Ser ignorante no es pecado, pero se puede volver, pues si uno puede salir de ello en lo que concierne al bien eterno y no lo hace, la persona puede morir eternamente. Pues hoy dia la gente se preocupa por no ser ignorante al mundo pero si a las cosas de Dios, y esta ignorancia no la va a justificar Dios el día de su juicio, por eso los Apóstoles decían que era mejor hacerse necios ante las cosas del mundo que pasan, para ser agradable a Dios.
martes, 1 de enero de 2013
LA ORACIÓN
Dice Jesús :
«La oración es algo bueno y santo, también es bueno meditar y estudiar la Sabiduría. Pero
no hay nada más útil para el hombre que un conocimiento: estar convencido de Dios.
Cuando uno ha conocido verdaderamente quién es el Señor, ya no se equivoca más, sabe
orar no con un movimiento maquinal de labios de los que brotan serios propósitos de
bondad, de perdón, de continencia, de humildad, sino con verdadera adhesión a Dios, con
verdadero propósito de practicar cada vez mejor la Ley para ser bendecido por Dios.
Cuando uno ha conocido quién es el Señor, posee para siempre la Ciencia, la Riqueza, la
Fuerza, que dan la verdadera Gloria que no muere para siempre y que agrada a Dios.
Vosotros hacéis oraciones y oraciones en estos tiempos . Pero no sirven como debieran.
¡No penséis que vuestro Dios haya cambiado su Naturaleza de infinita Bondad y de
Paternidad perfecta! Es que le presentáis oraciones contaminadas de demasiadas cosas.
Despojaos de la triple vestidura que oprime vuestro espíritu y lo contamina. Fuera la
hipocresía, el odio, la lujuria. Habría que quitar más cosas. Pero éstas son las más viles a
mis ojos. Y sois hipócritas cuando venís a Mí con funciones religiosas que cumplís con
sentido humano y no sobrenatural.
¿Pero a quién queréis engañar? ¿A Mí? ¡Oh infelices! Podréis engañaros entre vosotros,
mostrando un rostro de religión, mejor dicho, una máscara sobre el verdadero rostro que es
de irreligión, porque Religión quiere decir obediencia a los deseos y a la voluntad de Dios, y
vosotros en las grandes y en las pequeñas cosas desobedecéis a Dios. Podréis engañaros
entre vosotros, pero a vuestro Dios no le engañáis.
¿Qué dirías, María, si uno te ofreciera un ramo de flores o un plato de fruta todo sucio o
picado? Que haría mejor no ofreciéndotelo porque te repugna y te ofende. Así es: Yo digo lo
mismo de la mayoría de vuestras oraciones.
Odiáis. Seguro. Odiáis. Y tenéis el espíritu tan pesado que ni siquiera os dais cuenta de
estar llenos de hastío y de egoísmo hacia todos. Pero ¿qué os he dicho Yo? "Si cuando vas
a orar te sobreviene el haber ofendido al hermano o que éste tiene algo en su corazón contra
ti, reconcíliate antes con él y después ven". Condición esencial para ser escuchados es el no
tener en el corazón el odio que mata el amor. ¿Cómo podéis venir a Mí, que soy
Misericordia, cuando no sois misericordiosos? ¿Cómo podéis juzgar y pensar que Yo, que
soy Justicia, no os juzgue? ¿No veis que conservando odio hacia quien os daña -y no fue
quizás el primero, sino que el primero fuisteis vosotros- no veis que vosotros mismos os
condenáis?
Sois lujuriosos. ¡Cuánta lujuria: de la carne, de la mente, del corazón, se propaga sobre el
mundo brotando de vosotros como caños de fuente que se originan allá en lo hondo donde
reina el Enemigo! Es un diluvio, no querido por Dios, sino por Satanás, a quien os habéis
prestado, que se vuelca sobre la tierra y os aplasta la Luz, la Verdad, la Vida. Y Luz, Verdad
y Vida, como paloma que no ama el fango podrido, se retira a los Cielos, descendiendo
velozmente de ellos para recoger el vuelo sobre pocas criaturas que como cimas de
montañas emergen sobre el lodo que os deshonra.
Mi amado Hijo ha interrumpido su morada entre los hombres por los mismos hombres.
Escuchadlo, vosotros que aún lo sabéis hacer, vosotros que resistís la ola corruptora porque
Nos amáis. En Él está la salvación, porque Él es el eterno Redentor, y los méritos infinitos de
su infinito dolor obran para siempre. Mas vosotros los esterilizáis bajo el corrosivo mal
satánico del que estáis llenos. Más aún que su Sangre sobre los hebreos, este destruir
vuestro en vosotros los efectos de su Sangre con el pecado, que amáis como vuestra vida de
un momento, os condena y os hace dignos de mi castigo.
Sois corazones incircuncisos. No sabéis, no queréis poner anillo de triple penitencia al
corazón que habéis quitado a Dios y habéis dado al Enemigo de Dios y del género humano.
Esto es lo necesario para que Yo intervenga: arrepentiros y hacer penitencia. Sin estas dos
cosas toda oración vuestra, todo acto religioso vuestro es mentira y ofensa que hacéis a
Dios.
Y si el Espíritu de Amor no puede obrar ya en vosotros los prodigios del amor porque
vuestro obrar neutraliza su acción, y si el Verbo del Padre no puede obrar ya los milagros de
su Sangre y de su Palabra porque en vosotros hay fuerzas contrarias, el Padre, el Señor
Dios, siempre puede agitar sobre vosotros el flagelo del castigo y defender en Sí a las tres
Personas Divinas demasiado, demasiado, demasiado ofendidas por la humanidad».
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