MARÍA SIMMA Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO
María Simma es una mujer extraordinaria, nacida en Sonntag (Vorarlberg), Austria, el 5 de febrero de 1915. Es un alma mística, favorecida de grandes carismas, especialmente el de recibir mensajes de las almas del purgatorio, que se le aparecen y a quienes ha consagrado su vida desde joven. Su obispo está de acuerdo con su apostolado en favor de esta almas y lo mismo lo estaba su director espiritual, el P. Alfonso Matt, quien la dirigió en los primeros años de sus experiencias místicas. En 1968 escribió un libro titulado “Meine Erlebnisse mit Armen Seelen” (Mi relación con las pobres almas) traducido a varias lenguas y que tiene ya más de 20 ediciones. Otros más se han escrito, basados en entrevistas con ella.
También, de vez en cuando, da conferencias en diferentes lugares de Europa, especialmente de Austria y Alemania, pues sólo habla alemán.
Todo lo que ella ha sabido por medio de las almas del purgatorio, sobre sus necesidades, ha sido exacto y ha estado siempre conforme con las enseñanzas de la Iglesia. Su director, el P. Alfonso Matt, enviaba los mensajes que ella recibía a los familiares de los difuntos y ellos quedaban asombrados de cosas que nadie podía saber. Por eso, desde el principio, fue apoyada por su párroco.
Por otra parte, el hecho de que los muertos puedan aparecerse a los vivos no debe parecer imposible, porque el mismo Evangelio nos habla de que el Viernes santo “muchos sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron y saliendo de sus sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad y se aparecieron a muchos” (Mt 27,52-53).
a) Informe del P. Alfonso Matt
El P. Alfonso Matt, según el vicario general de su diócesis era “un sacerdote íntegro y ejemplar que no tenía nada de exaltado. Era un venerado sacerdote” El día de su entierro (26- 12-1978), su obispo, Bruno Wechner, en presencia de 1.000 fieles y40 sacerdotes dijo: “Lo más hermoso que se puede decir de un sacerdote es que es un sacerdote según el corazón de Dios. Así era el R Alfonso Matt”. Pues bien, él escribió un informe sobre la vida de María Simma. Veamos un resumen de este informe:
“María Simma nació en Sonntag. Quiso hacerse religiosa, pero las tres veces que lo intentó, tuvo que salir por falta de salud. Su vida espiritual se caracteriza por un gran amor a la Virgen María y un gran deseo de socorrer a las almas del purgatorio, devoción que le inculcó su madre desde niña. Ella ha consagrado su virginidad a la Virgen y ha hecho voto de ánimas, como alma víctima en favor de las almas del purgatorio. En la parroquia se dedica a dar catecismo a los niños y prepararlos para la primera comunión.
A partir de 1940, se le aparecieron algunas almas para pedirle ayuda. El día de “Todos los santos” de 1953, comenzó también a ofrecer sufrimientos expiatorios por ellas. Tuvo, por ejemplo, que sufrir mucho por un oficial muerto en Kürnten en 1660. Un sacerdote de Colonia, muerto el año 555, le pidió también sufrimientos expiatorios, pues de otro modo, debía sufrir hasta el fin del mundo por sus misas sacrílegas, adulterios, falta de fe y haber participado en martirizar a las compañeras de Santa Úrsula.
También tuvo que sufrir mucho por las prácticas anticoncepcionistas y la impureza de las almas que se le aparecían. Algunas almas le pedían que libremente aceptara sus sufrimientos para su liberación y purificación. Por ejemplo, una tal Berta, francesa, muerta en 1740 dos señoritas de Innsbruck, muertas en un bombardeo; un sacerdote italiano, etc. María siempre ha aceptado generosamente estos sufrimientos que le pedían y nunca los ha rechazado.
En 1954 comenzó un modo nuevo de ayudar a las almas. Un cierto Paul Gisinger de Koblach le pidió que les dijera a sus 7 hijos que dieran en su nombre 100 chelines para las misiones e hicieran celebrar dos misas, porque sólo así podía ser liberado. Después siguieron otras demandas análogas en favor de las misiones y de celebrar misas.
