martes, 11 de diciembre de 2012

LOS QUE CREEN QUE LA HUMANIDAD PROGRESA


Probad a orar con amor, amor por todos, y Yo os ayudaré. "Que si hacéis el bien
a quien os quiere, ¿qué mérito tenéis?". Sed semejantes a Nosotros que hacemos
llover y dar sol sobre justos e injustos, dejando sólo a nosotros el derecho de juzgar,
cuando llegue la hora.
La Ley y la Palabra son siempre iguales, son siempre aquéllas, hijos que no nos
amáis. Veinte siglos son nada ante la::; verdades eternas. Yo, el Verbo, no he venido a
cambiar la Ley. Ni siquiera Yo que soy el Verbo. Y vosotros la habéis cambiado porque
sobre mi Ley y sobre mi Palabra habéis puesto una superposición de vuestras necias
palabras, de vuestras leyes ciegas y crueles. Habéis creído cambiar así la Ley y la
Palabra, y progresar.
Sí. Habéis progresado. Pero como uno que no ve más la luz habéis progresado, no
hacia la meta: Dios, sino hacia el punto opuesto. Habéis retrocedido hacia la
animalidad. Estáis matando vuestra alma. ¿Cómo? ¿Sabéis gritar por los espacios:
"Salvad vuestras almas" y después las matáis vosotros? Pero cuando un naufragio
hunde una nave, solamente vuestros cuerpos mueren y mis ángeles están preparados
a llevar a los cielos las almas de aquellos que han expirado con mi nombre y el de
María, mi Madre, en los labios. Mientras vosotros, en el naufragio de vuestra filiación de
hijos de Dios, matáis vuestras almas. ¡Oh! ¡pobre Corazón mío!
Hablo contigo, María, que sabes lo que quiere decir ser desamada, ofendida, no
reconocida, traicionada, y que lo has sufrido hasta enfermarte. Tú puedes entender mi
tormento comparándolo con el tuyo.
El amor ignorado es un tormento. Y el mío es un infinito amor infinitamente ignorado.
No son dos o tres personas las que han faltado, como contigo. Para Mí son millones de
personas que en veinte siglos me han desamado, ofendido, despreciado. Y mi Corazón,
que ama con la perfección de un corazón divino, se ha dilatado en el sufrimiento del
dolor. La lanzada no ha sido dolorosa en comparación con las heridas que me ha
infligido, en veinte siglos, en el Corazón, la raza humana. Yo soy Dios y no padezco
enfermedad humana; pero en cambio padezco, en mi Humanidad, el dolor. Y vosotros
me dais un dolor infinito y continuo.
Debo refugiarme en el corazón de mi Madre para superar ciertas horas de
sufrimiento atroz por vuestras indignidades, debo mirar a mis confesores para atenuar
el amargor de lo que sois vosotros, hombres, para Mí que os he amado hasta morir. No
queremos coronas preciosas sobre las cabezas de las imágenes que me representan y
representan a la Madre mía y vuestra, mientras que vosotros nos claváis continuamente
espinas junto a las cuales las de mi corona eran rosas.
Una única corona queremos de vosotros: "Vuestro amor". Un amor que sea
verdadero, de cada hora, en cada ocasión. Bastaría que esto ocurriera en pocos
corazones, en cada nación, para que el mal fuera vencido por el Bien. ¿No bastaron
doce verdaderos apóstoles, apoyados en el Corazón de María, para llevar al mundo la
Caridad? Pero vosotros ahora sois peor que los Gentiles y que los Judíos».

Cuadernos de la vidente María Valtorta del año 1943

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