jueves, 3 de enero de 2013

Dictado de Jesús a la Vidente María Valtorta.


«Tenlo por seguro. Quien me tiene a Mí lo tiene todo. No tendrá más hambre ni más sed,
según mi promesa, porque cree en Mí. No hablo del hambre y de la sed del pobre cuerpo.
Hablo del hambre y de la sed de vuestro corazón, de vuestra alma, de vuestro espíritu. Tan
sólo el pensamiento de que me tienes cerca te consuela, te sostiene, te nutre totalmente.
No, no me canso de estar cerca de ti. Jesús no se cansa nunca de estar cerca de sus
pobres hijos que sin Él son tan infelices. Mira si me canso acaso de estar en las iglesias
esperándoos, encerrado en un poco de pan para asumir una forma visible para vuestra mate-
rialidad.
Las almas que el Padre me ha dado son el tesoro más dulce que Yo tenga. ¿Puedes
dudar de que Yo trate con amoroso respeto cuanto me ha sido dado por mi Padre?
He bajado del Cielo, donde estaba beatífico en la divinidad excelsa de mi Esencia, para
cumplir este deseo del Padre de salvar el género humano creado por Él. Circunscrito, Yo el
Infinito, a un poco de carne; humillado, Yo el Potente, con figura de hombre oscuro; pobre,
Yo el Dueño del Universo, en un pueblecillo cualquiera; acusado, Yo el sin Mancha, el
Purísimo, de todas las culpas morales y espirituales como rebelde ante la autoridad humana,
subversor de los pueblos, violador de la ley divina, blasfemador de Dios; todo lo he padecido,
todo lo he cumplido para hacer realidad el deseo del Padre.
No, no me canso de estar contigo. Te espero. Cuando llegue tu hora, subirás conmigo a la
vida eterna, porque está reservada para quien cree en Mí. Ya te he dicho 70 cómo aquel que
cree, que realmente cree, se salva. Porque la fe lleva consigo las otras virtudes y hace
practicar las virtudes y la Ley».