En octubre y noviembre hasta el 8 de diciembre (fiesta de la Inmaculada) de ese año 1954, venían cada noche a pedir oraciones o sufrimientos. Ella, poco a poco, pidió la ayuda de otras personas para poder atender sus peticiones. Cuando se trataba de sacerdotes, las oraciones debían ser hechas por sacerdotes.
Las almas del purgatorio se le aparecen de diversas formas y en diversas maneras. Algunas tocan la puerta, otras aparecen de improviso. Unas se muestran con apariencia humana, como eran cuando vivían su vida mortal, normalmente vestidas como en días de trabajo, no de fiesta. Otras se aparecen bajo formas de animales que dan miedo o en formas difusas. A veces, están envueltas entre llamas, dando un aspecto terrible. Cuanto más purificadas están, más luminosas y afables se presentan. Con frecuencia, cuentan cómo han pecado y cómo se han librado del infierno gracias a la misericordia de Dios. Durante la Cuaresma, se presentan día y noche para pedirle que sufra y ore por ellas. Las que son extranjeras hablan en alemán con acento extranjero. Las almas le dicen que ella es de los nuestros. Cuando ella preguntó qué significaba ser de los “nuestros “, le dijeron que con su voto de ánimas se había entregado a la Madre de la misericordia en favor de ellas. Ella te ha dado a nosotras, le dijeron.
Las noticias, que las almas le dan sobre sus familiares vivos, son siempre exactas. En la avalancha que, en 1954, sepultó mucha gente aquí cerca, las almas le dijeron que había algunos vivos bajo la nieve. Por eso, intensificaron la búsqueda y pudieron encontrar algunos vivos más.
El demonio también se le ha presentado en ocasiones, para desanimarla de su misión. Una vez se le presentó como un ángel de luz; otra, como el sacerdote de la parroquia, Algunas personas se han escandalizado, porque pide a algunos de los familiares limosnas para las misiones o que se hagan celebrar misas por las almas. Pero ella nunca ha aceptado dinero, el dinero debe ser entregado directamente en la parroquia o en la curia episcopal.
Dice que las almas de los católicos sufren más que las de los protestantes, porque tuvieron más gracias, pero la fe católica es la mejor para ganar el cielo. Además, los católicos tienen la posibilidad de recibir más ayuda de otros y ser liberados más rápidamente, ya que los protestantes no creen en el purgatorio y no rezan por sus difuntos.
A ella se le ha revelado la maravillosa armonía que existe entre el amor y la justicia divina. Cada alma es purificada de acuerdo a la naturaleza de sus culpas. La duración es muy variada. El tiempo medio es de 40 años, pero hay quienes deben sufrir hasta el juicio final. Otros sólo sufren media hora, como si atravesaran el purgatorio en un vuelo. Lo que sí es cierto es que las almas sufren con una paciencia admirable y alaban la misericordia divina y suplican a María, madre de misericordia, agradeciéndole por haberse salvado.
La Virgen María va al purgatorio, con frecuencia, a consolar a las almas. También va San Miguel arcángel. Y allí están también los ángeles custodios de las almas, acompañándolas hasta su liberación final. La ayuda que necesitan es, sobre todo, misas, rosarios y sufrimientos por ellas. También es bueno el víacrucis y dar limosnas para las misiones. Las indulgencias tienen un valor inmenso. Es una crueldad no aprovechar este tesoro, que la Iglesia nos propone para las almas. Supongamos que estuviésemos delante de una montaña llena de monedas de oro y tuviésemos la posibilidad de cogerlas ¿no sería cruel rechazarlas y no poder ayudar a tantos necesitados?.
En resumen, María Simma tiene una vocación especial. Se trata de un apostolado y de una ayuda en favor de las almas del purgatorio”. Firmado P. Alfonso Matt, parroquia de Sonntag, 20 de febrero de 1955.
b) Mi relación con las almas del purgatorio
En este escrito personal, María Simma, entre otras cosas, dice: “Desde mi infancia tuve gran amor por las almas del purgatorio. Mi madre me lo enseñó y me repetía muchas veces: Cuando tengas alguna cosa importante que hacer, dirígete a las almas del purgatorio, porque son de gran ayuda.
