viernes, 28 de septiembre de 2012

Impresionante testimonio de una mujer que fue lesbiana durante 20 años y ahora es heterosexual

Impresionante testimonio de una mujer que fue lesbiana durante 20 años y ahora es heterosexual [2012-09-26]


Ofrecemos un excelente artículo testimonio de una mujer de 34 años que vivió 20 años como lesbiana, y cuenta como fue cayendo en ese estilo de vida, como fueron sus experiencias en tal ambiente y con sus parejas, y como ha vuelto a la heterosexualidad.
La información, originalmente editada por Religión en Libertad, incluye una serie de evaluaciones sobre la homosexualidad que hace Doreena Paz (la lesbiana que volvió) que es realmente atrapante.

Muchas preguntas sin respuesta desde niña

«Mis recuerdos lésbicos comienzan ya a los 5 años. Recuerdo que me gustaba una vecinita de mi misma edad en aquel entonces y también me gustaban algunas nenas de mi barrio. La situación se extendió también para mis compañeras de escuela, con las maestras de turno.
»Fui criada la mayor parte de mi infancia en un colegio católico. Y si bien en mi hogar había problemas matrimoniales de mis padres, eso no me creaba conflictos con Dios.
»Fue al llegar a los 11 años cuando descubrí que me gustaban las mujeres. Pero lo confirmé recién al llegar a los 14 años. Tuve una crisis religiosa y de identidad bastante importante. Mis pensamientos iban y venían tratando de entender cómo era posible que yo naciera así, puesto que mis recuerdos de lesbiana eran de una edad muy tierna.

Aparece la depresión

»No lograba resolver el conflicto. Para colmo, mis padres peleaban con una violencia sostenida casi todos los días. Pasaba mis días encerrada en mi habitación pensando en lo que me pasaba, de que si sólo a mi me pasaba lo que sentía, cuestionando a Dios hasta extenuarme. Mis notas se estampillaron. Era visible que padecía una depresión cósmica. Me acuerdo que se llamó a mis padres y les hablaron. Pero nadie tenía idea de lo que me pasaba. Le había insinuado algo a mi madre a los 12 años, pero ella pensó que se trataba de algo pasajero. Yo sufrí por meses en silencio, recluida en mi cuarto.

El psicólogo y la “variedad sexual”

»Hasta que me llevaron al psicólogo, por supuesto. Y el psicólogo, siguiendo la línea de todos los métodos psicológicos actuales, me dijo que lo que yo tenía era una ”variedad sexual”, que era como una lámpara al revés, que seguía iluminando (no comprendo por qué mi sentido común no me dijo que ese ejemplo no era aplicable a todos los objetos: por decir, una olla al revés no sirve para olla). Y yo le creí. Y me sentí libre.
Después de eso pasé mi tiempo debatiéndome qué debía hacer. Me había enamorado de una compañera de la escuela. Y ella no iba a acceder a mí. Además, no tenía idea de cómo hacerlo.

Carácter masculino

»Cumplí 15 años. Y a mí se me hacía que ya era demasiado tiempo sin probar “el amor”. Además, podía sentir que mi personalidad se configuraba al carácter masculino: la audacia, la arrogancia, la palabra fácil, la temeridad, el pensar sólo en sexo…
»Claro que nadie podía decirme que era sólo un tierno pollito, tan vulnerable como cualquier niña de 15 años. Y que además era bastante ingenua e inocente.

Antros gays-lésbicos

»Les mentía a mis padres acerca de mis salidas. Y dado mis rasgos físicos y robustez, fue fácil que pudiera entrar en antros gays-lésbicos. En aquella época se los mezclaba a todos en la misma bolsa, no como ahora que van separados.
»Yo ni siquiera había ido a una disco “normal”. No tenía idea de cómo eran. Y nunca había sido de andar mucho fuera de casa. Así que ir a esos lugares fue como lanzarme al vacio sin alas
»Era notorio cómo yo podía ir tranquilamente a esos lugares sin que ni siquiera me pidieran el documento. Es más, al hacer las averiguaciones para dar con alguna disco alternativa, no tuve ningún problema. Me facilitaron el dato con un par de preguntas a personas concretas.

