EL
RECHAZO DE DIOS
— Hijo, levántate
y escribe de rodillas:
“Dos hechos centran
en sí toda la historia del género humano.
El primero es la
Creación del hombre y su rechazo de Dios.
Este rechazo de Dios
constituye una catástrofe espantosa de gravedad gigantesca cuyas
consecuencias destructivas se perpetuarán en los siglos hasta el fin
de los tiempos.
Los hombres
instigados por las oscuras y misteriosas potencias del infierno,
materialistas como son, no tienen ya la percepción de esta enorme
tragedia que ha desbaratado la naturaleza humana hiriéndola
mortalmente, debilitándola y privándola de los dones maravillosos
con los que fue creada.
Los hombres ya no
tienen conciencia de la inmensa tragedia de la que son objeto y
víctimas, y en la que están envueltos personal y socialmente.
Guerras y
revoluciones, epidemias, inundaciones y terremotos, cataclismos,
dolores, sufrimientos tienen ahí su origen y ¿qué son las
particulares y terrenas vicisitudes humanas frente a esta tragedia
por la que la humanidad entera estaba eternamente perdida?
El otro acontecimiento, que también
centra en él toda la historia del género humano es el Misterio de
la Encarnación, Muerte y Resurrección del Verbo.
Obra de la Trinidad
Divina, querida por la misma Trinidad como respuesta eficaz con miras
a limitar y circunscribir la obra devastadora de Satanás y como
contra - medida para el rescate de la humanidad y para liberarla de
la tiranía del Maligno.
Sólo Dios podía
realizar una obra de redención semejante.
La monstruosidad de
esta generación perversa está en ignorar y querer ignorar el
portentoso Misterio de salvación, a través del cual es también
visible el Amor infinito de Dios por la humanidad.
¿Podía, hijo mío,
dar un testimonio más grande para la salvación de los hombres que
el provisto con mi Encarnación, Muerte y Resurrección?
¿Podía dar un
testimonio más grande que la perpetuación del Misterio de la Cruz
mediante el Sacrificio de la Santa Misa?
¿Puede haber un
hecho comparable a éste en todas las historias de los pueblos de la
tierra?
¿Pruebas para creer?
¡No las buscan! De ellas he dado tantas. ¿Milagros Eucarísticos?
Pero ¡cuántos de ellos he realizado en tiempos remotos y en tiempos
actuales!
Hijo mío, no quieren
creer, tienen miedo de tener que creer.
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