En 1940 se me presentó, por primera vez, una alma del purgatorio. Sintiendo que alguien estaba en habitación me desperté y vi un extranjero que iba y venía por mi habitación. Le dije: ¿Cómo has entrado? ¿Qué has perdido? Él continuaba, yendo y viniendo, como si no me oyera. Entonces, salté de la cama para agarrarlo, pero no agarraba nada. No había nada. Lo intenté de nuevo y ocurrió lo mismo. Podía verlo y no podía tocarlo. Al poco tiempo, desapareció. Al día siguiente, después de la misa, fui a mi director espiritual y le conté lo ocurrido. Él me dijo: Si sucede otra vez, no le preguntes ¿quién eres? Dile. ¿Qué quieres de mí? A la noche siguiente, retornó la misma persona. Le dije: ¿Qué quieres de mí? Él respondió: Haz celebrar tres misas por mí y seré liberado. Entonces, pensé que debía ser un alma del purgatorio. Mi confesor me lo confirmó. Desde 1940 hasta 1953, cada año vinieron sólo dos o tres almas, normalmente en noviembre (mes de los difuntos). Mi director el P Alfonso Matt, me aconsejó que nunca rechazara ninguna petición de ayuda de esas almas.
Cuando un alma viene, me despierta tocando la puerta o llamándome o sacudiéndome o de otras maneras. Le digo de inmediato: ¿Qué quieres? ¿qué debo hacer por ti? Y normalmente me lo dicen. Un alma me dijo un día: Una de las cosas que más eficacia tiene para nosotras es el sufrimiento soportado con paciencia, sobre todo, cuando se ofrece por manos de la Madre de Dios, para que ella lo utilice para quien quiera. Y me pidió que sufriera por ella. Me pareció bastante extraño, porque hasta ese día ninguna me había pedido sufrir por ella. Le dije. ¿Qué debo hacer? Me respondió: Durante tres horas tendrás grandes dolores en todo el cuerpo. Después de las tres horas, podrás levantarte y continuar tus trabajos, como si no hubiera sucedido nada. Así me quitarás veinte años de purgatorio. Acepté y me vinieron tales dolores, que apenas me daba cuenta de dónde estaba, y parecía que pasaban días y semanas. Cuando todo terminó, me di cuenta de que habían pasado exactamente tres horas. A veces, me pedían sufrir sólo cinco minutos, pero ¡qué largos me parecen esos minutos! .
En 1954 (año mariano) cada noche empezaron a venir En ocasiones me decían quiénes eran y me encargaban algunas misiones para sus parientes. De esta manera, mi caso fue conocido públicamente. Esto era para mí muy desagradable; porque, por mi cuenta, sólo le habría hablado a mi padre espiritual. Algunas veces, se trataba de que devolvieran bienes mal adquiridos; en algunos casos, ni siquiera los parientes conocían ciertos detalles que yo les daba, por medio de mi párroco y director espiritual, que era quien transmitía los mensajes a gente de otros pueblos, cercanos o lejanos. También en ese año 1954 venían a visitarme las almas durante el día. Al terminar este año mariano, venían dos o tres veces por semana. Normalmente, aparecen el primer viernes de mes o en un día de fiesta de la Virgen o durante la Cuaresma. Durante Semana Santa vienen muchas y también en Adviento y en el mes de noviembre.