“Ella 30 años… y yo con 15″

»Así fue como conocí a Martina. Ella tenía 30 años. Y yo 15, con todo lo que eso significa. Antes de eso había bailado con otras, pero no me atreví a nada más. Me sentía como un pez pequeño en medio de tiburones. Intuía cosas malas. Pero Martina parecía ser buena. De hecho, ella misma me advirtió que tuviera cuidado de otras, que sólo querían fiesta…

Con 15 años y viviendo con Martina

»La situación en mi casa se tornó insostenible. Y yo, a mis 15 años, cargaba con una ingenuidad cercana a la estupidez; agarré mis cosas y me fui sin más, a vivir con Martina.
»Pero Martina no era tan buena como yo creía. Tenía un verdadero problema con el alcoholismo. Además tenía un amigo entrometido que no me caía bien para nada. Además Martina era celosísima. Con esos celos que te golpean y lastiman.

Una relación al borde del sadomasoquismo

»Yo pensaba que así era el amor entre mujeres. Es lo que me decía Martina. Pero mi relación con ella bordeó el sadomasoquismo. Y yo me fui distanciando más.
Caminaba por las calles pidiendo ayuda a Dios. No tenía quien más me ayudase. No sabía ni siquiera si me iba a ayudar. Me sentía muy por debajo de ser tan siquiera una criatura de Dios. Pero también en aquella época creía que Dios perdonaba cualquier cosa y que al fin y al cabo amar no podía ser pecado, aunque fuera amar a otra mujer. Yo sólo sabía que no tenía a quién más pedirle ayuda. Yo estaba aterrorizada. Todos los días vivía sin saber si viviría al otro dia. Me alimentaba de miedo y lágrimas. Era una tortura en todos los ámbitos: física, emocional, espiritual…

Con 17 años y sin ganas de vivir…

»De pronto, a los 17 años, me sentía envejecida, sin ganas de vivir, enamorada pero con intensas ganas de separarme. Estaba cansada de tener marcas de golpes, de ocultarlos cuando iba a visitar a mis padres. También crecía en mí una rabia intensa por todo lo que me pasaba.
»Dos años y medio habían pasado y un día tuvimos una pelea bastante fuerte. Nos fuimos a las manos y luego ya fue con cuchillos el asunto. En un momento dado logré abatirla y en el ínterin escapé. Nunca volví a verla. Me fui con lo que llevaba encima.

Mucho sexo y sólo sexo, nada de amor…

»Volví con mis padres por un tiempo. Ya estaba emancipadísima para entonces. Luego nos mudamos a otra ciudad. Ya en aquel tiempo yo estaba bien rebelde con Dios, por todo lo que me había pasado, a pesar de que había logrado salir ilesa. Me prometí ser cínica con las mujeres y que mi vida sería sólo sexo.
»Muy pronto me descarrilé en gran desenfreno, saltando de mujer en mujer. Entre el alcohol y las drogas. Además me gustaba el “ambiente gay-lésbico”. Me habitué a los shows que se realizaban, de travestis y transformistas, del sexo casual en el mismo local bailable, de ese grupo de gente que te metía otra cultura en la cabeza: “Algún día habrá casamientos entre hombres y entre mujeres”; “Ya sentirán los heteros lo que es sentirse discriminados”; “¿Y por qué no podemos tener un hijo, con lo avanzada que está la ciencia, o cobrar una pensión o tener asignaciones familiares? ¿Es que ellos –los heterosexuales- se creen más que nosotros?”; “Hoy se burlan de nosotros. Mañana nos burlaremos de sus hijos”.
»“¿Por qué tenemos que estar sufriendo en nuestra adolescencia como si fuéramos una degeneración de la naturaleza?; ¿Por qué no hay psicólogos para nosotros que nos asesoren y nos alienten en lugar de que alcancemos un grado de depresión tal que nos queramos suicidar por el sólo hecho de ser gay?; ¿Por qué no salimos del armario ya en la misma escuela y poder ser libres sin sentirnos discriminados ni que nos golpeen por el hecho de ser gays?”.
»Y así, con todo lo que nos decían, veíamos a una pareja normal caminando con sus hijos por la calle y era rabia y envidia pura lo que se sentía. Algunos, a la salida de la disco, al ver alguna pareja de enamorados normales se exhibían aún más en modales, tirando besos y provocando; sobre todo al varón.
»Y así, sin bombo ni platillos, sin libros y sin protestas, te llenaban el corazón de una revolución con los colores del arcoiris; música electrónica y festivales rave.