Dice Jesús:
«Di al Padre 71, que pide un signo para persuadir a los hermanos de ciertas verdades que
no se pueden negar, que le doy la misma
respuesta que al rico Epulón: "Si no escuchan
a Moisés y a los Profetas, tampoco escucharán aunque un muerto resucite".
Si no escuchan la voz de su conciencia inspirada por Mí, que grita sus advertencias
indiscutibles y verdaderas, si sofocan bajo la incredulidad incluso el resto de sensibilidad que
les queda, ¿cómo quieres que escuchen otras cosas? Si no inclinan la frente ante la realidad
que les sorprende y no recuerdan, no entienden, no admiten nada, ¿cómo quieres que crean
en un signo?
Incluso me niegan a Mí, a pesar de que dicen que no me niegan; ellos son los "doctos" y
han sofocado la bella, santa, sencilla, pura capacidad de creer, bajo las piedras y los ladrillos
de su ciencia, demasiado embebida de tierra para poder entender lo que no es tierra.
¡Ah! ¡María! ¡Cuánto dolor tiene tu Jesús! Veo morir lo que Yo he sembrado a costa de mi
muerte.
Pero ni aunque Yo apareciese me creerían. Pondrían en movimiento todos los utensilios
de la ciencia para pesar, enumerar, analizar la maravilla de mi aparición, exhibirían todos los
razonamientos de su cultura, molestando a profetas y santos para citar, al revés y en el modo
en que les es más cómodo, las razones por las cuales Yo, Rey y Señor de la Creación, no
puedo aparecer.
También ahora, como hace veinte siglos, los sencillos, los niños me seguirían y creerían
en Mí. Los sencillos, porque tienen el mismo corazón, virgen de racionalismo y de
desconfianza y de soberbia de la mente, de párvulos. No. No encontraría en mi Iglesia a los
capaces de creer. Es decir, en el gran ejército de mis ministros encontraría algún alma que
ha sabido conservar la virginidad más alta: "la del espíritu".
¡Oh santa virginidad del espíritu! ¡Qué preciosa eres, querida, predilecta de mi Corazón
que te bendice y te prefiere! ¡Oh santa virginidad del espíritu, que conservas el candor del
Bautismo en las almas que te poseen, que conservas el ardor de la Confirmación en las
almas que te conservan, que mantienes la nutrición de la Comunión en las almas que a ti se
abandonan, que eres Matrimonio del alma con Jesús Maestro y Amigo, que eres Sacerdocio
que consagras en la Verdad, que eres Aceite que limpias en la hora extrema para preparar la
entrada en la morada que os he preparado! ¡Santa virginidad del espíritu que eres luz para
ver, sonido para entender, cuán pocos te saben conservar!
Ves, alma mía. Son pocas las cosas que Yo condeno severamente como esta del
racionalismo que viola y desconsagra y mata la Fe, digo Fe con mayúscula para decir Fe
verdadera, absoluta, real. Yo lo condeno como mi sicario. Es el mismo que Me mata en los
corazones y que ha preparado y prepara tiempos muy tristes para la Iglesia y el mundo.
He maldecido otras cosas. Pero ninguna maldeciré como ésta. Ha sido la semilla de la
que han venido otras, otras, otras doctrinas venenosas. Ha sido el pérfido que abre las
puertas al enemigo. En efecto ha abierto las puertas a Satanás que nunca, como desde que
reina el racionalismo, ha reinado tanto.
Pero está dicho: "Cuando el Hijo del hombre venga no encontrará fe en los corazones".
Por ello el racionalismo hace su obra. Yo haré la mía.
Bienaventurados los que, como cierran la puerta al pecado y a las pasiones, saben cerrar
en la cara las puertas del templo secreto a la ciencia que niega, y viven, solos con el Solo
que es Todo, hasta el final.
En verdad te digo que estrecharé contra el corazón al desgraciado que ha cometido un
delito humano, y se ha arrepentido de él, con tal de que haya admitido siempre que Yo lo
puedo todo, pero tendré rostro de Juez para aquellos que, en base a una doctrinaria ciencia
humana, niegan lo sobrenatural en las manifestaciones que el Padre quisiera que Yo diera.
Uno nacido sordo no puede oír, ¿verdad? Uno que tenga los tímpanos rotos por infortunio
no puede oír, ¿verdad? Sólo Yo podría darles el oído con el toque de mis manos. Pero
¿cómo puedo dar oído a un espíritu sordo si este espíritu no se deja tocar por Mí?
Respecto a las preguntas del Padre sobre el antagonista último, dejamos el Horror
envuelto en la sombra del misterio. De nada os sirve conocer ciertas cosas. Sed buenos y
basta. Vuestra bondad dadla, con anticipo al momento, con el fin de abreviar la duración del
reino monstruoso sobre la raza de Adán.
Respecto al tiempo... 1000,... 2000,... 3000, son formas para dar una referencia a vuestra
mentalidad circunscrita. Es tan cruel la bestial soberanía del hijo del Enemigo -"hijo no de
querer carnal" sino de querer de alma que ha alcanzado el vértice y la profundidad de la
ensimismación con Satanás- que cada minuto será día, que cada día será año, que cada año
será siglo para los vivientes en aquella hora. Pero respecto a Dios cada siglo es milésima de
segundo, porque la eternidad es un ser de tiempo cuya extensión no tiene límite. Es tan
desmesurado ese horror para los hijos de los hombres sumergidos en él, que, en
comparación, la oscuridad dé la noche más oscura será luz de sol meridiano.
Su nombre podría ser "Negación". Porque negará a Dios, negará la Vida, lo negará todo.
Todo, todo, todo.
¿Creéis estar ya? ¡Oh! ¡Pobrecitos! Lo que vivís es como un lejano murmullo de trueno.
Entonces será estruendo de rayo sobre la cabeza.
Sed buenos. Mi misericordia está con vosotros».
Por la noche del mismo 2 de agosto reaparece Jesús doloroso ensangrentado, Aquel que
se ha estrujado a Sí mismo para hacerse licor de vida por nosotros.
Está tristísimo. Sólo me dice dos palabras: "¡Sufro tanto!". Pero me las dice prácticamente
moviendo los labios. No es como las otras veces que le veo triste o sonriente pero siempre
con la boca cerrada, aunque su palabra toca mi espíritu. Ahora mueve los labios y dice:
"¡Sufro tanto!" y el acento es tan triste, tan abatido, que me hiere como una espada.
¿Por qué sufre, especialmente esta noche mi Jesús? ¿Quién lo ha herido, haciéndole
sangrar y llorar? ¿Qué puedo hacer para hacerle sonreír? Entiendo que una culpa grave, no
sé por parte de quien ni dónde, se ha cometido esta noche. Y no entiendo nada más.
Hoy he podido rezar poco, ocupada con los deberes de la hospitalidad. Pero la caridad
hacia los peregrinos es siempre oración, ¿verdad? Por lo cual no pienso que sufra por mí, y
esto me tranquiliza.

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