Aquellas almas, que yo he conocido bien en vida, las reconozco de inmediato. Otras son desconocidas, a no ser que me digan quiénes son. Normalmente se presentan en vestido de trabajo. Si eran personas inválidas o con graves deficiencias físicas o mentales, aparecen sanos. Los que estaban en silla de ruedas, caminan perfectamente, los mudos hablan, los sordos oyen, los ciegos ven. En el más allá quedan atrás todas las deficiencias humanas. Ellas saben de nosotros más de lo que suponemos. Ellas saben, por ejemplo, quiénes han asistido a su velorio y sepultura, quiénes han ido solamente por hacer acto de presencia y quiénes han ido a rezar por amor Ellas saben también lo que se dice sobre ellas en el velorio, porque están mucho más vecinas a nosotros de lo que suponemos y se dan cuenta de quiénes asisten a las misas ofrecidas por ellas. Ellas están presentes a sus funerales y a las misas ofrecidas por ellas. No les gustan los pomposos funerales, prefieren que sean sencillos, pero fervorosos. No quieren que su cuerpo sea cremado; porque, al no tener lugar de referencia, se pueden olvidar más fácilmente de ellas. La cremación está permitida por la Iglesia, con tal que no se niegue la resurrección, pero ellas quieren todo lo que lleve a su familia a rezar y, el no tener una tumba que visitar, les hace olvidarse de ellas.
También quieren que se respete su cuerpo y que se evite cualquier profanación. Les gusta que en la tumba echen agua bendita y tengan un cirio bendito. Las visitas de amor al cementerio les agradan y ayudan más de lo que imaginamos. Incluso, les ayuda el simple hecho de limpiar su tumba, por el amor que ponemos en ello.
Personalmente, cuando voy al cementerio, que está junto a mi casa, enciendo una vela por las almas y les echo agua bendita, y ellas me lo agradecen. Un día vino a yerme una niña de unos seis años y me dijo que había apagado una vela en el cementerio para coger la cera y jugar Por eso, se encontraba en el purgatorio, aunque por poco tiempo. Me pidió que encendiera por ella dos velas benditas.
Otro día vino un niño de 11 años, de Kaiser para pedirme que rezara por él. Me dijo que estaba en el purgatorio, porque el día de los difuntos había apagado, por divertirse, varias velas, que estaban encendidas en el cementerio en favor de los difuntos.
Como vemos, también hay niños en el purgatorio; porque, antes de lo que pensamos, se dan cuenta del bien y del mal. Un día vino una niña de unos cuatro o cinco años y me dijo que estaba en el purgatorio, porque había recibido de su madre, junto con su hermana gemela, una muñeca. Ella lo había roto y, teniendo ser descubierta, la cambió por la de su hermana, sabiendo que esta haciendo algo malo y que iba a hacer sufrir a su hermana.
También hay sacerdotes. En una oportunidad, se me presentó un sacerdote para pedirme ayuda y vi que su mano derecha estaba negra y sucia. Me dijo: “Dijes a todos los sacerdotes que bendigan sin cesar a las personas, casas y objetos sagrados. Yo me descuidé de hacerlo, porque no le daba importancia y, por eso, sufro en esta mano”. Los sacerdotes pueden dar numerosas bendiciones y conjurar las fuerzas del mal. Sobretodo, los sacerdotes pueden celebrar misas por las almas, que es lo que más les ayuda. ¡Si se supiese cuál es el precio de una sola misa para la eternidad, las iglesias estarían llenas, incluso entre semana! En la hora de la muerte, las misas a las que hemos asistido con devoción serán nuestro mayor tesoro. Tienen más valor que las misas encargadas para nosotros después de muertos. También son importantes las indulgencias. Un alma me habló de su importancia y que para ganar una indulgencia plenaria era necesario una limpieza total del alma, despegada de todo lo terreno.
Cuando un alma se me aparece y, después de haber hecho sus peticiones, permanece más tiempo, sé que puedo hablar con ella y hacerle preguntas. Normalmente es otra alma la que viene, después de un tiempo, a darme la respuesta con el permiso de Dios. En mi cuaderno tengo anotadas las respuestas sobre si otras almas se han salvado o están todavía en el purgatorio. Puede suceder que pasen dos o tres semanas o años antes de recibir la respuesta. Nunca me han hablado de alguien que esté en el infierno,
Uno de los pecados más severamente castigados es el pecado contra la caridad: maledicencia, calumnia, rencor peleas por envidia, codicia... ¡ Cuántas veces se peca contra la caridad, diciendo palabras o haciendo juicios desprovistos de caridad! Y una palabra puede “matar” un alma o sanarla. Por eso, es muy importante perdonar y no guardar rencor, ni siquiera a los difuntos. Recuerdo el caso ocurrido en Innsbruck. Una mujer no podía perdonar a su padre. Cuando estaba vivo, no le había dado cariño de padre y ni siquiera le dio la oportunidad de estudiar para ser profesional. Por eso, no podía perdonarlo.