“Volvía a casa con el corazón vacío…”

»A pesar de todo esto, no corrí tras ninguna manifestación, ni participé de ninguna marcha. Me gustaba ser solitaria. No tenía muchos amigos tampoco. Y por cada vez que salía sólo para arrancar a la noche algún cuerpo sediento, volvía a mi casa con el corazón vacio. En ese tiempo me dio por empezar a vestirme de negro.

“Me sentía sola”

»Yo vivía sola para entonces (aunque hubo un tiempo que viví con una amiga, casi una hermana para mí). Y de camino a mi casa pasaba por una iglesia antigua. A veces me sentaba en el umbral, delante de las rejas…con más preguntas en mi corazón… que mi alma no se atrevía a formular. ¿Por qué no era feliz? ¿Por qué sentía que todo estaba mal si me decían que todo iba a cambiar, que seríamos libres al fin? Me sentía profundamente sola. Tenía 19 años.

Una boda con otra mujer

»Entonces conocí a Erika. Y Erika tenía una niña llamada Julieta. A mí me resultó como raro, diferente, conocerlas. Fue, no sé, encontrar la calidez de un hogar luego de tanto frío y cinismo. Pronto nos pusimos de novias y a los meses celebramos una pequeña boda entre amigos. Tras sendos anillos y promesas mutuas, nos fuimos a vivir juntas, las tres.

Niñera y sirvienta de la casa

»Todo fue de maravilla los primeros 12 meses. Pero comenzó a suceder algo. Yo, además de nuestros amigos en común, homosexuales también, no era nada para el resto de sus amigos y conocidos normales. A través de los niños supe que para algunas mamás de las compañeritas de escuela de Julieta, que a la sazón tenía 8 años, era la sirvienta de la casa, en el mejor de los caso, la niñera cama adentro. Eso me fastidió bastante. Yo necesitaba que se me reconociera abiertamente, en sociedad… Lo peor es que Erika se tomó al pie de la letra el mote y pronto me vi siendo un ama de casa completa, niñera incluida. Pero yo amaba muchísimo a la niña. Pero sentía en mí la necesidad de ser madre. Y no sabía cómo resolver ese asunto sin serle infiel a mi pareja. Y no entendía mucho eso de la fertilización asistida.

“Mi alma me pedía un cambio”

»Yo sentía que en mi relación con Erika comenzaba a haber grietas. Ella tenía 30 años y una niña de soltera. Y yo tenía 20 años y ni siquiera sabía qué iba a ser de mi futuro. Quería continuar estudiando. Mi vida no tenía que ser sólo lesbiana y de tener que oír hablar de revolucionar el mundo, de tener que escuchar siempre la misma conversación, casi cíclica, sobre cosas inmanentes, de chismerío barato y pellejería de farándula. Mi intelecto me pedía a gritos un cambio de tema. Y mi alma, ni hablar.

Amor trivial en el mundo homosexual

»Para el año siguiente decidí cortar la relación. Para ser sirvienta y niñera, mejor que me pagaran. Pero no podía irme. Me faltaba un año para terminar algunos cursos que había hecho. Y no tenía a dónde ir. Fue un tormento vivir bajo el mismo techo, sentir todo el desamor de quien fue mi pareja. No podía creer que el amor fuera tan trivial en el mundo homosexual. Sentía una desilusión enorme. Podía sentir que todo lo que yo pensaba se destruía a mí alrededor, llenándome de terribles preguntas.

La falta de un padre para la niña

»Julieta no conocía a su papá. Y yo, que además no interpretaba un papel muy masculino que digamos en la relación, no llegaba ni cerca a serlo. Pero cuando no estaba su madre, cada tanto le agarraba una tristeza enorme, que sólo yo sabía: ella extrañaba terriblemente a su padre. A un padre que no conocía. Y una tarde, esa tristeza fue tanta, que su cuerpito se convulsionaba de pena, sollozaba como para partir mil corazones, llamando a su padre. Y se durmió así en mis brazos.

Los niños necesitan de un papá y de una mamá

»Entonces, una frase se apoderó de mi cabeza, como si un elefante enorme entrara a una habitación, aplastándome contra las paredes: ESTO ESTÁ MAL. Los niños necesitan un papá y una mamá. Y esto es así, le guste a quien le guste. TODO ESTÁ MAL. La homosexualidad está mal.

Separación y salida de casa

»Ya me quedaban un par de meses para terminar los cursos. Con Erika comencé a discutir muchísimo. Y al final terminó echándome de su casa. Tuvimos un conflicto de bienes. Fue una separación muy problemática, que tardó en resolverse. Y yo la lloré por 5 largos años, a pesar de ser yo misma la que había cortado la relación.

