilo, al ver el Amor cada vez más apaciguado con

ellas y a ellas cada vez más dignas de su Reino. Y cuando la Luz nos ordena:

“Quítale de allí para traerle aquí”, más veloces que una flecha nos precipitamos

para llevar un trocito de Paraíso, que quiere decir fe, esperanza, consuelo para los

334que aún permanecen expiando, allí en el Purgatorio, y estrechamos a nosotros el

alma amada por la que hemos obrado y sufrido, y subimos con ella mientras

vamos enseñándole el hosanna paradisíaco.

Los dos instantes dulces en la misión de los Custodios, o mejor, los más

dulces, son: cuando la Caridad nos dice: “Desciende porque ha sido engendrado

un nuevo hombre y debes velar por él como sobre una gema que me pertenece”, y

cuando podemos subir con vosotros al Cielo. Mas el primero es menos dulce que

el segundo. Los demás instantes de júbilo son vuestras victorias sobre el mundo,

sobre la carne y el demonio. Y así como temblamos por vuestra fragilidad desde

el momento en que os tomamos bajo nuestra custodia, del mismo modo siempre

palpitamos tras una victoria vuestra, porque el Enemigo del Bien vigila siempre

para abatir lo que construye el espíritu. Por eso, el instante en que entramos con

vosotros en el Cielo es jubiloso y perfecto en ese júbilo, pues nada puede destruir

lo que ya se ha cumplido.

Y ahora, alma mía, contesto a tu íntima pregunta: si Dios está contento de que

en tu casa haya otro Custodio. ¡Oh, tú! Que nunca nos haces preguntas pero que,

sin embargo, tienes abierto tu espíritu, donde tu deseo escribe a veces sus

interrogantes más fuertes sin que tú misma lo sepas, sin que tu voluntad –obligada

a no preguntar por el digno respeto, que muy pocos tienen, por lo Sobrenatural

que se inclina a vosotros- intervenga, debes saber que es dulce responder a quien

es como tú y poder consolarte, ¡oh, alma amada por Dios y atormentada por los

hombres!

Sí, Dios está contento. Está contento porque en tu casa hay un ángel que está

contento por velar sobre un alma apenas creada, una gema de Dios, y contento

también porque Jesús es el que amaba a los niños… lo demás se lo digo a tu alma,

y que quede entre nosotros como un secreto tan bello que es inútil revelárselo al

mundo que no sabe comprender los gozos de Dios y de las almas de Dios>>.


20 de agosto de 1947

Prosiguiendo sus explicaciones acerca de los Ángeles Custodios (la otra es del

16 de julio de 1947), San Azarías dice ;

<<Otra acción del Ángel Custodio es la de ser constante y maravillosamente

activo sea ante Dios –cuyas órdenes escucha y a quien ofrece las buenas acciones

de su protegido, presenta y apoya las súplicas, intercede en sus penas- sea ante el

hombre al que, sobrenaturalmente, hace de maestro guiándole en la correcta

senda, sin pausas, con inspiraciones, luces, atracciones hacia Dios.

¡Oh!, nuestros fuegos, que son los fuegos de la Caridad que nos ha creado y

que nos acomete con sus ardores, los dirigimos hacia nuestros custodiados, así

como hace el sol con el terrón que encierra una semilla para entibiarlo y hacerlo

germinar, y luego con el tallo para fortalecerlo y volverlo tronco y planta robusta.

Con nuestros fuegos os consolamos, os calentamos, os fortalecemos, os

iluminamos, os enseñamos, os atraemos al Señor. Si luego el hielo obstinado del

alma y su obstinada dureza no se deja penetrar y vencer por nosotros; si la

caritativa armonía de nuestras enseñanzas no sólo no es acogida sino que, por el

contrario, es rehuida para seguir en cambio la fragorosa música infernal que

desconcierta y enloquece, no es culpa nuestra. Nuestro es el dolor por haber

fallado en nuestra acción de amor sobre el alma, a la que, después que a Dios,

amamos con todas nuestras capacidades.

Por lo tanto, estamos siempre junto a nuestro custodiado, tanto si es un santo

como un pecador. Desde que el alma se infunde en la carne hasta que el alma se

separa de la carne, estamos junto a la criatura humana que el Altísimo Señor nos

ha confiado. Y la idea que todo hombre tiene junto a sí a un ángel, tendría que

ayudaros a amar a vuestro prójimo, a soportarle, a acogerle con amor, con

respeto, si no por sí mismo, por el invisible Azarías que está en él y que por ser

ángel, merece respeto y amor siempre.

339¡Cuánto más buenos seríais siempre con vuestro prójimo si pensarais que cada

acción vuestra hacia dicho prójimo está presidida y observada, además que por el

Ojo omnipresente de Dios también por dos espíritus angélicos que gozan o sufren

por lo que hacéis! Considerad esto: acogéis a una persona, la celebráis o la

mortificáis, la ayudáis o la rechazáis, pecáis con ella o la quitáis del pecado, os

enseña o le enseñáis, la beneficiáis o sois beneficiados por ella… y dos ángeles, el

vuestro y el suyo, están presentes y ven no sólo vuestras acciones evidentes sino

también la verdad de vuestras acciones, es decir, si las cumplís con verdadero

amor o con fingido amor o con rencor, con cálculo, etc.