Después de muerto, el padre se apareció a su hija; no una, sino tres veces, suplicándole que lo perdonara, pero ella no quería. Después de un tiempo, esta mujer se enfermó y, entonces, entendió que debía perdonarlo, porque no podría vivir en paz. Tomada esta resolución, lo perdonó de todo corazón y la enfermedad comenzó a desaparecer. El odio envenena el alma y hasta produce enfermedades físicas y mentales. En cambio, el amor siempre da salud, paz y alegría.
Un campesino vino a visitarme y me dijo:
- Estoy construyendo un establo y, cada vez que el muro llega a cierta altura, se cae. Hay algo de extraño y sobrenatural en esto. ¿Qué puedo hacer?
- ¿Hay algún difunto que tiene algo contra ti, a quien guardas rencor?
- Oh sí, pensaba que no podía ser sino él. Me hizo mucho daño y no lo puedo perdonar.
- Él quiere que lo perdones, nada más.
- ¿Perdonarle yo? ¿A él que tanto daño me ha hecho de vivo? ¿Para que vaya al cielo? NO, NO.
- Pues no te dará reposo hasta que no lo hayas perdonado de corazón. ¿Cómo puedes decir en el Padrenuestro:
Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden? Es como si dijeras a Dios: No me perdones, como yo tampoco perdono.
El hombre se quedó pensativo y dijo: Tienes razón. En nombre de Dios lo perdono para que Dios me perdone también a mí. Desde ese día, no tuvo más problemas con el establo y pudo tener paz y amor en su corazón.
Un día vino a visitarme un hombre, cuya mujer Izabía muerto hacía un año y, desde entonces, todas las noches sentía tocar a la puerta de su dormitorio. Fui a su casa y, por la noche se me apareció un animal grande que parecía un hipopótamo. Después vino el demonio bajo la forma de una serpiente gigantesca que quería estrangular al hipopótamo... Y desaparecieron. Al poco tiempo, vino un alma con apariencia humana y me dijo: No ternas, ella izo está condenada, pero está en el purgatorio más terrible que exista. Me dijo que había vivido diez años en enemistad con otra mujer y ella era la causa de todo. La otra mujer había querido reconciliarse, pero ella siempre se había negado. Incluso, durante su última enfermedad, se había negado a hacer las
Un día vino a visitar un hombre que quería informarse sobre la suerte eterna de dos difuntos del mismo pueblo. Era el año mariano de 1954 y la respuesta llegó pronto. Un mes más tarde yo le comuniqué: La Sra. X está en el cielo y el Sr. X está en lo más profundo del purgatorio. Él me dijo: Es imposible. La Sra. X murió en el hospital por una práctica abortiva, mientras que el Sr. X estaba siempre el primero en la Iglesia y era el último en salir.
Pero, pocos días después, vino a yerme una señora que los conocía bien a los dos y me dijo: La Sra. X era como mi hermana. Ella era débil desde el punto de vista moral, pero ha sufrido mucho, porque este defecto era debido en gran parte a taras hereditarias. Murió como consecuencia de una práctica abortiva, pero murió con sentimientos de arrepentimiento hasta el punto que el sacerdote que la asistió en los últimos momentos pudo decir: Quisiera que todos murieran con los sentimientos de arrepentimiento de esta mujer. Ella murió con los últimos sacramentos y firme enterrada religiosamente.