La atracción sexual

»Volví a cambiarme de ciudad. Me fui a un pueblo tranquilo. Mis padres ya vivían allí hace muchos años. Me sentía cansada de la vida. Todo me parecía vano, sin sentido. Sentí que había perdido mis años en algo que evidentemente no podía terminar bien. Me refugié en el hogar de mis padres, esperando encontrar el sosiego que necesitaba. Pero también tiraba con fuerza en mí la necesidad sexual. Aún amaba a Erika, pero no podía deshacerme de la necesidad sexual… Y volví a ir a una disco gay. Pero ya no era igual. Algo había muerto en mí. Y sentí que ya no debía volver a frecuentar ese ambiente.

Una vuelta al espíritu

»Comencé a leer la Biblia (mi madre tenía una). La leí y repasé varias veces. Y sentía que ahí había algo… en las palabras que leía, mi alma quedaba saciada. Vi orden en todo lo que se decía, nada era al azar. Todo estaba bajo la Divina Providencia. Y me pareció perfecto.
Comencé entonces a ir a la Iglesia. Me confesé y de ahí en más fui todos los domingos a Misa y participaba de las actividades parroquiales. La gracia actuaba sobre mí. Ingresé en la universidad y comencé una carrera.

Vuelta a la vida anterior

»Pero cometí un error. Continué mi relación, en amistad, con Erika, epistolarmente. Y un día fui a visitarla. Y caí en los brazos de la lujuria.
»Para entonces tenía 25 años. Y para mí fue un golpe muy bajo. Sentí que no había remedio para mi lesbianismo. Tiré todo por la borda. Apostaté alevosamente. Volví a descarriarme terriblemente, en un desenfreno peor que el anterior. Ya no involucraba sólo a mujeres, sino hombres también. Crucé límites que nunca soñé. Mi alma se volvió una gran sombra oscura, junto con mi indumentaria.

Un abuso…

»Entonces pasó algo terrible. Me traicionaron. Abusaron de mí. Esa noche sentí que había muerto. Tardé mucho tiempo en sobreponerme. Al final del año, mi alma era una sola lágrima. Definitivamente no podía volver. Ese mundo no era para mí. Me sentía devastada. También sabía que el fantasma lésbico estaba muy vivo en mí. ¿Cómo podría hacer frente a eso?

… y una gracia especial

»Supongo que recibí una gracia especial, que me hizo tener una enorme fe en Dios, de que yo podría cambiar. Le pedí a Dios que me curara, que me ayudara a ser una mujer de verdad. Que si Él hizo el Universo, ¿por qué no podía volver a hacerme de nuevo? Tomé una decisión y me determiné a cambiar.
»Me alejé de todos, corté todo tipo de contacto con el ambiente homosexual. Me dediqué al estudio de la vida de los santos, de la doctrina y la teología. Continúe mi carrera como pude, hasta que, por razones de salud, tuve que abandonarla.

Comienza la terapia reparativa

»Dos años más tarde, poco más, me metí dentro de un grupo de terapia reparativa para sanar la homosexualidad.
»Fui dando pequeños pasos, lentos, pero seguros… A los 30 años logré ponerme de novia por primera vez con un hombre, Horacio. Las cosas, desgraciadamente no funcionaron y al cabo de año y medio tuvimos que cortar. Luego conocí a otro muchacho, Demián, que vivía en una ciudad distante. Ese noviazgo fue corto. Él resolvió que no congeniábamos. Y me rompió el corazón.
Hasta tuve una crisis de fe por eso. Y estuve casi dos años muy triste. Continué rezando dolorosamente, a pesar de que no veía que las cosas mejoraran… Ese dolor sirvió para que se alejara de mí una enorme proporción del lesbianismo, quedando en mí residuos del vicio. Ya no tengo ningún interés de tener una relación lésbica ni afectiva ni mucho menos sexual con una mujer.

En paz con Dios y en capilla

»Actualmente mi salud ya no es lo que era. Estoy mucho más calmada y sosegada. Ya no me siento vacía. Me siento en paz con Dios. Estoy de novia con alguien que me quiere mucho y, si Dios quiere, pensamos casarnos. Sé que perdí muchos años de mi vida, pero aún no es tarde… Dios va delante… Siempre adelante, nunca perdiendo la esperanza…».