¿Dais una limosna? Los dos ángeles ven cómo la dais. ¿No la dais? Los dos

ángeles ven el verdadero motivo por el cual no la dais. ¿Hospedáis a un peregrino

o le rechazáis? Los dos ángeles ven cómo le hospedáis, ven lo que espiritualmente

es verdadero en vuestra acción. ¿Visitáis a un enfermo? ¿Aconsejáis a quien tiene

dudas? ¿Consoláis a un afligido? ¿Honráis a un difunto? ¿Atraéis a la justicia a un

extraviado? ¿Dais una ayuda al que tiene necesidad? De todas las obras de

misericordia son testigos los dos ángeles: el vuestro y el del que recibe, o no

recibe, vuestra misericordia.

¿Llega alguien para visitaros o para molestaros? Pensad siempre que no lo

recibís a él sino también a su ángel. Y, por eso, tened caridad siempre; porque

también un delincuente tiene a su ángel y el ángel no se vuelve delincuente si su

custodiado lo es. Por eso, acoged con amor a quien quiera, aunque sea con un

amor prudente y reservado, a la defensiva; aunque sea con un amor severo, para

hacer comprender a vuestro prójimo que os visita que su conducta es digna de

reproche, que os duele que así sea y que debe cambiarla, no tanto para

complaceros, sino para complacer a Dios. Acoged con amor, porque si rechazáis

al hombre que os es antipático o indeseable, o inoportuno en ese momento, o que

sabéis que es pérfido, con él rechazáis también al huésped invisible pero santo

que está con él y que debería haceros grato todo visitante, porque cada prójimo

que llega a vosotros trae a vuestra casa o a vuestro lado al ángel que vela por él.

¿Tenéis que vivir junto a quien no os gusta? Ante todo no juzguéis. No sabéis

juzgar, el hombre juzga con justicia sólo muy de tarde en tarde. Mas, aún si

juzgáis con justicia, basándoos en elementos positivos y examinados sin

prevenciones y rencores humanos, no faltéis a la caridad porque no faltaréis

solamente hacia vuestro prójimo, sino también hacia el ángel custodio de dicho

prójimo. Si supierais razonar así, cuánto más fácil os resultaría superar antipatías

y rencores, y amar, amar, cumplir las obras que harán que Jesús, Señor y Juez, os

diga: “Ven a mi derecha, ¡oh tú, bendito!”.

340¡Vamos, haced un pequeño esfuerzo, haced siempre esta continua reflexión:

Ved con los ojos de la fe al ángel custodio que está junto a todo hombre, y obrad

siempre como si cada una de vuestras acciones fuera hecha hacia el ángel de Dios

que testimoniará ante Dios. Os aseguro que el ángel custodio de cada hombre,

junto con el vuestro, le dirá al Señor: “Altísimo, este fue siempre fiel a la caridad,

amándote siempre a Ti en el hombre, amando el mundo sobrenatural en la

criaturas, y por ese amor espiritual soportó ofensas, perdonó, fue misericordioso

con todos los hombres, a imitación de tu Hijo dilecto, cuyos ojos humanos,

aunque miraran a sus enemigos, con la ayuda de su espíritu santísimo veían junto

a ellos a los ángeles, a sus ángeles afligidos, y les honraba ayudándoles en el

propósito de convertir a los hombres para glorificarte con ellos a Ti, ¡oh,

Altísimo! Y salvar del mal al mayor número posible de criaturas.

Yo quiero que tú, -que te alegras porque el Señor al venir aquí encuentra en

adoración a un ángel más- creas en mis palabras así como crees en la presencia

del ángel del que va a nacer y te comportes con todos los que vienen a ti, o con

quienes tienes contactos de cualquier tipo, tal como te he dicho, es decir,

pensando en el ángel custodio de los mismos para superar cansancios y desdenes,

amando a todas las criaturas con justicia para hacer algo que es grato a Dios y que

honra y ayuda al angélico custodio.

Alma mía, medita acerca del modo en el que os honra el Señor y en que

nosotros os honramos y cómo os ofrecemos el modo de ayudarnos –a Él, el

Divino, y a nosotros, sus ministros espirituales- para volver a encaminar por la

justa senda a un prójimo vuestro con la palabra adecuada y, sobre todo, con el

ejemplo de una conducta firmemente radicada en el Bien. Digo firmemente

radicada, o sea, que no se doblega ante indulgencias y compromisos para no

perder la amistad de un hombre y cuya única premura consiste en no perder la

amistad de Dios y de sus ángeles. A veces será doloroso tener que ser severa para

que no sean pisoteadas por un hombre la gloria de Dios y su voluntad. Puede que

te procuren desaires e indiferencia. No te preocupes. Ayuda al ángel de tu prójimo

y también a éste le encontrarás en el Cielo.

Fuente: Cuaderno del año 1947, Maria Valtorta

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