El Sr X era el primero y el último en salir de la Iglesia, pero siempre estaba criticando a todo el mundo. Lo que más me indignó fue que, durante el sepelio de la Sra. X, él la estaba criticando y diciendo a algunas personas que la Sra. Xno debía ser enterrada en un cementerio católico. Entonces, le dije: Ahora está claro para mí que el Señor no quiere que Juzguemos a los demás. El Sr X criticaba a la Sra. X, aún en el cementerio, pero el Señor tuvo compasión de ella. No podemos juzgar a los demás, dejemos el juicio a Dios. Ahora el Sr. X está en lo profundo del purgatorio.
En una ocasión, vino un alma y me dijo: Cometí un crimen contra Dios. Un día, por soberbia, tomé una cruz y la destrocé, pensando que, si Dios existía no me lo permitiría hacer. Casi al instante, me vino una parálisis que fue mi salvación. Después me pidió decirle a su mujer que hicieraalgunas cosas para ayudarlo y liberarlo del purgatorio. Ella se había salido de la Iglesia católica y se había hecho protestante. Cuando le conté el mensaje de su esposo, me dijo:
Creo en lo que me dice, porque el hecho de que destrozó la cruz, solamente lo sabíamos él y yo. Y entró de nuevo en la Iglesia católica.
Un médico vino un día, lamentándose de que debía sufrir mucho por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones, para que no sufrieran más (eutanasia). Y nadie tiene derecho a quitar la vida, porque mientras están vivos, aunque estén en coma, pueden recibir las bendiciones de Dios a través de nuestras oraciones y buenas obras.
Una mujer me dijo: He debido estar 30 años de purgatorio por no haber dejado ir al convento a mi hija. Por eso, debemos pensar en la grave responsabilidad de los padres que no consienten la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos. Nadie tiene derecho a rectificar los planes que Dios ha trazado para cada uno desde toda la eternidad.
Otro día se me presentó un alma y me dijo: ¿Me conoces?. Yo le dije que no. Él respondió: Pero tú me has visto. En 1932 hiciste un viaje en tren y yo era tu compañero de viaje.
Entonces, me acordé muy bien de ese hombre, orgulloso, que había criticado en voz alta a la Iglesia y a la religión. Yo tenía 17 años y le respondí como pude. Él me dijo: Tú eres demasiado joven para darme lecciones. Cuando bajé del tren, le dije al Señor: Señor, no permitas que este hombre se pierda. Y esta oración lo había salvado. ¡Cuánto puede hacer la oración, aunque sea pequeña, pero hecha con fe! ¡Cuánto valen las obras de caridad para los demás!
Un día, un alma se me apareció con un balde vacío. Le pregunté por qué lo llevaba y me dijo. Es mi llave del paraíso. No he rezado mucho durante la vida, iba raramente a la Iglesia, pero una vez por Navidad limpié gratuitamente la casa de una pobre anciana y eso fue mi salvación.
El año 1954 ocurrió una avalancha, que sepultó varias personas en un pequeño pueblo de la montaña. Un joven de 20 años oyó que pedían auxilio y salió en su ayuda, pero su madre se lo quiso impedí, porque había mucho peligro para él. El joven, sin embargo, salió a rescatar a los que pedían auxilio, pero una avalancha lo sepultó también a él. La segunda noche después de su muerte, vino a pedirme que hiciera celebrar tres misas por él. Sus familiares se maravillaron de que tan pronto pudiera ser liberado, cuando no había sido muy fervoroso, sino todo lo contrario. Pero el joven me confió que Dios había sido muy misericordioso con él por haber querido ayudar a su prójimo y hacer una acción tan bella. Si hubiera vivido más tiempo, no habría podido conseguir una muerte tan bella a los ojos de Dios. ¡Una muerte en acto de caridad con el prójimo!