LA HOMOSEXUALIDAD NO ES UNA ENFERMEDAD, MÁS BIEN ES COMO UN ESPEJO ROTO QUE NECESITA SER REPARADO

He aquí una entrevista a Doreena Paz sobre su opinión ante varios aspectos de la homosexualidad y el colectivo gay.
- ¿Es la homosexualidad una enfermedad?
- La homosexualidad no es una enfermedad. Es el fruto de un escándalo, moral, emocional, físico, sexual sufrido en la infancia, la adolescencia y hasta la edad adulta.
Son varias las causas que hacen que esta se adquiera, desde el abandono emocional por parte de los padres de un niño, la confusión en la escala de valores y roles, hasta el abuso sexual en la infancia.
Decir que es una enfermedad, implicaría un desligue de la responsabilidad de “ser homosexual”. Por tanto no habría culpabilidad. Pero no es tal el caso, ya que siempre existe la libertad de elegir. No es una enfermedad, es un trauma. Es por eso que parece que uno ha nacido con eso y que no se puede elegir, que nunca podrá sentir atracción por el sexo opuesto, etc.
No entraré en detalles de psicología (no soy psicóloga), pero básicamente la homosexualidad es como ver un espejo roto. El espejo no “nació” así. Algo lo rompió…Y lo que vemos es un espejo roto, que necesita ser reparado. No es normal que un espejo continúe roto. La homosexualidad es un mal moral. Por eso es que debería poder ser tratado tanto por psicólogos especializados en el tema, como por sacerdotes.
- ¿Qué puedes decir acerca de la veracidad de tu relato autobiográfico?
- En cuanto al relato de mi vida ¿por qué no ha de ser cierto? Mi vida no es algo singular, desgraciadamente. Es bastante común en el ambiente gay. Y quien diga que en el ambiente gay se está mucho mejor, que reina un ambiente de sana moral e impecable civismo, que me disculpe, pero está ciego como un topo o no conoce el mundo gay.
No es de recibo decir que los “heterosexuales” dejan mucho que desear con sus conductas o que algunos no deberían ser padres, poniendo de ejemplo que una pareja homosexual es más fiel a su pareja y que son más dignos de tener hijos que un matrimonio de un hombre y una mujer.
Convengamos que la sociedad está enteramente en decadencia y esto afecta a todos los órdenes, incluyendo el matrimonio. Es un problema de orden, no de naturaleza. Hacer educar a un niño por un par de padres homosexuales no ayudará a la sociedad, porque va contra la naturaleza misma de las cosas.
- ¿Hay violencia en las parejas homosexuales?
- Sí, yo sufrí violencia con una de mis parejas… no es tampoco nada raro. Pasa que es algo que se oculta bastante bien, pero hay violencia entre las parejas homosexuales, entre lesbianas; que no por ser mujeres son menos violentas.
Es un tema candente que el lobby gay trata de ocultar, pero que existe. Por eso digo que no tiene nada de raro mi relato autobiográfico. Es bastante más común de lo que parece.
- ¿Los homosexuales nacen homosexuales?
- La sociedad actual nos ha hecho creer que los homosexuales nacen así y que la gente debe ser buena y tolerante. Y yo misma me creí eso. Fue una verdadera gracia que yo pudiera ver que no podía ser que la homosexualidad fuera buena. Fue difícil ver lo intrínsecamente malo que hay en ella.
Reconozco que en la antigüedad posiblemente me habrían encarcelado y me habrían ofrecido la conversión a Cristo y no estoy segura de que en esa época lo hubiera comprendido totalmente. Mucho peso tuvo la tremenda vista de la decadencia actual y el propio desorden y vacuidad de mi vida en mi conversión, que quizás no hubiera visto en aquellas épocas. Tampoco me habrían ofrecido una terapia reparativa. Pero tampoco los doctores de épocas pretéritas hubieran podido dislumbrar la confusión de roles en algunos padres o en el entorno.
En ese tiempo, las mujeres eran bien mujeres y los hombres bien hombres. Y no se discutía eso. Porque simplemente no había nada que discutir, la naturaleza hablaba por sí sola. Y los roles estaban bien asignados. Y eso no era para nada algo represivo o estructurado. Era un simple orden.
Agradezco haber nacido en una época en que la Misericordia y Paciencia de Dios se muestra sobreabundantemente. Lo que es decir mucho para nuestra época.

- ¿Cuál es tu propósito al contarnos este testimonio?

- Mi propósito es decir que no se dejen engañar por las prerrogativas que se imponen desde la moda, la sociedad actual, la televisión, el internet y aún las leyes y los gobiernos de turno sobre lo bueno del mundo gay.
En varios países incluso ofrecen facilidades burocráticas, sociales y económicas a quienes digan que son homosexuales. Y también leyes que sancionen a todo aquel que hable en contra de la homosexualidad.
- Pero, ¿una persona con sentimientos homosexuales puede cambiar?
- Sí, la homosexualidad se puede cambiar. Yo soy católica. No puedo decir que Dios no es indispensable para lograr ese cambio, porque no es así. Pero también es necesaria una voluntad dispuesta a todo, sin medias tintas, lista a quemar las naves. Es un acto de fe. Aún sabiendo que habrá caídas y momentos de total desolación, pero que hay que seguir luchando, sin descanso. Un vicio se adquiere en un día, una virtud puede llevar años adquirirla. No hay que bajar los brazos. Aquellos que ya son de una edad madura y piensan que ya están en la vía, que ya están en medio del baile y que ya no pueden cambiar, les digo que sí pueden. Ninguna edad es tarde para cambiar. Hay que confiar en Dios, que dispuso todo ordenadamente. Y que nos ama.
- ¿La homosexualidad era aceptada en la antigüedad y sólo desde la cristiandad fue condenada?
- Hay quienes dicen que la homosexualidad viene de antiguo. ¿Y con eso qué? El asesinato también viene de antiguo y no por eso lo ponemos por norma. La añejez de una conducta no la avala para decir que es algo inherente al ser humano. Una conducta se convierte en norma cuando forma parte de un orden. Y antiguamente, el ser fecundos, el tener muchos hijos, era algo bien visto en la sociedad (debería serlo hoy también), por el contrario, ser estériles era considerado un mal signo.
Por tanto, la homosexualidad no podría haber tenido nunca cabida dentro de la sociedad antigua. También hay quien dice que los griegos eran bastantes homosexuales y bisexuales. Obviamente seguro que  habría varios, pero la homosexualidad tampoco estaba bien vista en la Grecia Antigua. 

Tampoco voy a entrar en detalles acerca de esto, pero cualquiera que quiera indagar sobre el tema, leyendo de forma profunda sobre la vida de los griegos antiguos, constatará que lo que digo es cierto. La Iglesia se basó en la Revelación, las Antiguas leyes, la Naturaleza y las viejas costumbres para condenar la homosexualidad. No impuso nada nuevo con respecto a este tema, sólo terminó por sentenciar lo que a todas luces era malo.
- ¿Realmente el número de personas homosexuales ronda el 15% o más de la población total?
- Acerca del famoso 15%… es un número que se le transmite a uno cuando ingresa en un ambiente gay. Y uno ve el pequeño grupo que tiene delante y cualquiera que sepa matemática básica sabe que es imposible que los homosexuales sean el 15 % de la población. Y aún cambiando de ciudad, ese pequeño número inferior al 15% no se sostiene.
En las famosas marchas de orgullo gay, hay que reconocer que muchos de los que se suman no son gays, sino que muchos son “simpatizantes” o simplemente les gusta lo exuberante de “la fiesta”.
Frecuentemente asisten a esas marchas personas de otras ciudades, para “hacer número”. Y en las fotos es fácil hacer parecer que son el gran gentío cuando en realidad no son tantos. También hay que decir que no son las mismas marchas de los años 80 que las de ahora. Ahora hay países que incluso facilitan esas marchas, que son gay friendlyEl tema homosexual ha pasado a ser un tema político. Por tanto ese famoso “15%” puede estar contenido por muchos varios heterosexuales.
- ¿Qué más se oculta detrás de la política pro lobby gay?
- De hecho sobre el tema del SIDA, hay mucho de política detrás del uso de la “victimización” del homosexual con HIV (y digo bien, con HIV y no con SIDA) para dar la imagen del gay abandonado y discriminado por la sociedad.
Lo que nadie sabe, lo que se oculta, es que los mismos que militan “defendiendo” a sus compañeros con HIV; son los mismos que los abandonan cuando se les declara el SIDA. Sé de buena fuente que muchos de ellos son abandonados como perros en los hospitales y ni la familia los va a ver. Ni “sus amigos”. Sólo los usan como propaganda más para “para hacer una sociedad más tolerante y comprensiva”. Pura hipocresía.
Fuentes: Religión Digital, Signos de estos Tiempos

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