Ese mismo año, 1954, en otro pueblo hubo otra avalancha, que ocasionó muchos destrozos. Se contaba que hacía 100 años otra avalancha había destruido el pueblo y ésta había sido mucho peor pero sin mayores consecuencias. ¿Por qué? Las almas me dijeron que una mujer de nombre Stark, había ofrecido sus oraciones y sufrimientos por su pueblo. De otro modo, medio pueblo habría sido destruido. ¡Cuánto valen los sufrimientos soportados con paciencia! ¡Salvan más almas que la oración! Por eso, no hay que ver el sufrimiento como un castigo, pues puede ser un tesoro, silo ofrecemos con amor por la salvación de los demás. Solamente en el cielo, podremos saber todo lo que hemos obtenido con nuestros sufrimientos, soportados con paciencia en unión con los sufrimientos de Cristo. El sufrimiento es un gran don que nos acerca a Dios y a los demás.
Un día de 1954, hacia las 2,30 de la tarde, paseando por el bosque, me encontré con una mujer muy anciana que parecía centenaria. Yo la saludé amablemente y ella me dijo: ¿Por qué me saludas? Nadie me saluda. Nadie me da de comer y debo dormir por la calle. Yo la invité a comer y a dormir en mi casa. Ella me dijo: Pero yo no puedo pagar. No importa, le insistí. No tengo una bella casa, pero será mejor que dormir en la calle. Ella entonces me lo agradeció y me dijo: Dios te lo pague. Ahora soy liberada. Y desapareció. Hasta aquel momento no había entendido que se trataba de un alma del purgatorio. Seguramente, durante su vida, no quiso ayudar a alguien que tenía necesidad de comida y alojamiento, y debía esperar que alguien le ofreciese lo que ella había rechazado a otros.
Otro día se me apareció el alma de un joven y me dijo:
Por no haber observado las leyes de tráfico, tuve un accidente de motocicleta y morí en Viena. Yo le pregunté: ¿Estabas listo para entrar en la eternidad? No estaba listo, respondió, pero Dios da dos o tres minutos para poder arrepentirse y sólo el que lo rechaza se condena. Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Eso es cierto, cuando uno no tiene la culpa. Pero yo tuve la culpa; porque, según los designios de Dios, yo debería haber vivido todavía treinta años. Por eso, el hombre no tiene derecho a exponer su vida a un peligro de muerte sin necesidad.
También es muy importante, a la hora de la muerte, abandonarse y aceptar la voluntad de Dios. Una madre de cuatro hijos iba a morir y le dijo a Dios: Señor, si es tu voluntad, acepto mi muerte, pero te confió a mi esposo y a mis cuatro hijos. Por este acto de confianza y abandono total, fue directamente al cielo. Vale la pena abandonarse sin condiciones en las manos de nuestro Padre Dios y confiar en Él hasta el fin.
c) Hacednos salir de aquí
Éste es el título del libro escrito por Nicky Eltz de sus entrevistas con María Simma. Veamos un resumen de lo que dice María Simma:
“Hay mucha diferencia entre evocar a los muertos, como hacen los espiritistas, e invocar a los muertos para pedirles ayuda y orar por ellos. El espiritismo es pecado y en él es Satanás quien contesta a las preguntas. Nosotros pedimos ayuda a los difuntos y oramos por ellos. En mi caso, yo nunca los llamo para que vengan. Ellos vienen, porque Dios se lo permite.
El purgatorio es un tiempo de espera en que las almas tienen el gran sufrimiento de la nostalgia de Dios y el enorme deseo de amarlo con todo su corazón. En el purgatorio existen muchos niveles, que son tan diferentes como las enfermedades de la tierra. Cada alma es “castigada” o sufre en aquello o por aquello que la ha hecho pecar o alejarse de Dios. Sucede esto también, en cierta medida, en la tierra. Si uno come en exceso, sufre las consecuencias de mal de estómago. Si uno fuera demasiado, se intoxica y tiene problemas en los pulmones, etc. Podemos decir que hay tantos niveles cuantas almas distintas, porque no existen dos personas ni dos almas iguales. Cada alma lleva el purgatorio consigo. Cuando un alma viene a visitarme, no viene “fuera” del purgatorio, sino “con” el purgatorio. Las almas que vienen a visitarme son las que están más cerca de ser liberadas. En los niveles más bajos, Satanás puede hacer sufrir a las almas, pero no puede vencerlas. Estas almas de los niveles más bajos, a veces, se presentan bajo la forma de animales horribles. Pero el alma puede pasar del nivel más bajo e ir directamente al cielo sin pasar por niveles intermedios, si le ayudan con una indulgencia plenaria o con muchos sufrimientos, misas y oraciones. Lo que sí es cierto es que ninguna de ellas quiere volver a las tinieblas de la tierra, ahora que han conocido el amor de Dios.
Debemos tener bien claro que no es Dios quien las coloca en tal o cual nivel, son ellas mismas, pues quieren purificarse totalmente antes de presentarse ante Dios. Ellas quieren purificarse como el oro en el crisol. ¿Imaginamos una chica que quiere ir a su primer baile en público toda sucia y despeinada? Pues bien, las almas tienen una idea de Dios tan grande, son tan conscientes de su pureza maravillosa y resplandeciente que ni todas las fuerzas del universo serían suficientes para hacerles presentarse delante de Él, mientras subsistan esas manchas que afean su alma. Sólo un alma pura y luminosa puede atreverse a acercarse a la belleza y santidad divina para poder contemplar a Dios sin temor y amarlo en plenitud por toda la eternidad.
El purgatorio es un estado de cada alma; pero, en cierto sentido, también es un lugar ya que algunas almas se reúnen para estar juntas en determinado lugar por ejemplo, junto a los altares de las iglesias o en el lugar donde han muerto. Pero no es un solo lugar sino muchos lugares diferentes y muchas condiciones diferentes de cada alma. El fuego sólo existe propiamente en los niveles más bajos, aunque sólo afecte al alma, pues no es un fuego físico como el que nosotros conocemos. Por eso, algunas almas vienen rodeadas de fuego.
Yo nunca las he visto reír tienen más bien un aspecto sufrido y paciente. Normalmente, se me aparece una alma sola; pero, en algunas ocasiones, se me han aparecido varias, porque tenían necesidad de la misma cosa para ser liberadas. He sido visitada por almas de todos los continentes, que me hablaban en un alemán con acento extranjero.
En algunas oportunidades he sido visitada por suicidas, que no necesariamente se condenan. La mayor parte de ellos son llevados al suicidio por circunstancias que limitan mucho su libertad o por enfermedades síquicas. Pero todos lamentan mucho el haber acortado su vida y todo lo que pudieron haber hecho y no hicieron. Todos ven que no fue una solución y que cometieron un gravísimo error .
Por supuesto, me han visitado personas de todas las religiones, pues también ellas van al cielo, aunque la fe católica sea la mejor para ganar el cielo. También , me han visitado homosexuales. No necesariamente están condenados, pero tiene que sufrir mucho para ser purificados; porque, aunque la inclinación homosexual no es pecado, toda actividad homosexual sí es pecado, como dice la Iglesia. Ellos deben orar mucho y pedir fortaleza para vivir su castidad y rezar a San Miguel arcángel, que es un gran defensor contra el maligno.
Algo muy importante es aceptar antes de morir todos los sufrimientos que Dios nos envíe. Conocí a una mujer y a un sacerdote, que estaban en el mismo hospital con tuberculosis. La mujer le dijo al sacerdote: Yo le he pedido al Señor que me dé la oportunidad de pasar aquí mi purgatorio. El sacerdote le dijo: Yo no me atrevo a tanto. Una religiosa escuchó esta conversación. Cuando murieron los dos, el sacerdote se le apareció a la religiosa y le dijo que la mujer había ido directamente al cielo y él debía pasar todavía mucho tiempo en el purgatorio por no haber aceptado sus sufrimientos. De ahí lo importante que son nuestros sufrimientos, ofrecidos con amor Los sufrimientos de la tierra valen muchísimo más como reparación de nuestros pecados que los del purgatorio. Por eso, una larga enfermedad, antes de morir puede ser una gran bendición y gracia de Dios“.
que puedes ofrecer a Dios”.
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